Una vez más, el porteñaje –como categoría política y no sólo como referencia geográfica- salió a exhibir su odio y su ignorancia en distintos puntos del país. La movida de los manipulados coincidió esta vez con el 12 de octubre, como si los colonizados salieran a celebrar la llegada de los colonizadores. En sintonía, el Gobierno porteño, fiel a su ideario colonialista, iluminó con los colores de la bandera española los monumentos alusivos a la llegada de Colón. “Si Cristina no va presa, este país no tiene solución”, pontificaba una señora en el obelisco y su esposo, tan desinformado como ella, vociferaba ante el micrófono “no existe el virus, eso es una farsa que inventaron ellos para tenernos presos a todos”. Algunos dicen que todos tenemos derecho a manifestarnos, aunque sea por pavadas como éstas. El problema es que estas pavadas después desorientan en las urnas y se convierten en un voto al peor de los candidatos.
Y así tuvimos un Macri que, en una amable entrevista que le realizó el
apologista Joaquín Morales Solá, se mostró tan fabulero, tranquilo e
inocente como si nunca hubiera sido
presidente del país. El tránsfuga ex presidente aseguró que la marcha
anticuarentena fue "espontánea e
independiente", aunque estuvo organizada
por el PRO, Clarín, La Nación y otros medios satélites. Y, en un exceso de
cinismo, declamó que los manifestantes están contra el atropello a las
instituciones y a favor de restablecer la normalidad en el país. ¿Qué normalidad; la de su gobierno, que nombró
jueces a la carta, que los trasladó a su antojo, que destituyó a los
desobedientes, que amenazó con tácticas mafiosas para que muchos
renuncien? ¿Qué normalidad; la de desarmar leyes por decreto, regalar
terrenos públicos a sus amigotes y endeudar el país para alimentar la
monstruosa fuga? ¿De qué normalidad habla este estafador?
Si la
exaltada señora exigía cárcel para Cristina, aunque aún no se haya
comprobado ninguno de los delitos que le atribuyen, ¿qué habría que hacer
con Macri y su pandilla que pusieron el Estado al servicio del pillaje?
Porque lo que viene va a alimentar muchos cacerolazos más: en breve, las
causas contra CFK van a desmontarse, no por impunidad, sino por inconsistencia,
atrocidades jurídicas y falta de pruebas. ¿Qué harán estos rabiosos
manipulados cuando se demuestre que la denuncia de traición a la patria por el
memorándum con Irán nunca debió haber pisado un tribunal; cuando la
llamada ruta del dinero K se quede sin combustible; cuando la causa de los
cuadernos quemados no llegue a juicio oral porque el fallecido Bonadío y el
aún en ejercicio Stornelli extorsionaron con prisión a los arrepentidos
para que reciten patrañas y encima, no hay registro fílmico de esas
declaraciones, a pesar de lo que dispone la ley?
¿Qué
haremos los que queremos un país en serio cuando las fábulas inventadas por
los medios hegemónicos y legitimadas por jueces cómplices se caigan a pedazos
por la fuerza de la verdad? ¿Qué castigo merecen los periodistas,
políticos y funcionarios judiciales que engañaron tanto al público cautivo
al punto de alterar la vida democrática? ¿Qué castigo merecen los funcionarios
de la Revolución de la Alegría que destruyeron el país a conciencia para
someternos a los especuladores internacionales? ¿Cómo podemos seguir adelante
sin sancionar a los que no repartieron la viviendas construidas por el
Procrear, las notebook que eran para los pibes y las miles de vacunas
que, al final se vencieron? ¿Cómo podemos mirar al futuro si los corruptos
de siempre –el empresariado salvaje representado por Macri, Magneto, Rocca,
Blaquier y algunos más- siguen gobernando el país desde las sombras? ¿Cómo
podemos construir algo parecido a un país desarrollado y justo si tenemos a esos
alelados porteños desperdigados por todo el país que desorientan su pensar
con titulares de diarios mentirosos y consignas falaces vomitadas en las
redes sociales? ¿Qué sendero en común podemos seguir si estos colonizados
pretenden imponer su mirada terraplanista de la vida entronando a personajes
de cuarta que no merecen ni un chupetín?
Algunos, con una corrección política exagerada, explican que en democracia,
todos tienen derecho a manifestarse. Quizá sí, pero no con tanto desprecio, tanta violencia, tanto odio y sobre todo con
tantas ideas incoherentes que no tienen un mínimo sustento con ninguna realidad
de este sistema solar.
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