Esta semana comenzó con la indagatoria de Boudou
y las pintorescas interpretaciones de
las plumas que insisten con la novelesca trama de la causa Ciccone. Mientras
erigen como ciudadano ilustre al
fiscal José Campagnoli y evitan
mencionar a Macri para no llamar la atención sobre su inoperancia, ya no
saben qué hacer para que su cautivo público desempolve sus cacerolas para pedir
la renuncia del vicepresidente. Campagnoli
es un héroe y Boudou, el peor de los villanos. Y como Macri estará de
campaña en las tribunas brasileras, mejor ignorarlo, porque ni con magia pueden
enaltecer su figura. ¿Qué dirán esos ilustres
republicanos si el controvertido fiscal sale mal parado del jury de
enjuiciamiento por mal desempeño? ¿Lo
convertirán en mártir o guardarán un avergonzado silencio? ¿Sabrán algo de
la causa o sólo se dejan llevar por los libelos carroñeros? Estructurar un
texto en base a preguntas puede resultar tedioso para el lector pero se desliza
una última: ¿por qué muchos exponentes
de la oposición aún siguen confiando en las oscuras fantasías que día a día se
publican en los medios dominantes?
Este apunte no busca responder estos
interrogantes, pero sí fundamentarlos. O, por lo menos, dejarlos planteados.
Porque una cosa es el accionar de los medios dominantes y otra, la actuación de los exponentes de la oposición, muchos de los
cuales han obtenido un mandato de representación en las últimas elecciones.
Como han demostrado en los últimos años, no responden al interés de los
votantes sino a las angurrias de las corporaciones. Como comprometidos republicanos legitiman
el asedio de los que se quieren llevar puesta a la República, sin pensar que en
el futuro, también serán sus víctimas.
Apelar a la distinta
vara sería utilizar la estrategia del adversario. Tanto el vicepresidente como el famoso fiscal son inocentes hasta
que haya una sentencia judicial. Ambos son ciudadanos sospechados, ni más ni
menos. Entonces, resulta
desproporcionado que dispongan un patíbulo para Boudou y un monumento para
Campagnoli. Pero lo que despierta indignación es que legisladores de la
oposición se prendan a cualquier estrategia mediática para obtener unos
segundos de pantalla y brinden exabruptos
con formato de opinión sin haber consultado siquiera media línea de los
expedientes. Como viven en los estudios televisivos no tienen tiempo para
informarse en serio. Total, con recitar los titulares alcanza para despertar el
agradecimiento del amo. Y, de paso, intentan horadar un poquito la paciencia del
Gobierno Nacional y de todos los que simpatizamos con esta construcción. Y esto es una irresponsabilidad enorme si
de fortalecer el funcionamiento institucional se trata.
Porque a pocos días de que la Legislatura
porteña homenajeara al fiscal, la Cámara en lo Contencioso Administrativo confirmó su suspensión hasta la
decisión definitiva del Tribunal de Enjuiciamiento. No es difícil imaginar el
escándalo que armarían si alguien decide
otorgar un premio a Amado Boudou en
medio del proceso judicial en que lo han enredado, aunque provenga de la
sociedad de fomento del pueblo más pequeño del país. Lo que han hecho estos
legisladores es presionar a la Justicia,
enviar un confuso mensaje a la sociedad y, lo más grave, ignorar las denuncias
de vecinos del Barrio Mitre y empleados de la fiscalía de Saavedra, víctimas del abuso de poder del ciudadano
ilustre, José María Campagnoli. Entre la Justicia y Clarín, eligieron al más fuerte, no al más justo.
Algunos dirán que Boudou ha recibido el apoyo de
funcionarios y militantes, pero eso no
es lo mismo que premiarlo, como han hecho con Campagnoli. En este caso, los que claman por la independencia de los
poderes son los mismos que la pisotean; los que hablan de respeto y
consenso han vomitado insultos salvajes hacia el vicepresidente. Estas líneas
no tienen como objetivo ponderar a uno y denostar al otro, sino buscar un
equilibrio o, al menos, un poco de prudencia. Que no pase como con Aníbal
Ibarra, que lo destituyeron como Alcalde y al poco tiempo la Justicia lo
declaró inocente. “Zapatero, a tus
zapatos”, decían los abuelos. Y los políticos, a hacer política, y dejarse de jugar a los jueces o hacer de
monigotes en los medios. No los hemos puesto donde están para eso –para estar
en permanente campaña- sino para contribuir
a la construcción del país con el que todos soñamos, aunque sean de la
oposición.
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