jueves, 1 de diciembre de 2011

Está bueno revisar las cosas

El futuro ex gobernador de Santa Fe Hermes Binner se muestra preocupado –vía twiter- por los números de la inflación, a la que define como un impuesto injusto. Claro, no dice que en la “invencible” el servicio de Aguas Provinciales puede aumentar un 130 por ciento en los próximos meses, incremento desmesurado, exagerado y desproporcionado, que no es producto de la inflación, si no de vaya a saber uno qué. Puede ser que sea un poco más alta que la que difunde el INDEC, pero no es para tanto. A lo mejor está haciendo autocrítica vía web, como una especie de catarsis para su futuro de desocupado. La cuestión es que muchos, en estos días, están presentando como principal problema el aumento de las cosas. No es casualidad, después de que el Gobierno Nacional haya anunciado la quita de los subsidios a los servicios públicos para aquellos que están en condiciones de pagar una tarifa completa. Y eso sirve para que los desconcertados de siempre tengan alguna excusa para que el público no se olvide de ellos. Parece que el ex anestesista se olvidó de que ya pasaron las elecciones, que no está en campaña y que en pocos días deberá abandonar la Casa Gris para convertirse en un ciudadano más.
La inflación es el cuco más efectivo a la hora de provocar el enojo de la población. Claro, la híper de finales de los ochenta es un recuerdo imborrable en la memoria de muchos argentinos. Lo interesante está en pensar qué produce la inflación, si el libre juego de la oferta y la demanda, la escasez de ciertos productos, medidas gubernamentales, devaluación de la moneda, problemas estacionales o climáticos. O simple especulación por parte de aquellos sectores dominantes de la economía que se resisten a cambiar en un país que ahora quiere ser mejor. Pero hablar de la inflación como si fuera un designio divino, un estigma o una epidemia es poco menos que deshonesto. Ya se ha explicado en estos Apuntes que los índices –tanto del INDEC como de las consultoras privadas- no son más que números abstractos que no reflejan –ni deben hacerlo- la realidad del que va a comprar a un supermercado y se encuentra con un precio diferente. Los que se muestran preocupados por el aumento de los precios son los que quieren instalar en la sociedad un clima de incertidumbre y malestar. En realidad, no quieren discutir en serio el origen de la inflación, porque para eso deberían cuestionar a las empresas formadoras de precios, a los mecanismos de comercialización y por supuesto, a las especulaciones que no tienen que ver con el juego de la economía. Por ejemplo, ante una demanda creciente como la que se advierte mes a mes, no hay oferta que satisfaga ese fenómeno. Más claro: algunos quieren ganar más produciendo la misma cantidad que produjeron en los meses anteriores. Por otro lado, el consumidor no sabe lo que cuesta la elaboración de, por ejemplo, un kilo de azúcar, porque sólo conoce el precio final en góndola. Sólo puede establecer una comparación entre un negocio y otro para saber si está más caro o más barato. Pero no sabe si ese precio es el correcto o el justo. Y para el público debe ser más importante saber cuánto gana cada uno de los participantes de la cadena de comercialización. Por lo tanto, más que difundir quejas respecto de la inflación en abstracto, sería interesante que muchos se pongan a pensar en por qué se produce la inflación y cuánto de real tiene, cuánto de deshonestidad y de especulación hay en el aumento del precio de un producto. Revisar los mecanismos que están detrás del aumento de los productos. De esa manera, se podría poner un tope al porcentaje de ganancias para que las cosas no se encarezcan.
Pero parece que para muchos, revisar es peligroso. Basta recorrer las diferentes opiniones que se han vertido respecto a la creación del Instituto de Revisionismo Histórico Manuel Dorrego. Algunos hasta llegaron a manifestar que la sola idea de reconstruir el hilo de nuestra historia les provoca urticarias. “La historia es una sola”, ladraron los que siempre ladran. Si así fuese, con un solo libro de historia bastaría. Pero no, la historia no es una sola. Por supuesto, para los que defienden la estructura pergeñada por Bartolomé Mitre, sí. Esa es la historia. Mitre es considerado –por ellos- el Padre de la Historia porque es el autor de la sucesión de hechos del siglo XIX para justificar el ordenamiento político y económico que dominó nuestro país hasta la llegada de don Hipólito Yrigoyen.
Revisionismos históricos ha habido siempre, porque lo que es único son los hechos del pasado. El resto es relato. Y los relatos se modifican de acuerdo a las fuentes, a los puntos de vista, a los narradores. Y no es cualquier relato: es un relato contemporáneo porque la historia siempre se cuenta desde un presente. Además, la historia es una reconstrucción ideológica. Pero Bartolomé Mitre no sólo se ocupó de ordenar los hechos, sino de acomodarlos a la visión anglofílica e hispanofóbica de su clase. No en vano el 25 de mayo de 1810 es presentado como la fecha en que se rompen las cadenas con el imperio español, aunque no sea tan así. El ilustre Bartolo ha ocultado detalles en su relato para amoldarlo a su visión anti hispana y pro británica.
Pero lo que importa es que el revisionismo es la ruptura con la linealidad defendida por el discurso hegemónico en decadencia. Y en esa historia dominante –que no es solamente la del Billiken- hay baches, personajes silenciados y demonizados. Hay muchos “porqués” que no se explican. Hay muchas mezquindades disfrazadas de heroísmos y traiciones presentadas como actos de justicia. Queda mucho para desempolvar en nuestra historia, que no es una simpática galería de estampas y estatuas inmaculadas.
Los revisionistas no son talibanes ni destructores de bustos. Tampoco el revisionismo es un invento de CFK, sino un movimiento que surge a principios del siglo XX. Los revisionistas simplemente son investigadores que buscan establecer otro relato y difundirlo. Un relato que no es más ni menos verdadero que la historia mitrista, aunque con mejores intenciones y objetivos. Por eso están inquietos los custodios de la verdad y la objetividad. No sea cosa que se difunda que El Padre de la Historia fue también el progenitor de los peores hechos sangrientos del siglo XIX, como la guerra contra el desarrollo industrial del Paraguay. Afortunadamente, ese ilustre personaje, ha quedado como adorno del billete de dos pesos, que aunque es el más usado, es el que menos se cuida.  

1 comentario:

  1. Me gusta que no se olvide de Binner, Profe, es un personaje nefasto y dañino, empeñado en realizar todas estas medidas antipáticas e innecesarias para allanarle el camino a su esbirro: Bonfatti.Es increible que hable de la inflación un indivuduo que la genera, aumentando todo aquello tan sensible a las empresas y usuarios, electricidad, agua, etc, sin mejorar el servicio ni realizar inversiones, siendo estos servicios excusas perfectas para generar aumentos directos en la producción final. Sin embargo en Rosario y Santa Fe seguimos enamorados de estos delincuentes. La historia los juzgará, y en este caso, no hará falta demasiado tiempo para que el liderazgo de CFK los pase por encima. No hará falta revisionar nada.

    ResponderBorrar

Un viernes negro

  La fortuna nos dio una chance. El disparo no salió, pero podría haber salido . El feriado del viernes es un casi duelo. La ingrata sorpres...