Cada tanto recuerdo esta idea: “el todo es más que la suma de las partes”.
A veces sirve para iluminar mucho y
otras, para oscurecer más. O para entender poco y nada de una totalidad que
se va construyendo con el paso de los
días. La semana pasada, una frase del presidente Alberto Fernández provocó desconcierto en una parte
importante de la opinión pública. También
dolor. Una idea en contradicción con lo que uno supone que representa. La
mirada sobre la dictadura y el Nunca Más condiciona
la percepción que tenemos del otro: es un aspecto importante del pensar; un límite que sugiere el todo. Desde el
retorno a la democracia, muchas metáforas han elaborado los apologistas del terrorismo de Estado para garantizar la impunidad
de los genocidas. La idea de “dar
vuelta la página” en boca de un protagonista del fin de las “leyes del perdón” opacó por unos días la adhesión al camino que recorre el
oficialismo para reconstruir el país que destruyó La Revolución de la
Alegría.
Las disculpas suavizan la
tensión, pero no eliminan la calificación de “inconducta de algunos” a los que secuestraron, torturaron y desaparecieron a 30000 argentinos. No
fue la “inconducta de algunos” sino
un plan imperial para eliminar la
resistencia al neoliberalismo naciente. Y si queremos construir una nación,
no se puede “dar vuelta” una página
que aún no se ha terminado de escribir:
un capítulo que sólo verá su fin cuando todos
los militares y civiles que pergeñaron, ejecutaron y explotaron el terror
de esos años terminen condenados en serio. Pero terminar un capítulo no es
olvidarlo y menos éste, que marca el fin
de los tiempos más oscuros de nuestra historia.
Un episodio que distorsiona la percepción del todo, si
consideramos el Todo a estos dos meses y pico de gobierno. Una parte de esta
suma que sugiere un Todo, pero que aún
no lo constituye. Las disculpas forman parte de este recorrido y marcan una
diferencia con las no-disculpas del Buen
Mauricio cuando calificó como “un curro”
los DDHH. Allí, Macri mostró su pensar, exhibió con brutal sinceridad su adhesión a la dictadura y por eso no presentó
disculpas. También dijo alguna vez que la dictadura es “algo terrible que nos pasó”, como si hubiéramos sido víctimas de un fenómeno natural. Y en
el caso del Ingeniero, esa parte
coincide con el Todo que construyó durante su mandato presidencial. Con
Alberto, todavía no: apenas un doloroso
fallido que costará remontar.
El
camino es otro
Hasta ahora, muchas de las
medidas, gestos y declaraciones marcan la intención de reparar los daños producidos adrede por el macrismo, atenuar la
brecha entre ricos y pobres y reconstruir
los símbolos vandalizados. Mientras se negocian las condiciones del pago de
la deuda descomunal tomada por la
gestión amarilla, se investiga quiénes
fugaron y se beneficiaron con las acreencias. Hasta el mismo Macri se
convirtió en un bonista especulador
capaz de reclamar más de lo que corresponde. Si esta parte se toma con
seriedad, nueve de cada diez dólares
contraídos deberán ser pagados por los saqueadores. Si no, será uno de los
tantos tragos amargos del posibilismo
reformista.
La reapertura de Tecnópolis es un episodio memorable
después del atroz abandono al que la
sometió el peor gobierno de la democracia. Y a la par, un nuevo satélite
argentino ocupará su espacio dentro de un mes y el ARSAT 3 vuelve a estar en
marcha después de la farsa de los
últimos cuatro años. Pero, mientras se anuncia el izamiento de la Bandera
en el museo de Malvinas, pocos reclaman los
lingotes de oro que el cipayo Mauricio envió a Londres como tributo al
Imperio usurpador.
Las partes del Todo es el
recorrido de este apunte. Partes auspiciosas, como el retorno de las paritarias, el intento de recuperar el poder
adquisitivo del salario y la Tarjeta Alimentaria que incentiva el consumo
popular tan saludable para un
capitalismo con atenuada generosidad. Partes alentadoras, como la discusión
sobre los privilegios de jueces y diplomáticos, no sólo con sus
desproporcionados haberes jubilatorios sino también con la auto-excepción del mal llamado Impuesto a las Ganancias.
Partes para coincidir, como el aumento de tres puntos porcentuales en las
retenciones a las exportaciones primarias. Falta que aconsejen a los agrogarcas
reconvertirse, como hicieron los cínicos
cambiemitas a las pymes que caían o que se dediquen a la cerveza artesanal
o al pilotaje de drones, como sugerían a
los desocupados para aplaudir con fervor este nuevo episodio de la Guerra de los Estancieros.
Muchas partes se suman para un Todo alentador; otras aportarán más
de acuerdo si los resultados coinciden
con lo esperado; pero está esa parte que sonó a desmemoria, aunque no era ésa la intención. Del afán
conciliador deviene un deliz como éste.
El futuro dirá si suma o resta esa parte del Todo que nunca debió haber existido.
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