Los que destilan pestilencias por la boca están
cada vez más solos. La muerte de Chávez los puso contra las cuerdas de la
incomprensión: o mejor dicho, los enredó. Un Binner ya abandonado por todo
progresismo, se extravía entre los porotos caceroleros, incapaz de conquistar
un público diferente. Y Mauricio Macri, superficial, vacío, cínico –como
siempre- se encapsula en una fábula que
le inventaron sus asesores y se resigna a construir
sólo a partir del desprecio. Lejos de todo esto, más de la mitad de los
argentinos lloran por la muerte de Hugo Chávez y están convencidos de que su nueva
presencia profundizará cualquier revolución. A partir de ahora, nada
podrá ser igual en ningún lugar del planeta.
El ex gobernador de Santa Fe, Hermes Binner, ha
dado una muestra más de su propia caricatura. Con el olfato político visiblemente atrofiado, nunca pierde la ocasión
de ostentar un absoluto alejamiento de toda coherencia ideológica, si sabe lo
que es eso. No es la primera vez que afirma que, de ser venezolano, hubiera
votado por la derecha impresentable y oportunista encarnada por Henrique
Capriles Radonski. Esta semana el destino le dio la oportunidad de corregir semejante burrada, pero rechazó el
ofrecimiento. Como es sabido, insistió en esa idea sin probar siquiera una salida elegante en medio de la
conmoción provocada por la muerte del indiscutible líder bolivariano.
Si el ex anestesista se hubiera excusado con un
híbrido listado de generalidades de ocasión o hubiera argumentado que el
contexto no permitía realizar ese tipo de especulaciones, su yugular habría
estado a salvo. Pero no, la expuso a
propios y extraños para que ensayen una merecida mordida. Aunque no fue tan
feroz como correspondía, la herida tal vez se expanda hasta la ruptura del FAP,
un frente de amplio espectro que ya parece un coctel altamente explosivo. Y esto no va en detrimento de la libertad
de opinión, sino como reivindicación de la política, tan necesaria para
reconstruir un mundo que se derrumba en manos de especuladores destructivos.
En ese sentido, el Jefe de Gobierno porteño,
Mauricio Macri, resultó más consecuente con su rancia estirpe. Claro que eso no
lo hace más brillante. Al contrario,
cada vez se muestra menos sabedor de lo que dice. El procesado Líder Amarillo
recita una salmodia que ya no puede conquistar más adeptos de los que tiene. Junto a Binner y los demás personeros de
la oposición, sólo disputan al electorado cacerolero y no mucho más que eso.
Pero sólo Macri es conciente de tal circunstancia y quiere absorber a todos.
Para eso, apela al recurso de la negación, del ninguneo y del desprecio. Dentro del ideario PRO, Argentina es el
reducido núcleo de los que piensan como él. El resto es nada. Los demás son
marionetas que bailan al ritmo de la sinfonía
K y no cuentan como ciudadanos. En serio, aunque parezca una locura, niega
la existencia de votantes kirchneristas. Menudo balde de agua fría va a recibir
con el resultado de las legislativas. Tal
vez, el choque con la realidad numérica signifique el fin de su carrera
política. Y el de la amenaza noventosa, también.
Ahora, el alcalde recrudece su embestida. “Con todo respeto –aseguró con su
habitual hipocresía- esperamos que nosotros no sigamos nada de Hugo Chávez”.
Entonces, pone en evidencia la estrategia de la negación: "Hay un crecimiento de los argentinos
en términos de entender qué es lo que no nos sirve: justamente el populismo, el
facilismo, el vale todo si sos amigo y vale todo en contra tuyo si no pensás
igual". El ingeniero utiliza populismo
como palabrota y en el extremo de su cínico pensamiento habla de facilismo. Justo él, que ha tenido una vida hartamente regalada. Pero el
facilismo de las clases privilegiadas no es tan cuestionado como la asistencia
hacia los más desprotegidos. Jamás
consideran facilismo las colectas caritativas que se organizan desde las
diferentes iglesias, por ejemplo. Sólo el Estado es cuestionado duramente
cuando intenta aliviar la existencia de los menos favorecidos. Y después, el
despliegue de sus latiguillos que, de tan tontuelos, no son tomados con
seriedad en el universo de los adultos.
Encerrado en su cápsula de elitismo, el Hijo de Papá considera el cacerolazo del
8 de noviembre como una gesta gloriosa
que significa un quiebre profundo de nuestra historia. Por supuesto, necesita ver en esos enojados protestones a un pueblo que quiere saber de qué se trata. Y, en el colmo de su alucinación
filosófica, se ve a él mismo como un líder de masas capaz de llevar a nuestro
país –y a todo el mundo, ¿por qué no?- hacia un futuro luminoso, donde las minorías privilegiadas gozarán de
sus inmensas fortunas mal habidas a costa de la explotación de las sufrientes
–silenciosas, resignadas- mayorías.
Ese es un mundo perfecto para él y muchos de su repulsiva estirpe.
En la adolescencia del ingeniero, su fuente de
inspiración erótica no debía estar en las publicaciones porno, sino en los
rankins de los hombres más ricos del mundo elaborado por la revista
norteamericana Forbes. Y no debe ser el único. Por algo se publican esos despreciables listados. Esta semana, un
nuevo top ten colocó al empresario
mexicano Carlos Slim –dueño de Claro y accionista
de YPF- como el individuo más rico del mundo, con una fortuna estimada en 73 mil millones
de dólares. No es resentimiento lo que guía estas palabras, sino la más
profunda indignación. Estos tipos no son
ejemplo de nada, sino todo lo contrario. Esos listados tienen el objetivo
de despertar una adoración casi reverencial para los que aspiran a pisotear
cabezas con tal de aproximarse apenas a ese podio. Estas enormes e inhumanas fortunas no son el resultado del trabajo
honesto y sacrificado, sino el producto de una despiadada explotación,
especulación, evasión y corrupción. Mucho de blanqueo de dinero fraudulento
debe haber en esas cifras y también la causa de la pobreza que asola el
planeta. En lugar de dar cuenta del
origen de esas insultantes sumas, son idolatrados de la manera más superficial
y destructiva.
Lo que vendrá
Y eso es lo que no entiende Binner y muchos como
él: que las grandes fortunas son necesariamente el origen de la pobreza
extrema, que los especuladores financieros son los que provocan las crisis económicas que padecen muchos
países, de las que obtienen sus descomunales ganancias, que estas virtuales y
exorbitantes cifras son las que ocasionan
el tormento de las mayorías. En el medio, existe una clase política que,
lejos de condenar estas viles acciones, las
justifican y protegen de la manera más incomprensible. En lugar de
investigar y castigar a sus poseedores, tienden
alfombras rojas a su paso y les destinan las más obsecuentes plegarias.
La negación del fenómeno Chávez promete aislarlos
definitivamente de su rol de dirigentes. Quien
no se sienta conmovido por los millones de personas que lo lloran está ya
condenado a la más que merecida soledad. Lo que afirma el Líder Amarillo
–eso de que los argentinos no emprenderán el camino de Chávez- no es más que
una expresión de deseos. Una reciente encuesta de Ibarómetro revela que un 63,4 por ciento de nuestros conciudadanos
tiene una opinión buena o muy buena del fallecido presidente venezolano,
mientras que apenas un 26,7 por ciento opina mal o muy mal. El sociólogo
Ignacio Ramírez, quien dirigió este estudio, considera que “no es la muerte en sí la
que produce el impacto, sino lo generado en torno del fallecimiento, es decir: el impacto social y colectivo de su muerte”. Ninguna encuesta es
determinante, pero algo sugiere. Esta
expresión afectiva de los otrora desplazados de la ciudadanía venezolana
produce una ruptura con los prejuicios que muchos tienen hacia el gobierno que
encabezó durante catorce años. “Lo
que en opinión pública conocemos como disonancia cognitiva –explica
Ramírez- cuando una representación muy
arraigada que tenemos sobre algún tema es desafiada por lo que vemos y sentimos
a nuestro alrededor: ¿cómo es posible
que un dictador inspire semejante respaldo?”.
Esto seguramente provocará
una aproximación al modelo socialista que Hugo Chávez aplicó en Venezuela y
contagie al resto de la región. Por supuesto, de la mano de dirigentes que, en
lugar de despreciar a las multitudes, se
confundan con ellas y las conduzcan por un luminoso sendero de equidad y
justicia. Y esto no es sólo una expresión de deseo, sino un inevitable
destino patriótico.
Perdón por la desprolija presentación de este texto, pero blogger se había encaprichado con confundir fondo con forma y viceversa.
ResponderBorrarEl Tsunami humano producido por la muerte de Chavez tiene la virtud de poner las cosas en su lugar y arrincona a los fabuladores contra la pared
ResponderBorrarAhora más que nunca hay que convencer a los indecisos de cuál es el camino adecuado para alcanzar la victoria. Gracias, Nando
Borrar¿Gustavo es CFK la heredera de este proyecto tras la muerte del "Precursor" -mismo mote que tuvo su compatriota Francisco de Miranda en 1805-? o el mote la cabe a Correa, el presidente de Ecuador? Como se frena la hegemonía de Brasil tras la muerte de los dos colosos en menos de 3 años, Kirchner y Chávez? encima con los agentes de las cien familias que manejan el mundo desde el imperio, en su mayoría radicado en los EEUU, los Capriles, los Clarín, los Macri, La Nación, la Sociedad Rural, todos los medios venezolanos, Fox, etc.
ResponderBorrarY nosotros? Si Lula gestó a Dilma y juntos gestarán otro continuados para más adelante. Evo y Correa por años más, Chávez eligió a Maduro y nosotros? quien contínua la gesta iniciada en 2003?, que tema preocupante, muy preocupado. Preguntar para Apuntar hacia usted. un abrazo, doc9