Además
de la confusa dinámica de la actualidad informativa, algunos problemas
personales me impidieron continuar con la publicación en este querido blog. Si
bien esto no preocupó demasiado a los menguantes lectores -salvo algunos que
manifestaron su inquietud- la escritura de un apunte ordena no sólo mi
pensamiento sino también el de los que lo lean.
La experiencia de este gobierno
es insólita: después del saqueo
macrista, dos años de pandemia y una guerra en Europa. A pesar de todo,
Argentina mostró el año pasado un
crecimiento de más del 10 por ciento del PBI, entre los más altos del mundo.
El de este año no será tan alto pero hay
augurios de casi un cuatro por ciento. El uso de la capacidad instalada de
la industria se ubica en 64,3 por ciento,
cuando el año pasado estaba en el 58,3 por ciento. Las exportaciones del agro
se incrementaron un 4,6 por ciento
respecto al año pasado, con un total de 3.171.793.606
dólares. La inversión productiva se incrementó en un 15,7 por ciento y el desempleo descendió hasta el 6. Buenos números, por supuesto.
Lo que embarra el panorama y siembra confusión es el descontrol de los precios y la consecuente pérdida del poder adquisitivo de los salarios. No bastan las paritarias para contrarrestar tanto acoso de los angurrientos. La peor foto es la de los trabajadores pobres, que son muchos. Y eso no puede expresarse con un número, porque es una herida que un gobierno como éste debe saldar cuanto antes y no sólo por su continuidad electoral, sino también por la supervivencia de las víctimas de este saqueo.
Y los que provocan la tragedia de sueldos que no duran ni dos semanas, los formadores de precio, se burlan de todos acusando a la inflación o al “por las dudas”. Los márgenes de ganancia de los grandes empresarios son una blasfemia, como el de ARCOR, que se ubica en 142 por ciento, inadmisible en cualquier latitud. Y lo que ganan de más los grandotes lo gana de menos el resto.
Lo que está
exigiendo el ala kirchnerista del FDT es una
distribución más equitativa del ingreso cercana al 50-50 y no dentro de cinco años, sino casi ya.
Y un poco de enojo por parte del
Presidente hacia estos empresarios inescrupulosos. Mostrar sus ganancias en
una Cadena Nacional alcanzaría para avergonzarlos
ante una sociedad que cada vez accede a menos. Y si no, en lugar de tanto diálogo y acuerdo, habría
que aplicar las leyes que castigan semejante “alteración del orden público”. Porque es eso lo que están haciendo
con sus remarcaciones destituyentes para apropiarse cada vez más de lo que nos
corresponde a todos.
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