La
meritocracia –tan debatida en estos
días- porta más perjuicios que bondades.
En principio, parece ideal un sistema que premie a los que demuestran tener
méritos suficientes para el lugar que intentan alcanzar en la sociedad, aunque incluya competencia permanente y
aliente posiciones individualistas. Hasta puede parecer tentadora una
sociedad en la que cada miembro deba
superarse a sí mismo a toda hora todos los días, más allá de lo agotador
que resulte. Sin embargo, hay dos aspectos que convierten en imposible este
peligroso ideal: el punto de partida y
los encargados de establecer las metas. Si todos los participantes están en
condiciones de igualdad al momento de comenzar la carrera y si las reglas
fueron convenidas y no impuestas, podría
empezar a discutirse la posibilidad de la meritocracia. Como el mundo es
desigual desde hace mucho tiempo y está gobernado por una minoría insaciable, instaurarla no sería más que un intento de
legalizar la explotación de una mayoría cada vez más empobrecida.
La
meritocracia encierra la promesa de un ascenso social de escalones bajos pero
muy difíciles de escalar. Las exigencias
son ilimitadas y los premios, exiguos. Sumisión, obediencia, humildad y una
dedicación rayana a la obsecuencia componen el entramado del sayo que debe
vestir el aspirante. La única ambición
es despertar la complaciente sonrisa del Amo Invisible representado por un
igual que está apenas unos escalones más arriba. El mayor temor, que un fallo nimio provoque el escarnio de descender
unos peldaños o quedar fuera del juego. A pesar de estos riesgos, la
meritocracia destila un tentador aroma
posmoderno y encierra una irresistible lógica mundana. Hasta parece un
método justo y amable de ordenar la sociedad. Y, sobre todo lima las asperezas ideológicas que encierra
toda relación laboral.
La
meritocracia es muy PRO y como no podía ser de otra manera, el empresidente Macri firmó un convenio con
Arcos Dorados-Mc Donald’s Argentina para concretar la promesa del programa
Primer Empleo. Esta empresa imperial de comidas rápidas es el emblema del sistema de felicidad
explotadora meritocrática y
ofrece 5 mil puestos de trabajo para jóvenes de sectores vulnerables. Para el
ministro de Trabajo Jorge Triaca, “a
partir de este tipo de acciones, muchos podrán acceder al primer empleo y
adquirir los conocimientos básicos para incorporarse al mercado del trabajo”. Siempre y cuando acepten trabajar 30 horas
semanales por 4800 pesos al mes. Y además, el Estado se vuelve cómplice de la explotación al abonar casi
un tercio del salario para beneficiar, una vez más, a los que más tienen.
Como contrapartida, los amarillos dan la
espalda a las cientos de cooperativas que se han formado en estos años para
brindar dignidad a miles de trabajadores.
Excesos de los participantes
Pero
la meritocracia PRO es todoterreno. En estos días hemos presenciado las más ominosas muestras de este perverso
modelo. Algunos participantes hacen lo imposible para seguir en carrera,
aunque deban ofrendar lo poco que les
queda de dignidad. El establishment es severo a la hora de evaluar a los
jugadores y nada puede atenuar su sentencia. Por eso, lo más conveniente es satisfacer sus exigencias, por más absurdas que
sean. Margarita Barrientos, la militante mimada por los amarillos, tuvo que
hacer una recorrida mediática para trepar un poco la escalera. La opereta tenía como objetivo horadar
la figura del Papa que, según parece, no
hace más que destinar su simpatía hacia el ideario K.
Cuando
Bergoglio se transformó en Francisco, los miembros del Círculo Rojo esperaban tener en el Vaticano un aliado para la
restauración. Pero no, lejos del Papa opositor que deseaban tres años
atrás, se toparon con uno casi camporista. Después de encontrarse
muchas veces con Cristina y manifestar un “especial
afecto”, los voceros del Poder Real comenzaron a cuestionar sus gestos. Y a enloquecer con sus mensajes en contra
del capitalismo salvaje y el consumismo enfermizo. El rictus malhumorado
del Sumo Pontífice al recibir a Macri ya como presidente indignó a los que se
desesperan por mostrarse oficialistas. Y
ahora que recibirá a Hebe de Bonafini lo han convertido en el anticristo. Los pucheritos de
Barrientos ante las cámaras intentaban evidenciar que Francisco ha tomado
partido por un lado de la grieta y no el oscuro,
precisamente. La fundadora del Comedor
Los Piletones padece las consecuencias de sus contradicciones. Que un pobre
apoye a un gobierno para ricos es mucho más que un error de clase, más aún
cuando ella misma reconoce que desde la asunción de Macri se incrementó en un 50 por ciento los que van a comer a su institución.
Pero
no es el único personaje que deja todo en pos del ascenso social. Otro que se
inmola por la causa anti-K es el juez Claudio Bonadío, que no se inhibe de crear adefesios procesales con tal de brindar titulares
al Grupo Clarín. Hasta sus superiores de la Sala II de la Cámara Federal admiten
que el multi-denunciado magistrado siempre incurre en numerosas irregularidades en cada causa que cae en sus manos. Con
el procesamiento a Cristina, Axel Kicillof y otros ex funcionarios está pidiendo a gritos su destitución, pues
no hay delito en el caso del dólar futuro. Por el contrario, los sospechosos
están del otro lado y son los actuales funcionarios que devaluaron la moneda para obtener enormes ganancias con esa operación.
Si no hubieran tomado esa medida, el
Banco Central hubiera ganado, en lugar de perder. Pero como el mamarracho
de Hotesur se está desarmando y el lavado de dinero de Lázaro Báez se aproxima cada vez más a Macri, nada
mejor que un bochornoso proceso para distraer la atención.
El
juego de la meritocracia es muy cruel. Todos los participantes pierden una parte de sí mismos con cada
escalón que superan. Los que llegan no son como eran y se transforman en seres viles, desconfiados, traicioneros,
engreídos. Aunque se crean cerca de la cima, siempre les quedará un poco de
ser para abandonar y algunas dignidades que pisotear. Y la mirada del Amo nunca los abandonará para premiar o castigar cada
paso.
Como
triste consuelo, Macri no es el Amo, sino
apenas un participante destacado. Tanto él como sus funcionarios compiten
en esta carrera por el mérito. La mirada
que evalúa está más allá de nuestras fronteras. Por eso hacen buena letra y
amoldan el país a los requerimientos
del Norte; por eso hablan de libertad de comercio y supermercado del mundo; por
eso buscan sancionar las huelgas; por eso fueron los primeros en reconocer el golpe de Estado en Brasil; por eso
abren las puertas a la especulación financiera. Porque quieren obtener las caricias de los poderosos, aunque para ello
deban someter al pueblo que dicen representar. De esta manera, alcanzarán destacados
puestos en los cuadros de honor de alguna oficina en Wall Street, pero jamás conquistarán el corazón de los que
confiaron en ellos. Engaños y traiciones sólo figuran en las peores páginas
de los libros de historia y los
amarillos ya tienen ganado su lugar.
Siempre muy atinados tus comentarios.
ResponderBorrarUn saludo.
Excelente descripción...
ResponderBorrarGracias por tus publicaciones !!
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