sábado, 30 de marzo de 2013

Operaciones matemáticas



Desde hace mucho tiempo, los voceros de los carroñeros expresan su incontenible angustia ante la división que existe en nuestro país y la ausencia de diálogo entre el Gobierno Nacional y la oposición. Algún desprevenido podrá pensar que esos clamores son válidos y hasta necesarios para llegar a buen puerto. Tanto encono asusta a muchos espectadores.  La convivencia armónica aparece como el mejor escenario para reconstruir la tantas veces pisoteada Argentina. Hasta esos algunos pueden llegar a creer que todos estamos de acuerdo con alcanzar la equidad y que hay diferentes caminos para llegar a ella. Claro, piensan eso porque son meros espectadores. O simulan serlo y se escudan en esas generalidades. También es posible que teman involucrarse en una disputa que no les corresponde o que no relacionen las mejorías que han experimentado en su vida desde 2003 con esta división que tanto lamentan. Jamás se les ha ocurrido pensar –es de suponer- que los que tanto gimen por la división son los que la provocan porque se niegan a aceptar la voluntad de la mayoría. Y no sólo eso: desprecian profundamente esa voluntad. Aunque afirmen lo contrario, les interesa medio pepino la equidad, sobre todo si afecta los privilegios de la minoría.
Porque esta división no es más que una rotunda resistencia a resignar una mínima parte de sus sustanciosas ganancias. Ese encono que asusta está provocado por la presencia constante del Estado, que trata de contener a las bestias que quieren retornar al capitalismo salvaje de los noventa. Y la demanda por el diálogo es simple hipocresía: quieren volver a dictar órdenes y ser obedecidos. Ese es el único diálogo con el que pueden estar tranquilos y felices. Puestas las cosas de esta manera, no puede haber más espectadores. Y si los hay, deberán tomar partido por alguno de los personajes de esta fascinante obra.
¿O no emociona acaso que se haya sancionado a una banda de especuladores? ¿O todavía no se entiende cuál es el problema con el dólar? En los últimos cuatro años se fugaron del circuito unos 50 mil millones de dólares que fueron a parar a cuentas en el extranjero, cajas de seguridad o debajo del colchón. Si ese dinero se hubiese quedado en el sistema financiero local, la economía doméstica tendría un empuje esencial para su crecimiento. Por ejemplo, se podrían haber construido más de 900 mil viviendas. Porque la fuga de divisas se transforma en déficit o en deuda. Padecimiento de todos por la angurria de unos pocos. Por eso las restricciones y los controles a la comercialización del dólar, para evitar que se convierta en una herramienta de especulación que altere la estabilidad, como ha ocurrido en otras oportunidades.
La escalada de la cotización del dólar ilegal –mal llamado paralelo o blue- en sumas insignificantes provocó alarma en las autoridades nacionales y los funcionarios pusieron manos a la obra, antes de que se convierta en una incontrolable bola de nieve. La Casa de Cambio y Turismo París recibió una dura sanción por parte del Banco Central y sus principales directivos fueron inhabilitados para operar durante uno o dos años. El total de la multa alcanza los dos millones de pesos y seguramente funcionará como una advertencia a quienes intentan eludir los controles. La autoridad monetaria investiga también a las principales casas de cambio de la city porteña para encontrar otras irregularidades, una manera elegante de mencionar a estas estafas.
Los que operan con el dólar ilegal no están buscando otra cosa que una devaluación de la moneda, para incrementar sus ya descomunales ganancias. En eso están los dirigentes de la Mesa de Enlace y por eso se han puesto en pie de guerra: no van a exportar sus productos hasta que no se eliminen las retenciones o se incremente el dólar. O las dos cosas. La Secretaría de Comercio, con el demonizado Guillermo Moreno a la cabeza, tomó una decisión que parece un castigo. Merecido, por cierto. Los pequeños y medianos podrán exportar toda su producción, mientras que los grandes sólo podrán volcarse al mercado interno. Si tanto molestan las retenciones, es la mejor manera de evitarlas. En lugar de disfrutar la buena campaña que tendrán este año, intentan despertar la lástima con sus incontenibles lloriqueos. La sequía de 2011 provocó que la cosecha de la anterior campaña se haya reducido a algo más de 90 millones de toneladas. En este período, en cambio, se superarán los 104 millones. Y encima se quejan.
El punto de partida de este texto es la división. ¿Acaso despierta la adhesión de los espectadores la actitud egoísta de estos personajes? ¿O todavía piensan que hay alguna posibilidad de diálogo o acuerdo con los que quieren acaparar todo para sí? ¿O acaso resultan simpáticas estas picardías especulativas que después deberemos pagar entre todos?
¿O se complacen acaso con los evasores, que sólo buscan desfinanciar al Estado con sus predecibles trampitas? Pese a eso, la AFIP presentó un plan de regularización fiscal que puede beneficiar a más de 1,7 millones de contribuyentes que mantienen deudas con el Estado. Esto no es una moratoria, pues no dispone una condonación ni remisión de capital o intereses, pero sí incluye plazos de hasta 120 cuotas y una tasa de 16 por ciento anual. Pero este plan no alcanza a todos los evasores, pues las grandes empresas que fueron denunciadas penalmente no estarán incluidas como beneficiarias. Y ésas deben mucho y en millones de dólares: Cargill (228), Bunge (126), LDC Dreyfus (141), Molinos (197), Nidera (132), Aceitera General Deheza (48), entre otras. ¿El espectador seguirá aplaudiendo a estos pillos o destinará un merecido y prolongado abucheo?
Esta semana comenzó con la celebración del día de la Memoria y el documento leído por la presidenta de Abuelas, Estela de Carloto, en el que se denuncia a las empresas que se beneficiaron con el plan económico de la dictadura. Al día siguiente, el presidente de la Comisión Nacional de Valores, Alejandro Vanoli, presentó un informe elaborado durante tres años a partir de 15 archivos desclasificados y que deja en evidencia la complicidad civil en aquellos cruentos tiempos. “Investigar la complicidad civil durante la dictadura es también trazar una proyección hacia las prevenciones que debemos tomar para el futuro, porque los mismos abogados, economistas y empresarios que participaron en esta trama siguieron manejando resortes de poder a lo largo de los años posteriores, condicionando a los gobiernos democráticos que, por vía de los golpes de mercado, sufrieron las consecuencias”, definió Vanoli en su presentación.
 “El significado que tuvo la dictadura para la economía es haber instalado un nuevo patrón de acumulación, que se prolongó hasta 2001” -sostuvo Eduardo Basualdo, director de YPF y uno de los miembros de esta investigación- “Lo inició el gobierno de facto, no el mercado y su núcleo central estuvo constituido por una asociación entre el capital financiero extranjero y los grupos económicos locales, en la que estos últimos tuvieron la hegemonía: Acindar, Techint, Clarín, Macri, entre otros”.
Por supuesto que hay muchos personajes más en esta fascinante obra, que no es otra cosa que el esfuerzo de un colectivo para poner en pie al país, mientras otros, desde los rincones más oscuros, tratan de dificultar su concreción. La mayoría de los espectadores han abandonado sus butacas y se han subido al escenario para formar parte de esta trama. Los pocos que quedan están dudosos: no saben si abandonar la sala o aplaudir al que triunfe, porque no soportan las divisiones ni los enconos.

viernes, 29 de marzo de 2013

El abuso de los grandotes



Tortuosos laberintos para obtener respeto
Convertir una experiencia personal en texto periodístico puede contribuir a dar visibilidad a un problema generalizado: la dificultosa relación con algunas empresas de servicios. Bastó colocar el relato en Facebook o su difusión por correo a los contactos habituales para desatar un rosario de casos similares. Los contratos que el usuario firma con entusiasmo se convierten en laberintos de penoso recorrido. Y hasta injusto, sobre todo cuando es la empresa la que incumple con el contrato del que uno quiere escapar. Más aún cuando los diálogos mantenidos con las infinitas voces telefónicas –anónimas y autómatas- se transforman en contradictorias excusas y promesas. Eso sí: siempre hay que pagar, aunque el servicio no se preste. La indefensión ante aprietes cuasi mafiosos, la convicción de que siempre ganarán los grandotes, la pequeñez ante esos escritorios cargados de negativas, la perspectiva de horas insumidas en trámites infructuosos deben convertirse en un llamado de atención a las autoridades encargadas de controlar a estas compañías que promueven productos que jamás resultan tan buenos como prometen.
Esta es una experiencia que el Autor de estos Apuntes no desearía ni a su mejor enemigo, si lo tuviera.  En mayo del año pasado la empresa Claro ofreció el modem móvil –el pen drive- por cambiar la línea libre a abono. Iluminado por la estupidez, aceptó gustoso, ante la posibilidad de tener internet sin ningún tipo de cableado ni aparato extra. Durante las primeras semanas no hubo ningún inconveniente en la prestación, pero, cuando todavía no había pasado un mes, comenzaron a aparecer dificultades en la conexión inicial. El servicio telefónico guiaba al paciente usuario por diferentes pantallas del programa para optar variantes y realizar cambios de códigos, instalar programas ya instalados, cambiar de puerto el pen drive y rogativas a los dioses pertinentes.
Al principio, estos escabrosos trámites bastaban para que el servicio mejore, pero, con el paso del tiempo, ya no hacían mella y la desconexión o el servicio no encontrado era la constante. A cada intento de conexión aparecían leyendas que los especialistas telefónicos no sabían explicar. “El código puk/pin debe tener de cuatro a ocho dígitos” o “terminó el protocolo de vínculos PPP”,  por poner algunos ejemplos. Con las artimañas sugeridas por los gurúes informáticos con entonaciones diversas e inidentificables se podía alcanzar una navegación sin demasiadas pretensiones, como nadar a contracorriente sin aspiraciones al primer puesto. O algo así, entre más o menos y más menos que más. La desconexión en plena navegación comenzó a ser habitual y las barras de conectividad disminuían en un strip tease agónico.
Pero enero de 2013 trajo nuevas sorpresas para el desvalido usuario. Los videos se negaban a la reproducción solicitada y las redes sociales se transformaban en onanismo digital. Sólo algunos portales de noticias aparecían sin demasiados inconvenientes en este servicio de alta velocidad. Y las llamadas telefónicas comenzaron a proliferar en la vida cotidiana y con ellas, las voces grabadas de reconocidas estrellas que venden como excelente semejante calvario. Por sugerencia de uno de esos anónimos, tanto la notebook como la netbook fueron sometidas a una revisión técnica, con resultados favorables para la salud de los equipos. También el módem móvil –el pen drive- tuvo su merecido examen, del que salió victorioso. Pero nada mejoraba la conexión. Después, comenzaron a aparecer las excusas y las promesas de reparación o instalación de antenas. Mientras tanto, las facturas seguían llegando con la exigencia de cumplir con el pago por un servicio no brindado. Eso sí, ningún técnico de la empresa se acercó hasta el domicilio del damnificado para verificar las dificultades de recepción, lo que brinda la posibilidad de que la empresa argumente que, desde el sistema, todo funcione con corrección. Por supuesto, a uno le fascina pegar el teléfono a la oreja para escuchar los idiotizantes audios de promoción por simple entretenimiento.
Una telefonista de nombre rápido e indescifrable aconsejó no abonar marzo porque la empresa reconocía que había dificultades en la línea. Trampa cazabobos, porque en abril llegó la factura con el reclamo del pago de dos meses. La paciencia tiene un límite y más cuando ha sido pisoteada durante tanto tiempo. La decisión de dar de baja al contrato no cumplido por una de las partes abrió las puertas de nuevos pisoteos y humillaciones. El usuario debe pagar por la ruptura del contrato, aunque el contrato se haya roto por la ausencia de la prestación. Una nueva telefonista aseguró que correspondía la baja sin indemnización alguna y que bastaba para ello un rápido trámite en uno de los locales de la empresa. Cancerberos disfrazados de simpáticas jóvenes defendieron con uñas y dientes los intereses del patrón. Las doce pruebas de Hércules parecen pueriles juegos en comparación con esas conversaciones plagadas de vericuetos legales –y arbitrarios- que convierten a la víctima en un peligroso delincuente serial. Por ahora, el veredicto es que si el ciudadano indefenso quiere deshacerse del contrato incumplido debe pagar los dos meses adeudados más la indemnización correspondiente a la multinacional que perderá a un cliente. Y todo por un NO-SERVICIO.
Esto que parece algo inusual es una práctica habitual de estos grandotes. Quizá por eso, el propietario de Claro, Carlos Slim, ha sido reconocido como el hombre más rico del mundo. Así cualquiera. Parte de esa fortuna valuada en 73000 millones de dólares debe estar conformada por el resultado de estas estafas perfectamente legales.
Los pasos a seguir, de acuerdo al relato de ciudadanos que padecieron un fraude semejante, son las denuncias a las organizaciones de defensa del consumidor y la Comisión Nacional de Comunicaciones, ya cursadas en estos días. Pero, como los casos son muchos, la finalización de tal conducta mafiosa tarda en llegar.
La otra opción –y la más conveniente para la empresa- es agachar la cabeza, aceptar las condiciones que se imponen para la renuncia y poner la plata que ellos exigen. Una victoria más de las corporaciones que tienen vía libre para avasallar a los ciudadanos.
La otra opción, la más adecuada para la convivencia democrática, es que los Estados vigilen con rigor a estos angurrientos piratas e impidan el latrocinio que los ha enriquecido. Y sin necesidad de que las víctimas se enreden en engorrosos trámites que, por lo general, no conducen a nada. Y cuando las advertencias no alcanzan, la legitimidad debe alcanzar para echarlos a patadas.

miércoles, 27 de marzo de 2013

Los ricos también lloran… mientras los demás festejan



Quien intente negar las transformaciones que se han producido en nuestro país durante estos diez años deberá apelar a la malversación informativa. En realidad, es lo que hacen algunos todos los días desde sus espacios mediáticos. Y, por supuesto, nunca faltan los repetidores urbanos que potencian esos mensajes con el tono cacerolero que bien supieron conseguir. Cosa de todos los días, como un comentario dicho al pasar. Enumerar una parte de esos lemas que se emiten sin pensar en el escenario cotidiano ocuparía más espacio que el destinado al presente apunte. Pero la desbocada carrera del verde blue, las embestidas de Moreno a los supermercadistas, la violencia hitleriana de las huestes de La Cámpora, el marxismo patológico de Axel Kicillof y el autoritarismo omnipresente del Gobierno Nacional, que impide pensar distinto pueden, sin lugar a dudas, ubicarse en los primeros puestos del ranking. Después, cuando uno trata de indagar en los argumentos que justifican esos dichos, se enojan, denuncian ser víctimas de la intolerancia, apelan a la libertad de expresión –que nadie pone en riesgo- o acusan de comprado al indagador. Un simple ¿por…? los saca de quicio. De locos. El modelo K ha puesto patas arriba el país, podrán decir. Aunque, con sinceridad, durante estos diez años lo hemos puesto de pie, con las patas en el suelo, como corresponde y la cabeza bien en alto, como pocas veces en la historia.
Por eso hay tanto revuelo, porque algunos nos quieren nuevamente con la cabeza en la tierra, sometidos a sus angurrias y sólo al servicio de sus más mezquinos intereses. Y esto no es paranoia. Si lo demuestran a diario con las exigencias que tratan de imponer al Gobierno: una retirada del Estado para desplegar su accionar predatorio. Mientras el poder fáctico irradia su ideario avariciento desde esa altura que todavía conservan, los serviles del medio mordisquean lo que tengan a mano. Los bloqueos a supermercados concretados por el gremio de los camioneros buscan el fracaso de una medida muy eficaz como el congelamiento de precios, que engloba mucho más que eso. Las demandas de los productores agropecuarios para ganar más de lo que ganan y la amenaza de un cese de comercialización tienen la intención de desfinanciar al Estado. Todo esto y mucho más deja en evidencia lo que se conoce como cambio de paradigma: cuando asumió Néstor Kirchner una década atrás, las calles estaban pobladas de multitudes que clamaban por trabajo y comida; hoy, los manifestantes –no los mismos, en muchos casos- claman por dólares, eliminación del impuesto a las ganancias y otras demandas propias de los que más tienen.
A pesar de los intentos de provocar desabastecimiento en la cadena de comercialización, los supermercadistas comprendieron que con precios bajos todos los días recaudan más que con las ofertas semanales. Y, además, se ahorran las descomunales tarifas de publicidad en los grandes medios. El congelamiento de precios acordado con la Secretaría de Comercio no sólo llevó alivio a los consumidores, sino que reveló los vicios de una conducta fuertemente arraigada por parte de los comerciantes. Ahora no sólo seguirá el congelamiento por otros 60 días, sino que se agregará la tarjeta Supercard, que tiene como objetivo reducir las comisiones cobradas por los bancos y los elevados gastos de financiación de los usuarios. Un dedo que se introduce en uno de los sectores que ha hecho más daño en la economía doméstica. Si todo sale bien, tanto los comercios como sus clientes, optarán por esta nueva tarjeta y dejarán de usar las convencionales, hasta que las entidades emisoras comprendan que para competir tienen que renunciar a un mínima porción de sus jugosas ganancias.
Algo que no entienden los dirigentes de la Mesa de Enlace-para-voltear-a-la-viuda, que recrudecen con sus llantos hasta cuando nada amenaza su cuantioso botín. El presidente de la Sociedad Rural Argentina, Luis Etchevehere, fiel a sus principios, reclamó: “sáquennos las retenciones para devolver competitividad al campo”. Y aportó más lágrimas, por supuesto: "estamos seguros de que este año los productores van a dosificar las ventas para poder mantener su poder adquisitivo hasta la próxima cosecha". En cambio, Eduardo Buzzi, de Federación Agraria, abandonó el tono suplicante de su cófrade circunstancial para esgrimir una amenaza: "si no aparecen las soluciones que estamos reclamando hace tiempo, no quedará más alternativa que ir a una gran protesta agropecuaria nacional". El combativo acaudalado adelantó que en los primeros días de abril se resolverá si el sector llevará adelante medidas de fuerza como la no comercialización de granos y hacienda.
Pero el fundamento de tantos gruñidos lo brindó Etchevehere en algunas entrevistas radiales. “En vez de pedir que vendamos la cosecha –explicó el estanciero-, el Gobierno debería explicar qué hizo con los 60 mil millones de dólares en retenciones que aportó el campo”. Esa fortuna estaría mejor en manos de estos acumuladores seriales que en las del Gobierno, que lo malgasta en obras públicas y redistribución del ingreso. Porque las Autoridades Nacionales dan cuenta todos los días de las inversiones que realizan para garantizar el crecimiento y la dignidad de los ciudadanos. En cambio, ellos jamás dicen en qué invierten los cuantiosos subsidios y ayudas que reciben cuando el clima no es benévolo. Y lo que declaró el diputado pampeano y productor agropecuario Ulises Forte deja en evidencia los intereses que representa: “nadie tiene obligación de vender y el productor que pudo quedarse con algunas miles de toneladas es para afrontar el precio de la siguiente campaña”. Quienes más lloran son los que más tienen.
Porque los que menos tienen notan una sustancial mejoría en su situación cotidiana, aunque todavía falta mucho. Precisamente son estas actitudes sectarias y egoístas las que obstaculizan el camino hacia el país inclusivo con el que la mayoría soñamos. Sin embargo, la distribución del ingreso registró el año pasado un nuevo avance que la coloca en los mejores niveles desde 2003. El índice de Gini –que mide la desigualdad- quedó en el cuarto trimestre de 2012 en 0,364 puntos, una cifra que mejora la alcanzada en 2011 de 0,391. De acuerdo a los estándares internacionales, el índice de Gini en un país desarrollado debe estar cercano a 0,25, mientras que de 0,55 en adelante la situación debe ser considerada de alta asimetría. Todavía estamos lejos de los niveles deseables, pero bajar ese índice insume mucho esfuerzo de transformación. Y mucho más cuando las hienas angurrientas están desesperadas en busca de sus presas. Además, la diferencia entre el 10% de las familias con mayores ingresos y el 10% con los ingresos más bajos alcanzó su menor diferencia en los últimos 20 años, hasta las 12,6 veces, un nivel cuatro puntos por debajo del registro de 2011.
“Hemos mejorado la muy buena performance que teníamos en octubre de 1974 y significa una mejor distribución del ingreso -explicó La Presidenta la semana pasada- y que fue en realidad una de las causas del golpe de 1976”. Recordar lo que nos pasó significa también indagar en los porqués. Y en eso estamos, descubriendo los intereses que movieron los hilos para desplegar sobre el país la más atroz de las dictaduras. Intereses que, sin dudas, intentan sacudir la escena para retomar el mando, para inundarnos de desigualdad y de ser posible, llevarnos a la ruina. Cada vez están más expuestos y sólo provocan risa. Por eso lloran, mientras los demás celebramos lo conseguido. Y seguimos yendo por más.

lunes, 25 de marzo de 2013

Cuando el pasado pretende reeditarse



Fieles a su ideario histórico, los diarios con hegemonía en decadencia ignoraron en sus tapas el nuevo aniversario del inicio de la dictadura más sangrienta. No tienen obligación, lo que permite que actúen con total sinceridad en pos de la desmemoria. Empecinados en su destructiva oposición, ya no saben a quién se oponen. Si hubiesen llenado sus tapas de recordatorios estarían sumergiéndose en una absoluta hipocresía. Por más que muchos se lamenten, en nuestro país hay una fractura difícil de superar. Los que pugnan por la reconciliación, el perdón y el olvido quedarán enredados en las amnésicas redes que proponen. Algunos exponentes de la oposición salieron en estos días a decir las inconsistencias de siempre: que el Gobierno Nacional hace un uso político de los Derechos Humanos. Precisamente ellos, los que no escatimaron esfuerzos para sepultar las atrocidades cometidas a partir de 1976; los que, cuando estuvieron al frente del país, ignoraron los clamores de familiares y sobrevivientes. Mejor que no entiendan nada de construcciones, así no molestan tanto con sus ladridos. Mejor que digan claramente cuáles son sus ideas sobre estos temas tan cruciales, así sabemos por qué no elegirlos. Mejor que no salgan a recitar palabras huecas de ocasión, así no confunden a los ciudadanos. Mejor que se acurruquen a los pies del amo, para que quede en evidencia de qué lado están.
Porque el Día de la Memoria no tiene como objetivo una mirada nostálgica que apuntale el resentimiento ni tampoco el llanto desconsolado por lo perdido. La reconstrucción de la memoria tiene un sabor a futuro. No es la repetición cíclica de un Nunca Más como si fuera un mantra mágico. No es un evento de catarsis comunitaria. Aunque muchos se empecinen en negarlo, no se piensa esta fecha como se pensaba diez años atrás. En todo este tiempo ha habido avances notables sobre lo ocurrido en aquellos años trágicamente inolvidables. La memoria es una construcción con millones de piezas y cada una de ellas es fundamental. Ya son pocos los que piensan que en marzo de 1976 un grupo de militares bárbaros tomaron el poder para saciar su sed de sangre. Las Fuerzas Armadas fueron un instrumento utilizado por el Poder Fáctico, por los que se creen dueños del país, por los que tienen la avidez perpetua de enriquecerse a costa de las angustias de un pueblo. Y sobre ésos hay que advertir, a ésos hay que señalar, porque todavía quieren apropiarse de todo, porque no han renunciado a su afán predatorio, a su ambición ilimitada. Y aunque se crea lo contrario, todavía cuentan con un ejército ya no con uniformes, pero que actúan con similar obediencia.
Mientras gran parte de los medios poblaban sus espacios con la novedad vaticana, algunos chacales salieron a mordisquear por la city. Si hay algo que no soportan es la intromisión del Estado en sus jugosos negocios. Las restricciones a la compra de dólares para atesoramiento impide que jueguen a su juego favorito: saquear los recursos del país y hundir su economía. Entonces, envían a sus sicarios para que expelan diatribas con formato periodístico; convocan a mercenarios para que pronostiquen catástrofes y hecatombes en enardecidos escenarios televisivos; azuzan a prejuiciosos vecinos para que hagan rodar cabezas con guillotinas imaginarias. Y después, desde sus propaladoras insisten en afirmar que ese puñado de enojados incontrolables conforman un pueblo humillado. Quien cree en este tipo de cosas no es más que el mismo público que nutre esas manifestaciones. Un conjunto de individuos apiñados que tratan de imponer sus caprichos a un colectivo entusiasmado que construye el futuro tantas veces soñado.
Para que existan esos especímenes protestones –ego cacerolerum- es necesario crear un exagerado clima de alarma que repercuta de manera negativa en su psiquis, a tal punto que su única conclusión posible sea: así no se puede seguir o esto no da para más. Y hasta se le sugiere una frase que puede usarse como rogativa: que se vayan todos. En otros tiempos funcionó muy bien, pero los datos objetivos indicaban que la población sufría lo indecible y habían dejado nuestra economía nacional quebrada. El panorama actual no es ése. Aunque todavía falta mucho, estamos sustancialmente mejor que a principios de este siglo y del anterior también.
Pero los soldaditos que ahora utilizan los carroñeros no llevan uniforme, pero algo de verde portan en su ser. O desean. El dólar es su emblema. También su objetivo. Y en cierta forma, el arma letal. Por eso en esta semana batallaron en la city con operaciones ilegales, elevando su cotización a los nueve pesos. En la memoria colectiva, la escalada del dólar es anticipo de catástrofe y jugaron con eso. Recordemos: los despreciables seres que llevan adelante esta batalla ganan más cuando nos va peor. Por eso el rumor de la amenaza. Y las huestes caceroleras, sin temor a quedar en ridículo, salen a la calle portando en sus alienadas mentes la demanda de una devaluación forzada. ¿Para qué? Para que los de siempre llenen sus arcas con menor esfuerzo.
El miércoles hubo una reunión de emergencia de Olivos para diseñar una estrategia de acción. Nada de alarma hubo en ese encuentro entre La Presidenta y los funcionarios, sino fastidio. Las medidas tomadas en 2011 para frenar la destructiva fuga de divisas han dado resultados altamente positivos. Vale recordar que cada dólar fugado puede transformarse en deuda –aunque esté debajo de un colchón- y lo pagamos entre todos. Y a eso es a lo que se dijo basta. Aunque esta semana hubo corridas, el insignificante monto que volcaron los especuladores en las cuevas no logró hacer mella en las reservas. Pero la amplificación de los medios tuvo como objetivo crear angustia y desazón en sus manipulados seguidores. Lo que llama la atención es que una llamada de Guillermo Moreno logró frenar estas sediciosas movidas. Por eso el jueves y viernes el dólar blue –ilegal, para ser más exactos- se mantuvo congelado. Ahora bien, si desde el Gobierno conocen con nombre y apellido a estos inescrupulosos individuos, ¿por qué no se hace algo más que una llamadita telefónica? ¿No merecen sanciones más efectivas por intentar descalabrar nuestro equilibrio?
Porque en la memoria colectiva, el desorden económico ha sido el anticipo de cualquier quiebre institucional. Y estos tipos lo están intentando a través de operaciones espurias con dinero sucio. Aunque desde los titulares carroñeros propalen lo contrario, el Gobierno Nacional apela más a la persuasión que a la sanción. Basta recordar las sucesivas advertencias que recibió Repsol durante el proceso de vaciamiento de YPF. La expropiación y posterior re-estatización de la empresa fue precedida por innumerables llamados de atención. Tal vez las advertencias resulten insuficientes en el escenario electoral que estamos atravesando. Cuando los buenos modales no son efectivos, un poco de energía y rigor se tornan imprescindibles.
Un final con energía
Esta semana se inicia con la apertura de 15 archivos documentales que muestran cómo funcionarios de la Comisión Nacional de Valores durante la dictadura presionaron a civiles y empresarios para favorecer a grupos económicos aliados. El informe “Derechos Humanos, Economía y Sector Financiero” difundirá datos que corresponden al período que va desde 1976 a 1983 y dejará en evidencia los beneficiarios directos del golpe de Estado, muchos de los que siguen gozando de una posición de privilegio. Y quieren más.
Cada nuevo aniversario del 24 de marzo nos encuentra más esclarecidos. Por eso, cada celebración es diferente. Un aniversario que “no quisiéramos tener los argentinos”, confesó CFK el viernes, en la inauguración de un nuevo espacio para la Memoria en la ciudad de Morón. “Este es un aniversario que no nos gustaría tener que recordar, pero que sí tenemos la obligación de recordar”. Porque “el objetivo no sólo era un país sin industrias, un país donde manejara solamente el capital financiero, era además instalar en cada uno de los argentinos que no valía la pena ocuparse del otro porque si te ocupabas del otro te podía pasar algo”. Un país sin solidaridad, poblado por individuos encapsulados en su egoísmo.
Y por si no queda claro, los ciudadanos queremos continuar en la reconstrucción del país que los individuos intentan destruir. Para eso debemos continuar en esta senda. Conveniente ceder la voz a quien mejor lo dice: “vamos a luchar por más igualdad, por lo que menos tienen, por los más pobres, para estar  siempre junto a ellos. Ese es el mandato de los 30.000 desaparecidos, este es el mandato de los que ya no están, de los que sufrieron, estar junto a los que más necesitan, a los más vulnerables, a los más pobres, a los que no pueden defenderse con sus propias manos”. Más claro: ésa es la manera más prometedora de conmemorar cada 24 de marzo.

Un viernes negro

  La fortuna nos dio una chance. El disparo no salió, pero podría haber salido . El feriado del viernes es un casi duelo. La ingrata sorpres...