Alianzas con gusto a carroña
La
conífera política, Fernando Solanas, es capaz de afirmar cualquier cosa para
justificar su nueva alianza con la extraviada
solipsista Elisa Carrió. Como ejemplo de sus desconcertantes conceptos,
basta destacar que, de acuerdo a sus últimas declaraciones, reivindica la
transformación que Hugo Chávez ha hecho mientras dedica fuertes críticas a la
oposición venezolana. Pero, en nuestro
país, el cineasta basa su oposición al Gobierno Nacional en los mismos
argumentos utilizados en tierras bolivarianas. En realidad, para aliarse
con la versátil dirigente hay que estar bastante desorientado. O desesperado en
pos de un retiro sin gloria. Los que desean recuperarlo para la causa nacional
–al menos para ocupar un lugar destacado en un museo de la política- no deciden si consultar con un buen
psiquiatra o un eminente jardinero. Quien ocupará el peor lugar en nuestra
historia democrática será el actual senador, ex presidente y regalón compulsivo Carlos Menem. Su reciente condena a prisión por el
contrabando de armas a Ecuador y Croacia promete alterar la placidez que había
planeado para su vejez. Bienvenido sea el traje a rayas para el riojano.
Mientras tanto, Macri y Scioli siguen jugando
al juego que mejor juegan y más les gusta: el de la no-política. El primero firma convenios con el homofóbico
gobernador de San Petersburgo y el otro corta cintas de inauguración con los
principales opositores –y mucho más- al Gobierno Nacional, a la vez que afirma a los cuatro vientos ser un incondicional aliado de
La Presidenta.
Parece
mentira que Fernando Solanas piense siquiera hacer una alianza electoral con
Elisa Carrió. Ni ella consideraría
aliarse consigo misma. Pero Pino, especulando con la amnesia de sus
disminuidos seguidores, da por tierra con todas las opiniones que ha vertido
sobre la columnista estrella de TN y avanza
en la consolidación de una sociedad política caótica y destructiva. Con la
intención de argumentar semejante desacierto, apela a las estrategias de la
candidata menos votada y decide acompañarla en su resistencia al régimen. Lo cual es fácil: basta decir cualquier cosa que sea lo suficientemente explosiva para
alarmar a los desinformados. Ella sabe hacerlo muy bien y él ha demostrado
ser un dedicado aprendiz. No importa lo ridículo de sus afirmaciones con tal
que provoquen un impacto que dure, al menos, unos segundos.
Para
el director de “La hora de los hornos”
y “Los hijos de Fierro”, gran parte
de los argentinos valoran la gestión de Chávez pero no apoyan a CFK. Por supuesto, no aporta datos porque
cualquiera de las encuestas realizadas en esta última semana destruiría su
hipótesis. Con similares números que en Venezuela, seis de cada diez argentinos tienen una buena opinión sobre el
fallecido líder bolivariano. El sociólogo Roberto Bacman, director del
Centro de Estudios de Opinión Pública, CEOP, afirma que el ciudadano común ve
la adhesión, las inmensas colas para la despedida, la cantidad de jóvenes que participan y queda impresionado por ese
fenómeno de masas. Tres de cada cuatro argentinos afirman que Chávez “fue un gran transformador de la realidad
venezolana y logró que los sectores más desfavorecidos accedan a nuevos
derechos”.
Lo que estos conciudadanos valoran de
Chávez es lo mismo que valoran de Cristina: el papel preponderante del Estado, las mejoras para los
sectores más humildes y la búsqueda de la unidad latinoamericana. Por eso, la
imagen de La Primera Mandataria viene recuperando adeptos en los últimos meses.
“Hoy La Presidenta tiene casi un 38 por
ciento de apoyos incondicionales –señala Bacman- Es lo que llamamos el núcleo duro del kirchnerismo. Pero en la
encuesta, las opiniones favorables tanto
de Chávez como de CFK van mucho más allá de quienes los votarían”. Al igual que otras consultoras, hasta las
contratadas por los medios opositores, CEOP
registró un crecimiento de la imagen positiva en el último mes que “tiene que ver con el esfuerzo que se está
haciendo para combatir la inflación”.
Quien
hace ingentes esfuerzos para apresurar su caída libre es el Jefe de Gobierno
porteño, Mauricio Macri. O, por lo
menos, para demostrar que el infame escenario de los noventa sería mejor que el
actual. Aunque se desconocen los verdaderos motivos, el gobernador de San
Petersburgo, Georgy Poltavchenko, iba a ser agasajado con honores por el Alcalde
y todo su gabinete, pero las protestas
de activistas por la diversidad sexual ocasionaron la suspensión de la fiestita. Tampoco se sabe si el ruso
participará de las actividades programadas en Uruguay, debido a las protestas
del colectivo Ovejas Negras, que agrupa a gays, lesbianas y trans. ¿Hemos
retornado a los tiempos de la Guerra Fría? Muy lejos de eso. Pero Poltavchenko se ha afanado desde su
asunción para recibir el repudio de las minorías sexuales. En marzo del año
pasado promulgó una ley contra la propaganda homosexual y prohibió la
realización de la marcha del orgullo gay en el distrito que gobierna. Amnistía Internacional advirtió que
estas medidas violan “el
derecho a la libertad de expresión y de reunión, así como el derecho a no
sufrir discriminación y a la igualdad ante la ley, garantizados por diversos
tratados internacionales de derechos humanos en los que Rusia es Estado parte”.
Por
todo esto, el homenaje porteño se redujo
a un protocolar encuentro entre el legislador macrista Cristian Ritondo, el
vicegobernador de San Petersburgo y el presidente de la Asamblea Legislativa
correspondiente. Para Ritondo, los convenios de cooperación firmados servirán
para “enriquecer distintas miradas en temas tan comunes a ambas ciudades tan
lejanas”. Su par ruso, Viacheslav Makarov aseguró que el acuerdo incluye “colaboración en el campo de la ciencia y
negocios bilaterales entre ambas ciudades”. De ciencia, nada. De negocios,
mucho, seguramente. Pero lo que más
sorprende es que la homofobia del modelo sanpetersburguense no haga el mínimo
ruido en el ideario PRO. Claro, el Líder Amarillo sigue considerando a la
homosexualidad como enfermedad, desviación o perversión. Y muchos de sus
seguidores, como el diputado Alfredo Olmedo o Miguel del Sel, entre otros, van
en el mismo sentido. Un retorno al
oscurantismo que no se debe desatender.
Lo
que debe mirarse con mucha atención, también, es la famosa foto de la
inauguración de Expoagro algunos días atrás, en la que aparece el gobernador Daniel Scioli junto a Eduardo Buzzi, Antonio
Bonfatti, Hermes Binner y otros opositores emperrados. Si bien puede
argumentarse que fue un acto protocolar, lo sospechoso del hecho es que la
versión que difundió la oficina de prensa bonaerense recorta la imagen de la hija adoptiva de Ernestina Herrera de Noble, la
mal llamada Marcela Noble Herrera*. También, cerca del ex motonauta, estaba
el periodista de La Nación, Claudio Escribano, el que entregó un pliego de condiciones al recién
asumido Néstor Kirchner para garantizar la gobernabilidad. No es posible
construir política desde una posición todo
terreno. No es creíble declarar un
apoyo incondicional a La Presidenta y a la vez codearse con los que pretenden
destronarla. ¿O es que las diferencias ideológicas no cuentan para quien
aspira a treparse al sillón presidencial?
No
son tiempos para las tibiezas. Y menos para las hipocresías. Tampoco aportan demasiado las alianzas que
saben a pegote. El país con el que muchos soñamos exige definiciones claras
y acciones muy precisas. Ya aprendimos que es peligroso sonreír a los que se creen
dueños del país. Casi siempre, los
destinatarios de estas tiernas expresiones están dispuestos a dedicarnos
feroces dentelladas. Y con esas pestilentes mordidas nos infectamos casi
todos.
*Cuando Ernestina encontró a Marcela en una cajita en la
puerta de su casa, su esposo, Roberto Noble, llevaba ocho años fallecido.
Ernestina Herrera no está legalmente habilitada para usar el apellido de su
esposo, salvo como heredera de sus bienes. En este caso, los hijos adoptivos de
Ernestina, sólo pueden usar el apellido Herrera y para nada el Noble.
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