miércoles, 18 de diciembre de 2013

Los recalentadores de la Primavera


Muchos celebran que Michel Bachelet haya conquistado la presidencia en Chile, sobre todo los estudiantes, que esperan que por fin lleguen las reformas que conviertan a la educación en un derecho. Derecho que algunos boicotean de este lado de la cordillera, como el Jefe de Gobierno porteño y su innovador –e ineficiente- sistema de inscripción on line. O como ese colegio cristiano de la localidad misionera de Oberá, que desalienta a los chicos con padres homosexuales. Aunque todavía no alcanzamos el país con el que soñamos, algunos tienen la desfachatez de hablar de fin de fiesta, precisamente ellos, que disfrutaron de las festicholas noventosas destinadas a unos pocos. Si esos personajes oscuros y miserables consideran que la AUH, las netbooks, la ampliación en la cobertura jubilatoria, las mejoras en el PAMI, el descenso de los índices de desempleo, pobreza e indigencia y muchas cosas más constituyen una fiesta que debe terminar, que vuelvan a sus madrigueras a mascullar su veneno. Si estos diez años de recuperación de derechos y de inclusión insólita en los últimos cincuenta años pueden pensarse como una fiesta, que se vayan acostumbrando porque esto recién empieza.
Claro, algunos consideran que su bienestar es un privilegio que deben solventar los que se ubican más abajo. También creen poseer El Derecho de acumular sus ganancias descomunales, sin tener en cuenta que no son ellos solos quienes las generan. Y que tienen la potestad de especular, acaparar, fugar, evadir sin que nadie los moleste. Menos aún el Estado, que tiene la mala costumbre de recaudar para redistribuir con el objetivo de lograr la equidad. Aunque parezca increíble, son los que más se quejan, los que más critican, los que conspiran para que todo se desmadre.
Como un muestrario de lo que haría de llegar a ser presidente, el Jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, agrega más calor a los últimos días de esta ardiente primavera. Que el sistema ideado por los amarillos de la CABA para la inscripción en las escuelas se haya convertido en un dolor de cabeza para los padres que prefieren la educación pública es, en cierta forma, un castigo por elegir la gratuidad. En lugar de abrir más cursos para cubrir las vacantes, prefiere seguir aumentando los subsidios a las instituciones privadas para que se conviertan en la mejor opción educativa. Precisamente es esto lo que los chilenos decidieron abandonar: la educación concebida no como un derecho, sino como una mercancía.   
Dejar la educación en manos de los privados puede ser una comodidad, pero tiene sus riesgos. Una escuela con orientación cristiana de Oberá, Misiones, busca la manera de dejar fuera de las aulas a los hijos de familias homoparentales. Primero, empezaron a instruir a profesores y administrativos para que informen que a reuniones y actos sólo participe uno de los padres. Para los directivos, los padres del mismo sexo no son una buena imagen de enseñanza cristiana. El objetivo es provocar la incomodidad del niño y su familia para que, más temprano que tarde, abandone el establecimiento. Condenable, porque recibe subsidios del Estado. Una fotografía que atrasa mucho, pero no debe ser un caso aislado. Quizá sea necesaria una resolución del Ministerio de Educación, para evitar estas iniciativas discriminatorias.   
Nostálgicos de fiestas exclusivas
La palabra ‘fiesta’ mantiene una connotación un tanto negativa. Basta recordar que uno de los spots de campaña de Fernando De la Rúa utilizaba esa expresión para indicar la finalización de un nefasto período signado por la corrupción sistémica del menemismo. Pero la diversión recién comenzaba… para los que volvieron a beneficiarse con la peor crisis de nuestra historia. Para el resto, todo fue drama. Por eso resulta demasiado cínico que hablen de fiesta cuando lo que estamos presenciando no es otra cosa más que la recuperación de derechos para los siempre postergados. “Si a esto los argentinos lo consideran una fiesta, entonces estamos en un país equivocado", respondió el Jefe de Gabinete, Jorge Capitanich a los apologistas del ajuste.
Porque eso es lo que buscan los agoreros, dibujar un ambiente de despilfarro para poner límites a un Gobierno que está decidido a alcanzar la equidad. Lo que rechazan es un Estado que transfiere recursos hacia los sectores más vulnerables. Lo que prefieren es un Estado cómplice que contribuya a llenar sus ilimitadas arcas. Lo que repudian es un Estado que controle la economía doméstica, aunque eso haya dado buenos resultados en los últimos diez años.
En verdad, el Gobierno Nacional tiene mucha paciencia con estos actores de nuestra vida política. No con los que pregonan tonterías por los medios de comunicación. A estas tonterías que en el pasado constituían el dogma de la ortodoxia económica, se las desarticula con buenos argumentos y exhibiendo resultados. Y resaltando los fracasos a los que esas recetas han conducido. Fracasos y angustias, aunque extraordinarias ganancias para esas minorías que ahora protestan. El Gobierno Nacional tiene mucha paciencia con los que, no sólo desde las sombras, sino a plena luz del día hacen lo imposible para construir el malestar de los argentinos.
El año comenzó con las medidas que el entonces Secretario de Comercio Guillermo Moreno tomó para controlar los precios de la canasta familiar. Al principio, todo bien, mucho acuerdo y compromiso por parte de las grandes empresas. Después, las trampas. Los precios de los productos esenciales se mantuvieron, pero después comenzaron a poblar las góndolas con productos similares con ínfimas variantes para poder coronarlos con cifras abusivas. Engaños viles en productos de consumo masivo como yogur, leche, yerba o lavandina, con agregados decorativos que justifican un incremento de más del 100 por ciento. En estas arteras tretas se encontró a La Serenísima, SanCor, Nobleza Gaucha, Rosamonte, Magistral y Ayudín, entre otras marcas de primera línea. De una vez por todas, estos especuladores que pretenden apropiarse de nuestros ingresos merecen un castigo que les enseñe lo que es vivir en democracia.
Como ocurrió con algunas firmas dedicadas a la comercialización de granos, que operaban con empresas fantasmas, direcciones inexistentes o facturas falsas para triangular las exportaciones y así, evadir sus obligaciones fiscales. Jovicer Sertigran, Intagro, Ducarevich, Granar y un par más quedarán fuera del registro y no podrán operar por un tiempo. Poco castigo para semejantes canallas.   
Esta es la fiesta que se tiene que terminar: la de los que, con su avaricia, tratan de interrumpir este camino hacia la reconstrucción de nuestro país. Los grandotes que tienen en sus manos la posibilidad de malograrnos nuestra vida con los incrementos desmedidos en los precios, los que ganan a costa de pequeñas estafas, los que nos hacen viajar incómodos, los que nos brindan servicios de manera insuficiente, los que especulan y evaden. Ellos son los que quieren volver a las fiestas exclusivas para que después los demás, paguemos los platos rotos.

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