lunes, 25 de marzo de 2013

Cuando el pasado pretende reeditarse



Fieles a su ideario histórico, los diarios con hegemonía en decadencia ignoraron en sus tapas el nuevo aniversario del inicio de la dictadura más sangrienta. No tienen obligación, lo que permite que actúen con total sinceridad en pos de la desmemoria. Empecinados en su destructiva oposición, ya no saben a quién se oponen. Si hubiesen llenado sus tapas de recordatorios estarían sumergiéndose en una absoluta hipocresía. Por más que muchos se lamenten, en nuestro país hay una fractura difícil de superar. Los que pugnan por la reconciliación, el perdón y el olvido quedarán enredados en las amnésicas redes que proponen. Algunos exponentes de la oposición salieron en estos días a decir las inconsistencias de siempre: que el Gobierno Nacional hace un uso político de los Derechos Humanos. Precisamente ellos, los que no escatimaron esfuerzos para sepultar las atrocidades cometidas a partir de 1976; los que, cuando estuvieron al frente del país, ignoraron los clamores de familiares y sobrevivientes. Mejor que no entiendan nada de construcciones, así no molestan tanto con sus ladridos. Mejor que digan claramente cuáles son sus ideas sobre estos temas tan cruciales, así sabemos por qué no elegirlos. Mejor que no salgan a recitar palabras huecas de ocasión, así no confunden a los ciudadanos. Mejor que se acurruquen a los pies del amo, para que quede en evidencia de qué lado están.
Porque el Día de la Memoria no tiene como objetivo una mirada nostálgica que apuntale el resentimiento ni tampoco el llanto desconsolado por lo perdido. La reconstrucción de la memoria tiene un sabor a futuro. No es la repetición cíclica de un Nunca Más como si fuera un mantra mágico. No es un evento de catarsis comunitaria. Aunque muchos se empecinen en negarlo, no se piensa esta fecha como se pensaba diez años atrás. En todo este tiempo ha habido avances notables sobre lo ocurrido en aquellos años trágicamente inolvidables. La memoria es una construcción con millones de piezas y cada una de ellas es fundamental. Ya son pocos los que piensan que en marzo de 1976 un grupo de militares bárbaros tomaron el poder para saciar su sed de sangre. Las Fuerzas Armadas fueron un instrumento utilizado por el Poder Fáctico, por los que se creen dueños del país, por los que tienen la avidez perpetua de enriquecerse a costa de las angustias de un pueblo. Y sobre ésos hay que advertir, a ésos hay que señalar, porque todavía quieren apropiarse de todo, porque no han renunciado a su afán predatorio, a su ambición ilimitada. Y aunque se crea lo contrario, todavía cuentan con un ejército ya no con uniformes, pero que actúan con similar obediencia.
Mientras gran parte de los medios poblaban sus espacios con la novedad vaticana, algunos chacales salieron a mordisquear por la city. Si hay algo que no soportan es la intromisión del Estado en sus jugosos negocios. Las restricciones a la compra de dólares para atesoramiento impide que jueguen a su juego favorito: saquear los recursos del país y hundir su economía. Entonces, envían a sus sicarios para que expelan diatribas con formato periodístico; convocan a mercenarios para que pronostiquen catástrofes y hecatombes en enardecidos escenarios televisivos; azuzan a prejuiciosos vecinos para que hagan rodar cabezas con guillotinas imaginarias. Y después, desde sus propaladoras insisten en afirmar que ese puñado de enojados incontrolables conforman un pueblo humillado. Quien cree en este tipo de cosas no es más que el mismo público que nutre esas manifestaciones. Un conjunto de individuos apiñados que tratan de imponer sus caprichos a un colectivo entusiasmado que construye el futuro tantas veces soñado.
Para que existan esos especímenes protestones –ego cacerolerum- es necesario crear un exagerado clima de alarma que repercuta de manera negativa en su psiquis, a tal punto que su única conclusión posible sea: así no se puede seguir o esto no da para más. Y hasta se le sugiere una frase que puede usarse como rogativa: que se vayan todos. En otros tiempos funcionó muy bien, pero los datos objetivos indicaban que la población sufría lo indecible y habían dejado nuestra economía nacional quebrada. El panorama actual no es ése. Aunque todavía falta mucho, estamos sustancialmente mejor que a principios de este siglo y del anterior también.
Pero los soldaditos que ahora utilizan los carroñeros no llevan uniforme, pero algo de verde portan en su ser. O desean. El dólar es su emblema. También su objetivo. Y en cierta forma, el arma letal. Por eso en esta semana batallaron en la city con operaciones ilegales, elevando su cotización a los nueve pesos. En la memoria colectiva, la escalada del dólar es anticipo de catástrofe y jugaron con eso. Recordemos: los despreciables seres que llevan adelante esta batalla ganan más cuando nos va peor. Por eso el rumor de la amenaza. Y las huestes caceroleras, sin temor a quedar en ridículo, salen a la calle portando en sus alienadas mentes la demanda de una devaluación forzada. ¿Para qué? Para que los de siempre llenen sus arcas con menor esfuerzo.
El miércoles hubo una reunión de emergencia de Olivos para diseñar una estrategia de acción. Nada de alarma hubo en ese encuentro entre La Presidenta y los funcionarios, sino fastidio. Las medidas tomadas en 2011 para frenar la destructiva fuga de divisas han dado resultados altamente positivos. Vale recordar que cada dólar fugado puede transformarse en deuda –aunque esté debajo de un colchón- y lo pagamos entre todos. Y a eso es a lo que se dijo basta. Aunque esta semana hubo corridas, el insignificante monto que volcaron los especuladores en las cuevas no logró hacer mella en las reservas. Pero la amplificación de los medios tuvo como objetivo crear angustia y desazón en sus manipulados seguidores. Lo que llama la atención es que una llamada de Guillermo Moreno logró frenar estas sediciosas movidas. Por eso el jueves y viernes el dólar blue –ilegal, para ser más exactos- se mantuvo congelado. Ahora bien, si desde el Gobierno conocen con nombre y apellido a estos inescrupulosos individuos, ¿por qué no se hace algo más que una llamadita telefónica? ¿No merecen sanciones más efectivas por intentar descalabrar nuestro equilibrio?
Porque en la memoria colectiva, el desorden económico ha sido el anticipo de cualquier quiebre institucional. Y estos tipos lo están intentando a través de operaciones espurias con dinero sucio. Aunque desde los titulares carroñeros propalen lo contrario, el Gobierno Nacional apela más a la persuasión que a la sanción. Basta recordar las sucesivas advertencias que recibió Repsol durante el proceso de vaciamiento de YPF. La expropiación y posterior re-estatización de la empresa fue precedida por innumerables llamados de atención. Tal vez las advertencias resulten insuficientes en el escenario electoral que estamos atravesando. Cuando los buenos modales no son efectivos, un poco de energía y rigor se tornan imprescindibles.
Un final con energía
Esta semana se inicia con la apertura de 15 archivos documentales que muestran cómo funcionarios de la Comisión Nacional de Valores durante la dictadura presionaron a civiles y empresarios para favorecer a grupos económicos aliados. El informe “Derechos Humanos, Economía y Sector Financiero” difundirá datos que corresponden al período que va desde 1976 a 1983 y dejará en evidencia los beneficiarios directos del golpe de Estado, muchos de los que siguen gozando de una posición de privilegio. Y quieren más.
Cada nuevo aniversario del 24 de marzo nos encuentra más esclarecidos. Por eso, cada celebración es diferente. Un aniversario que “no quisiéramos tener los argentinos”, confesó CFK el viernes, en la inauguración de un nuevo espacio para la Memoria en la ciudad de Morón. “Este es un aniversario que no nos gustaría tener que recordar, pero que sí tenemos la obligación de recordar”. Porque “el objetivo no sólo era un país sin industrias, un país donde manejara solamente el capital financiero, era además instalar en cada uno de los argentinos que no valía la pena ocuparse del otro porque si te ocupabas del otro te podía pasar algo”. Un país sin solidaridad, poblado por individuos encapsulados en su egoísmo.
Y por si no queda claro, los ciudadanos queremos continuar en la reconstrucción del país que los individuos intentan destruir. Para eso debemos continuar en esta senda. Conveniente ceder la voz a quien mejor lo dice: “vamos a luchar por más igualdad, por lo que menos tienen, por los más pobres, para estar  siempre junto a ellos. Ese es el mandato de los 30.000 desaparecidos, este es el mandato de los que ya no están, de los que sufrieron, estar junto a los que más necesitan, a los más vulnerables, a los más pobres, a los que no pueden defenderse con sus propias manos”. Más claro: ésa es la manera más prometedora de conmemorar cada 24 de marzo.

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