En las entrañas del Imperio, el
empresidente Macri se siente como bagre en el agua. Allí, puede
tartamudear en su idioma favorito el
ideario infame que lo desborda. Exaltado por un triunfo incomprensible, ejecuta una obscena danza cargada de
provocaciones. Desde la cima artificial sobre la que se erige, señala con
un índice a los enemigos, distribuye culpas y conduce al país hacia una catástrofe todo terreno. Con un disfraz
de estadista mal confeccionado, aspira a ser uno de los líderes del mundo al
que pretende integrarnos. Ajeno a los
paradisiacos escándalos que salpican a la pandilla amarilla, pretende
seducir inversores con concesiones
colonialistas propias de un pasado lejano. Confiado en el camuflaje y la
distracción que despliegan los medios hegemónicos, abandona los ensayados tonos
amables y permite que su duro sentir
traspase con libertad la máscara en la que muchos todavía creen.
Una encuesta de unos días atrás
muestra a más de la mitad de los
ciudadanos que reconocen que con Cristina estaban mucho mejor, pero en un
hipotético balotaje optarían
mayoritariamente por Macri. Sin demasiado rigor científico, cualquiera se
encuentra con peatones ajustados que
recitan los mantras que las pantallas
reiteran día a día: se robaron todo, se gobernaba desde el odio, la
libertad de expresión estaba en riesgo, peligraba la justicia independiente… Un
catálogo de falsos preceptos que justifican la paciencia ante el sacrificio que
exige el Gran Equipo. Y si estas moralejas absurdas no alcanzan para
atenuar el malestar, siempre tienen a mano la
cobertura exagerada de temas insignificantes, como la detención de la falsa
médica, para distraer la atención de un
público que se resiste a abandonar los embustes de la tele.
Tan extraviado está el pensar
de los cautivos que condenan sin pruebas
a los funcionarios K y reciben con indiferencia las evidentes trapisondas de
los actuales. Los conflictos de
intereses y las empresas off shore de los ceos indignan menos que la ruta del dinero y las inhallables bóvedas
patagónicas. Las patrañas de un programa dominguero convencen más que los fundamentos de prestigiosos juristas. Cinco
minutos de titulares alcanzan para sentirse bien informado. El recelo teledirigido inspira conclusiones que avergonzarían hasta a una
mascota.
Por eso el Ingeniero y sus
secuaces pueden afirmar cualquier cosa
sin fundamento. Si en el Consejo de las Américas Macri declara que a
Alberto Nisman “lo mataron”, resultará muy difícil refutar su sentencia.
Y en lugar de citarlo para que brinde sus
pruebas, el fiscal Eduardo Taiano y el juez Julián Ercolini se suman a la opereta que Clarín comenzó en
enero de 2015. Que el asesor informático y amigo de Nisman, Diego
Lagomarsino, estaba implicado en su
muerte por haber facilitado el arma no es una novedad. Sin embargo, lo
convocan a una nueva indagatoria y ordenan otro allanamiento, no tanto para encontrar certezas sino para
perpetuar sospechas con formato de titular. Que el Gerente de La Rosada SA
declame que quiere hallar la verdad y base su búsqueda en la ficcional pericia
de Gendarmería es otro capítulo de la
manipulación más exitosa de todos los tiempos.
Un
maratón de distracciones
Si antes CFK interrumpía la
telenovela con sus discursos, ahora
tienen una a toda hora en todos los canales, con distintos protagonistas
pero con el mismo argumento: una fábula
sobre el pasado para ocultar la tragedia del presente. La venganza de una
clase se ejecuta en imágenes excitantes para justificar prejuicios, minimizar damnificados y disfrazar las
consecuencias. Así, muy pocos se enteran de las advertencias de la CIDH por
la proliferación de prisiones sin
condenas o la calificación de Standard & Poor’s, que coloca a Argentina entre los cinco países
más vulnerables del mundo, por el brutal endeudamiento y la fuga de
capitales.
Con un argumento inverosímil,
el culebrón continúa con procedimientos
judiciales más histriónicos que justos. Los relatores de la realidad
paralela se regodean ante el desfile de acusados K y casi celebran las omisiones y sobreseimientos a los saqueadores M.
Y como buenos embaucadores, omiten mencionar la presentación del documento “La
República cruje, la democracia y el pluralismo están en peligro” en el
Congreso por intelectuales y referentes de DDHH. No es para menos: la propuesta
para reformar el ministerio Público Fiscal que presentó el oficialismo busca adaptar el cargo abandonado por Alejandra
Gils Carbó -gracias a presiones cuasi mafiosas- en una dependencia dócil a las aspiraciones vampíricas del Equipo
Amarillo. Un alfil más para que los conquistadores neoliberales refuercen su protección y persigan a los que pretendan frenarlos.
¿Por qué pasa todo esto? ¿Cómo
accedió a la presidencia el exponente de
una élite que sólo busca potenciar privilegios a costa de exterminar derechos?
¿Tan difícil es que consustanciados,
cautivos, odiadores y distraídos traspasen este velo? Tampoco hay que ser un
iluminado para descubrir que las
intenciones de Macri están muy lejos de mejorar la vida de todos. Y si las
desmentidas, las explicaciones y las rectificaciones no bastan como argumento
para despabilar a nuestros conciudadanos, el
episodio gracioso de esta semana puede resultar más didáctico.
Un mensaje privado se viralizó
en las redes sociales y tomó estado público: una cirujana plástica se quejaba
ante una administradora de los vecinos
bestias que afeaban el paisaje de Nordelta. Burlas y condenas recibió ese
monólogo más propio de una mediocre
parodia que de una protesta real. Unas por su contenido discriminatorio y
otras porque tanta sinceridad expresa el
sentir de una minoría que se pretende dueña del país. El tono despectivo
con que se refiere a los que toman mate sugiere
que las señoras como ella deben beber té de Ceilán cuando están en la piscina. Y seguramente, sus perros se expresan
de manera más refinada que los pichichos de
los pobladores molestos.
Más allá de lo divertido de
descarnar a la cirujana, hay algo más profundo en todo esto: una línea de tiempo que comienza a mediados
del siglo XIX. Esta profesional paqueta
siente que su hábitat exclusivo y
estético ha sido invadido por bestias que toman mate en sus sillitas de La Bristol. Si el lector no encuentra en
esto una versión remasterizada de
Civilización y Barbarie es porque se ha distraído. El exponente de una
clase que manifestó su desprecio por la chusma con la expresión las patas en la fuente o que tuvo que buscar nuevas playas cuando La Bristol de Mar del Plata recibió
a los trabajadores que por primera vez pudieron vacacionar.
El monólogo de esta señora está
en sintonía con las confesiones de
Gabriela Michetti a poco de asumir y de Javier González Fraga antes de ser
presidente del Banco Nación: “les
hicieron creer que sus sueldos medios
alcanzaban para viajar, comprar celulares, tener un plasma”. Por si no
está claro, lo que molesta a las élites es el
ascenso social y el bienestar de la mayoría. No porque sean malos, sino
porque son egoístas y creen merecer todo.
Desde su asunción, Macri opera para que estos
dañosos deseos se conviertan en realidad. Lo demás es cartón pintado para hacer más digerible la hecatombe hacia la que nos encaminamos.
gracias Gustavo, comparto-abrazos
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