Fieles a su ideario
histórico, los diarios con hegemonía en decadencia ignoraron en sus tapas el nuevo aniversario del inicio de la dictadura
más sangrienta. No tienen obligación, lo que permite que actúen con total
sinceridad en pos de la desmemoria. Empecinados en su destructiva oposición, ya
no saben a quién se oponen. Si hubiesen llenado sus tapas de recordatorios
estarían sumergiéndose en una absoluta hipocresía. Por más que muchos se lamenten, en nuestro país hay una fractura
difícil de superar. Los que pugnan por la reconciliación, el perdón y el
olvido quedarán enredados en las amnésicas
redes que proponen. Algunos exponentes de la oposición salieron en estos
días a decir las inconsistencias de siempre: que el Gobierno Nacional hace un
uso político de los Derechos Humanos. Precisamente
ellos, los que no escatimaron
esfuerzos para sepultar las atrocidades cometidas a partir de 1976; los
que, cuando estuvieron al frente del país, ignoraron
los clamores de familiares y sobrevivientes. Mejor que no entiendan nada de
construcciones, así no molestan tanto con sus ladridos. Mejor que digan
claramente cuáles son sus ideas sobre estos temas tan cruciales, así sabemos por qué no elegirlos. Mejor
que no salgan a recitar palabras huecas de ocasión, así no confunden a los ciudadanos. Mejor que se acurruquen a los pies del amo, para que quede en evidencia
de qué lado están.
Porque el Día de
la Memoria no tiene como objetivo una mirada nostálgica que apuntale el
resentimiento ni tampoco el llanto desconsolado por lo perdido. La reconstrucción de la memoria tiene un
sabor a futuro. No es la repetición cíclica de un Nunca Más como si fuera
un mantra mágico. No es un evento de
catarsis comunitaria. Aunque muchos se
empecinen en negarlo, no se piensa esta fecha como se pensaba diez años atrás.
En todo este tiempo ha habido avances notables sobre lo ocurrido en aquellos
años trágicamente inolvidables. La memoria es una construcción con millones
de piezas y cada una de ellas es fundamental. Ya son pocos los que piensan que
en marzo de 1976 un grupo de militares bárbaros tomaron el poder para saciar su
sed de sangre. Las Fuerzas Armadas
fueron un instrumento utilizado por el Poder Fáctico, por los que se creen
dueños del país, por los que tienen la avidez perpetua de enriquecerse a
costa de las angustias de un pueblo. Y
sobre ésos hay que advertir, a ésos hay que señalar, porque todavía quieren apropiarse de todo, porque no han renunciado a
su afán predatorio, a su ambición ilimitada. Y aunque se crea lo contrario,
todavía cuentan con un ejército ya no con uniformes, pero que actúan con similar obediencia.
Mientras gran
parte de los medios poblaban sus espacios con la novedad vaticana, algunos
chacales salieron a mordisquear por la city. Si hay algo que no soportan es la intromisión del Estado en sus jugosos
negocios. Las restricciones a la compra de dólares para atesoramiento
impide que jueguen a su juego favorito: saquear
los recursos del país y hundir su economía. Entonces, envían a sus sicarios
para que expelan diatribas con formato periodístico; convocan a mercenarios
para que pronostiquen catástrofes y hecatombes en enardecidos escenarios
televisivos; azuzan a prejuiciosos
vecinos para que hagan rodar cabezas con guillotinas imaginarias. Y
después, desde sus propaladoras insisten en afirmar que ese puñado de enojados
incontrolables conforman un pueblo humillado. Quien cree en este tipo de cosas
no es más que el mismo público que nutre esas manifestaciones. Un conjunto de individuos apiñados que tratan
de imponer sus caprichos a un colectivo entusiasmado que construye el futuro
tantas veces soñado.
Para que existan
esos especímenes protestones –ego
cacerolerum- es necesario crear un exagerado clima de alarma que repercuta
de manera negativa en su psiquis, a tal punto que su única conclusión posible
sea: así no se puede seguir o esto no da
para más. Y hasta se le sugiere una
frase que puede usarse como rogativa: que
se vayan todos. En otros
tiempos funcionó muy bien, pero los
datos objetivos indicaban que la población sufría lo indecible y habían
dejado nuestra economía nacional quebrada. El panorama actual no es ése. Aunque
todavía falta mucho, estamos sustancialmente mejor que a principios de este
siglo y del anterior también.
Pero los soldaditos que ahora utilizan los
carroñeros no llevan uniforme, pero algo
de verde portan en su ser. O desean. El dólar es su emblema. También su
objetivo. Y en cierta forma, el arma
letal. Por eso en esta semana batallaron en la city con operaciones
ilegales, elevando su cotización a los nueve pesos. En la memoria colectiva, la escalada del dólar es anticipo de
catástrofe y jugaron con eso. Recordemos: los despreciables seres que
llevan adelante esta batalla ganan más cuando nos va peor. Por eso el rumor de
la amenaza. Y las huestes caceroleras, sin temor a quedar en ridículo, salen a la calle portando en sus alienadas
mentes la demanda de una devaluación forzada. ¿Para qué? Para que los de
siempre llenen sus arcas con menor esfuerzo.
El miércoles hubo
una reunión de emergencia de Olivos para diseñar una estrategia de acción. Nada de alarma hubo en ese encuentro entre
La Presidenta y los funcionarios, sino fastidio. Las medidas tomadas en
2011 para frenar la destructiva fuga de divisas han dado resultados altamente
positivos. Vale recordar que cada dólar fugado puede transformarse en deuda –aunque
esté debajo de un colchón- y lo pagamos
entre todos. Y a eso es a lo que se dijo basta. Aunque esta semana hubo
corridas, el insignificante monto que volcaron los especuladores en las cuevas
no logró hacer mella en las reservas. Pero
la amplificación de los medios tuvo como objetivo crear angustia y desazón en
sus manipulados seguidores. Lo que llama la atención es que una llamada de
Guillermo Moreno logró frenar estas sediciosas movidas. Por eso el jueves y
viernes el dólar blue –ilegal, para ser más exactos- se mantuvo congelado.
Ahora bien, si desde el Gobierno conocen con nombre y apellido a estos
inescrupulosos individuos, ¿por qué no
se hace algo más que una llamadita telefónica? ¿No merecen sanciones más
efectivas por intentar descalabrar nuestro equilibrio?
Porque en la memoria
colectiva, el desorden económico ha sido el anticipo de cualquier quiebre
institucional. Y estos tipos lo están
intentando a través de operaciones espurias con dinero sucio. Aunque desde
los titulares carroñeros propalen lo contrario, el Gobierno Nacional apela más
a la persuasión que a la sanción. Basta recordar las sucesivas advertencias que
recibió Repsol durante el proceso de vaciamiento de YPF. La expropiación y
posterior re-estatización de la empresa fue precedida por innumerables llamados
de atención. Tal vez las advertencias
resulten insuficientes en el escenario electoral que estamos atravesando.
Cuando los buenos modales no son efectivos, un poco de energía y rigor se
tornan imprescindibles.
Un final con energía
Esta semana se
inicia con la apertura de 15 archivos documentales que muestran cómo
funcionarios de la Comisión Nacional de Valores durante la dictadura presionaron a civiles y empresarios para
favorecer a grupos económicos aliados. El informe “Derechos Humanos,
Economía y Sector Financiero” difundirá datos que corresponden al período que
va desde 1976 a 1983 y dejará en
evidencia los beneficiarios directos del golpe de Estado, muchos de los que
siguen gozando de una posición de privilegio. Y quieren más.
Cada nuevo
aniversario del 24 de marzo nos encuentra más esclarecidos. Por eso, cada celebración es diferente. Un
aniversario que “no quisiéramos tener los
argentinos”, confesó CFK el viernes, en la inauguración de un nuevo espacio
para la Memoria en la ciudad de Morón. “Este
es un aniversario que no nos gustaría tener que recordar, pero que sí tenemos la obligación de recordar”. Porque “el objetivo no sólo era un país sin
industrias, un país donde manejara solamente el capital financiero, era además
instalar en cada uno de los argentinos que no
valía la pena ocuparse del otro porque si te ocupabas del otro te podía pasar
algo”. Un país sin solidaridad, poblado por individuos encapsulados en
su egoísmo.
Y por si no queda
claro, los ciudadanos queremos continuar
en la reconstrucción del país que los individuos intentan destruir. Para
eso debemos continuar en esta senda. Conveniente ceder la voz a quien mejor lo
dice: “vamos a luchar por más igualdad,
por lo que menos tienen, por los más pobres, para estar siempre junto a
ellos. Ese es el mandato de los 30.000
desaparecidos, este es el mandato de los que ya no están, de los que
sufrieron, estar junto a los que más necesitan, a los más vulnerables, a los
más pobres, a los que no pueden defenderse con sus propias manos”. Más claro: ésa es la manera más prometedora
de conmemorar cada 24 de marzo.
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