Año nuevo, Papa nuevo. Y la
función recién empieza. La metáfora papal permite intuir el estado de una
institución que promete continuar con su prolongada decadencia. Los escándalos
sexuales parecen ser la punta del iceberg de sus propias contradicciones y el absurdo ceremonial de ese Estado con pretensiones divinas profundiza su
anacronismo. Pero también las palabras del ex Papa –expresión novedosa para
un cargo que casi siempre se abandona en carruajes fúnebres- sugieren la angustia ante el abandono de
toda Fe. Si Dios está dormido para escuchar a su emisario, ¿qué quedará para el resto de los creyentes? Mientras
el castillo de naipes se derrumba en el Vaticano, nuestro país se prepara para
un año histórico. Las discusiones sobre
la democratización de la Justicia oscilan entre las expresiones superficiales y
las propuestas más transformadoras. Por supuesto, en esto lo menos
significativo –y más rápido de resolver- es el privilegio tributario del que
gozan los funcionarios judiciales. Y como el año electoral exige un esfuerzo de
todos los que pretenden, al menos, gatear hacia las elecciones, el Jefe de
Gobierno porteño, Mauricio Macri, habló
cuatro minutos más que en el discurso de apertura de sesiones ordinarias del
año pasado. En diez años podrá hablar una hora enterita. Eso es hacer
mérito. Lástima que se equivocó al declarar que hay 800 mil agentes de la
Metropolitana. No se le puede pedir tanto.
En su despedida del papado,
Benedicto XVI declaró que en estos años “hubo
días de sol y de brisa suave pero también días en los que las aguas venían
agitadas, el viento soplaba en contra y Dios parecía dormido”. Con
sinceridad y con todo respeto, parece que la Deidad tiene el sueño muy pesado o
padece de narcolepsia. Que los cardenales tengan sus hormonas alteradas es lo
menos grave que ha pasado en el Vaticano. Desde
la Inquisición para acá, hubo muchos momentos en que Dios debería haber
interrumpido su descanso para orientar a sus representantes. O, quizá, de
tan extraviados que están ya no merecen el despertar divino.
Pero no es el único que sigue
dormido. Algunos exponentes de la oposición disfrutaron de una reparadora siesta mientras La
Presidenta realizaba un balance de los diez años de gobierno K y anunciaba lo
que se viene. Otros, en cambio, trataron de mantener en sus rostros un
imperturbable gesto de estreñimiento, para
manifestar su desagrado ante lo que jamás podrán superar. Estenssoro y
Morandini parecían viejas chusmas que miran con desprecio –y muchísima envidia-
a la vecina exitosa. Caso curioso el de Victoria Donda, cuya máscara portaba
una inquietante expresión satánica. O Claudio Lozano, experimentando la
fascinación de escarbar su nariz en público. Cualquier cosa viene bien
para disimular la impotencia. Eso sí, después de finalizado el acto de
apertura, todos salieron a cacarear sus miserias y a cuestionar un relato que son incapaces de aceptar y
menos aún de emular.
La Década Ganada parece que es el título elegido para este
acontecimiento ineludible. CFK no sólo presentó un balance de los diez años desde
la asunción de Néstor Kirchner, sino que cerró el capítulo de nuestra salida “del infierno”. Sin dudas, los mejores años desde el retorno a la democracia. Por
eso el entusiasmo de la multitud, la madurez de los jóvenes, el rejuvenecimiento
de los adultos, los rostros ilusionados y brillantes, la convicción de que todo seguirá muy bien. Aunque Lilita Carrió
considera que esas expresiones son propias de una cancha de fútbol, seguro que le gustaría ser la destinataria
de tanta pasión. Y no debe ser la única.
“En estos 10 años hemos tenido el crecimiento económico y social más
sostenido en la historia argentina”, resumió CFK. Y para fundamentar sus palabras, desplegó unas contundentes cifras
comparativas. Desde la asunción de Néstor Kirchner, el que no abandonó sus
convicciones en ningún lado, el salario mínimo de los trabajadores se
incrementó en 1338 por ciento y el ingreso de los jubilados, 1443. Además,
La Presidenta destacó que esta década se caracterizó por el desarrollo y el
crecimiento, pero con inclusión, porque “la
economía con la gente afuera no es desarrollo”. El punto de partida de
aquel 2003, cuando la desocupación superaba el número de votos obtenidos por
el FPV y los índices de pobreza alcanzaban a más de la mitad de los argentinos
es lo que muchos de los criticones omiten en sus apariciones mediáticas. Hoy
podemos exhibir con orgullo otros números, que quizá no sean los óptimos, pero
nos llenan de optimismo, a pesar de los agoreros que se muestran incapaces para
proponer un camino mejor, pero igual destilan críticas feroces.
La recuperación del trabajo y el
incremento del consumo –que muchos confunden con consumismo- no sólo se fundamentan en los números. Basta con una
desprejuiciada mirada a nuestro alrededor, por más que los anunciadores de
desastres se esfuercen en demostrar lo contrario. “El modelo concibe al trabajo como el gran organizador social –explicó
Cristina, en un vano intento por convencer a los odiadores- por eso hacemos tanto hincapié en la
producción”.
En las casi cuatro horas que ocupó
la cadena nacional, no sólo se dedicó a enumerar los éxitos de este proyecto
que nos sacó del infierno, sino que
desplegó los argumentos de sus últimas decisiones. El tratado con Irán para
tomar declaración indagatoria a los sospechados por el atentado a la sede de
AMIA ocupó una parte importante de su discurso. No sólo para narrar su relación
con la causa en los tiempos que integraba la Comisión Bicameral, sino para
difundir su compromiso con el esclarecimiento del más grave atentado terrorista
ocurrido en nuestro país. “Me niego a ser de esos pusilánimes
vegetativos que están haciendo la plancha y no les importa nada”, clamó
con emoción. Aunque no lo dijo, este
paso tan importante –y riesgoso- que se ha dado quizá revele lo que muchos sospechan:
que la responsabilidad del Estado Iraní sea sólo un artilugio del Imperio
para justificar sus atrocidades. Porque en estos días de grandilocuentes
debates y de histriónicas declaraciones, muchos definieron a la República de
Irán como país terrorista, pero
alineándose sin pudor con el país que más guerras, destrucción y muertes
provoca. Esos muchos repitieron en el Congreso los argumentos del país que
basa su potencial económico en la industria bélica y que desata caprichosos –y destructivos- conflictos en nombre de la paz,
la libertad y la democracia.
Pero lo que más expectativas y especulaciones
inspiraban eran las propuestas para democratizar la administración de justicia.
Por supuesto que los futuros perdedores declamaron ante los micrófonos lo que
siempre han ladrado: no dijo nada de la
inflación. En fin, tema de largo desarrollo que se relaciona con el modelo que está fracasando con total
éxito en los países del ex Primer Mundo. Sin embargo, la democratización de
la justicia ha sido el tema que más ha ocupado el interés público de los
últimos tiempos. Privilegios, corporación, familia, independencia, arbitrariedad. El
privilegio de la exención impositiva está en manos de la Corte y para que los
jueces paguen el tributo sólo hay que borrar de un plumazo la acordada de
Nazareno, que actúa como una especie de medida cautelar. Lo otro, mucho más
profundo, quedará en manos de los integrantes del Congreso, que deberán
emprender un largo y ardiente debate para transformar un sistema de justicia
que es más nobiliario que democrático.
Mientras Cristina dictaba cátedra desde la Cámara de
Diputados, los que se preparan para
destruir todo futuro hacían de las suyas. La vice Jefa de Gobierno porteño,
María Eugenia Vidal consideró a “la
delincuencia como un flagelo al que cuesta
combatir gracias a la gran cantidad de gente que entra a la ciudad de Buenos
Aires desde el interior y los países limítrofes”. El mundo ideal con el que
sueñan estas huestes es precisamente aquél del que con tanto esfuerzo estamos
saliendo. El de unos pocos elegidos disfrutando en una fortaleza inexpugnable
de las riquezas que los explotados generan. Un poco de memoria colectiva
bastará para arrinconarlos.
Lo que diferencia a Cristina de la Opo es esa energia de bucear en la genesis de sus anuncios, fundamentando historica,legislativa y constitucionalmente, los motivos y no quedandose en la superficie haciendo la plancha. Realmente ignoraba, toda la trama de los manejos politicos y judiciales de los atentados a la Enbajada y la Amia. Era algo que me hacia ruido desde el momento en que se genero el monolitico y enconado rechazo de la dirigencia politica argentina derechista. Demasiado ruido para algo que estuvo tan silecioso. Y muy didactico de como funcionan las cautelares.
ResponderBorrarLo que pasa, Juan, es que no estamos acostumbrados a tener una Presi de nuestro lado y de semejante nivel. Siempre hemos tenido enemigos o mamertos que nos han pateado en contra. En mi medio siglo de vida, jamás he visto algo así. Y por eso están tan desencajados desde el otro lado. Abrazo enorme
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