Bien por Rosario. El Concejo
Deliberante puso freno a la adicción a los fuegos artificiales que padece la
Intendencia y prohibió esas prácticas en los actos oficiales. Una iniciativa
del nuevo edil, el veterinario Carlos Cossia, como una forma de contribuir al silencio urbano y la tranquilidad de
las mascotas. Y de paso, ahorrar unos pesos, porque esos ruidosos espectáculos estilo Disney deben costar una fortuna.
El Gobierno Nacional también debería dejar de lado esos modos estruendosos de
conmemorar las fechas importantes. Y en todos los niveles gubernamentales del
país debería plantearse esta cuestión. Por supuesto, no es lo más importante
que tenemos que resolver. Antes que eso –o quizá en simultáneo- el abuso en los
precios está pidiendo pista. Allí también hay otra adicción que habría que
combatir: la de los que no pueden evitar
apropiarse de las ganancias ajenas. El nuevo equipo económico ha decidido
actuar de una manera más directa en la conformación del precio de las cosas,
aunque, a criterio del Autor de Estos Apuntes, de manera bastante amable. No merecen tan buen trato los que
multiplican sus ganancias con accesorios improbables en los productos de
consumo masivo.
Tampoco los que extorsionan a
las autoridades para obtener unas monedas más. Y esto no se refiere sólo a los
policías que se amotinaron en la mayoría de las provincias, permitiendo –y
promoviendo, también- los saqueos que conmocionaron los primeros días del mes. Los
cortes en la distribución de electricidad que acaloró a los vecinos de la CABA
también significa una presión a las Autoridades Nacionales para forzar un
aumento tarifario. En ambos casos, el
ciudadano se convirtió en rehén de estas maniobras corporativas. Y no serán
las únicas que veremos en los tiempos que se vienen. Por eso, es conveniente estar preparados para no ceder con tanta
facilidad.
En una entrevista radial, la
vocera de la empresa Edesur, Alejandra Martínez, consideró que el congelamiento
de las tarifas impide la inversión para garantizar un buen servicio. “A confesión de parte, relevo de pruebas –respondió
el ministro de Planificación, Julio De Vido- si no pueden prestar el servicio, el camino es el que indicó el jefe de
Gabinete de Ministros”. Esto es, ni
más ni menos, que la estatización del servicio. Ya estamos acostumbrados a
que las empresas de servicios pidan incrementos o subsidios para poder brindar
una mejor prestación. Después de recibir la plata, todo sigue igual hasta la
llegada de otro momento crítico. En el caso de Edenor y Edesur, hay algo que
llama la atención. Ambas son monopólicas en
la zona que les toca, pues los usuarios no tienen opción por estar
geográficamente ligados a una o a otra. Entonces, ¿por qué gastan fortunas en publicidad televisiva? ¿Si no es para
conquistar clientes, no será para sobornar voceros? Esta debe ser la
sugerencia del Gobierno: si no dan las
cuentas para invertir, suspendan la publicidad, que no significa más que un
gasto. Y uno usa la palabra ‘sugerencia’, cuando en realidad, debería ser
intimación.
Un paseo por
las góndolas
A pesar de los esfuerzos del Gobierno K para hacer
más sencillo llenar la mesa, el precio de las cosas ha tomado la costumbre de
crecer sin motivos. Eso sin hablar de las
estafas que las grandes empresas pergeñan para apropiarse de nuestros billetes,
como convertir un producto cotidiano en un medicamento o presentar ofertas que
en realidad no son más que aumentos encubiertos. Los controles y congelamientos
han fallado por muchos motivos. Tal vez si todos los Estados se comprometieran
a defender el bolsillo de los argentinos, los
diferentes actores de la cadena de comercialización se cuidarían de apoderarse
de una tajada mayor. Pero no, intendentes y gobernadores evitan incomodar a
los vecinos, sobre todo a los más grandotes.
Quizá el Gobierno Nacional confió demasiado en
los acuerdos de palabra que había conseguido con los empresarios. Por eso ahora
se concretó la firma de un acta acuerdo con las grandes cadenas de
supermercados y algunos representantes de la industria para mantener los
precios en niveles no tan bestiales. La Secretaría de Comercio y las empresas realizarán un monitoreo trimestral para
corroborar el funcionamiento de esta nueva estrategia en unos 200 productos de
consumo masivo. Desde el 1 de enero se permitirán aumentos sólo ante “causas bien justificadas”. Un punto
interesante antes de la firma de este documento: los grandes supermercados deberían explicar cómo obtuvieron sus
descomunales ganancias a lo largo de todo el año. Y ya que estamos, las
empresas que producen nuestros alimentos también deberían dar cuenta de cuáles
son sus tasas de ganancia. Esto es
esencial para exigirles que comiencen a ceder un poco en la desigual puja
distributiva.
En estos días se descubrió una trampita con el precio de la yerba
Rosamonte, que en su formato regular se vendía a algo más de 9 pesos pero la
versión plus duplicaba ese valor. El
Secretario de Comercio, Augusto Costa, debería verificar qué tiene de más esa
yerba para justificar la duplicación. Y
si no tiene nada, habría que sancionar a la empresa e intimarla a que devuelva
lo esquilmado con la sola presentación del envoltorio. Algo similar podría
hacerse con leches y yogures que prometen maravillas con una sola cucharada. Ya
de por sí, la libertad de mercado es perjudicial para los consumidores. Y lo
que estamos atravesando ya es libertinaje
pirateril. Consolidar este proyecto significa
domesticar a las bestias para disminuir su fiereza y reducirlas para que no
traguen tanto.
En los próximos dos años el desafío será
incorporar más actores en la producción y venta de alimentos. Inundar el país
con mercados comunitarios solventados y administrados por el Estado Nacional,
Provincial y Municipal puede significar
una verdadera competencia para los angurrientos. No es lo deseable destruirlos,
pero sí que compitan como corresponde. También incentivar la creación de
cooperativas que se dediquen a la manufactura de alimentos que también se
ofrezcan en los supermercados. Ahora, las grandes empresas practican novedosas
formas de extorsión y sobornos para beneficiar la exhibición y venta de sus
carísimos productos. Para estos
empresarios, la mejor manera de competir es anulando toda competencia. De
alguna manera, los Estados deberán mediar en esta relación entre productores y
comerciantes. Alguien dirá que la ganancia es lo más importante. Pero hay
límites. Y el comercio, también debe considerarse como un servicio a la comunidad.
Entonces, habrá que educarlos. Después de la
crisis, muchas empresas fueron recuperadas por sus trabajadores, algunas con
éxito, otras con tropiezos. El Gobierno Nacional ha contribuido a su
crecimiento con aportes y exenciones impositivas. Los diferentes planes del
Ministerio de Desarrollo Social han tenido notorios éxitos al incorporar
personas y grupos al mundo laboral. Y de ahí han salido micro emprendimientos prometedores.
Si estas experiencias proliferan y crecen, se podrá conformar la competencia
necesaria para que las góndolas luzcan más coloridas. Si la inflación es un problema no es por la cifra que alcanza, sino por
las intenciones de los infladores. ¿Y qué es lo que quieren? Volver a los
tiempos en que ganaban mucho más invirtiendo mucho menos. Como en este proyecto hay que trabajar, quieren boicotearlo. Defender
este camino que estamos transitando es comenzar a abandonar a los grandotes y
apoyar a los pequeños. Esto no significa sólo comprar un frasco de mermelada en
la feria del barrio, sino poblar
heladera y alacenas con los productos más cooperativos que encontremos. No
pensar tanto en la marca, sino en lo que hay adentro. Así, la inflación no será un problema porque Los Muchos habremos
encontrado la solución.
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