La ahora diputada por el FAP, Victoria Donda, presentaba su propuesta de campaña con una frase de “profundísimo” contenido político: “vamos a portarnos mal”. Y su pose parecía más adecuada para una bailarina de Tinelli que para una diputada de un frente progresista. A eso le agregaba abundante pintura de guerra y un gesto de adolescente rebelde un poco desubicado para sus más de treinta años. Pero para ella, eso es portarse mal. Carrió lo hace mejor y por eso ahora es la resistencia al régimen de Cristina. Y tanta resistencia hizo en estos tiempos que los ciudadanos se resistieron a votarla.
El que en serio se portó mal, muy mal, y sin necesidad de pinturas de guerra ni exageradas poses sensuales fue Néstor Kirchner. Cuando nadie esperaba que apareciera alguien que sacudiera el polvo del posibilismo que sumergía al país en el desánimo y la apatía, vino desde el sur a portarse mal. Tan mal se portó que asumió la presidencia con el 22 por ciento de los votos. Y se portó peor aún cuando rechazó las condiciones que el establishment le imponía para garantizar la gobernabilidad. Le auguraron seis meses en el gobierno y se quedó los cuatro años. A partir de entonces comenzaron a romperse los vaticinios mediáticos, los condicionamientos corporativos y los cercos políticos. Eso es portarse verdaderamente mal.
Cuando asumió como presidente no se disfrazó de presidente. Tampoco se comportó como presidente cuando jugó con el bastón presidencial o cuando se zambulló en la multitud y consiguió una herida en la frente, que exhibió como una medalla de oro obtenida en los juegos olímpicos. En su discurso de asunción anunció que se iba a portar muy mal, porque no iba a dejar sus convicciones en la puerta de la Casa Rosada. A muchos les resultó pintoresco porque no pensaron que fuera a cumplir con algo así. Y se portó tan mal que de pintoresco pasó a ser peligroso.
Con sus mocasines, su traje cruzado sin abrochar y su extraña manera de pronunciar dio la orden de bajar un cuadro, todo un símbolo del olvido de nuestra historia. Y por si esto fuera poco, pidió perdón a Madres, Abuelas, Hijos, Nietos y Familiares en nombre del Estado Argentino. Anuló las leyes del perdón, reformó la Corte Suprema de Justicia y así, sin más, en todo terreno y en todo sentido, comenzó otra historia.
Para desautorizarlo, para injuriarlo, para minimizar su figura, desde los oscuros centros del poder real de nuestro país lo llamaron pingüino, un ave inofensiva, graciosa, casi impotente. Él absorbió el apodo y lo convirtió en fortaleza. El pingüino, que en origen está imposibilitado de volar, nos arrastró a todos hacia las alturas para recuperar el orgullo de pertenecer a un país. En esas alturas nos devolvió la autoestima. Y en un exceso de inconducta, comenzó a hablar de soberanía, no como un término vacío para usar en actos del colegio sino como un proyecto que se construye día a día. A tal punto que en la Cumbre de las Américas de Mar del Plata, ese pingüino quiso portarse tan mal que desafió al águila y le dijo que no al ALCA, en las propias barbas del representante del imperio.
Néstor, el pingüino que se convirtió en Nestornauta, desterró el pesimismo que reinaba en el país y nos inundó de optimismo inagotable. Nos enseñó que no se pueden recuperar derechos sin generar conflictos. También nos enseñó que los conflictos se enfrentan, no se gambetean. Y su enseñanza más importante: el Estado no debe estar ausente ni ser neutral. Eso significó un cambio en la lógica del pensamiento porque instauraba nuevamente la política como ordenadora de las relaciones, como articuladora de intereses. De esa manera, comenzó a socavar el discurso dominante, sustento fundamental de la ortodoxia económica que gobernó –y destruyó- nuestras esperanzas durante más de veinte años.
Para dar continuidad al proyecto de país en el que soñó toda su vida escandalizó aún más al sentido común de las corporaciones al nombrar como sucesora a su esposa, la entonces senadora, la doctora Cristina Fernández de Kirchner. Los misiles mediáticos no impidieron que CFK accediera al gobierno. El resto ya lo sabemos. Después de la contundente reafirmación del domingo, los prejuicios sobre la fragilidad de género deberán pasar al arcón de los recuerdos. En realidad, esa supuesta fragilidad se esfumó cuando la angurria rural quiso dominarla o destituirla. En lugar de irse a lavar los platos, Cristina, que así comenzaron a llamarla, siguió adelante, tanto que está batiendo muchos récords… y nosotros con ella.
Néstor y Cristina, el segundo matrimonio que cambió la historia de nuestro país. Un par de locos que desde jóvenes decidieron portarse mal y cumplir los sueños, no sus sueños, sino los de todos. O mejor dicho, sus sueños son los de todos.
Cada paso que dieron –juntos o separados, algo que ya no importa- representó un desafío, significó una cuota más de fortaleza, una nueva voluntad ganada y finalmente, un gran triunfo. Para muchos ciudadanos fue un aprendizaje. Empezar a hablar nuevamente de política, ganar las calles para apoyar un gobierno, con alegría, con fuerza, con convicción era algo que no se veía desde el retorno a la democracia. Entusiasmo y confianza, soberanía y autoestima, solidaridad y compromiso, política y emoción. Todo eso aprendimos de la mano de Néstor y Cristina. Quien dude de estas ideas puede volver a ver las imágenes de los festejos del pasado domingo en Plaza de Mayo o en la plaza principal de cualquier ciudad. No era un triunfo sectario o partidista, sino un festejo de todos y para todos. Y con mucha promesa de futuro.
Desde hace un año no está, y sin embargo, está más que nunca en cada uno de nosotros. Hasta en eso se portó mal el pingüino Nestornauta. Dicen que el domingo estuvo en los festivos, alegres, llorosos, fervorosos rostros de los manifestantes. Y dicen también que estará allí para siempre.
¡¡Me llevo el artículo ,me lo llevooooooo¡¡¡lo comparto en mi blog "no voy a tirar la toalla"" ,abrazos mi amigo...Tere Marin
ResponderBorrarPor cierto ,hay quién dice que Elisa Carrió no está en la "resistencia" sino en la "clandestinidad" jajajajajajaa...abrazos.
ResponderBorrarConmovedor, Profe. Gracias. Lo único que lamento es que en Rosario no haya ganado Cristina, aquí, en mi ciudad no. Pero no importa, soberbio homenaje al pinguino, convirtió la burla en estandarte, bien lo dijo usted. Para eso hay que tenerla clara...¡Y unos buenos huevos!...
ResponderBorrarYo con el archivo de Word vacío, los minutos pasando y yo pensando: "Debería poner una foto de él porque no se le puede poner palabras a este hombre" y vos venís a hacerlo tan bien!!!
ResponderBorrarEra eso! El tipo vino a portarse mal con todos los que el "sentido común" decía que había que portarse bien... Y como decís, vaya si se portó mal que antes de irse dejó miles y miles de semillas de las que nacieron los jóvenes que llenamos la plaza el domingo, hoy y siempre que el modelo nac&pop de Néstor y Cristina lo pidan!
www.visto-desde-el-sur.blogspot.com
Excelente y emotivo texto.
ResponderBorrarGracias!