Mucho más que unas islitas
Inevitable.
Una semana ha pasado desde la muerte de Chávez y la angustia se aplaca para dar
lugar a otra forma de presencia. De tan
imprescindible que es, debemos buscar maneras de tenerlo y no de recordarlo.
El recuerdo es para alguien que se ha ido para siempre. En cambio al comandante
lo necesitamos. Como también necesitamos a Kirchner, que está siempre vivo en el corazón de muchos ciudadanos. El
impacto producido por la partida del bolivariano todavía es difícil de
cuantificar. Y tal vez sea innecesario, por esa dicotomía perpetua entre
cantidad y calidad. Seguro, será mayor
del que se supone. Aunque era predecible, los medios carroñeros continúan
el combate al bolivariano publicando sus fantasías con forma de datos fehacientes y demonizaciones
altamente creativas. En el colmo del
absurdo, hacen lo imposible para invisibilizar las multitudes que acuden a
despedir a su líder y buscan un opositor para sacar al aire hasta bajo las
piedras. O van a Miami. Ahora, por supuesto, el candidato con olor a azufre será Nicolás Maduro o
cualquiera que pretenda emular a Chávez.
Mientras
tanto, los opositores locales apuestan nuevamente por Capriles y todo indica
que volverán a perder. Un ensayo para
las futuras derrotas. Si bien nadie acusó a Fuerza Bruta por la
organización de los funerales del comandante, algún que otro trastornado(a) lo
habrá tenido en la punta de la lengua. Una pregunta tentadora: ¿por qué se
mueren los buenos habiendo tanta escoria
como candidata? Un consuelo: para esos funerales sí necesitarán contratar a
algún elenco si quieren que duren unas cuantas horas. Un vaticinio: cuando estos malos se mueran, serán sepultados, no
sembrados y de la tierra que los cubra no brotará una mísera flor sino zarzas
de las más dañinas.
Pero
volvamos al bolivariano. Su legado incluye a toda la región. En muchas
ocasiones, hasta hizo suyo el reclamo
por la soberanía de Malvinas. Por supuesto que no es el único mandatario
que se ha involucrado en esta gesta, pero
él lo ha tomado como una causa propia.
Algo
parecido quieren hacer los ingleses, pero sin grandes discursos ni argumentos.
El resultado de la consulta popular que comenzó el domingo parece tan cantado,
que ni hará falta contar los votos. Sin lugar a dudas, decidirán seguir como cómplices del Imperio en la usurpación de nuestro
territorio. Quizá no tengan la información completa o el arraigo
generacional incide de manera equívoca. Que ellos decidan a quién pertenece el
archipiélago resulta una burla más a
nuestra soberanía y una desautorización a las distintas resoluciones de la
ONU. Esas 1650 almas ponen el cuerpo
para desairar las decisiones de la comunidad internacional sobre las colonias
que aún mantiene la Corona.
De
cualquier modo, no deben ser considerados como invasores, aunque en cierta
forma lo sean. Y por si queda alguna duda, nadie los expulsará ni se los
obligará a nacionalizarse en caso de que en un futuro no muy lejano las islas
se incorporen a nuestro territorio. Lo
imposible es considerar como autodeterminación a esta nueva estrategia
pirateril. A eso no tienen derecho porque constituyen una población
incrustada. “Los habitantes que viven en Malvinas tienen derechos civiles y derechos
políticos -afirmó la embajadora en Londres,
Alicia Castro- pero no tienen el derecho de dirimir la controversia de soberanía entre
Argentina y el Reino Unido”.
El senador Daniel
Filmus consideró que el referendo es “una
nueva acción política de naturaleza publicitaria pergeñada por el Reino Unido”.
En la sesión especial que se realizará en la Cámara de Senadores “debemos denunciar la trampa que esconde la apariencia de ‘participación popular’ en
el caso de un pueblo implantado. Esta maniobra publicitaria no tiene
ninguna validez para la legislación del derecho internacional”, aseguró. El
proyecto de declaración de rechazo que se tratará en el recinto lleva la firma de senadores tanto
oficialistas como de la oposición y señala que la consulta “no tiene ningún sustento ni validación en
el Derecho Internacional ya que es contraria a toda Resolución emanada de la
Asamblea General y de las del Comité de Descolonización de Naciones Unidas”.
Lo que molesta son las interferencias
internas. Cabe aclarar que el ex
anestesista anestesiado, Hermes Binner, no ha abierto la boca al respecto, por
lo menos en estos días. El historiador Federico Lorenz, que ha publicado varios
libros sobre Malvinas, presentó una nota el lunes pasado en Página/12 en la que
plantea algunas preguntas que despertaron el enojo de la embajadora Alicia
Castro. No es para menos, pues algunas
de ellas están saturadas de una mala intención opositora. “¿Qué significa reclamar por las Islas Malvinas hoy para una sociedad
emergente del terrorismo de Estado, una guerra y una fenomenal reestructuración
social y económica bajo cuyas consecuencias aún vivimos?”, como si todo esto nos hiciera merecedores de la pérdida territorial. O “¿es correcto que
usemos la palabra “negociar” si no estamos dispuestos a considerar la
posibilidad de ‘ceder´?”, como si no
hubiéramos ‘cedido’ lo suficiente a lo largo de los últimos 180 años. Y algunos dirán –argumento
que utilizan los ingleses- que el hecho de haber desatado un conflicto bélico nos aleja de todo derecho. Pero, y
esto no significa una reivindicación de ninguna guerra, ¿acaso no es violento ocupar tierras ajenas durante tanto tiempo,
saquear sus recursos naturales y militarizar la zona?
Pero hay otras preguntas de Lorenz que
parecen sugerir, no tanto una traición, aunque algo próximo a eso, como “¿nos atreveremos a pensar, al menos como un
ejercicio intelectual, que tal vez no
tengamos (toda la) razón?” o “¿estamos
seguros de que nuestra sociedad está de acuerdo con la idea de no incluir a los
isleños en las negociaciones? ¿Qué implicaría hacerlo?”. La última cuestión
hasta parece carroñera. Y la primera lo confirma. La única razón que tienen los británicos es la prepotencia… y eso de
razón no tiene nada.
Un estudio estadístico realizado entre el 6 y
7 de marzo por la consultora argentina Ibarómetro y la británica You Gov revela
que el 61 por ciento de nuestros
compatriotas considera que las islas deben ser argentinas, mientras, en
Inglaterra sólo el 40 por ciento
cree que el Reino Unido debe seguir con el dominio insular. Además, el 54 por
ciento de los argentinos considera que son buenas las reacciones y medidas del
Gobierno Nacional mientras que sólo el 46 por ciento de los ingleses evalúa como
positivas las acciones del gobierno de su país.
Pero más allá de estos números, no debemos dudar de que las islas son
nuestras, que nos fueron arrancadas en la primera mitad del siglo XIX y que
queremos recuperarlas. Todo esto forma parte de un mandato constitucional.
Además, la causa Malvinas forma parte de una historia de humillaciones, entrega
y sometimiento. Hoy, que nos estamos recuperando, que nuestra autoestima asciende a niveles humanos, no debemos
dejarnos engañar por los que claman la rendición. El país que estamos construyendo necesita todo su territorio y las Islas Malvinas conforman el glorioso
sueño de una región que avanza en el camino de su consolidación.
Creo que si se insiste en este camino integrador de Patria Grande, la recuperación de las islas puede no ser un sueño imposible de cumplir
ResponderBorrar¿ y si ofrendamos las islas como primer territorio comun de nuestra america ?
El hecho de que todos los países de la región reclamen por la soberanía argentina puede convertir la recuperación en territorio compartido, aunque no es la idea. De cualquier modo, no va a pasar mucho tiempo antes de la reconquista del archipiélago. La Corona está cercada, aunque los principales países que integran el consejo de seguridad de la ONU desplieguen declaraciones formales. Algo va a cambiar este año, que Argentina integrará ese hipócrita organismo en representación de Suramérica.
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