Los dirigentes cambiemitas son unos caraduras. Lejos de reconocer que el gobierno de Macri dejó el
país al borde del abismo, cuestionan las medidas de la nueva gestión como
si fueran alienígenas recién bajados de la nave nodriza. Y sus seguidores
-parte del inexplicable y menguante 40 por ciento- dejan oír las quejas que durante cuatro años callaron:
ahora hay inflación, el dólar está alto y los jubilados cobran poco. Hasta
acusan de mentiroso a Alberto Fernández después de haber aplaudido a rabiar la ristra de patrañas del peor presidente de
la historia. Sin dudas, el engaño continúa desde la oposición organizada,
una vez más, por los medios de comunicación dominantes para defender los intereses de los timberos que
tienen en mente fundir otra vez la economía vernácula.
Claro, que el ministro de
Economía, Martín Guzmán asegure en el Congreso que las políticas económicas no
estarán condicionadas por los especuladores internacionales es inaceptable para el establishment, después de cuatro años de gozar la zona
liberada garantizada por el Buen
Mauricio y sus secuaces. Ahora, las plumas ilustres y las voces
cómplices sacan a relucir expresiones que durante
cuatro años mantuvieron guardadas en los más oscuros cajones, a pesar de la
hecatombe que se evidenciaba desde el primer día de la gerencia amarilla: “falta de confianza”, “malas expectativas”,
“no existe plan económico”, entre muchas otras sandeces.
Tan
cínicos son los partidarios del macrismo que Mario Negri calificó como “sabor a poco” la completa exposición de
Guzmán en Diputados y jugó con una frase
que entiende poco y nada: “los
argentinos tenemos que hacer un Nunca Más de los ciclos de sobreendeudamiento
pero nosotros desde el Interbloque decimos también que necesitamos un Nunca Más
a los ciclos de alto déficit fiscal”. En realidad, están planteando un Nunca Más a ellos mismos, que no son más que
endeudadores y deficitarios. El
presidente del bloque PRO, Cristian Ritondo esputó una frase que daría para un análisis de varias páginas o un tratamiento
intensivo de psiquiatría: [el ministro] "nos
manifestó que no muestran la estrategia porque están jugando al póquer con los
acreedores. Nosotros pedimos que las cartas estén sobre la mesa, para poder dar
el apoyo del Congreso. No se puede jugar
a las cartas con el futuro de 45 millones de argentinos". Justo
ellos, que rifaron el país y el futuro al mejor postor, que gobernaron y endeudaron de espaldas al
Congreso, vienen a simular preocupación por lo que nos puede pasar. Si
queremos un Nunca Más de muchas atrocidades, estos sátrapas merecen un castigo ejemplar por lo que apoyaron, lo que
hicieron y por lo que están haciendo.
Enemigos
de todo
Lo hemos dicho muchas veces: esta
vez, los saqueadores y sus voceros deben ser sancionados para que la sociedad
comprenda que no se puede construir
ningún país con especuladores, fugadores, explotadores y evasores. La deuda
tomada por el Ingeniero con operadores privados y el FMI sólo sirvió para
incrementar la fortuna de unos pocos: de
cada diez dólares, nueve fueron a parar a guaridas fiscales. La Lluvia de Inversiones, una de las tantas
promesas incumplidas, sólo fue un
drenaje de divisas con la complicidad del Fondo que pagaremos entre todos
en los años venideros. ¿Por qué tenemos
que financiar el enriquecimiento de estos malandras? Cuando el Congreso
comience a indagar sobre el movimiento de capitales de estos cuatro años, se
descubrirá quiénes son los que tienen
que saldar las cuentas con los acreedores, muchos de los cuales también
tomaban decisiones en los despachos de la Rosada.
Por ahora, empezamos con
Vicentín, una postal esclarecedora del
nefasto espíritu empresarial de estos tiempos. Una empresa cerealera que
ocupaba el puesto 19 en 2015 y terminó en el primero del ranking local, ahora convoca a sus acreedores porque está
atravesando un “estrés financiero” a
pesar de la generosa ayuda del Banco Nación al mando de Javier González
Fraga. El fiscal Gerardo Pollicita ya procesó al ex funcionario por el préstamo
de 18500 millones de pesos contra las
reglamentaciones de la entidad y por pedido expreso del ex empresidente Macri. Claro, la empresa fue aportante de la
campaña y como retribución recibió, además, un desembolso de más de cien millones de pesos en noviembre pasado,
a pesar de no haber devuelto un centavo del préstamo anterior. Y por si esto
fuera poco, hay un vaciamiento de la empresa a través de triangulaciones con sus sucursales de Uruguay y Paraguay.
Parafraseando a González Fraga, “les hicieron creer que podían estafar al
Estado y quedar impunes”.
Esta es la corrupción de verdad,
la de grandes empresarios parásitos del
Estado que succionan de manera permanente lo que generamos entre todos.
Este es el verdadero déficit, el de un Poder Económico que gobierna siempre aunque no lo vote nadie. La corrupción está ahí y
no en satélites ni bóvedas en la Patagonia. El sentido común dominante –el que se construye con lemas
embrutecedores que son asimilados por el público cautivo- justifica la
riqueza de los ricos y hasta aseguran que no roban cuando han amasado sus monumentales fortunas a fuerza de puro delito.
El compromiso ciudadano debe descubrir, de una vez por todas, esta lógica
perversa que nos obliga a escribir
nuestra historia con más retrocesos que avances.
Por eso uno siente cierta
irritación cuando algún transeúnte
recita sin pudor que “las deudas
deben ser pagadas” o que “Argentina
es el país con los impuestos más altos”. Peatones aspiracionales que coinciden con el ideario de los poderosos
aunque en nada se beneficien con ello. Individuos a control remoto que
durante cuatro años se resignaron a
tarifas impagables, inflación duplicada, precarización laboral y ahora
despotrican contra el aumento otorgado a los jubilados de la mínima y
beneficiarios de la AUH, apenas un par de puntos más de lo que hubiera otorgado
el Gran Equipo. Claro que es poco: no se
puede vivir con 16 mil pesos cuando la canasta básica supera los 40 mil.
Aunque retornen los medicamentos gratuitos que el macrismo sacó, los adultos mayores deberán hacer malabares
para llegar a fin de mes. El incremento de la mínima, si bien muestra una actitud diferente de los
embustes del anterior gobierno, sigue siendo insuficiente para saldar la
brecha en esta Argentina tan desigual. Esa es la principal deuda que el Estado tiene con el pueblo, no sólo
devolver lo que la Revolución de la
Alegría serruchó sino seguir
conquistando derechos para que las riquezas que generamos sean realmente de
todos.
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