Mientras el sistema financiero saluda a los nuevos gobiernos europeos jugando al tobogán en los mercados, lo que provoca serios dolores de cabeza a Angela Merkel, en nuestro país, la renuncia a los subsidios en las tarifas de los servicios públicos sigue desconcertando a los desconcertados de siempre. Pobres de argumentos, ya no saben cómo oponerse. Desde los medios con hegemonía en decadencia hablan de ajustes y tarifazos tratando de despertar un encono incontenible en la sociedad. Y no lo logran. Al contrario, se siguen acumulando las figuras públicas que han decidido pagar una tarifa normal para que los subsidios sean destinados a sectores verdaderamente vulnerables. Algunos lo harán con verdadera convicción, otros para no quedar en evidencia. Como sea, se están sumando a la construcción de un país más sólido, más solidario. Tan solos están en esta contienda, que deben recurrir a extra políticos –como Enrique Piñeyro y Adrián Suar- para llenar de incoherencias venenosas los espacios televisivos, con la complicidad marionetil de los periodistas de turno. Los políticos de verdad –es un decir- están lamiendo sus heridas y tratando de despegarse lo más posible de lo que significó su perdición: abandonar todas las banderas políticas para ondear banderines de papel de diario. Y el Gobierno Nacional sigue avanzando a pasos agigantados –de talla 54- tomando la iniciativa política sin esperar la asunción del nuevo mandato.
La idea de CFK, por lo visto en esta semana, es profundizar las transformaciones que se han realizado en estos años para consolidar el proyecto. Y para eso convoca a todos, porque falta un montón. Todavía quedan rémoras de décadas anteriores, leyes y sistemas que dificultan seriamente el crecimiento económico, como los tratados bilaterales de inversión, la Carta Orgánica del Banco Central y la Ley de Entidades Financieras. Pero el sábado, el diario Tiempo Argentino publicó un informe sobre uno de los más escabrosos resabios noventosos: una ONG estadounidense dicta cursos sobre neoliberalismo a estudiantes de escuelas públicas y privadas de nuestro país mimetizados en la currícula educativa. Medio millón de estudiantes reciben, dentro del horario escolar, interesantes instructivos para ser exitosos en el mercado financiero y en las altas esferas del empresariado privado. Uno de los fundadores de Junior Achievement afirma que de esta forma “les hacemos llegar a los chicos algo que la educación tradicional argentina en manos del Estado no ha enseñado”.
Esta organización llegó al país en los entreguistas días del menemismo, que declaró los contenidos de estos programas como de “interés nacional”, con la “noble misión” de despertar en los jóvenes “el espíritu emprendedor que les permita alcanzar sus metas en un marco de responsabilidad y libertad”. Durante veinte años se están inoculando contenidos individualistas y especulativos a estudiantes de entre cinco y veinte años, con el desconocimiento de los padres y con serias críticas de pedagogos y especialistas en políticas públicas. Con el aporte de importantes auspiciantes –corporaciones financieras, industriales, petroleras nacionales y extranjeras-, los responsables de esta entidad entienden que, con la promoción temprana del libre mercado están contribuyendo a construir un país mejor. Entre sus principales consignas se encuentra el crecimiento empresarial eludiendo los compromisos impositivos. Junior Achievement enseña a los jóvenes a ser especuladores y evasores, todo lo contrario de lo que se necesita para la construcción de un país más justo.
El actual director en Argentina y uno de sus fundadores, Eduardo Marty, está convencido de la importancia de educar a los jóvenes en el funcionamiento de los mercados y en la actividad empresarial sin límites ni regulaciones. Marty considera que los contenidos de los cursos que se dictan en numerosas escuelas del país son un “soplo de vida” porque enseñan a “chicos pasivos, inactivos, que esperan todo del Estado y que piensan que el destino no está en sus manos, a ganar plata en un período de tres meses”.
Esta concepción económica que se imparte en algunas escuelas y que se mezcla con los contenidos aprobados por el ministerio, fomenta el comportamiento individualista y especulativo, alejado de toda idea solidaria y re-distributiva. Además, construye la idea del Estado como enemigo de la actividad económica y enseña a eludirlo de todas las formas posibles. Algunos legisladores e investigadores ya están llamando la atención sobre los estragos que puede ocasionar ese tipo de educación en las generaciones futuras y sería interesante que el Ministerio de Educación de la Nación, junto con los ministerios provinciales pongan freno a la difusión de las ideas económicas que tantos estragos ocasionaron en nuestro país.
La Presidenta está educando al conjunto de la sociedad en un sentido muy diferente. Los discursos de esta semana han sido claros y pueden sintetizarse en una sola frase: los intereses particulares y sectoriales no deben estar por encima del interés común. Y esto, por supuesto, está muy alejado de la concepción neoliberal, la del sálvese quien pueda, aplaste a quien aplaste. Los países del convulsionado Primer Mundo muestran de manera despiadada los resultados del salvaje aluvión -¿zoológico?- de la especulación financiera. Y resulta hasta absurdo que los estudiantes argentinos conozcan aquellas herramientas que pueden llevar al desastre a la economía del país, como lo están haciendo en las sociedades del Norte. No sea cosa que aparezca un pequeño Cavallo de guardapolvo blanco que mande a lavar los platos a los investigadores del Conicet o que un López Murphy de trenzas y falda escocesa tableada anuncie un ajuste del 13 por ciento en el salario de Jacinta Pichimahuida.
Es rol del estado, a travez del ministerio de educación, frenar este avasallamiento a las ideas de la presidenta, parece una burla y debe ser truncado de raíz. Es hora que se aplique aalgo de rigor enérgico y ejemplificador ante ciertas cosas.
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