Como todos sabemos, el conflicto bélico entre la Federación Rusa y Ucrania nos hace olvidar un poco lo padecido durante dos años por la pandemia. Aunque no es un partido de fútbol, muchos se ven tentados de hinchar para uno u otro equipo. El que se está maquillando para ser uno de los candidatos a presidente, Horacio Rodríguez Larreta, mandó a iluminar el obelisco con los colores de la bandera ucraniana como una indudable muestra de obediencia a la Embajada –la norteamericana, por supuesto- y una promesa de convocar alguna manifestación amarilla con la consigna “Yo soy Ucrania” de continuar la controversia. Nunca “fueron” los países bombardeados o invadidos por EEUU, para no quedar aislados del mundo que empieza en Miami y termina en el Central Park. Este blindado personaje –quizá más infame que Macri- puede ocupar La Rosada desde 2023 para desplegar su impronta indisimulable de facilitar negocios inmobiliarios a fuerza de secuestrar espacios públicos o borrar del mapa escuelas y hospitales, además de bombardear la soberanía con deudas y privatizaciones.
El FDT enfrenta el desafío de evitar que ocurra esto,
porque ya sabemos que los modelos neoliberales son pisoteadores de derechos en pos de potenciar privilegios. Cuando
los representantes del establishment gobiernan, la mayoría retrocede cientos de pasos, como hemos experimentado con
Macri. Este retroceso no es casual sino la estrategia que la minoría empachada utiliza para acumular cada vez más. Según un
informe de la CEPAL –Comisión Económica para América Latina y el Caribe-, la
concentración de la riqueza en nuestro país es tan monstruosa que los
privilegiados tienen 302750 veces más que el resto de la población adulta. Y lo peor es que quieren más y no dejan
pasar ninguna ocasión para incrementar esa diferencia.
Desde que se desató la pandemia ganaron
como nunca, más aumentado precios que inversión.
Hoy tenemos una canasta básica que casi cuesta
más de dos salarios mínimos. Un despropósito si pensamos que la compra de
alimentos no debería requerir más del 30
por ciento de un sueldo. Y por más que desde el Gobierno Nacional prometan
que el salario le va a ganar a la inflación, los precios que desfilan ante
nuestros ojos muestran un abuso inadmisible. Un descontrol que nos hace perder siempre. El Presidente ha
descuidado algunos frentes: mientras enfrentaba la pandemia de la mejor manera
y trataba de negociar la descomunal deuda contraída por Macri con el FMI, dejó que los formadores de precios saqueen
nuestros bolsillos. No por maldad, a la manera de los amarillos, sino para
evitar grandes conflictos. Algunos pueden pensar que la presión destituyente y constante del establishment mediático,
económico y judicial lo intimidan y quizá no estén tan errados. Otros
sospechan que Alberto es un hábil jugador que espera el desgaste de sus adversarios para obtener el triunfo, lo
que sería fantástico. También están los suspicaces
que vocean “son lo mismo” desde
sus cómodos palcos, algo que es una
exageración.
El presidente debería preocuparse
por refutar estas especulaciones, que no se deja intimidar, que si se posterga
el triunfo más se envalentonan los menos
y sufren los más y que igualar a los PRO con los frentistas es un abuso de la simplificación. Entre
los dos proyectos hay diferencias que deberían ser resaltadas de la manera más didáctica e insistente
posible. Si Alberto y sus funcionarios se animaran a comunicar mejor, a recuperar la voz conductora y a
aportar datos, argumentos, resultados y contrastes, se incrementaría un poco la
adhesión y mucho más cuando las mejoras
se vuelvan visibles. Ese consenso de las bases alimentaría la audacia y proponer una Empresa Nacional de Alimentos
no sería tan irrealizable.
Alberto debería recuperar la “Voz Presidencial” que
tanto se demonizó en tiempos de Cristina. Quizá abusó un poco pero sus
intervenciones son enriquecedoras. El Presidente no tiene la oratoria de su
vice pero logra buenos momentos en sus
discursos. Claro que en comparación
con Macri y Micheti es un expositor brillante. Pero, además de eso debería aprovechar mejor las millonadas que se
destinan a pauta oficial, sobre todo en los medios hegemónicos manipuladores.
Total, haga lo que haga el oficialismo siempre tienen dardos camuflados de críticas serias y comprometidas prestos
a ser disparados.
Que cada vez más adviertan lo que
se está haciendo para mejorar las cosas
es imprescindible para lograr la continuidad de un proyecto de crecimiento
con distribución. El adversario es peligroso no sólo para un frente político sino para casi todos los argentinos.
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