miércoles, 13 de marzo de 2013

Los sinuosos caminos de la destrucción



Alianzas con gusto a carroña
La conífera política, Fernando Solanas, es capaz de afirmar cualquier cosa para justificar su nueva alianza con la extraviada solipsista Elisa Carrió. Como ejemplo de sus desconcertantes conceptos, basta destacar que, de acuerdo a sus últimas declaraciones, reivindica la transformación que Hugo Chávez ha hecho mientras dedica fuertes críticas a la oposición venezolana. Pero, en nuestro país, el cineasta basa su oposición al Gobierno Nacional en los mismos argumentos utilizados en tierras bolivarianas. En realidad, para aliarse con la versátil dirigente hay que estar bastante desorientado. O desesperado en pos de un retiro sin gloria. Los que desean recuperarlo para la causa nacional –al menos para ocupar un lugar destacado en un museo de la política- no deciden si consultar con un buen psiquiatra o un eminente jardinero. Quien ocupará el peor lugar en nuestra historia democrática será el actual senador, ex presidente y regalón compulsivo Carlos Menem. Su reciente condena a prisión por el contrabando de armas a Ecuador y Croacia promete alterar la placidez que había planeado para su vejez. Bienvenido sea el traje a rayas para el riojano. Mientras tanto, Macri y Scioli siguen jugando al juego que mejor juegan y más les gusta: el de la no-política. El primero firma convenios con el homofóbico gobernador de San Petersburgo y el otro corta cintas de inauguración con los principales opositores –y mucho más- al Gobierno Nacional, a la vez que afirma a los cuatro vientos ser un incondicional aliado de La Presidenta.
Parece mentira que Fernando Solanas piense siquiera hacer una alianza electoral con Elisa Carrió. Ni ella consideraría aliarse consigo misma. Pero Pino, especulando con la amnesia de sus disminuidos seguidores, da por tierra con todas las opiniones que ha vertido sobre la columnista estrella de TN y avanza en la consolidación de una sociedad política caótica y destructiva. Con la intención de argumentar semejante desacierto, apela a las estrategias de la candidata menos votada y decide acompañarla en su resistencia al régimen. Lo cual es fácil: basta decir cualquier cosa que sea lo suficientemente explosiva para alarmar a los desinformados. Ella sabe hacerlo muy bien y él ha demostrado ser un dedicado aprendiz. No importa lo ridículo de sus afirmaciones con tal que provoquen un impacto que dure, al menos, unos segundos.
Para el director de “La hora de los hornos” y “Los hijos de Fierro”, gran parte de los argentinos valoran la gestión de Chávez pero no apoyan a CFK. Por supuesto, no aporta datos porque cualquiera de las encuestas realizadas en esta última semana destruiría su hipótesis. Con similares números que en Venezuela, seis de cada diez argentinos tienen una buena opinión sobre el fallecido líder bolivariano. El sociólogo Roberto Bacman, director del Centro de Estudios de Opinión Pública, CEOP, afirma que el ciudadano común ve la adhesión, las inmensas colas para la despedida, la cantidad de jóvenes que participan y queda impresionado por ese fenómeno de masas. Tres de cada cuatro argentinos afirman que Chávez “fue un gran transformador de la realidad venezolana y logró que los sectores más desfavorecidos accedan a nuevos derechos”.
Lo que estos conciudadanos valoran de Chávez es lo mismo que valoran de Cristina: el papel preponderante del Estado, las mejoras para los sectores más humildes y la búsqueda de la unidad latinoamericana. Por eso, la imagen de La Primera Mandataria viene recuperando adeptos en los últimos meses. “Hoy La Presidenta tiene casi un 38 por ciento de apoyos incondicionales –señala Bacman- Es lo que llamamos el núcleo duro del kirchnerismo. Pero en la encuesta, las opiniones favorables tanto de Chávez como de CFK van mucho más allá de quienes los votarían”.  Al igual que otras consultoras, hasta las contratadas por los medios opositores, CEOP registró un crecimiento de la imagen positiva en el último mes que “tiene que ver con el esfuerzo que se está haciendo para combatir la inflación”.
Quien hace ingentes esfuerzos para apresurar su caída libre es el Jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri. O, por lo menos, para demostrar que el infame escenario de los noventa sería mejor que el actual. Aunque se desconocen los verdaderos motivos, el gobernador de San Petersburgo, Georgy Poltavchenko, iba a ser agasajado con honores por el Alcalde y todo su gabinete, pero las protestas de activistas por la diversidad sexual ocasionaron la suspensión de la fiestita. Tampoco se sabe si el ruso participará de las actividades programadas en Uruguay, debido a las protestas del colectivo Ovejas Negras, que agrupa a gays, lesbianas y trans. ¿Hemos retornado a los tiempos de la Guerra Fría? Muy lejos de eso. Pero Poltavchenko se ha afanado desde su asunción para recibir el repudio de las minorías sexuales. En marzo del año pasado promulgó una ley contra la propaganda homosexual y prohibió la realización de la marcha del orgullo gay en el distrito que gobierna. Amnistía Internacional advirtió que estas medidas violan “el derecho a la libertad de expresión y de reunión, así como el derecho a no sufrir discriminación y a la igualdad ante la ley, garantizados por diversos tratados internacionales de derechos humanos en los que Rusia es Estado parte”.
Por todo esto, el homenaje porteño se redujo a un protocolar encuentro entre el legislador macrista Cristian Ritondo, el vicegobernador de San Petersburgo y el presidente de la Asamblea Legislativa correspondiente. Para Ritondo, los convenios de cooperación firmados servirán para “enriquecer distintas miradas en temas tan comunes a ambas ciudades tan lejanas”. Su par ruso, Viacheslav Makarov aseguró que el acuerdo incluye “colaboración en el campo de la ciencia y negocios bilaterales entre ambas ciudades”. De ciencia, nada. De negocios, mucho, seguramente. Pero lo que más sorprende es que la homofobia del modelo sanpetersburguense no haga el mínimo ruido en el ideario PRO. Claro, el Líder Amarillo sigue considerando a la homosexualidad como enfermedad, desviación o perversión. Y muchos de sus seguidores, como el diputado Alfredo Olmedo o Miguel del Sel, entre otros, van en el mismo sentido. Un retorno al oscurantismo que no se debe desatender.
Lo que debe mirarse con mucha atención, también, es la famosa foto de la inauguración de Expoagro algunos días atrás, en la que aparece el gobernador Daniel Scioli junto a Eduardo Buzzi, Antonio Bonfatti, Hermes Binner y otros opositores emperrados. Si bien puede argumentarse que fue un acto protocolar, lo sospechoso del hecho es que la versión que difundió la oficina de prensa bonaerense recorta la imagen de la hija adoptiva de Ernestina Herrera de Noble, la mal llamada Marcela Noble Herrera*. También, cerca del ex motonauta, estaba el periodista de La Nación, Claudio Escribano, el que entregó un pliego de condiciones al recién asumido Néstor Kirchner para garantizar la gobernabilidad. No es posible construir política desde una posición todo terreno. No es creíble declarar un apoyo incondicional a La Presidenta y a la vez codearse con los que pretenden destronarla. ¿O es que las diferencias ideológicas no cuentan para quien aspira a treparse al sillón presidencial?
No son tiempos para las tibiezas. Y menos para las hipocresías. Tampoco aportan demasiado las alianzas que saben a pegote. El país con el que muchos soñamos exige definiciones claras y acciones muy precisas. Ya aprendimos que es peligroso sonreír a los que se creen dueños del país. Casi siempre, los destinatarios de estas tiernas expresiones están dispuestos a dedicarnos feroces dentelladas. Y con esas pestilentes mordidas nos infectamos casi todos.

*Cuando Ernestina encontró a Marcela en una cajita en la puerta de su casa, su esposo, Roberto Noble, llevaba ocho años fallecido. Ernestina Herrera no está legalmente habilitada para usar el apellido de su esposo, salvo como heredera de sus bienes. En este caso, los hijos adoptivos de Ernestina, sólo pueden usar el apellido Herrera y para nada el Noble.

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