lunes, 12 de octubre de 2020

Colonizadores 2.0

 

Así de simple: cuando el Imperio señala un rumbo, hay seguir el camino contrario si no queremos perdernos en la oscuridad que destila desde siempre. Por eso, votar en la ONU de acuerdo a las pretensiones conquistadoras de EEUU provoca un dolor inmenso. Como si el país del Norte fuera un ejemplo del respeto a los DDHH dentro y fuera de sus fronteras. Que un país que bombardea, amenaza, bloquea, chantajea, hambrea, impone al resto del mundo su mirada destructiva de la vida sea un parámetro de humanidad resulta por demás de incongruente. Ese voto que el equipo diplomático del Gobierno Nacional entregó como ofrenda al altar del mal entendido consenso, por el momento, no puede tener ninguna lectura positiva. El voto en contra hubiera sido demasiado audaz para la prudencia no confrontativa del estilo de Alberto, pero la abstención hubiera dejado más tranquilidad en gran parte de sus votantes. ¿Qué satisfacción puede despertar que las felicitaciones lleguen desde las usinas que demonizan constantemente a la nación Bolivariana?

Ninguna, por supuesto, porque mientras destilan veneno contra Nicolás Maduro, silencian las atrocidades que ocurren en Chile, Colombia, Ecuador y Brasil. Hipócritas que pontifican sobre los DDHH y aceptan como si nada la destitución de Evo Morales como presidente de Bolivia. Congraciarse con los poderosos no fortalece al congraciador, sino todo lo contrario. Ésta debería ser una regla de oro para no perderse en los laberintos perversos del neoliberalismo y el discurso único que malogra las conciencias. Cuando se cede una vez, se cede siempre y sin ningún beneficio real más que convertir la renuncia a la soberanía en un plan de gobierno.

Quizá no sea para tanto, pero que la derecha antidemocrática tenga algo para celebrar provoca náusea. ¿Qué necesidad de darles la razón cuando sabemos que no la tienen? Nunca la han tenido ni la tendrán. Sólo poseen los medios necesarios para mostrar su irracionalidad como perfectamente razonable.

Pero los dirigentes de la derecha más rancia y antidemocrática saben que están fingiendo preocupación por la vida de los venezolanos para expoliar su petróleo; saben que Juan Guaidó es un usurpador y Yanina Añez, una dictadora; conocen al dedillo los abusos de poder de Piñeda y las barbaridades de Bolsonaro; hasta saben que Trump es el principal peligro para la Humanidad. Sólo actúan para conseguir que el público cautivo de sus morisquetas haga de comparsa a pesar de que no comprendan ninguna realidad. Incautos creyentes de las patrañas de los medios hegemónicos que salen con paraguas un día soleado sólo porque su manipulador favorito anunció que estaba lloviendo. Alienados convencidos de que la culpa de todo la tienen los políticos populistas y no los empresarios corruptos, impunes, fugadores, estafadores, explotadores y evasores. Una pena que la diplomacia de Alberto haya dibujado una sonrisa en la monstruosa cara de los conquistadores unos días antes del 12 de octubre.

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