A pesar de que las cosas están funcionando más o
menos bien –o no tan mal como nos
quieren hacer creer- las voces opositoras no cesan de oscurecer el
ambiente. Tanta es la insistencia agorera, que algunos transeúntes deambulan por
las calles como si estuvieran atentos a un bombardeo repentino o, al menos, una
balacera al estilo del lejano oeste. No
debe sorprender esta apresurada conclusión, si los medios hegemónicos ya no saben qué hacer para recrudecer con su
cruzada destituyente, ya no encuentran un título capaz de despertar al cacerolero dormido para que pueble las calles con consignas antidemocráticas.
Y si de malas lenguas se trata, algunos involucionan cada vez que abren la boca. Y, a diferencia de los buenos vinos, con el paso del tiempo esas lenguas se vuelven agrias y venenosas. La puesta en escena verbal con forma de exabrupto del ex periodista y actual fabulador del establishment, Jorge Lanata, quedará para la historia. Hay de todo en esos minutos, desde salvajes insultos hacia unos jueces que no habían hecho nada de lo que él decía que habían hecho hasta aprietes cuasi mafiosos, pasando por una inadmisible incitación a la violencia, con menores incluidos. Sin dejar de lado los calificativos vertidos hacia nuestro país, ofensivos por donde se los mire, todo lo que vomita sobre el micrófono sólo puede conducir a una rebelión generalizada o al suicidio colectivo. Un medio de comunicación no es el lugar adecuado para una catarsis psicótica –como él mismo confesó- que podría solucionarse con unas temporadas de terapia.
Porque lo evidente es la catarata de improperios y palabrotas, que escandalizan por su contundencia, su abundancia y su falta de variantes; lo visible es la desconfianza hacia todo y el derrotismo demoledor; lo agresivo es la violencia desencajada de esa explosión sobreactuada; lo grave es el desasosiego y la impotencia que generan. Pero lo más peligroso es el vacío que propone como horizonte. Uno puede pensar que se erige como un reservorio moral, como el único capaz de descubrir la inmundicia que nos rodea. Y si no la encuentra, deberá inventarla, como un dios todopoderoso que crea un mundo desde la nada. Un mundo virtual de miseria y destrucción que sólo contribuye a consolidar su Ego. Y, de paso, a alimentar los prejuicios arraigados en los individuales espíritus que conforman su público.
Un público descreído, harto, belicoso, con las cacerolas dispuestas a presentar batalla contra todo y a favor de nada. Un manojo de sujetos atados a las pesadillas que consumen desde sus pantallas, conformes con padecerlas desde sus cómodos sillones, porque han abandonado todos sus sueños. Nada los podrá sacar de la idea de país que se construye desde los medios que malogran su día. Como conclusión inevitable –y hasta obvia- desde las usinas de estiércol sólo se presenta “un país de mierda”, ése que inspira los dicterios de Lanata.
La pata boba del operativo
Como decían los abuelos, la violencia engendra la violencia. Entonces, ¿qué genera la estupidez? Quizá el actor Alfredo Casero sea el resultado. O, al menos, uno de tantos. Entusiasmado con los conceptos vertidos por Adrián Suar y nutrido con el ideario de Lanata, el creador de Chachachá diseñó un nuevo certamen para premiar a sus colegas: el “Premio Hocico Marrón para los chupaculos del gobierno”. Elevada y conmovedora contribución al futuro de nuestros niños, salida de lo más profundo de sus vísceras desbordadas de bilis. Ajeno a toda comprensión histórica, el desenfrenado bufón propone armar una lista negra con el nombre de las personas que “cobran dinero del gobierno y le chupan y chuparon el orrtoooo”. Quienes piensan de esta manera tal vez estén habituados a hacer lo que denuncian. Por plata baila el mono, dice otro dicho muy conocido. Y el mono piensa que los demás monos sólo bailarán con el mismo incentivo. No entra en su imaginario la existencia de monos que bailen sólo porque son felices.
Y menos aún en el desastroso país que pintan día tras día. Porque ése es el punto de partida de cualquier análisis: la construcción mediática de la realidad instalada por los medios opositores no coincide con la realidad experimentada por los ciudadanos. No estamos en el país de las maravillas pero tampoco en el de las pesadillas. En todo caso, estamos en un país que apenas once años atrás se encontraba en ruinas, al borde de la disolución, en medio de la crisis más profunda de la historia. A pesar del poco tiempo transcurrido, estamos a una distancia enorme de diciembre de 2001. Cualquier lectura honesta de los hechos no puede evadir esa evidencia. Sin embargo, los oscuros intereses de los que acechan en las sombras destruyen cualquier intento de honestidad por parte de sus siervos.
Ahora se mostrarán cebados con la no-causa Boudou y la posibilidad de derrumbar al gobierno de CFK con una telenovela tan enredada que ni ellos la entienden. No importa, total la van inventando sobre la marcha, en el día a día, de acuerdo a los humores de la población y la proximidad de buenas noticias. Y hay jueces que siguen el guión hasta en sus más borroneadas comas. Como Ariel Lijo, que decidió convocar a Boudou a una indagatoria justo el día en que se conoció el histórico acuerdo con el Club de París. Y aunque tenía muchas fechas para elegir, le pareció adecuado que el ex ministro comparezca en el tribunal justo el 15 de julio, día en que deberá oficiar como presidente porque Cristina está convocada a participar de la Cumbre de BRICS en Brasil. ¿O será que no quiere perderse ningún partido del Mundial y se reserva unos días para festejar en caso de que la selección argentina conquiste el título?
Pase lo que pase en los tribunales, la sentencia mediática ya está dictada. Boudou será culpable durante mucho tiempo, al menos hasta las elecciones presidenciales del año que viene. Y si llega a ser sobreseído por falta de mérito, para los carroñeros será mucho mejor: nada más adecuado que un corrupto impune para construir la ilusión de un país desastroso. Todo lo que pase respecto al vice-Presidente les vendrá como anillo al dedo –tanto su culpabilidad como su inocencia- porque así lo han construido a lo largo de estos años. Una pandilla mediática dispuesta a decir cualquier cosa, un manojo de televidentes que memorizan los más absurdos lemas y una minoría avarienta que no ve la hora de recuperar el timón del país. El cóctel ideal para retroceder muchos casilleros en el país que todavía no terminamos de construir.
Y si de malas lenguas se trata, algunos involucionan cada vez que abren la boca. Y, a diferencia de los buenos vinos, con el paso del tiempo esas lenguas se vuelven agrias y venenosas. La puesta en escena verbal con forma de exabrupto del ex periodista y actual fabulador del establishment, Jorge Lanata, quedará para la historia. Hay de todo en esos minutos, desde salvajes insultos hacia unos jueces que no habían hecho nada de lo que él decía que habían hecho hasta aprietes cuasi mafiosos, pasando por una inadmisible incitación a la violencia, con menores incluidos. Sin dejar de lado los calificativos vertidos hacia nuestro país, ofensivos por donde se los mire, todo lo que vomita sobre el micrófono sólo puede conducir a una rebelión generalizada o al suicidio colectivo. Un medio de comunicación no es el lugar adecuado para una catarsis psicótica –como él mismo confesó- que podría solucionarse con unas temporadas de terapia.
Porque lo evidente es la catarata de improperios y palabrotas, que escandalizan por su contundencia, su abundancia y su falta de variantes; lo visible es la desconfianza hacia todo y el derrotismo demoledor; lo agresivo es la violencia desencajada de esa explosión sobreactuada; lo grave es el desasosiego y la impotencia que generan. Pero lo más peligroso es el vacío que propone como horizonte. Uno puede pensar que se erige como un reservorio moral, como el único capaz de descubrir la inmundicia que nos rodea. Y si no la encuentra, deberá inventarla, como un dios todopoderoso que crea un mundo desde la nada. Un mundo virtual de miseria y destrucción que sólo contribuye a consolidar su Ego. Y, de paso, a alimentar los prejuicios arraigados en los individuales espíritus que conforman su público.
Un público descreído, harto, belicoso, con las cacerolas dispuestas a presentar batalla contra todo y a favor de nada. Un manojo de sujetos atados a las pesadillas que consumen desde sus pantallas, conformes con padecerlas desde sus cómodos sillones, porque han abandonado todos sus sueños. Nada los podrá sacar de la idea de país que se construye desde los medios que malogran su día. Como conclusión inevitable –y hasta obvia- desde las usinas de estiércol sólo se presenta “un país de mierda”, ése que inspira los dicterios de Lanata.
La pata boba del operativo
Como decían los abuelos, la violencia engendra la violencia. Entonces, ¿qué genera la estupidez? Quizá el actor Alfredo Casero sea el resultado. O, al menos, uno de tantos. Entusiasmado con los conceptos vertidos por Adrián Suar y nutrido con el ideario de Lanata, el creador de Chachachá diseñó un nuevo certamen para premiar a sus colegas: el “Premio Hocico Marrón para los chupaculos del gobierno”. Elevada y conmovedora contribución al futuro de nuestros niños, salida de lo más profundo de sus vísceras desbordadas de bilis. Ajeno a toda comprensión histórica, el desenfrenado bufón propone armar una lista negra con el nombre de las personas que “cobran dinero del gobierno y le chupan y chuparon el orrtoooo”. Quienes piensan de esta manera tal vez estén habituados a hacer lo que denuncian. Por plata baila el mono, dice otro dicho muy conocido. Y el mono piensa que los demás monos sólo bailarán con el mismo incentivo. No entra en su imaginario la existencia de monos que bailen sólo porque son felices.
Y menos aún en el desastroso país que pintan día tras día. Porque ése es el punto de partida de cualquier análisis: la construcción mediática de la realidad instalada por los medios opositores no coincide con la realidad experimentada por los ciudadanos. No estamos en el país de las maravillas pero tampoco en el de las pesadillas. En todo caso, estamos en un país que apenas once años atrás se encontraba en ruinas, al borde de la disolución, en medio de la crisis más profunda de la historia. A pesar del poco tiempo transcurrido, estamos a una distancia enorme de diciembre de 2001. Cualquier lectura honesta de los hechos no puede evadir esa evidencia. Sin embargo, los oscuros intereses de los que acechan en las sombras destruyen cualquier intento de honestidad por parte de sus siervos.
Ahora se mostrarán cebados con la no-causa Boudou y la posibilidad de derrumbar al gobierno de CFK con una telenovela tan enredada que ni ellos la entienden. No importa, total la van inventando sobre la marcha, en el día a día, de acuerdo a los humores de la población y la proximidad de buenas noticias. Y hay jueces que siguen el guión hasta en sus más borroneadas comas. Como Ariel Lijo, que decidió convocar a Boudou a una indagatoria justo el día en que se conoció el histórico acuerdo con el Club de París. Y aunque tenía muchas fechas para elegir, le pareció adecuado que el ex ministro comparezca en el tribunal justo el 15 de julio, día en que deberá oficiar como presidente porque Cristina está convocada a participar de la Cumbre de BRICS en Brasil. ¿O será que no quiere perderse ningún partido del Mundial y se reserva unos días para festejar en caso de que la selección argentina conquiste el título?
Pase lo que pase en los tribunales, la sentencia mediática ya está dictada. Boudou será culpable durante mucho tiempo, al menos hasta las elecciones presidenciales del año que viene. Y si llega a ser sobreseído por falta de mérito, para los carroñeros será mucho mejor: nada más adecuado que un corrupto impune para construir la ilusión de un país desastroso. Todo lo que pase respecto al vice-Presidente les vendrá como anillo al dedo –tanto su culpabilidad como su inocencia- porque así lo han construido a lo largo de estos años. Una pandilla mediática dispuesta a decir cualquier cosa, un manojo de televidentes que memorizan los más absurdos lemas y una minoría avarienta que no ve la hora de recuperar el timón del país. El cóctel ideal para retroceder muchos casilleros en el país que todavía no terminamos de construir.
Excelente Gustavo ! Tan claro y contundente Como Siempre . Coincido plenamente en que sea cual sea el resultado Judicial, el "Linchamiento Mediático" a Boudou,lo Sentenció ante la Sociedad...
ResponderBorrarCristina ya lo había advertido,hasta el Día de las elecciones Presidenciales,los Medios Dominantes se encargarán de "OPERAR" en contra del Gobierno (y de este Modelo,claro) tratando de Posicionar Como "Candidatos Salvadores" (del caos q inventan y provocan a diario) a sus TÍTERES de TURNO !