lunes, 26 de octubre de 2020

Nostálgicos de la 125

 

Los que acusan de fraudulentos, antidemocráticos y corruptos a los líderes populares siempre quedan descolocados. Tanto, que los hechos demuestran que son Ellos los que más merecen esos calificativos y muchos otros más, por supuesto. El triunfo del MAS en Bolivia no sólo desmiente las estigmatizaciones y persecuciones a Evo Morales, sino que evidencia que los exponentes de la derecha no saben perder. Gracias a la prepotencia de esos personajes, el país vecino perdió un año con una dictadura que se “legitimó” con la firma del Secretario General de la OEA, el uruguayo Luis Almagro. Después, cuando el daño estaba hecho, el organismo imperial tuvo que reconocer que “no hubo una manipulación dolosa” ni “irregularidades graves” en las elecciones presidenciales del año pasado. Borrón y cuenta nueva para seguir conspirando, como siempre hacen los que se creen dueños de todo y sus envilecidos servidores.

Una anomalía que atraviesa la historia de Sudamérica y de la que Argentina no está excluida. Nuestro país perdió cuatro años con el Infame Ingeniero, que logró embaucar a una parte de la sociedad para que lo considerara el Salvador de la República. Y no lo fue, por supuesto, sino todo lo contrario. Eso ya lo sabemos y es indiscutible, por más que ahora, en amables entrevistas, trate de despegarse de los desastres provocados y los abundantes chanchullos en los que está involucrado con pruebas más que suficientes. Y otra cosa que sabemos es que Macri no hubiera llegado tan lejos sin la perversa protección de los grandes medios de comunicación. Si lo sometiéramos a la meritocracia que tanto pregona, no serviría ni para levantar los porotos que caen al suelo en un torneo de truco. Sin embargo, Clarín, La Nación, Infobae, Canal 13 y muchos medios similares han asumido la despreciable función de salvar su imagen para un peligroso recambio presidencial. Tontos seríamos de tropezar otra vez con la misma piedra o con cualquiera parecida.

Pero los PRO en todas sus versiones ostentan tanta sinceridad que asquea. Hasta los que se esfuerzan en el maquillaje dejan escapar sus inmundicias, como el Jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta que pretende privatizar la CABA al mejor postor como un atroz gerente inmobiliario; que no duda en exponer a los chicos, maestros y no docentes al coronavirus para un simulacro de presencialidad que no sirve para nada. Hasta los que están en silencio, como la hipócrita María Eugenia Vidal, se guardan en sus madrigueras a la espera del mejor momento para asomar el hocico.

Hasta en los conflictos domésticos exponen su podredumbre. En el libro de Santiago O’Donnel, Hermano, Mariano Macri hace público el destrato y las humillaciones padecidas por parte de su hermano mayor, sin cuestionar siquiera los procedimientos irregulares con los que su padre logró amasar la fortuna familiar. En la disputa desatada por Dolores Etchevehere en el casco de la estancia Casa Nueva, explotan los peores conceptos de una clase que cree que todo le pertenece. Desde la prepotencia con que matonean a una de las dueñas de esa tierra, hasta las bestiales amenazas hacia los invitados de la hermana estafada. Desde las órdenes que gritonean a los efectivos policiales hasta el desconocimiento del fallo del juez. Y en esa patota de agrogarcas hay muchos PRO, candidatos y ex legisladores. El propio Luis Miguel Etchevehere fue ministro de Macri.

Aunque parezca sólo un conflicto de tierras, este episodio encierra un ideario mezquino, prepotente y antidemocrático. Y siniestro. El tuit de la legisladora cordobesa es escalofriante: "¿falta mucho para que aparezcan los falcon verdes para impartir la justicia a la medida ideológica de Grabois y compañía?". Y peor aún es su cínico pedido de disculpas que, como todo cambiemita, termina culpando a los demás. En ese inaceptable mensaje no hay error de redacción ni de interpretación: el error es que alguien con semejante concepción de la vida sea una representante.

Por supuesto, la estrella de este escándalo es Luis Miguel Etchevehere que, como buen patrón de estancia, impone su autoridad por encima de las autoridades. "El que quiera venir...el gobernador, el fiscal, el procurador, el presidente de la Nación. Yo de acá no me muevo, no va a entrar nadie acá vociferó ante las cámaras con total impunidad. Y como una tentadora invitación, el desencajado personaje agrega: "Si nos tienen que meter presos, métannos presos”.

Sin dudas, este sainete se está transformando en el conflicto político que necesitaba la barbarie neoliberal para horadar las instituciones y cumplir su nefasto sueño de desterrar, de una vez por todas, el populismo que nunca llega. Como siempre, para reclutar voluntarios en una gesta infame, la derecha conspiradora necesita disfrazar los hechos para que un proyecto agroecológico se convierta en una usurpación; requiere poner en la escena a personajes altamente demonizados por la prensa destituyente, como Grabois, Cristina o los negros del conurbano. Y como siempre, apelan a la treta de victimizarse cuando la búsqueda de derechos amenaza un poco sus cuantiosos privilegios. La Grieta de siempre, reciclada hasta el hartazgo.

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