Los balances son necesarios no sólo para evaluar lo que se hizo y lo que no, sino también para considerar los procedimientos utilizados. En este primer año de la presidencia de Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner hay mucho positivo y también negativo. Pero cualquier análisis sincero no debe omitir de ninguna manera la pandemia, que ha hecho de estos meses algo insólito y hace a este gobierno incomparable con cualquiera de los anteriores. Y menos hay que olvidar el estado en que nos ha dejado la Revolución de la Alegría, con la Salud disminuida, la Economía en recesión y una deuda externa exorbitante. Sin ese punto de partida, cualquier evaluación del primer año del FDT será insuficiente o, en todo caso, malintencionado.
También hay que tener en cuenta
que este gobierno tuvo dos comienzos:
uno el propio 10 de diciembre cuando el presidente entrante explicó ante el Congreso su plan y el
otro, a mediados del verano, cuando el
Coronavirus empezó a sobrevolar nuestras tierras. Esa emergencia traspapeló
todo y también justificó todo. La cuarentena profundizó la crisis que
arrastrábamos de los nefastos cuatro años de macrismo y las partidas destinadas
a paliar la situación de los más vulnerados, si bien fueron abultadas, resultaron insuficientes. Quizá si la
impronta del presidente fuera menos conciliadora, se podrían haber hecho más
cosas pero, a partir de marzo, el
consenso era necesario para sostener el rumbo incierto planteado por la Covid.
Consenso que muchos aprovecharon para
acrecentar sus ganancias a pesar de la tragedia. Y lo siguen haciendo,
porque nadie se atreve a poner freno a tanta angurria.
En muchas decisiones del
presidente y sus funcionarios hay un compromiso con sus promesas de campaña, de
acompañar a los más necesitados y atenuar
sus padecimientos, pero no tanto. La prudencia para evitar conflictos y
enojos con el Poder Real puede parecer
–o parece- tibieza o en algunos casos, doble discurso. Que la
vicepresidenta tenga que salir cada tanto con algunas sugerencias para transformar
el statu quo es un indicativo de eso. Como si esa necesidad de estar orientando
al presidente confirmara las sospechas
de los medios agoreros de que es Cristina la gran titiritera. No
está mal que así sea, porque ambos lideran un frente, y que sea ella la que
tenga que hacer públicas sus objeciones y señalar el rumbo encanta a sus seguidores, pero también envenena a los detractores.
Una cosa es que formen una dupla gobernante en sintonía y otra es que uno de
los integrantes –una, en este caso- sea
quien tenga que estar despabilando al otro.
Además, se nota que CFK quiere
que las transformaciones pendientes y
necesarias se hagan cuanto antes. A los enemigos de la reconstrucción no
hay que darles tiempo y, menos aún, facilitarles
las herramientas para que sigan siendo un obstáculo. Con el dólar
planchado, ¿cómo es posible que siga habiendo aumentos en los productos
alimenticios? Más aún cuando es vox populi que la inflación es una treta de los que dominan el Mercado para quedarse
con la mayor parte de la torta. De poco sirven los acuerdos de precios por
tres cortes de carne que se esfuman en el mercado interno. De nada sirve
quejarse de la inflación como si fuera un fenómeno meteorológico cuando todos sabemos que es una estrategia de
desestabilización, además de desmedido enriquecimiento. El presidente y su
equipo no deben ser relatores de la realidad, sino los artífices para
transformarla.
Poco aporta protestar por el
funcionamiento mafioso del Poder Judicial si
no destituyen a los mafiosos y acomodados. ¿Cómo es posible que Eduardo
Casal siga siendo el procurador interino, cuando
es totalmente constitucional su destitución? ¿Cómo puede entenderse que
Carlos Stornelli siga siendo fiscal cuando abundan
las pruebas de su mal desempeño, no sólo en la persecución implacable a
Cristina y todos los kirchneristas, sino por la extorsión sistemática en las causas armadas? ¿Cómo es explicable
que Bruglia, acomodado por Macri en un puesto para el que no concursó, sea el
que presione sin pudor para que la causa
de espionaje macrista en las cárceles pase a Comodoro PRO, Py?
Tampoco aporta demasiado
lamentarse por las patrañas mediáticas mientras la pauta oficial sigue beneficiando a los medios más poderosos y destructivos; cuando el Estado
completa el sueldo de sus empleados mientras
los accionistas se reparten suculentos dividendos; que se mantenga en
vigencia el adefesio ilegal que Macri
deformó a fuerza de decretos y que no se reinstaure la ley de Servicios de
Comunicación Audiovisual como fue aprobada
por el Congreso y declarada constitucional por una Corte Suprema más digna
que la actual. La pandemia no puede
servir de excusa para no modificar nada. En unos meses, cuando la
vacunación masiva deje atrás la amenaza del virus, estaremos en pleno proceso
electoral y la oposición berreta puede
aprovechar la tibieza para sacar alguna ventaja. Y sería triste que los que en cuatro años nos hicieron
retroceder veinte tengan sus impresentables bandejas llenas de bocadillos
para convertir en consignas de campaña. Bocadillos que no hacen enojar a los
poderosos, sino todo lo contrario.
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