jueves, 27 de febrero de 2020

Partes para un todo

  Cada tanto recuerdo esta idea: “el todo es más que la suma de las partes”. A veces sirve para iluminar mucho y otras, para oscurecer más. O para entender poco y nada de una totalidad que se va construyendo con el paso de los días. La semana pasada, una frase del presidente Alberto Fernández provocó desconcierto en una parte importante de la opinión pública. También dolor. Una idea en contradicción con lo que uno supone que representa. La mirada sobre la dictadura y el Nunca Más condiciona la percepción que tenemos del otro: es un aspecto importante del pensar; un límite que sugiere el todo. Desde el retorno a la democracia, muchas metáforas han elaborado los apologistas del terrorismo de Estado para garantizar la impunidad de los genocidas. La idea de “dar vuelta la página” en boca de un protagonista del fin de las “leyes del perdón” opacó por unos días la adhesión al camino que recorre el oficialismo para reconstruir el país que destruyó La Revolución de la Alegría.
  Las disculpas suavizan la tensión, pero no eliminan la calificación de “inconducta de algunos” a los que secuestraron, torturaron y desaparecieron a 30000 argentinos. No fue la “inconducta de algunos” sino un plan imperial para eliminar la resistencia al neoliberalismo naciente. Y si queremos construir una nación, no se puede “dar vuelta” una página que aún no se ha terminado de escribir: un capítulo que sólo verá su fin cuando todos los militares y civiles que pergeñaron, ejecutaron y explotaron el terror de esos años terminen condenados en serio. Pero terminar un capítulo no es olvidarlo y menos éste, que marca el fin de los tiempos más oscuros de nuestra historia.
  Un episodio que distorsiona la percepción del todo, si consideramos el Todo a estos dos meses y pico de gobierno. Una parte de esta suma que sugiere un Todo, pero que aún no lo constituye. Las disculpas forman parte de este recorrido y marcan una diferencia con las no-disculpas del Buen Mauricio cuando calificó como “un curro” los DDHH. Allí, Macri mostró su pensar, exhibió con brutal sinceridad su adhesión a la dictadura y por eso no presentó disculpas. También dijo alguna vez que la dictadura es “algo terrible que nos pasó”, como si hubiéramos sido víctimas de un fenómeno natural. Y en el caso del Ingeniero, esa parte coincide con el Todo que construyó durante su mandato presidencial. Con Alberto, todavía no: apenas un doloroso fallido que costará remontar.
El camino es otro
  Hasta ahora, muchas de las medidas, gestos y declaraciones marcan la intención de reparar los daños producidos adrede por el macrismo, atenuar la brecha entre ricos y pobres y reconstruir los símbolos vandalizados. Mientras se negocian las condiciones del pago de la deuda descomunal tomada por la gestión amarilla, se investiga quiénes fugaron y se beneficiaron con las acreencias. Hasta el mismo Macri se convirtió en un bonista especulador capaz de reclamar más de lo que corresponde. Si esta parte se toma con seriedad, nueve de cada diez dólares contraídos deberán ser pagados por los saqueadores. Si no, será uno de los tantos tragos amargos del posibilismo reformista.
  La reapertura de Tecnópolis es un episodio memorable después del atroz abandono al que la sometió el peor gobierno de la democracia. Y a la par, un nuevo satélite argentino ocupará su espacio dentro de un mes y el ARSAT 3 vuelve a estar en marcha después de la farsa de los últimos cuatro años. Pero, mientras se anuncia el izamiento de la Bandera en el museo de Malvinas, pocos reclaman los lingotes de oro que el cipayo Mauricio envió a Londres como tributo al Imperio usurpador. 
  Las partes del Todo es el recorrido de este apunte. Partes auspiciosas, como el retorno de las paritarias, el intento de recuperar el poder adquisitivo del salario y la Tarjeta Alimentaria que incentiva el consumo popular tan saludable para un capitalismo con atenuada generosidad. Partes alentadoras, como la discusión sobre los privilegios de jueces y diplomáticos, no sólo con sus desproporcionados haberes jubilatorios sino también con la auto-excepción del mal llamado Impuesto a las Ganancias. Partes para coincidir, como el aumento de tres puntos porcentuales en las retenciones a las exportaciones primarias. Falta que aconsejen a los agrogarcas reconvertirse, como hicieron los cínicos cambiemitas a las pymes que caían o que se dediquen a la cerveza artesanal o al pilotaje de drones, como sugerían a los desocupados para aplaudir con fervor este nuevo episodio de la Guerra de los Estancieros.
  Muchas partes se suman para un Todo alentador; otras aportarán más de acuerdo si los resultados coinciden con lo esperado; pero está esa parte que sonó a desmemoria, aunque no era ésa la intención. Del afán conciliador deviene un deliz como éste. El futuro dirá si suma o resta esa parte del Todo que nunca debió haber existido.

jueves, 20 de febrero de 2020

Lecciones de los apátridas


¿Dónde estaba Gerardo Morales -tan preocupado en dar clases de historia a una conductora radial- cuando Macri habló de los "héroes angustiados" y el "querido rey" en el vergonzante Bicentenario de la Declaración de la Independencia? ¿Por qué no explicó al Buen Mauricio la historia de Malvinas cuando decidió enviar los lingotes de oro a Londres o acordar la explotación de las Islas con empresas británicas? ¿O acaso hace patria defendiendo los intereses de un terrateniente explotador y aliado de la dictadura como Pedro Blaquier? ¿Dónde estuvo el gobernador de Jujuy en todos estos años en que el Ingeniero y sus secuaces pusieron a disposición de la usura internacional el patrimonio de todos los argentinos? Tal vez el patriotismo berreta de la derecha entregadora sólo despierta cuando las ironías pueden ser aprovechadas en su más obscena literalidad, cuando sus exponentes dicen y hacen cosas peligrosamente peores.
El comentario humorístico de Elizabeth Vernaci puede resultar extemporáneo fuera del contexto de su programa radial, cuyos oyentes ya están entrenados para interpretar lo contrario de lo que se dice. El fragmento se hizo viral y fue denostado por los que ni la conocen, como siempre hacen los troll agazapados a la espera de un descuido para dar un mordiscón a cualquiera que esté del lado más amable de la grieta. En las últimas décadas, los chistes de gallegos, judíos o negros ya no provocan ni una sonrisa incómoda, lo que sugiere que la sociedad está descartando las formas supuestamente inocentes de la discriminación. Ni hablar de los chistes machistas, que son mal recibidos casi en cualquier circunstancia. Esto es saludable porque significa la búsqueda de nuevos horizontes en la construcción del entretenimiento. Pero que sean los cambiemitas los encargados de elevar la vara de la argentinidad, roza la hipocresía más repudiable.
En la última semana, los apologistas del sisepuedismo han dado muchas muestras del cinismo que los caracteriza. En lugar de calmar sus pulsiones globo-opositoras, pontifican sobre todos los temas como si nos hubieran dejado en el umbral del paraíso; como si no hubieran hecho nada de lo que denuncian a otros. Si Alberto Fernández se expresa sobre el lawfare, ellos ladran que “atacan la independencia de los jueces”, cuando avalaron que Macri nombre por decreto a dos jueces de la Corte Suprema de Justicia, uno de ellos empleado servil del Grupo Clarín y otros buitres vernáculos; ni hablar de la cantidad de paracaidistas que entraron por la ventana de muchos tribunales o de la manera mafiosa como forzó la renuncia de Alejandra Gils Carbó para concretar la venganza del Monopolio y del propio Macri; o cuando el Ingeniero se enojó con los jueces que liberaron a Cristóbal López y Fabián de Souza con la célebre frase “no es lo que habíamos acordado”. Acá sí son necesarias las lecciones de historia del gobernador Morales pero, como es previsible, no están.
Un recreo, por favor
Las lecciones de Morales tampoco están si los cambiemitas hablan de la impunidad de los K, cuando el mismo Macri se apropió de la presidencia impune en más de 200 causas. Y seguramente, los globoadictos denunciarán persecución política cuando deban pasar por los tribunales para declarar sobre los escándalos en los que casi todos los funcionarios M están imputados. Delitos reales cometidos por los gerentes que invadieron todas las oficinas del gobierno para estar de todos los lados del mostrador y beneficiar a las empresas que representaban. Esos que ahora reclaman la doble indemnización que no les corresponde por haber ocupado cargos políticos. Y no son acusaciones sin fundamento precisamente porque los medios hegemónicos las silencian con ostentación.
Canallas que hablan de la deuda externa como si fuera un castigo divino cuando en su momento la consideraron el maná del cielo; que la minimizan aunque sea el mayor endeudamiento de la historia. Hasta el FMI reconoce el despropósito de la situación y pide a los acreedores privados un poco de piedad. En breve, las autoridades del organismo multilateral tendrán que admitir que la no tan amada Christine Lagarde se excedió al confiar tanto en el desconfiable Gran Equipo.
Farsantes que denuncian ajuste cuando ellos casi nos asfixiaron. Ahora se rasgan las vestiduras por los haberes jubilatorios cuando hicieron lo imposible para precarizar a los jubilados. Y no hay que olvidar cómo demonizaron a los que accedieron a la jubilación por moratoria, al punto de considerarlos como beneficiarios de segunda.
Embusteros que simulan respeto por las instituciones después de aplaudir los inconstitucionales decretos del Gerente, sobre todo los que firmó después de haber perdido las elecciones para atornillar ceos y ceder tierras al principado de la CABA. Mientras sigan boqueando necedades, tendremos que perder tiempo para desarmarlas. Y así hasta que reconozcan que han sido el peor gobierno en mucho tiempo, por mentirosos, estafadores, saqueadores y muchos adjetivos más que están muy lejos del aprobado que una parte confundida de la ciudadanía otorgó con su voto.

lunes, 17 de febrero de 2020

La paja y el trigo


Los dirigentes cambiemitas son unos caraduras. Lejos de reconocer que el gobierno de Macri dejó el país al borde del abismo, cuestionan las medidas de la nueva gestión como si fueran alienígenas recién bajados de la nave nodriza. Y sus seguidores -parte del inexplicable y menguante 40 por ciento- dejan oír las quejas que durante cuatro años callaron: ahora hay inflación, el dólar está alto y los jubilados cobran poco. Hasta acusan de mentiroso a Alberto Fernández después de haber aplaudido a rabiar la ristra de patrañas del peor presidente de la historia. Sin dudas, el engaño continúa desde la oposición organizada, una vez más, por los medios de comunicación dominantes para defender los intereses de los timberos que tienen en mente fundir otra vez la economía vernácula.
Claro, que el ministro de Economía, Martín Guzmán asegure en el Congreso que las políticas económicas no estarán condicionadas por los especuladores internacionales es inaceptable para el establishment, después de cuatro años de gozar la zona liberada garantizada por el Buen Mauricio y sus secuaces. Ahora, las plumas ilustres y las voces cómplices sacan a relucir expresiones que durante cuatro años mantuvieron guardadas en los más oscuros cajones, a pesar de la hecatombe que se evidenciaba desde el primer día de la gerencia amarilla: “falta de confianza”, “malas expectativas”, “no existe plan económico”, entre muchas otras sandeces.
Tan cínicos son los partidarios del macrismo que Mario Negri calificó como “sabor a poco” la completa exposición de Guzmán en Diputados y jugó con una frase que entiende poco y nada: “los argentinos tenemos que hacer un Nunca Más de los ciclos de sobreendeudamiento pero nosotros desde el Interbloque decimos también que necesitamos un Nunca Más a los ciclos de alto déficit fiscal”. En realidad, están planteando un Nunca Más a ellos mismos, que no son más que endeudadores y deficitarios. El presidente del bloque PRO, Cristian Ritondo esputó una frase que daría para un análisis de varias páginas o un tratamiento intensivo de psiquiatría: [el ministro] "nos manifestó que no muestran la estrategia porque están jugando al póquer con los acreedores. Nosotros pedimos que las cartas estén sobre la mesa, para poder dar el apoyo del Congreso. No se puede jugar a las cartas con el futuro de 45 millones de argentinos". Justo ellos, que rifaron el país y el futuro al mejor postor, que gobernaron y endeudaron de espaldas al Congreso, vienen a simular preocupación por lo que nos puede pasar. Si queremos un Nunca Más de muchas atrocidades, estos sátrapas merecen un castigo ejemplar por lo que apoyaron, lo que hicieron y por lo que están haciendo.
Enemigos de todo
Lo hemos dicho muchas veces: esta vez, los saqueadores y sus voceros deben ser sancionados para que la sociedad comprenda que no se puede construir ningún país con especuladores, fugadores, explotadores y evasores. La deuda tomada por el Ingeniero con operadores privados y el FMI sólo sirvió para incrementar la fortuna de unos pocos: de cada diez dólares, nueve fueron a parar a guaridas fiscales. La Lluvia de Inversiones, una de las tantas promesas incumplidas, sólo fue un drenaje de divisas con la complicidad del Fondo que pagaremos entre todos en los años venideros. ¿Por qué tenemos que financiar el enriquecimiento de estos malandras? Cuando el Congreso comience a indagar sobre el movimiento de capitales de estos cuatro años, se descubrirá quiénes son los que tienen que saldar las cuentas con los acreedores, muchos de los cuales también tomaban decisiones en los despachos de la Rosada.
Por ahora, empezamos con Vicentín, una postal esclarecedora del nefasto espíritu empresarial de estos tiempos. Una empresa cerealera que ocupaba el puesto 19 en 2015 y terminó en el primero del ranking local, ahora convoca a sus acreedores porque está atravesando un “estrés financiero” a pesar de la generosa ayuda del Banco Nación al mando de Javier González Fraga. El fiscal Gerardo Pollicita ya procesó al ex funcionario por el préstamo de 18500 millones de pesos contra las reglamentaciones de la entidad y por pedido expreso del ex empresidente Macri. Claro, la empresa fue aportante de la campaña y como retribución recibió, además, un desembolso de más de cien millones de pesos en noviembre pasado, a pesar de no haber devuelto un centavo del préstamo anterior. Y por si esto fuera poco, hay un vaciamiento de la empresa a través de triangulaciones con sus sucursales de Uruguay y Paraguay. Parafraseando a González Fraga, “les hicieron creer que podían estafar al Estado y quedar impunes”.
Esta es la corrupción de verdad, la de grandes empresarios parásitos del Estado que succionan de manera permanente lo que generamos entre todos. Este es el verdadero déficit, el de un Poder Económico que gobierna siempre aunque no lo vote nadie. La corrupción está ahí y no en satélites ni bóvedas en la Patagonia. El sentido común dominante –el que se construye con lemas embrutecedores que son asimilados por el público cautivo- justifica la riqueza de los ricos y hasta aseguran que no roban cuando han amasado sus monumentales fortunas a fuerza de puro delito. El compromiso ciudadano debe descubrir, de una vez por todas, esta lógica perversa que nos obliga a escribir nuestra historia con más retrocesos que avances.
Por eso uno siente cierta irritación cuando algún transeúnte recita sin pudor que “las deudas deben ser pagadas” o que “Argentina es el país con los impuestos más altos”. Peatones aspiracionales que coinciden con el ideario de los poderosos aunque en nada se beneficien con ello. Individuos a control remoto que durante cuatro años se resignaron a tarifas impagables, inflación duplicada, precarización laboral y ahora despotrican contra el aumento otorgado a los jubilados de la mínima y beneficiarios de la AUH, apenas un par de puntos más de lo que hubiera otorgado el Gran Equipo. Claro que es poco: no se puede vivir con 16 mil pesos cuando la canasta básica supera los 40 mil. Aunque retornen los medicamentos gratuitos que el macrismo sacó, los adultos mayores deberán hacer malabares para llegar a fin de mes. El incremento de la mínima, si bien muestra una actitud diferente de los embustes del anterior gobierno, sigue siendo insuficiente para saldar la brecha en esta Argentina tan desigual. Esa es la principal deuda que el Estado tiene con el pueblo, no sólo devolver lo que la Revolución de la Alegría serruchó sino seguir conquistando derechos para que las riquezas que generamos sean realmente de todos.

jueves, 13 de febrero de 2020

Erradicar a los malos


En la reconstrucción del país después de la tormenta neoliberal nos explotan todos los días revelaciones sorprendentes. Para mal, por supuesto. Los estragos son pluri-temáticos, algunos por abandono, otros por torpeza, otros por angurria y todos atravesados por la simple maldad. Una maldad que está impresa en el ideario de la fuerza política que hoy tiene el nombre PRO, pero que siempre ha estado presente en nuestra historia para imponer un modelo perjudicial para la mayoría en beneficio de una minoría peligrosamente golosa. Que un engendro así –el interés de unos pocos que conquista las urnas- no se repita en el futuro dependerá de cómo asimilamos esta experiencia, si como el error de un grupo de personas que no supo gobernar o la aplicación exitosa de recetas para transferir recursos de casi todos a los más ricos.
No sólo asimilarla, sino trasmitirla a aquéllos que no pueden arribar a esa conclusión. Que la imagen negativa de Macri supere el 59 por ciento no garantiza que algún personaje similar no conquiste La Rosada con sus mismas tretas dentro de cuatro años. Que todos comprendamos que la atrocidad no está sólo en el Buen Mauricio, la angelical Mariú y el caballero Horacio, sino también en la impronta que representan y los trasciende es un desafío gigantesco, pero necesario. Que el gobernador de Salta, Gustavo Sáenz atribuya las muertes por desnutrición de niños wichís al descuido de sus padres y no al desmonte y la consecuente sequía no es una falla en el análisis, sino una ineludible concepción ideológica: un gobierno neoliberal se preocupa de que los ricos sean más ricos y si los pobres terminan siendo más pobres es porque no se ocupan en dejar de serlo.
Aunque algunos crean que esto es exagerado, en pos de esa idea se ordenan todos los recursos que tienen a la mano, desde los medios de comunicación concentrados hasta magistrados serviles, dispuestos a inventar cualquier cosa con tal de avalar la desigualación perpetua de la sociedad. Y no sólo para apuntalar esos preceptos sino también para evitar la difusión de los opuestos. Preceptos que van desde el rechazo del ascenso social hasta la resignación ante la miseria. Todo para que los poderosos sigan quedándose con todo.
El plan de saqueo
En este nefasto episodio y para cumplir esas metas, los cambiemitas han hecho chanchadas, no sólo con la economía. El deterioro también abarca otros ámbitos menos urgentes pero igual de importantes: la educación, la cultura y la defensa de los intereses nacionales. En ese recorrido destructivo, también se fueron enriqueciendo, como se puede corroborar con una ligera lectura de sus declaraciones patrimoniales, tan truchas como ellos.
Para lograr este objetivo, tuvieron que construir un enemigo discursivo con el apoyo infaltable de los medios de comunicación hegemónicos y su persecutorio denuncismo sin pruebas y uni-direccionado. Algunos jueces cómplices –con patrimonios también sospechosos- jugaron el indignante papel de convertir esas fantasías en investigaciones judiciales y, con la complicidad de camaristas y hasta de los miembros de la Corte Suprema, lograron esbozar mamarrachos leguleyos que están camino a juicios.
Con testigos comprados o amenazados, dieron algo de verosimilitud a la ficción, como el caso del chofer Centeno y sus Cuadernos Quemados o la esfumada Miriam Quiroga, que hasta llegó a publicar un libro de memorias como “secretaria y amante” de Néstor Kirchner. Una vergüenza inaceptable en cualquier país que se pretende serio y democrático. Así, cualquiera es víctima del Poder Real aunque no haya hecho nada malo. Lo hemos visto en el gobierno anterior con la persecución de tuiteros y bloggers. Con estas telenovelas alimentaron los prejuicios del público cautivo hasta convertirlos en desprecio al otro, en odio incontenible a políticas más justas e inclusivas.
Ahora, como un frágil castillo de naipes, ese entramado mafioso de causas inventadas y acusados inocentes se está desarmando. El caso del falso abogado Marcelo D’alessio, que instruye el juez de Dolores, Alejo Ramos Padilla está revelando una asociación ilícita entre agentes de inteligencia, fiscales, jueces y funcionarios políticos, como la ex ministra de Seguridad –avergüenza nombrarla así- Patricia Bullrich. El intercambio de mensajes entre el espía y la ex funcionaria muestran una cercanía y complicidad pocas veces vista con tanta claridad. Y la burla de la impresentable Bullrich fue la explicación de que su nieto usaba su teléfono para jugar. Y pensar que algunos todavía la toman en serio.
Como a la otrora hormiguita, Graciela Ocaña, que quedará para la historia como la peor ministra de Salud y como la más eficaz obsecuente del establishment. La verdad le dio un esquinazo a su afán embaucador. Cuatro años atrás, Ocaña denunció a Oscar Parrilli por encubrimiento a Ibar Pérez Corradi, aunque el ex funcionario de la AFI había aportado material al fiscal que investigaba el Triple Crimen. El juez Ariel Lijo, después de investigar todo este tiempo, resolvió dictar la falta de mérito, pero no hay ninguna sanción para Ocaña, que denunció falsamente a un inocente. Con los fondos públicos malgastados en todo el proceso, el personaje se eyectó como figura pública preocupada por la honestidad ajena; hizo campaña política con el dinero de todos.
Y con el dinero de todos, el ex ministro de Justicia, Germán Garavano, compró el testimonio de un arrepentido de no se sabe qué para meter preso a Amado Boudou. Un hotel boutique a cambio de mentiras para confirmar la no demostrada patraña de que “los k se llevaron todo”. Y, lejos de pedir disculpas por el daño que han hecho en la conciencia colectiva, los medios dominantes y sus monigotes periodísticos tratan de sembrar la discordia con un tema que ni les interesa: si hay presos políticos o detenidos arbitrariamente.
No hay nada de eso, sino una mafia enquistada en el país que nos estafa y nos esquilma desde hace mucho tiempo. Con la pantalla de empresarios serios y preocupados por el destino del país, acomodan las fichas de este siniestro juego para ser los eternos ganadores. Sin límites ni pudor, convierten todo en mercancía y cada paso es pura especulación. La fortuna que ostentan es la deuda que siempre hemos tenido sobre nuestros lomos. Estos ricachones despiadados son los únicos parásitos que entorpecen nuestro futuro y si queremos seguir andando debemos exigir que paguen de una vez por todas todo lo que nos deben por el daño que nos han hecho. Y garantizar por la fuerza de la ley que no lo puedan hacer nunca más.

lunes, 10 de febrero de 2020

De la ciénaga al jardín


Aunque parezca mentira –y sin demasiado esfuerzo- empiezan a notarse los contrastes a dos meses de la asunción del gobierno de Les Fernández. Tampoco sin fanatismo. No lo nota quien no quiere pero el aire empieza a ser más respirable, a pesar de las marcas térmicas agobiantes de la semana pasada en algunos puntos del país. Claro que no es un jolgorio y la reconstrucción no es un sendero de rosas pero, en comparación con la Revolución de la Alegría, hay un horizonte menos infeliz. Al menos con la convicción de que cada día estaremos un poco mejor y no lo contrario, como ocurría con el Farsante y su Gran Equipo.
Los casos empiezan a inflar el ánimo, como los veraneantes en centros turísticos locales, la reapertura de algunas fábricas y el lento incremento del consumo. De a poco, nos animamos a asomar la cabeza, seguros de que la tormenta amarilla se alejó por un tiempo. Los Precios Cuidados vuelven a cuidar un poco nuestros bolsillos y eso despierta algo de entusiasmo en los consumidores. La Tarjeta Alimentaria alienta la compra de productos saludables. Algo hay en el ambiente que permite distendernos. Lejos del tipo que nos retaba por andar en patas, que cercenaba derechos, que recortaba lo indispensable, que nos amenazaba a cada rato, que nos embaucaba en sus discursos; lejos de ese tipo, las cosas empiezan a andar mejor.
Mientras el Ingeniero que nos endeudó a cien años afirma que no tuvo la culpa de nada, el Primer Mundo se conduele con nuestros pesares y promete estar de nuestro lado. Hasta la nueva titular del FMI simula entender nuestras razones y echó a su segundo, David Lipton, emisario de Donald Trump y responsable del desmesurado crédito concedido a Macri. Quizá empiezan a comprender la metida de pata de ese préstamo histórico destinado sólo a la fuga de capitales, en contra de lo dictaminado por su estatuto. Todos han contribuido a la dramática situación de las finanzas nacionales después de que el Buen Mauricio abriera las puertas para la invasión de los depredadores. Ahora todos se hacen los sorprendidos y se calzan una máscara de comprensión, pero nadie protestó cuando Christine Lagarde –de la que debíamos enamorarnos- concedió al gobierno amarillo una cifra abultadísima que convirtió a la Argentina en el principal deudor del Fondo.
Desde Cuba, la otra Cristina –de la que muchos sí están enamorados- realizó la primera presentación en el exterior de su libro Sinceramente y allí lanzó una idea que podría convertirse en mandato constitucional: “así como hubo un ‘Nunca Más’ a los golpes de Estado que permitieron asegurar la continuidad democrática, debería haber una investigación similar sobre la deuda”. Primero, para evitar que irresponsables y ladinos nos hagan retroceder unos cuantos casilleros cada tantos años; y segundo para desalentar que los necios minimicen las consecuencias, como Patricia Bullrich que, lejos de cualquier experticia, consideró que “todo lo que se dice sobre la deuda consiste en una exageración del gobierno de Alberto Fernández para tener más tiempo". Predecible y lamentable.
Hacia una nueva Justicia
Los medios hegemónicos están desconcertados porque no saben cómo alentar el desaliento: el fracaso del candidato del establishment ha sido tan rotundo que hasta los cautivos se están dando cuenta. Por eso tratan de poblar las pantallas con videos de robos o peleas callejeras para construir un clima decadente. Ahora encontraron una brecha que intentan ensanchar con interpretaciones forzadas y titulares amañados: si hay o no presos políticos en Argentina. Y si la están aprovechando es porque ahí está la trampa.
Tanto el Presidente como su Jefe de Gabinete sostienen que hay ‘detenciones arbitrarias’ y no ‘presos políticos’. Sin embargo, muchos de los que se identifican con el Frente de Todos aseguran que Milagro Sala, Amado Boudou, Julio de Vido y muchos otros están detenidos injustamente como consecuencia de una persecución política pergeñada por Macri y sus secuaces. Lo mismo pero dicho desde responsabilidades institucionales diferentes. Si Alberto los nombrara como presos políticos, debería ordenar su liberación porque –como es presidente- ya son sus presos. En cambio, son decisiones judiciales las que provocaron la ilegalidad y debe ser el propio Poder Judicial el que resuelva el embrollo. Si no lo hace, justificaría plenamente una reforma y saneamiento de ese poder del Estado.
Si Alberto se metiera en eso, daría argumentos a los detractores en el sentido de garantizar la impunidad de los chorros K y no puede perder tiempo contestando tonterías y explicando cien veces lo que ya todos saben: que Milagro Sala está presa para que Gerardo Morales pueda desgobernar Jujuy a su antojo; que Boudou lo está por una venganza del Grupo Clarín por las AFJP y Ciccone Calcográfica; y que Julio de Vido le cae mal y de alguna manera querían castigarlo. Y éstos no son los únicos, porque la lista es extensa.
Si Alberto hablara de presos políticos, habilitaría que, cuando Macri y sus vándalos empiecen a desfilar por los Tribunales Federales como merecen, la prensa apologista del gobierno anterior utilice el mismo mote para estos delincuentes de verdad, comunes y a gran escala. La persecución la encaró Mauricio Macri aprovechando un brazo mercenario que no es propio, el de los medios hegemónicos y algunos jueces y fiscales que ocupan lugares inmerecidos. Por ahí debe pasar cualquier reforma que garantice la construcción de un país más vivible, sin los aprietes mafiosos de los grandes empresarios -los verdaderos corruptos de siempre- y el aval de magistrados cómplices.
Bonadío murió con las botas puestas, sin bajarse del lawfare al que se trepó sin dudar. Sus causas caerán cuando empiecen a prepararse para los juicios orales. La Corte Suprema debería poner fin a tanto descalabro y no esperar que mueran los jueces injustos. Algo debería pasar con las declaraciones del Supremo jujeño, Pablo Baca, en las que reconoció que la prisión de Milagro es un capricho del gobernador, en ciega obediencia a Pedro Blaquier. Algo debe cambiar en serio si queremos instaurar el Nunca Más para todo aquello que nos dificulta llegar al país que los justos queremos convertir en realidad.

jueves, 6 de febrero de 2020

Abstinencia de lágrimas


El Juez ha muerto. ¿Viva el Juez? No, ya no vive. Panegíricos de un lado, diatribas del otro. Los primeros, infundados; las segundas, más razonables. “No hay que celebrar una muerte”, dicen unos; “nadie la celebra porque murió impune”, dicen otros. Todos llamaban la Embajada a su juzgado, porque allí no regían las leyes argentinas, sino las propias; un embajador de un país sin justicia pero con mucha venganza y nada de vergüenza. Hasta se dio el gusto de matar por la espalda a dos supuestos delincuentes y salir como héroe, como siempre sucede con los que están de aquel lado. Doctrina Chocobar pero veinte años atrás, cuando ese apellido aún no era famoso. Un mercenario, un pistolero, un sirviente. Héroe para unos, villano para otros. Como sea, murió y eso nadie lo discute.
El peor lado perdió a su mejor combatiente, un perseguidor implacable que –como circuló en las redes- estaba obsesionado con meter a Cristina presa y murió con ella como presidenta. Lo único que logró fue enloquecer de odio, perder los estribos, convertirse en el peor de todos los jueces. Algunos querrán hacerlo estatua, santo o ejemplo, aunque sepan que no alcanzó la talla para eso. Con éstos no hay conciliación posible. Los que lo lloran –familiares incluidos- han gozado de su corrupción y no merecen condolencias: lloran por alguien que no vale ni una lágrima.
Bonadío será el paradigma vernáculo del lawfare, el arma del establishment para demonizar y encarcelar a los que no pueden combatir con las reglas de la democracia: gracias a él tuvimos al peor de los presidentes. Causas inventadas que inspiran procesos amañados que no tienen fin. Tampoco fundamento. Bonadío fue el inventor de las causas paralelas para poder hacer el mayor daño posible y el beneficiado por la manipulación de los sorteos para que todas le toquen a él. Su obra máxima –la más celebrada por la prensa hegemónica- es la mega Causa de los Cuadernos Quemados, una superproducción inverosímil que sólo pueden creer los que viven desbordados de odio. Sin pruebas y con muchos “arrepentidos” apretados convirtió su desprecio en un juicio oral para beneplácito del Círculo Rojo, para que los periodistas “independientes” puedan destilar veneno con editoriales cargados de denuncias sin sustento.
Pero hay más, por supuesto, porque se esforzó mucho para complacer al Poder Real. Entre otras cosas, transformó el Memorando con Irán en traición a la Patria, uno de esos trucos que sólo se puede lograr con todas las propaladoras de estiércol actuando a su favor. Con esto impidió que uno de los imputados, Héctor Timerman, pudiera viajar a EEUU para tratar su cáncer. Ésta será su peor mancha, aunque hay unos cuantos que la consideren un trofeo.
Desde el verano pasado sabía que su enfermedad no le permitiría vivir por mucho más tiempo. Con la muerte pronta como horizonte, entre operaciones, tratamientos y licencias siguió siendo el peor. ¿Qué clase de Justicia puede ejercer alguien que tiene pocos meses para destruir a su más odiada víctima? Desesperación ante el final, con la complicidad de todos los que le rodeaban. Bonadío murió y el poeta uruguayo Mario Benedetti escribió un poema para él casi cincuenta años antes de que este hecho ocurriera.   
 […] El monstruo prócer
Se acabó para siempre
Vamos a festejarlo
A no ponernos tibios
A no creer que este es un muerto cualquiera
Vamos a festejarlo
A no volvernos flojos
A no olvidar
Que éste es un muerto de mierda.

lunes, 3 de febrero de 2020

Chau animalitos


Para algunos, retornar a los billetes con figuras ilustres es un cambio de época. Los adoradores de animalitos en vías de extinción se quedarán con las ganas hasta el retorno de algún gobierno superficial que los imponga en lugar de personas. No sólo superficial, sino también hipócrita porque la extinción es producto de la sobre explotación de la tierra, la deforestación, la sojización y los agrotóxicos de los que avalan gobiernos como ésos. Poner animalitos es el primer paso para desidiologizar a la población y colonizar su conciencia. Por eso es saludable construir nuestra memoria en los billetes con los próceres habituales y también con los no habituales. Junto a San Martín, Belgrano o Dorrego podrán estar Spinetta, Mercedes Sosa, Tato Bores, María Elena Walsh, Atahualpa Yupanki o René Favaloro que aportaron talento, compromiso y belleza en todas sus variantes.
La experiencia neoliberal hasta en eso fue fallida: esa cruzada pseudo ecológica se convirtió en burla, no sólo por las poco cuidadas ilustraciones sino también por la efímera duración del valor que representaban. Pero ya fue: pronto esos billetes absurdos quedarán para la peor parte de la historia; para el anecdotario del ridículo. No fue lo más dañino que hicieron los cambiemitas al frente del país. Además de deteriorar la vida cotidiana de millones, ostentaron una maldad nunca antes vista en democracia; un desinterés por el patrimonio de todos, como revela Juan José Ganduglia en una entrevista publicada por Letra P: durante el gobierno de Cristina se había hecho un proyecto de recuperación arquitectónica, arqueológica, museológica y patrimonial, “hasta que llegó Mauricio Macri y hubo un abandono terrible. Yo igual ya tenía el antecedente de que a Macri no le interesaba el patrimonio para nada”. Y sí, los PRO son tan brutos que tumbaron una escalera histórica que debía preservarse y hasta colgaban los sacos en una escultura de Pérez Celis.
Cada día aparece una muestra más de la barbarie de los Gerentes que usurparon La Rosada, ricachones nada domesticados y muy acostumbrados a romper lo que no entienden o no pueden poseer. O lo que no necesitan, como el gigantesco natatorio construido por la Tupac Amaru en Alto Comedero que destruyeron con saña o las cien mil netbook que no distribuyeron por malsana dejadez y ahora no sirven más; o las vacunas en la aduana o en los depósitos de algún ministerio; como los libros destinados a los alumnos de las escuelas públicas que decidieron no entregar o los documentos de la causa AMIA, que escondieron en un sótano húmedo. Sin dudas, hicieron lo que había que hacer: reprimieron, empobrecieron, persiguieron, endeudaron, regalaron, blanquearon, fugaron y a pesar de todo esto, muchos los siguen avalando y hasta los volverían a votar. Uno no sabe si tildarlos de necios, cómplices o masoquistas. O tan malvados como los vándalos amarillos.
Strip tease del horror
Idiotizados por titulares engañosos o falaces. Enceguecidos por el odio de una clase a la que no pertenecen. Extraviados por conceptos que ni entienden. Repetidores de ideas que ni piensan. ¡Cuántos habrán expresado antes de votar por Macri el falso apotegma “los ricos no necesitan robar”, sin considerar que los muy ricos han amasado fortunas con la explotación, la evasión y la especulación, formas elegantes de robo! Indignados por la corrupción K que aún no ha sido demostrada en los tribunales que ni se inmutan por el latrocinio M, cuyas pruebas están a la vista. Mientras tuvieron que sobornar a Alejandro Vanderbroele con un millón y medio de pesos para condenar a Boudou, el ex secretario del ministerio de la Producción y Trabajo, Rodrigo Sbarra –que había olvidado diez mil dólares en un cajón- tuvo un crecimiento patrimonial monstruoso –de un millón de pesos a treinta- pero la chorra sigue siendo Cristina.
Las causas contra los K están plagadas de irregularidades: cuadernos quemados, prisiones sin condena, testigos adornados o amenazados, pruebas falsas, peritajes amañados, espionaje y escuchas ilegales y jueces dispuestos a llevarse la justicia por delante con tal de complacer al establishment. Tan desprolijos son los procesos que terminarán en juicios nulos y allí estará la prensa dominante para instalar en los cautivos la idea de la impunidad.  
En realidad, el más impune de todos es Macri, contrabandista perdonado, evasor confeso, estafador compulsivo, fugador serial. ¿Qué dirán los caceroleros anti K cuando el Ingeniero empiece su gira por Comodoro Py antes de asumir el objetado cargo en la FIFA? ¿Estarán al tanto de las tres causas que podrían complicar su futuro? ¿Dirán que es persecución política que Macri sea indagado por la maniobra de los peajes, con la que su empresa ganó 500 millones de dólares y una prórroga dudosa de la concesión de las autopistas? ¿Creerán que el Buen Mauricio es una “víctima de la dictadura K” cuando deba dar cuenta del pase de manos de los parques eólicos a la empresa española Isolux –en crisis y deudora del Banco Nación- con el que ganó 48 millones de dólares? ¿Dudarán de la Justicia cuando el ex empresidente se siente en el banquillo por la estafa que Socma –la empresa familiar- ejerció contra el Estado con el Correo Argentino 18 años atrás?
Pero hay un público tan cautivo que de estas cosas ni se entera o trata de ignorarlas: han sido educados por la tele para odiar al populismo y para obedecer a sus explotadores. Tan educados que durante años han denostado a los que obtuvieron sus jubilaciones con moratoria de aportes como si eso fuera una ilegalidad y habrán aplaudido cuando el Farsante las degradó a pensiones. Ahora que el ministerio de Desarrollo Productivo y la AFIP anunciaron una moratoria fiscal para monotributistas y pymes con una quita de 42 por ciento de intereses, condonación de multas y planes de pago hasta diez años, ¿pensarán que son menos empresarios por acogerse a este beneficio? Por supuesto que no: sólo alzan su voz cuando los beneficios alcanzan a los más vulnerados; desprecian más a los que están un par de escalones más abajo que a los que los pisotean desde las alturas.
En fin, hay que seguir batallando para reconstruir una conciencia colectiva que perdure más allá de las elecciones y que ayude a reconocer quiénes son los enemigos de nuestra dignidad, aunque se presenten maquillados, sonrientes, rodeados de globos y bailoteando canciones festivas. Aprender que cuando aparecen como mansos corderos, más feroz es el lobo que se esconde debajo del disfraz.

Un viernes negro

  La fortuna nos dio una chance. El disparo no salió, pero podría haber salido . El feriado del viernes es un casi duelo. La ingrata sorpres...