Mientras tratamos de interpretar lo ocurrido con el proyecto
de unificación del Código Civil y Comercial y esos extraños cambios que parecen retroceder un poco, estos apuntes
abordarán algunos temas coyunturales. Recién en marzo los diputados tratarán
estas reformas y tenemos tiempo más que suficiente para asimilar las novedades
y, en todo caso, rechazarlas. De cualquier modo, no hay que perder pisada
porque podríamos estar ante una
interesante estrategia del oficialismo que coloca a su izquierda a muchos
miembros de la Cámara Baja que antes estaban a la derecha. Algo así como
que las ideas más progresistas serán propuestas por la propia oposición, valga
la paradoja. Quizá haya una intención
pedagógica del kirchnerismo para reordenar el rumbo del país. A la derecha
absoluta quedará el PRO, tal vez en soledad, celebrando –por un tiempito- que
la propiedad seguirá teniendo una función más privada que social. Pero no nos
adelantemos a los acontecimientos porque la futurología no es el fuerte del
autor de estos textos. El presente
también tiene su riqueza pues en el día a día se está entretejiendo un futuro
que resulta prometedor.
Desde el retorno de Cristina, el que se ha mostrado más que entusiasta
de los cambios en el gabinete del Gobierno Nacional es el alcalde porteño,
Mauricio Macri. Algo que puede confundir a algunos, porque da la idea de que el kirchnerismo se está contagiando del
espíritu PRO, como lo ha expresado en estos días el Líder Amarillo. Y como
nunca, el empresario que juega a ser
político parece exaltado con las nuevas brisas. Quien más ha conquistado el
corazón –si es que lo tiene- del ex presidente de Boca es el flamante Jefe de
Gabinete, Jorge Capitanich. Macri
interpretó la convocatoria al diálogo casi como una propuesta matrimonial y no
ve la hora de que llegue tan idílico momento. Como si fuera un hábil
estratega, consideró que Capitanich “no
puede haber venido para no resolver”. En una de las tantas entrevistas
concedidas a radio Mitre, manifestó la esperanza de que haya cambios porque “uno va con un optimismo crónico de
poder conseguir una agenda en común a favor de la gente".
Ya se ha dicho en un Apunte anterior: Macri espera que La Presidenta y
su equipo gobierne por él, que solucione los múltiples problemas que su gestión
ha generado en la capital del país. La agenda en común no es más que su propia
agenda, lo que quiere imponer como prioridad para facilitar su camino a la presidencia. El niño rico se cansó de la maqueta con la que juega y quiere que le
regalen una nueva –y más grande- para poder destruirla. Lo que resulta
demasiado cínico es que disfrace su ideario como a favor de la gente. Si así fuera, el presupuesto en educación, salud y vivienda no disminuiría año a año,
desprotegiendo a los más vulnerables. Tampoco aumentaría la tarifa del subte ni
las cargas del ABL de manera tan descomunal. Si pensara a favor de la gente, jamás hubiera creado la siniestra UCEP que
se cargó a muchos indigentes ni hubiera mandado a reprimir salvajemente en el
Hospital Borda. Salvo que ‘la gente’ a la que se refiere sea sólo los que
pertenecen a su círculo minoritario y algunos laderos que sueñan con
pertenecer.
Lo curioso es que en la misma entrevista, el Ingeniero anticipó que con
Capitanich “tratará de hablar de la realidad
del país porque todo está inmerso en un contexto y sentimos que hay cosas que
cambiar”. El ‘tratará’ puede indicar
una imposibilidad propia para ‘hablar de la realidad’, una incapacidad del otro
para comprender La Realidad o que Macri
considera que Su realidad es La Realidad. O que habla sin pensar en lo que
está diciendo, que es lo más probable. Como lo demuestra con una “gran demanda nacional, que es el tema de la inseguridad”.
Así es, el tema de la inseguridad es un tema nacional, a tal punto que la anciana de La Quiaca se siente
atemorizada por un crimen ocurrido en algún barrio porteño. Porque a pesar de
que tenemos una tasa de criminalidad
similar a la de Uruguay o de Chile y se ubica entre las más bajas de
Latinoamérica, muchos tienen la sensación de que vivimos en el país más
inseguro del mundo. Sensación construida por los infalibles medios de
comunicación, que acostumbran a confundir un homicidio en robo con otro
intrafamiliar y dramatizan como en un
culebrón cualquier delito y lo multiplican al infinito. Hay delitos, nadie
los niega, pero no tantos como para alcanzar semejante paranoia.
Otra clase de
delitos
"Tenemos que
ver qué vamos a hacer con la inflación”, detalló quien no
escatima esfuerzos para aumentar todo lo aumentable dentro del principado que
gobierna y hasta la deuda, que sextuplicó desde el inicio de su primer mandato
hasta los 12 mil millones de pesos. Para poco y nada, por supuesto. Todo un
tema, la inflación. Si bien no se puede
negar el incremento abusivo de los precios, los gobiernos democráticos
anteriores han superado cualquier medición que se quiera tomar de estos años.
Durante el mandato de Alfonsín, la inflación fue de 1972313 por ciento, entre
Menem, De la Rúa y Duhalde alcanzaron un 11734 por ciento y en estos diez años
de kirchnerismo, un 231 por ciento con
los datos oficiales y 462, con números vertidos por los opositores. ¿Por
qué a los Kirchner se les exige una inflación menor que a todos los anteriores?
¿No será exagerado tanto cacareo, más
allá de las incomodidades que provoquen las movidas especulativas de los
formadores de precio?
Porque convengamos que no sirve de nada hablar de la inflación y no de
lo que la ocasiona. O de quienes, porque
lo que estamos presenciando con los precios es un capítulo más de la puja
redistributiva. En tiempos de bonanza o de penurias, en abundancia o en
escasez, los empresarios argentinos
siempre aumentan por las dudas. Y hasta los que visitan nuestro país,
portadores de euros, advierten que las cosas acá son muy caras. Unos días
atrás, Capitanich puso como ejemplo que producir una lata de duraznos cuesta
unos cuatro pesos pero llega a la góndola a más de 15. Esta sería una
herramienta efectiva para desenmascarar el abuso del que somos víctimas: difundir el costo de los productos,
independientemente de las marcas, para saber cuánto nos quieren robar. Y
los acuerdos de precios deben estar basados en cuánto debe ganar cada actor de
la cadena de comercialización y no en cuánto quiere. Limitar la ganancia empresarial y reducir la cadena de comercialización
serían medidas audaces que atacarían el núcleo del problema.
Para no llegar a las medidas que se vio obligado a tomar el presidente
venezolano, Nicolás Maduro, para frenar los aumentos cercanos al 1000 por
ciento en los productos de la canasta básica. Por eso los medios hegemónicos tergiversaron la célebre frase en la que
calificó a los capitalistas como especuladores y ladrones. Porque al
definirlos así, deberán ser tratados como delincuentes y merecerán la cárcel.
Esta decisión será catalogada como autoritaria por los puristas del
establishment y se rasgarán las vestiduras por las libertades pisoteadas. Ellos, que son los que no sueltan una
lágrima cuando hunden en la pobreza a las víctimas de su accionar angurriento. Ellos, que consideran que la única libertad
es la que conquistan por medio de la opresión. Ellos, que lo tienen todo y
siempre quieren tener más. El Gobierno Bolivariano decidió esta medida después
de muchos intentos de ordenar la economía doméstica, pero los empresarios
respondieron con el desabastecimiento y los sobreprecios. Entonces, merecen el rigor.
Con un poco de buena voluntad, las cosas en nuestro país no llegarán a
este punto. Salvo que los poderosos de
la economía no entiendan que para ganar más hay que invertir y producir más. Y
distribuir sin chistar. Porque son los trabajadores los que hacen mover el
mercado interno cuando vuelcan su salario al consumo. No son los que menos
tienen los que descalabran la economía, sino los grandotes que se dedican a saquear los bolsillos y a acumular
monedas foráneas en un lejano paraíso fiscal.
Excelente Gustavo !! Macri nunca piensa lo que dice...En realidad creo que NO PIENSA !
ResponderBorrarLa "inflación y la in seguridad" temas altamente fogoneados por los Medios hegemónicos.
Macri habla de "la gente" pero no la conoce. No conoce a la ciudad. Arruina el transporte público porque total, él viaja en helicóptero. Uno no sabe si es que está tan aislado de la realidad como parece, si es incompetente, o si directamente es un muy mal tipo. Para mi es una combinación de las tres.
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