Desde hace mucho
tiempo, los voceros de los carroñeros expresan su incontenible angustia ante la división que existe en nuestro país y la ausencia de diálogo entre
el Gobierno Nacional y la oposición. Algún desprevenido podrá pensar que
esos clamores son válidos y hasta necesarios para llegar a buen puerto. Tanto encono
asusta a muchos espectadores. La
convivencia armónica aparece como el mejor escenario para reconstruir la tantas
veces pisoteada Argentina. Hasta esos algunos
pueden llegar a creer que todos estamos de acuerdo con alcanzar la equidad
y que hay diferentes caminos para llegar a ella. Claro, piensan eso porque son meros espectadores. O simulan serlo y
se escudan en esas generalidades. También es posible que teman involucrarse en
una disputa que no les corresponde o que no relacionen las mejorías que han
experimentado en su vida desde 2003 con esta división que tanto lamentan. Jamás se les ha ocurrido pensar –es
de suponer- que los que tanto gimen por la división son los que la provocan porque se niegan a aceptar la voluntad de
la mayoría. Y no sólo eso: desprecian profundamente esa voluntad. Aunque
afirmen lo contrario, les interesa medio pepino la equidad, sobre todo si
afecta los privilegios de la minoría.
Porque esta
división no es más que una rotunda resistencia a resignar una mínima parte de
sus sustanciosas ganancias. Ese encono que asusta está provocado por la
presencia constante del Estado, que
trata de contener a las bestias que
quieren retornar al capitalismo salvaje de los noventa. Y la demanda por el
diálogo es simple hipocresía: quieren
volver a dictar órdenes y ser obedecidos. Ese es el único diálogo con el
que pueden estar tranquilos y felices. Puestas las cosas de esta manera, no puede haber más espectadores. Y si
los hay, deberán tomar partido por alguno de los personajes de esta fascinante
obra.
¿O no emociona
acaso que se haya sancionado a una banda de especuladores? ¿O todavía no se
entiende cuál es el problema con el dólar? En los últimos cuatro años se fugaron del circuito unos 50 mil
millones de dólares que fueron a parar a cuentas en el extranjero, cajas de
seguridad o debajo del colchón. Si
ese dinero se hubiese quedado en el sistema financiero local, la economía doméstica tendría un empuje
esencial para su crecimiento. Por ejemplo, se podrían haber construido más
de 900 mil viviendas. Porque la fuga de divisas se transforma en déficit o en deuda. Padecimiento de todos por la
angurria de unos pocos. Por eso las restricciones y los controles a la
comercialización del dólar, para evitar que se convierta en una herramienta de especulación que altere la
estabilidad, como ha ocurrido en otras oportunidades.
La escalada de la
cotización del dólar ilegal –mal llamado paralelo
o blue- en sumas insignificantes
provocó alarma en las autoridades nacionales y los funcionarios pusieron manos
a la obra, antes de que se convierta en
una incontrolable bola de nieve. La Casa de Cambio y Turismo París recibió
una dura sanción por parte del Banco Central y sus principales directivos
fueron inhabilitados para operar durante uno o dos años. El total de la multa alcanza los dos millones de pesos y seguramente
funcionará como una advertencia a quienes intentan eludir los controles. La
autoridad monetaria investiga también a las principales casas de cambio de la
city porteña para encontrar otras irregularidades, una manera elegante de mencionar a estas estafas.
Los que operan
con el dólar ilegal no están buscando otra cosa que una devaluación de la
moneda, para incrementar sus ya descomunales ganancias. En eso están los dirigentes
de la Mesa de Enlace y por eso se han puesto en pie de guerra: no van a exportar sus productos hasta que
no se eliminen las retenciones o se incremente el dólar. O las dos cosas. La
Secretaría de Comercio, con el demonizado Guillermo Moreno a la cabeza, tomó
una decisión que parece un castigo. Merecido, por cierto. Los pequeños y medianos podrán exportar toda su producción, mientras
que los grandes sólo podrán volcarse al mercado interno. Si tanto molestan
las retenciones, es la mejor manera de evitarlas. En lugar de disfrutar la buena campaña que tendrán este año, intentan
despertar la lástima con sus incontenibles lloriqueos. La sequía de 2011 provocó
que la cosecha de la anterior campaña se haya reducido a algo más de 90
millones de toneladas. En este período,
en cambio, se superarán los 104 millones. Y encima se quejan.
El punto de partida
de este texto es la división. ¿Acaso
despierta la adhesión de los espectadores la actitud egoísta de estos
personajes? ¿O todavía piensan que hay alguna posibilidad de diálogo o
acuerdo con los que quieren acaparar
todo para sí? ¿O acaso resultan simpáticas estas picardías especulativas que después deberemos pagar entre todos?
¿O se complacen
acaso con los evasores, que sólo buscan desfinanciar al Estado con sus
predecibles trampitas? Pese a eso, la
AFIP presentó un plan de regularización fiscal que puede beneficiar a más de 1,7 millones de contribuyentes que
mantienen deudas con el Estado. Esto no es una moratoria, pues no dispone una condonación
ni remisión de capital o intereses, pero
sí incluye plazos de hasta 120 cuotas y una tasa de 16 por ciento anual.
Pero este plan no alcanza a todos los evasores, pues las grandes empresas que fueron denunciadas penalmente no
estarán incluidas como beneficiarias. Y ésas deben mucho y en millones de
dólares: Cargill (228), Bunge (126), LDC Dreyfus (141), Molinos (197), Nidera
(132), Aceitera General Deheza (48), entre otras. ¿El espectador seguirá aplaudiendo a estos pillos o destinará un
merecido y prolongado abucheo?
Esta semana comenzó
con la celebración del día de la Memoria y el documento leído por la presidenta
de Abuelas, Estela de Carloto, en el que se denuncia a las empresas que se beneficiaron con el plan económico de la
dictadura. Al día siguiente, el presidente de la Comisión Nacional de
Valores, Alejandro Vanoli, presentó un informe elaborado durante tres años a
partir de 15 archivos desclasificados y que deja en evidencia la complicidad civil en aquellos cruentos
tiempos. “Investigar la complicidad
civil durante la dictadura es también trazar una proyección hacia las prevenciones que debemos tomar para el
futuro, porque los mismos abogados, economistas y
empresarios que participaron en esta trama siguieron manejando resortes de
poder a lo largo de los años posteriores, condicionando
a los gobiernos democráticos que, por vía de los golpes de mercado,
sufrieron las consecuencias”, definió Vanoli en su presentación.
“El significado que
tuvo la dictadura para la economía es haber instalado un nuevo patrón de
acumulación, que se prolongó hasta 2001” -sostuvo Eduardo Basualdo, director de YPF y uno de los
miembros de esta investigación- “Lo
inició el gobierno de facto, no el mercado y su núcleo central estuvo
constituido por una asociación entre el
capital financiero extranjero y los grupos económicos locales, en la que
estos últimos tuvieron la hegemonía: Acindar, Techint, Clarín, Macri, entre
otros”.
Por supuesto que
hay muchos personajes más en esta fascinante obra, que no es otra cosa que el esfuerzo de un colectivo para poner en
pie al país, mientras otros, desde los rincones más oscuros, tratan de
dificultar su concreción. La mayoría de
los espectadores han abandonado sus butacas y se han subido al escenario para
formar parte de esta trama. Los pocos que quedan están dudosos: no saben si
abandonar la sala o aplaudir al que
triunfe, porque no soportan las divisiones ni los enconos.
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