Esta semana, el marketing
amarillo protagonizó un nuevo tropiezo. Un exceso de demagogia condujo a los PRO a
un error en la interpretación de la “Metáfora
de los Flanes”. Hasta su creador, Alfredo Casero, protestó por tamaña brutalidad. El actor que en los noventa
parodiaba a Domingo Cavallo se burló de
los hambreados en el programa de Alejandro Fantino. Con eso de “se incendia la casa y todos tus hijos te
piden flan” intentó graficar la cruel
realidad argentina: mientras el buen Mauricio trata de combatir las
llamas, los angurrientos piqueteros
piden flanes. A partir de allí, la parábola del postre se extravió en una
exégesis absurda, no sólo en la nublada
mente de los pocos seguidores oficialistas sino también en la de sus dirigentes.
Los diez mil caceroleros que se
juntaron frente al Congreso dieron el primer paso. El reclamo de flan por parte
de manifestantes que no necesitan
dádivas conformó la imagen ridícula de la jornada. En algunos carteles
aparecía la foto de un flan de restaurante con la leyenda “la grieta no es ideológica, sino
de valores”, un diseño
viralizado en las redes que tan bien manejan los trolls de Marcos Peña Braum. Al día siguiente, en el Senado, el ex
ministro de Educación, Esteban Bullrich se enredó en una nueva de sus barrabasadas discursivas al tomar el flan como representación del soborno. En un exceso de
delirio, declamó que en tiempos del kirchnerismo, “cuando no te gustaba el flan te
agarraban del cogote”.
Pero hay más: el duranbarbismo para necios que guía los pasos de la Revolución de la
Alegría inspiró que el empresidente Macri,
funcionarios y legisladores PRO se juntaran en Olivos para grabar un video
donde canturrearon “queremos flan”. Una torpeza con gotas de crueldad o un sincericidio histórico. ¿A quién
reclaman los flanes que no necesitan? ¿Acaso estarán pidiendo sobornos, a pesar de las abundantes divisas que amontonan
en las cientos de cuentas off shore
que ostentan?
Y siempre hay mucho más con esta
banda de engendros del demonio que des-gobierna Argentina desde el infausto 10
de diciembre de 2015. Por supuesto, este show tiene muchas estrellas, pero el Gerente de La Rosada SA acapara todos
los laureles, además de negociados innumerables. En un acto en Tucumán,
Macri dijo: “lamentablemente, toda la
plata de la corrupción explica todo lo
que nos falta”. Claro, si forma
parte de los beneficiados de la deuda externa que creció con la dictadura,
el menemato y la pesificación asimétrica de Duhalde; si tiene en sus guaridas
fiscales parte de los 300 mil millones
de dólares de argentinos en el exterior; él sabrá adónde fueron a parar los 100 mil millones de dólares que tomó como
deuda externa desde el Bailecito en el Balcón. Hay que ser muy ignorante para creer que no tiene nada que ver con la corrupción corporativa que vacía
nuestra dignidad desde hace décadas.
La
mesa de la Verdad
Aunque parezca mentira, Macri y su troupe siguen estafando a un
público hartamente estafado. El Ingeniero asegura que hay que “estar orgullosos de haber podido sacar la verdad y ponerla sobre la mesa”.
¿Qué verdad, que son capaces de hacer cualquier cosa para destruir a Cristina y a todos los que intentaron hacer más justa
la distribución de la riqueza en nuestro país? ¿Qué verdad, que los
empresarios contratistas de la obra pública coimean a funcionarios de cualquier color para obtener ventajas?
Poner la verdad sobre la mesa sería anular
la causa de los no-cuadernos, reconocer que Nisman se suicidó, que el pacto con Irán no encierra ningún ilícito, que lo del dólar futuro es un delito más de los funcionarios macristas que de
los kirchneristas, que los allanamientos a las propiedades de la ex
presidenta sólo buscan proscribir a una
candidata que crece en las preferencias electorales, que Aníbal Fernández no es el ideólogo de ningún homicidio,
que no estábamos aislados del mundo
y que la Pesada Herencia es un verso más
grande que la mansión que el ministro Dujovne tenía declarada como baldío. Poner la verdad sobre la mesa sería
aceptar que Macri estafó al Estado en
muchas oportunidades, es un contrabandista de autopartes y evadió al fisco con empresas en paraísos
fiscales.
Poner la verdad sobre la mesa
sería confesar –ya que estamos con la
moda de los arrepentidos- que lavaron fortunas con falsos
aportantes en las dos últimas campañas y que las bolsas que la vice Michetti denunció como robadas contenían dinero
ilegal. Poner la verdad sobre la mesa sería sacar de la Oficina Anti
Corrupción a la ultra apologista Laura
Alonso y a todos los funcionarios afectados por conflictos de intereses, el mote que toma la corrupción en las
élites. Poner la verdad sobre la mesa sería admitir que se hizo más durante el tiempo de los que se
robaron todo que ahora y que el angelical “amigo gay” Piter Robledo aprovechó
su cargo para hacerse de un millón de pesos con el sueldo engrosado de una
embarazada despedida.
Si hubieran puesto la verdad
sobre la mesa, Macri ni siquiera hubiera llegado a Jefe de Gobierno porteño.
Pero estamos acá, con un oficialismo que todavía actúa como oposición porque no tiene nada mejor para mostrar a
la sociedad, con números que desmienten esa patraña del “mejor equipo de los últimos 50 años”, con una imagen negativa que supera con
amplitud el porcentaje obtenido en el balotaje, con un abismo que se abre
de nuevo a nuestros pies, con un blindaje mediático insólito y una prensa
internacional que se sorprende ante la
tímida reacción del pueblo y una impronta autoritaria que ha bajado la intensidad
de nuestra democracia.
Si algo interesante tiene la Metáfora de los Flanes es el reconocimiento del incendio. La
diferencia está en que el actor piensa a Macri más como un bombero que como un pirómano. Incendio o tormenta, el
empresidente es el autor y no está en
sus manos ni en sus intenciones mejorar nada, sino todo lo contrario. Y
como siempre, las ideas amarillas se tropiezan con una inconsistencia madre de todas: el famoso cartelito que, con
orgullo, muchos flaneros sacudían en la plaza. La Grieta es ideológica y, por tanto, también de valores. La
negación de la ideología es una de las tretas que mejor ha resultado en el triunfo espurio de este destructivo plan.
Hasta que los individuos que se dejan llevar por estos cantos de sirena no lo entiendan siempre estaremos a merced de las amenazas de las peores restauraciones.
Muy buena reflexión..
ResponderBorrarA estas alturas del show amarillo, acordarse de la cacareada revolución de la alegría es peor que un mal chiste de casero, lo que se percibe a simple vista de los apologistas de esta porquería es LA REVOLUCION DEL ODIO, en todos sus escasos pero horribles matices.
ResponderBorrarComo uno, en más o en menos, es parte de, precisamente éso que odian es que no hay que hacerse mayores ilusiones, cambiar, no van a cambiar y para librarnos de ellos hará falta tiempo, paciencia y, claro, que sigan siendo lo horriblemente ineptos y corruptos que son, otras variantes pueden implicar costos, en cosas que no tienen repuesto, inadmisibles para cualquier sociedad mínimamente seria... que termine como la farsa, que son, evitando la tragedia que buscan y anhelan.