Tortuosos
laberintos para obtener respeto
Convertir una experiencia
personal en texto periodístico puede contribuir a dar visibilidad a un problema
generalizado: la dificultosa relación
con algunas empresas de servicios. Bastó colocar el relato en Facebook o su
difusión por correo a los contactos habituales para desatar un rosario de casos
similares. Los contratos que el usuario
firma con entusiasmo se convierten en laberintos de penoso recorrido. Y
hasta injusto, sobre todo cuando es la empresa la que incumple con el contrato
del que uno quiere escapar. Más aún cuando los diálogos mantenidos con las
infinitas voces telefónicas –anónimas y autómatas- se transforman en
contradictorias excusas y promesas. Eso
sí: siempre hay que pagar, aunque el servicio no se preste. La indefensión
ante aprietes cuasi mafiosos, la convicción de que siempre ganarán los
grandotes, la pequeñez ante esos escritorios cargados de negativas, la
perspectiva de horas insumidas en trámites infructuosos deben convertirse en un llamado de atención a las autoridades
encargadas de controlar a estas compañías que promueven productos que jamás
resultan tan buenos como prometen.
Esta es una experiencia que el
Autor de estos Apuntes no desearía ni a su mejor enemigo, si lo tuviera. En mayo del año pasado la empresa Claro ofreció
el modem móvil –el pen drive- por cambiar la línea libre a abono. Iluminado por la estupidez, aceptó gustoso,
ante la posibilidad de tener internet sin ningún tipo de cableado ni aparato
extra. Durante las primeras semanas no hubo ningún inconveniente en la
prestación, pero, cuando todavía no había pasado un mes, comenzaron a aparecer
dificultades en la conexión inicial. El servicio telefónico guiaba al paciente
usuario por diferentes pantallas del programa para optar variantes y realizar cambios
de códigos, instalar programas ya instalados, cambiar de puerto el pen drive y
rogativas a los dioses pertinentes.
Al principio, estos escabrosos
trámites bastaban para que el servicio mejore, pero, con el paso del tiempo, ya no hacían mella y la desconexión o el servicio no encontrado era la constante.
A cada intento de conexión aparecían leyendas que los especialistas telefónicos no sabían explicar. “El código puk/pin debe tener de cuatro a ocho dígitos” o “terminó el protocolo de vínculos PPP”, por poner algunos ejemplos. Con las
artimañas sugeridas por los gurúes informáticos con entonaciones diversas e
inidentificables se podía alcanzar una
navegación sin demasiadas pretensiones, como nadar a contracorriente sin
aspiraciones al primer puesto. O algo así, entre más o menos y más menos que
más. La desconexión en plena navegación
comenzó a ser habitual y las barras de conectividad disminuían en un strip
tease agónico.
Pero enero de 2013 trajo nuevas
sorpresas para el desvalido usuario. Los videos se negaban a la reproducción
solicitada y las redes sociales se transformaban en onanismo digital. Sólo algunos portales de noticias aparecían sin
demasiados inconvenientes en este servicio de alta velocidad. Y las llamadas telefónicas comenzaron a proliferar
en la vida cotidiana y con ellas, las
voces grabadas de reconocidas estrellas que venden como excelente semejante
calvario. Por sugerencia de uno de esos anónimos, tanto la notebook como la
netbook fueron sometidas a una revisión técnica, con resultados favorables para
la salud de los equipos. También el módem móvil –el pen drive- tuvo su merecido
examen, del que salió victorioso. Pero nada mejoraba la conexión. Después, comenzaron a aparecer las excusas
y las promesas de reparación o instalación de antenas. Mientras tanto, las
facturas seguían llegando con la exigencia de cumplir con el pago por un
servicio no brindado. Eso sí, ningún técnico de la empresa se acercó hasta el
domicilio del damnificado para verificar las dificultades de recepción, lo que brinda la posibilidad de que la
empresa argumente que, desde el sistema, todo funcione con corrección. Por
supuesto, a uno le fascina pegar el teléfono a la oreja para escuchar los
idiotizantes audios de promoción por simple entretenimiento.
Una telefonista de nombre
rápido e indescifrable aconsejó no
abonar marzo porque la empresa reconocía que había dificultades en la línea.
Trampa cazabobos, porque en abril llegó
la factura con el reclamo del pago de dos meses. La paciencia tiene un límite
y más cuando ha sido pisoteada durante tanto tiempo. La decisión de dar de baja al contrato no cumplido por una de las
partes abrió las puertas de nuevos pisoteos y humillaciones. El usuario
debe pagar por la ruptura del contrato, aunque
el contrato se haya roto por la ausencia de la prestación. Una nueva
telefonista aseguró que correspondía la baja sin indemnización alguna y que
bastaba para ello un rápido trámite en uno de los locales de la empresa. Cancerberos disfrazados de simpáticas
jóvenes defendieron con uñas y dientes los intereses del patrón. Las doce
pruebas de Hércules parecen pueriles juegos en comparación con esas
conversaciones plagadas de vericuetos legales –y arbitrarios- que convierten a la víctima en un peligroso delincuente
serial. Por ahora, el veredicto es que si el ciudadano indefenso quiere
deshacerse del contrato incumplido debe
pagar los dos meses adeudados más la indemnización correspondiente a la
multinacional que perderá a un cliente. Y todo por un NO-SERVICIO.
Esto que parece algo inusual es
una práctica habitual de estos grandotes. Quizá por eso, el propietario de
Claro, Carlos Slim, ha sido reconocido como el hombre más rico del mundo. Así
cualquiera. Parte de esa fortuna valuada
en 73000 millones de dólares debe estar conformada por el resultado de estas
estafas perfectamente legales.
Los pasos a seguir, de acuerdo
al relato de ciudadanos que padecieron un fraude semejante, son las denuncias a
las organizaciones de defensa del consumidor y la Comisión Nacional de
Comunicaciones, ya cursadas en estos días. Pero,
como los casos son muchos, la finalización de tal conducta mafiosa tarda en
llegar.
La otra opción –y la más
conveniente para la empresa- es agachar la cabeza, aceptar las condiciones que
se imponen para la renuncia y poner la plata que ellos exigen. Una victoria más de las corporaciones que
tienen vía libre para avasallar a los ciudadanos.
La otra opción, la más adecuada
para la convivencia democrática, es que
los Estados vigilen con rigor a estos angurrientos piratas e impidan el
latrocinio que los ha enriquecido. Y sin necesidad de que las víctimas se
enreden en engorrosos trámites que, por lo general, no conducen a nada. Y
cuando las advertencias no alcanzan, la legitimidad debe alcanzar para echarlos
a patadas.
Donde vivo funciona bien Defensa del Consumidor. Bah, "bien" es una forma de decir. Yo tuve un problema con Claro por un celular que me habían ofrecido cambiar gratis y cuando llegó, también llegó la factura. Hice la denuncia, habrá tardado como dos meses porque corren plazos para que la empresa se presente a defenderse (cosa que nunca hace: le conviene el intento de estafa antes que poner empleados). Al final, me mandaron una nota de crédito y no puse ni un peso (y eso que era mi palabra contra la de la empresa, yo no tenía ni un solo papel firmado).
ResponderBorrarLo que me frustró un poco del trámite es que cuando pregunté a los de Defensa del Consumidor si podía pedir alguna indemnización, me trataron como a un delincuente: me re cagaron a pedos, me dijeron que qué me creía,etc. Pero por lo menos no pagué el celular que me habían ofrecido y que yo ni loco hubiera aceptado si no era gratis. Saludos y Felices Pascuas.
Gustavo, te comento que tengo un negocio de computadoras (servicio técnico, reparación) y lo que siempre le recomendamos a nuestros cliente es que ni locos contraten con estas companías (claro, Personal, Movistar) son todas iguales, el servicio dista mucho de ser un servicio, anda lento, mal y la mayoría de las veces SE CORTA dejando sin señal al usuario, de más está decir que muchas veces vienen con la notebook y el famoso "pen drive" (dispositivo 3g de conexión móvil) que no se los reconoce la notebook, y acá nos cansamos de renegar tratando de que lo vuelva a tomar el equipo. En definitiva, les recomendamos el mal menor que para el caso es Arnet.
ResponderBorrarLo que me gustaría saber y por eso comento estas líneas, es si no hay ninguna regulación para estas compañias que cobran lo que quieren sus servicios, estando siempre desprotegido y sin ninguna defensa el usuario; siempre me pareció que había una materia pendiente ahí, el de regular a las compañias de telefonía celular... sobretodo porque cobran cualquier cosa las llamadas celulares y ahora los mensajes... es un afano.
Estuve viendo que el gobierno estaba creando una empresa para "ofrecer servicio de telefonía celular e internet", con una gran inversión en infraestructura (LIBRE.AR+ar-sat)...pero no se en que estado se encuentra...
http://www.youtube.com/watch?v=pf_jDLl8LRU
Me parece algo URGENTE intervenir/regular a las grandes compañias celulares...
saludos
Fernando Giletta
Totalmente de acuerdo, tanto con la regulación como la iniciativa de una empresa estatal que ofrezca estos servicios, no de manera gratuita pero sí a un costo más accesible. Esta experiencia personal intenta construir la necesidad de que estas empresas privadas no se enriquezcan más a costa de estafar a los usuarios.
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