Los trabajadores no sabemos de
voracidad, salvo cuando nos invitan a un asado, un cumpleaños o algo así. Ni
siquiera un asomo de envidia nos despiertan los rankings de los más ricos del
mundo, porque sabemos que esas cantidades no traen felicidad, menos aún para
las víctimas del saqueo que las nutrieron. Esas
fortunas no se alcanzan trabajando, como nos han querido hacer creer muchas
veces. Y no bastan la creatividad, la inteligencia o la iniciativa. Esas
cifras monstruosas saturadas de dígitos son producto de la explotación, la especulación y la evasión. Y más que
admiradas, deben ser repudiadas por las mayorías que padecemos carencias
proporcionales a las abundancias de esos impunes. Impunes, con todas las
letras. Estos individuos que tanto presumen
por haber alcanzado la cima son culpables de la inequidad que se expande por el
mundo. Ellos roban el bienestar ajeno para rodearse de lujos vomitivos y,
lejos de sentirse avergonzados, se enorgullecen y prometen multiplicar al
infinito sus ganancias para el próximo año. El mundo está en una encrucijada
que puede cambiar la historia. Como
nunca están a la vista los autores del descalabro y las recetas que lo han
permitido. Y también los estados que, cómplices, débiles o serviles, han
facilitado que las cosas lleguen a este punto.
Esto no es una proclama en
contra de los ricos, sino un llamado de atención a ese porcentaje mínimo de los
habitantes de nuestro planeta, que son los que concentran gran parte de la
riqueza y, sin pudor, van por más. Pero
no incrementan los números invirtiendo, creando y trabajando, sino apostando a
la ruleta financiera que sólo produce ganancias para unos pocos. Nadie les
pide que repartan sus posesiones y anden por la tierra con unos pocos paños para
cubrir su cuerpo; tampoco que sigan lavando dividendos espurios en hipócritas
fundaciones de beneficencia. Lo que se
les pide es que desaceleren un poco, que aflojen la soga que está a punto de
ahorcar a gran parte de la población. Y si no lo hacen a voluntad, deberán
ser los gobiernos los encargados de ponerlos en vereda.
Sin intenciones de instaurar un
modelo de alcance universal, los objetivos del equipo de CFK –con errores y
aciertos- buscan encuadrar a los particulares en un trabajo conjunto. Una idea
atraviesa las declaraciones de cada uno de los funcionarios: no hay goteo sino
desarrollo con redistribución. El goteo
es una metáfora siniestra de la acumulación sin límites de los angurrientos y
las migajas que, cada tanto, dejan caer para conformar a los que sobreviven
allá, en la sumergida base de la pirámide. Así es como se produce la
desigualdad porque, cuando los de abajo suben un par de peldaños, los de arriba
usan el ascensor de máxima velocidad, por puro gusto de acrecentar las
distancias, no más. Lo que propone el Gobierno Nacional es restringir el uso
del ascensor o al menos, reducir su potencia. No impedir las ganancias, como denuncian algunos malintencionados, sino
encuadrarlas en un parámetro colectivo. Que la ganancia sea proporcional a
la inversión y que la inversión genere un valor compartido con los que
participan en la cadena productiva. Que
el podio de Forbes no sea el objetivo, sino la construcción de un mundo un poco
más armónico.
Algunos
ejemplos domésticos
1- La
ciudad de Buenos Aires es rica en historias que vienen a cuento, aunque
pequeñas comparadas con el tema en cuestión. Algunas lejanas en el tiempo que
tienen como protagonistas a empresarios que se fundieron por la explosión de
2001 y abandonaron a su suerte las instalaciones de sus negocios. En muchos de ellos, los empleados se
hicieron cargo de recuperarlos y ponerlos nuevamente en funcionamiento a través
del trabajo cooperativo. Episodios similares ocurrieron en todo este
tiempo, sin otra excusa más que la desidia, la incapacidad o la corrupción de
sus propietarios.
El año pasado, el Grupo OJA
presentó la quiebra y decidió cerrar sus restaurantes. Los empleados de uno de
ellos, “Alé Alé”, tomaron las riendas y
en todo este tiempo mejoraron su rendimiento, duplicando la cantidad de
servicios al mes. Si en estos días ese restaurant se convirtió en noticia
fue porque lograron posponer un nuevo desalojo de los dueños del local, que no
aceptan renovar el contrato de alquiler porque tienen a la vista mejores
negocios inmobiliarios. Esas angurrias
son posibles porque la legalidad del Estado municipal lo permite. Hasta las alienta. La ambición importa
más que el bienestar de 40 familias. Un día antes de la Nochebuena de 2011, el
Jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, vetó una ley de la Legislatura que
protegía a los negocios recuperados por sus trabajadores e impulsaba la
expropiación de las instalaciones. Un
perverso regalo de navidad de quien siempre dice que gestiona a favor de la
gente. Por ahora el desalojo se postergó hasta nuevo aviso y los diputados
kirchneristas se comprometieron a conseguir un local para que este restaurante
cooperativo pueda seguir funcionando.
2-
Especulación
pura la de los productores agropecuarios, que
escatiman cereales para forzar una devaluación. El Jefe de Gabinete, Jorge
Capitanich, aconsejó que suelten un poco de porotos, porque tienden a la baja.
Eduardo Buzzi, de FAA, consideró que “Capitanich
empieza a tener un síndrome de incontinencia verbal”. Bien, entonces,
cuando el año que viene comience a bajar el precio internacional de la soja, los argentinos esperamos que los estancieros
no padezcan el síndrome de incontinencia lacrimal, como nos tienen
acostumbrados, tanto cuando ganan mucho como cuando ganan poco. Y, por
supuesto, cuando dicen que pierden, que es siempre. Por correr tanto detrás de
la cifra, no advierten que, de aumentar el dólar, ganarán más sólo por un tiempo, porque gastarán más en los insumos.
Y vuelta a las lágrimas.
3-
El
Poder Ejecutivo confirmó a Martín Sabbatella al frente del AFSCA. Mediante un
comunicado, ratificó la voluntad de tratar antes de fin de año los planes de
adecuación a la Ley del Grupo Clarín, Telecentro, Uno, Prisa y Telefé. Pero
advirtió que si Cablevisión no cumple
con la grilla, incluyendo Paka-Paka, INCAA TV, Telesur, CN23 y 360, “no hay adecuación voluntaria posible”. Ya que estamos: como hay un nuevo
Secretario de Comercio Interior, podría controlarse el abono que cobran los
servicios de TV por cable en el resto del país, que en algunas ciudades supera los 200 pesos. Expandir la mirada
hacia el resto del país, que también padece abusos.
4-
Ni
bien asumió su segundo gobierno, CFK y su equipo económico debieron tomar una
serie de medidas económicas para frenar la fuga de dólares que amenazaba ser
letal. El cepo cambiario, lo llaman
los adictos a la moneda verde. Claro,
piensan como derecho lo que debería considerarse privilegio y para el conjunto
es un suicidio. Que el Gobierno haya decidido administrar los dólares es
una muestra de un Estado comprometido a comandar la economía, a pesar de que
todavía, esa pústula cultural instaurada
en tiempos de la dictadura se resiste a abandonar estas tierras. Por eso,
la decisión que tomó la AFIP de recargar con un 35 por ciento las compras con
tarjetas en el exterior es una forma de anunciar dónde está puesta la lupa.
Algunos chillarán, pero es bueno que
comprendan que los dólares que acumulan o dilapidan los pagamos entre todos.
El
presente que vivimos es prometedor de futuro, si sabemos convivir con él, si nos animamos a interpretarlo y a diseñar
en él un nuevo recorrido, a instaurar una nueva lógica. Los viejos
paradigmas intentan emerger de sus fracasos, aprovechando el poder que les
queda. Nosotros, las mayorías, tenemos un poder que antes desconocíamos: el de empezar a reconocer sus verdaderos
rostros y rechazar sus endulzadas promesas paradisíacas, las que ocultan
los peores infiernos. Esos que conocemos tan bien y alimentan nuestros más
espantosos recuerdos.
El famoso goteo... no trae inversión ni desarrollo. Sin consumo es imposible y el goteo no permite consumir, trae hambre a la base de la población mientras los ricos multiplican sus fortunas. Así un país no crece. Hay que redistribuir el ingreso no sólo por los que menos tienen sino también por la patria.
ResponderBorrar