Después de dos años de pandemia, el Día de la Memoria volvió a las calles de manera contundente en muchos puntos del país. También volvieron los odiadores a simular desconcierto, denostar a los participantes y burlarse de banderas y cánticos. Los negacionistas que cuestionan el número de desaparecidos y resucitan a los Dos Demonios asomaron una vez más el hocico. Los refunfuñadores de siempre no callaron sus quejas al kirchnerismo que –según refunfuñan- se apropió de la fecha. Algunos periodistas del establishment cuestionaron la modalidad de las marchas: “deberían ser reflexivas y en silencio”, pontificaron. Claro, no entienden que la Memoria no significa un ancla, sino una perspectiva al futuro; que no es un lamento prolongado de individuos sino una construcción colectiva constante. No entienden porque no les conviene, por supuesto.
Tampoco entienden –o simulan- que
“Nunca Más” no sólo es un rechazo a los golpes de Estado, sino también la exigencia de Justicia a los ejecutores y
los instigadores. Además, incluye la necesidad de desmontar el (des) orden económico y social instaurado en aquellos años.
Por eso, el Día de la Memoria debería
marcar el rumbo de la Argentina deseada por la mayoría.
Casualmente –valga la ironía-, los denostadores de esta fecha no quieren
ese país. Mentira que fuerzas políticas antagónicas quieren llegar al mismo punto por diferentes
caminos. No se puede disminuir la pobreza precarizando el trabajo y desmantelando el sistema previsional. No
hay desarrollo si se abren las
importaciones de todo y se manda a los científicos a lavar los platos. Nunca
van a derramar los ricachones que claman
pagar menos impuestos por más empachados que estén. No quieren el mismo
país esos privilegiados que ordenan respetar las reglas del juego; reglas que nadie puede citar pero
sirven para que una minoría siga
multiplicando el contenido de sus arcas mientras gran parte de la población
recibe cada vez menos migajas.
El Día de la Memoria está para dejarlos al desnudo. Como no les
da la cara para reivindicar la Dictadura, recorren
sinuosos caminos que rozan la apología. Sus eufemismos son tan confusos que llegan a convencer a
los desprevenidos. Un recorrido por los dichos de estos días demandaría mucho
más que un apunte. Además, sabemos
quiénes son, qué color los identifica, la embajada que visitan y el destructivo
modelo que defienden.
El ex presidente Mauricio Macri
es la síntesis de todo esto, pero, por supuesto, no es el único. El que calificó como curro los DDHH, que
considera la Dictadura como “eso tan terrible que nos pasó”, que tilda a la democracia como
“el peor de los sistemas pero el único posible", sale a ponderar a Menem. Más
preocupado por el bridge que por el
futuro de los argentinos, afirmó que Menem resolvió los problemas de La Grieta y pacificó el país. No hay que
ser un experto para descifrar esto como un
contundente aplauso a los indultos.
Convencido de que el Infame
Riojano será reivindicado con el tiempo, Macri piensa que intentó “unir a los argentinos detrás de la producción, el empleo y progreso pacífico de la
Argentina”. Nada de esto pasó: la convertibilidad destruyó la producción nacional, generó más desempleo y aniquiló el
progreso. Sólo un constructor de
amnesia puede balbucear tantas patrañas y seguir en carrera. Lo que admira
de Menem es el desmantelamiento del
Estado, la privatización de empresas públicas, la invasión de multinacionales,
la integración al mundo como anexo del Imperio, la renuncia de la Soberanía a cambio
de relaciones carnales.
Pero hay más, porque el ex
gerente de La Rosada quiere retornar y sus
promesas no son tan dulces como las de 2015, al menos por ahora. Muy cómodo
en su sincericidio, amenazó con
privatizar a Aerolíneas Argentinas con la excusa de que es un despilfarro
de recursos públicos, un latiguillo que no tiene sustento. Y en un exceso de
comodidad en su propio canal, confesó que “la
democracia es un sistema improductivo
porque requiere tiempo de debate y está llena de problemas”. En todo está
su mirada empresarial. Pero no es el único: todos los juntistas comparten ese ideario porque representan intereses
minoritarios. Los mismos que pergeñaron
los golpes, la misma oligarquía que quiere
incrementar sus privilegios, los mismos estancieros que hoy exhiben en las
rutas sus tractores 0 km y sus
camionetas de alta gama. La Democracia los incomoda si no satisface sus apetencias. El Día de la Memoria los pone en evidencia y saben que el Nunca
Más los incluye.
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