viernes, 11 de diciembre de 2020

Cuando el consenso no alcanza

 

Los balances son necesarios no sólo para evaluar lo que se hizo y lo que no, sino también para considerar los procedimientos utilizados. En este primer año de la presidencia de Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner hay mucho positivo y también negativo. Pero cualquier análisis sincero no debe omitir de ninguna manera la pandemia, que ha hecho de estos meses algo insólito y hace a este gobierno incomparable con cualquiera de los anteriores. Y menos hay que olvidar el estado en que nos ha dejado la Revolución de la Alegría, con la Salud disminuida, la Economía en recesión y una deuda externa exorbitante. Sin ese punto de partida, cualquier evaluación del primer año del FDT será insuficiente o, en todo caso, malintencionado.

También hay que tener en cuenta que este gobierno tuvo dos comienzos: uno el propio 10 de diciembre cuando el presidente entrante explicó ante el Congreso su plan y el otro, a mediados del verano, cuando el Coronavirus empezó a sobrevolar nuestras tierras. Esa emergencia traspapeló todo y también justificó todo. La cuarentena profundizó la crisis que arrastrábamos de los nefastos cuatro años de macrismo y las partidas destinadas a paliar la situación de los más vulnerados, si bien fueron abultadas, resultaron insuficientes. Quizá si la impronta del presidente fuera menos conciliadora, se podrían haber hecho más cosas pero, a partir de marzo, el consenso era necesario para sostener el rumbo incierto planteado por la Covid. Consenso que muchos aprovecharon para acrecentar sus ganancias a pesar de la tragedia. Y lo siguen haciendo, porque nadie se atreve a poner freno a tanta angurria.

En muchas decisiones del presidente y sus funcionarios hay un compromiso con sus promesas de campaña, de acompañar a los más necesitados y atenuar sus padecimientos, pero no tanto. La prudencia para evitar conflictos y enojos con el Poder Real puede parecer –o parece- tibieza o en algunos casos, doble discurso. Que la vicepresidenta tenga que salir cada tanto con algunas sugerencias para transformar el statu quo es un indicativo de eso. Como si esa necesidad de estar orientando al presidente confirmara las sospechas de los medios agoreros de que es Cristina la gran titiritera. No está mal que así sea, porque ambos lideran un frente, y que sea ella la que tenga que hacer públicas sus objeciones y señalar el rumbo encanta a sus seguidores, pero también envenena a los detractores. Una cosa es que formen una dupla gobernante en sintonía y otra es que uno de los integrantes –una, en este caso- sea quien tenga que estar despabilando al otro.

Además, se nota que CFK quiere que las transformaciones pendientes y necesarias se hagan cuanto antes. A los enemigos de la reconstrucción no hay que darles tiempo y, menos aún, facilitarles las herramientas para que sigan siendo un obstáculo. Con el dólar planchado, ¿cómo es posible que siga habiendo aumentos en los productos alimenticios? Más aún cuando es vox populi que la inflación es una treta de los que dominan el Mercado para quedarse con la mayor parte de la torta. De poco sirven los acuerdos de precios por tres cortes de carne que se esfuman en el mercado interno. De nada sirve quejarse de la inflación como si fuera un fenómeno meteorológico cuando todos sabemos que es una estrategia de desestabilización, además de desmedido enriquecimiento. El presidente y su equipo no deben ser relatores de la realidad, sino los artífices para transformarla.

Poco aporta protestar por el funcionamiento mafioso del Poder Judicial si no destituyen a los mafiosos y acomodados. ¿Cómo es posible que Eduardo Casal siga siendo el procurador interino, cuando es totalmente constitucional su destitución? ¿Cómo puede entenderse que Carlos Stornelli siga siendo fiscal cuando abundan las pruebas de su mal desempeño, no sólo en la persecución implacable a Cristina y todos los kirchneristas, sino por la extorsión sistemática en las causas armadas? ¿Cómo es explicable que Bruglia, acomodado por Macri en un puesto para el que no concursó, sea el que presione sin pudor para que la causa de espionaje macrista en las cárceles pase a Comodoro PRO, Py?

Tampoco aporta demasiado lamentarse por las patrañas mediáticas mientras la pauta oficial sigue beneficiando a los medios más poderosos y destructivos; cuando el Estado completa el sueldo de sus empleados mientras los accionistas se reparten suculentos dividendos; que se mantenga en vigencia el adefesio ilegal que Macri deformó a fuerza de decretos y que no se reinstaure la ley de Servicios de Comunicación Audiovisual como fue aprobada por el Congreso y declarada constitucional por una Corte Suprema más digna que la actual. La pandemia no puede servir de excusa para no modificar nada. En unos meses, cuando la vacunación masiva deje atrás la amenaza del virus, estaremos en pleno proceso electoral y la oposición berreta puede aprovechar la tibieza para sacar alguna ventaja. Y sería triste que los que en cuatro años nos hicieron retroceder veinte tengan sus impresentables bandejas llenas de bocadillos para convertir en consignas de campaña. Bocadillos que no hacen enojar a los poderosos, sino todo lo contrario.

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