El resultado de las elecciones legislativas evidenció diferencias entre el kirchnerismo y el albertismo y desde entonces comenzó a palparse una posible derrota en las presidenciales del año próximo. Claro, a pesar del buen manejo de la pandemia y los positivos índices de crecimiento, los números fueron esquivos para el oficialismo. La presentación del acuerdo con el FMI en el Congreso provocó un cimbronazo mayor en el frente gobernante y algunos agoreros alientan una peligrosa ruptura. La imagen de culebrón con Cristina y Alberto sin dirigirse la palabra circula en boca de los analistas, algunos felices y otros preocupados. Ambos advierten que un divorcio facilitaría el regreso de halcones, palomas y buitres a La Rosada, con todo lo que eso significa. Para unos, el retorno de los amarillos sería la llegada al Paraíso neoliberal del que jamás hemos disfrutado; para otros esa foto sería el comienzo de una aterradora película.
En estos días, los intelectuales
de ambas partes –K y A- expusieron sus diferencias a través de sendas cartas, lo que sugiere la necesidad de salvarlas
para seguir adelante. María Seoane –periodista y ex directora de Radio
Nacional- fue firmante de ambas cartas y no por un problema de personalidad
múltiple sino porque considera que “la unidad no se negocia”. En un ultimátum vía twitter, Seoane
manifestó: “nos sentamos a discutir a los
besos o a los gritos, pero del Frente no
se baja nadie. Enfrente hay una derecha vengativa que quiere terminar la
faena de Macri. Es la muerte de la
Argentina posible y popular. Sépanlo". Ese es el diagnóstico que
parece común: la unidad aunque duela.
Ya dolió en 2019 eso de codearse con personajes tan críticos de Cristina que terminaron auspiciando la asunción de Macri.
Ante un momento tan crucial, la
disolución del FDT preanuncia una nueva tragedia.
Ya lo decía Perón: “unidos o dominados”. El dilema es el “para qué” de esa unidad. Si no está claro el objetivo, la unidad termina siendo un pegote. Por
eso aparece el gobernador Perotti –que ya
había operado para frenar la expropiación de Vicentín y la estatización de la mal
llamada Hidrovía- para dejar en claro su oposición a la suba de retenciones.
Si bien el presidente aclaró en estos días que en el Frente no sobra nadie, ¿qué pito toca este representante de los
agrogarcas? ¿Con alguien así se cuenta para combatir a los deformadores de precios? Si no se tienen en claro
los objetivos de la unidad, las
fracturas siempre serán expuestas.
En una entrevista con Roberto
Navarro, el Presidente llamó a “convivir
con las diferencias”, pero a veces
las diferencias son infumables. "Me sentiría muy mal si, por nuestras
diferencias, le abriéramos paso a la derecha", agregó, aunque algunos integrantes del
Frente sean más amarillos que un PRO.
"Yo escucho a todos –frase muy
repetida y cumplida por Macri- pero el
presidente soy yo y el que tiene que tomar las decisiones soy yo”. Claro
que, a veces, las decisiones, los retrocesos, las confusiones, los anuncios
que no llegan a nada amenazan la ruptura.
Como si
fuera un valor, Alberto repite que, aunque comparta el ideario de la
vicepresidenta, es un moderado. Una pena, porque la moderación ante los
voraces es una señal de debilidad. Si no fuera moderado, ordenaría retrotraer
los precios de TODO al 1 de febrero y no al 10 de marzo. Si no fuera
moderado, investigaría en serio la cadena de valor de cada producto para
concluir en su precio exacto, sin abusos en la rentabilidad de cada parte.
Si no fuera moderado, extraería mucho más de los ricos para disminuir la
monstruosa desigualdad. Quizá la unidad está en riesgo por exceso de
moderación. Un gobierno con pretensiones de popular debe proteger a la
mayoría de las angurrias de la minoría y eso no lo hace un moderado. El
presidente, cada tanto, evoca muchos momentos vividos con Néstor Kirchner pero olvida
citar una frase que lo haría abandonar su centrismo: “es fácil ser fuerte con los débiles y ser débil con los poderosos”. Así
comprendería que para recuperar la dignidad perdida y conquistar lo que falta hay
que invertir esa ecuación y si se enojan los poderosos, será la mejor
señal de que la unidad está en su mejor momento.
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