Este es el título de una vieja canción de Serrat que en su comienzo dice “cultive buenas maneras/para sus malos ejemplos/si no quiere que sus pares/ le señalen con el dedo/ Cubra sus bajos instintos/ con una piel de cordero…”. Y sigue en un tono crítico hacia los hipócritas de nuestras sociedades, aquéllos que siempre tiran para atrás, que defienden a unos pocos en perjuicio de los muchos. Y algo de eso habrá en este apunte y un poco de lo otro, la posibilidad de cambios.
Y para comenzar, qué mejor que las declaraciones de Miguel Torres del Sel respecto del embarazo de adolescentes, que aunque haya abusado de los diminutivos, expresan una bestialidad monumental. “Pibita” y “platita” no logran atenuar el tamaño de sus prejuicios. Pero además de tener la altura moral de un gusano, es un mentiroso. Escuda la inmundicia de su pensamiento con un dato que le aportó el director del hospital de Villa Ocampo, una localidad santafesina. Y encima, un cobarde, porque esa bomba sobre la realidad del norte provincial la tiró en Mendoza, donde pensó –es un decir- que nadie podría desmentirlo. Pero fue el propio director del hospital de Villa Ocampo, el doctor Daniel Catalani quien dejó en falta a este impresentable personaje.
Y pensar que durante algunos minutos esta lumbrera creyó ser gobernador de Santa Fe. Denunciar sin datos –sólo a partir del prejuicio clasista y el dato falso de un médico- que la AUH para embarazadas convertía a las adolescentes en casi fábricas de bebés debería provocar vergüenza a quienes lo colocaron en el lugar que pretende ocupar, tanto dirigentes –Mauricio Macri, el primero- como a los que le regalaron el 35 por ciento de los votos en Santa Fe. Por las calles de Rosario se pueden ver los afiches en apoyo a los candidatos PRO. “Yo confío en él” dice el MIDACHI señalando al candidato, como si en lugar de avalar una postulación legislativa le estuviese prestando plata. La sola presencia de este cómico parece ser garantía para el candidato. Quien confíe en esa confianza será cómplice de la desconfianza que del Sel destina hacia las adolescentes embarazadas y las políticas inclusivas del Estado.
Quien parece estar más tranquilo –al menos desde los nuevos spots- es el candidato presidencial por UDESO Ricardo Alfonsín. A diferencia de Rodríguez Saá, a quien uno no se imagina hablando en serio, el candidato aparece sentado en un cómodo sillón y juega a ser presidente por un rato, tratando de transmitir algo de confianza para conquistar un voto. Lo de Alfonsín es imposible sintetizar en pocas líneas. Los nuevos spots ya se difunden en los medios y pueden disfrutarse a toda hora también en internet.
En uno de ellos, se cuela impunemente en la tradición del partido centenario junto a Yrigoyen, Illia, Balbín y su padre, Raúl Alfonsín. Se olvida de nombrar a De La Rúa y omite mencionar cuántos radicales apoyaron el golpe de estado a don Arturo, quien, como decía Tato Bores, era “el único cordobés nacido en Pergamino de que se tenga memoria”. Si antes era absurda su comparación con Kennedy, Mandela, Felipe González o Perón, su último hallazgo es desmesurado.
El otro spot invita a un análisis mucho más profundo. Sereno, sabio, valiente, duro. Así se dirige a la actual presidenta, a la que considera probable ganadora de las elecciones del domingo. Con mucho respeto, le dice que no le cree nada. Calmo y seguro, advierte que no va a haber reforma constitucional ni reelección, colgándose de las serias denuncias de la diputada Carrió. Él no va a permitir que se malgaste el dinero de la gente. Con esta frase, caben dos dudas: ¿qué considera malgastar y de qué gente es el dinero que defiende? Tampoco va a permitir el abuso de los decretos de necesidad y urgencia. Tanto su padre como CFK son los mandatarios que menos DNU han firmado, diez el primero y veintinueve la segunda. En comparación con los 158 de Duhalde, los 545 de Menem, los 182 de De La Rúa y los 270 de Kirchner esta acusación no tiene sentido. En espera de más invitaciones a los programas de TN, el candidato de UDESO promete que no va a permitir la presión sobre los medios de comunicación. Y la amenaza final es de antología: “los radicales no vamos a permitir que su partido haga lo que quiera y se adueñe del país”. Olvida, por supuesto, que la actual presidenta obtuvo más del 50% de los votos en las PASO y es probable que ese número sea superado el próximo domingo. Más de la mitad del electorado deposita su confianza en ella para que siga haciendo lo que hizo hasta ahora y vaya por más. ¿O es que acaso Ricardito y lo que queda de su partido, con un doce por ciento de votantes (y pueden ser menos) van a impedir que se cumpla con la voluntad popular?¿Su futuro de perdedor lo transformará en un activo destituyente? Mentiras y amenazas ante la impotencia. Ese es el nuevo mensaje que el candidato utiliza en la última semana de campaña. Es lo que promete.
En ambos casos –Del Sel y Alfonsín- hay un desprecio por toda forma de política inclusiva por parte del Estado: las “pibitas” que se embarazan para cobrar “platita” y el dinero de la gente malgastado. Y todo dicho con la urbanidad hipócrita que describe Serrat: “que a simple vista no se ve/ el charol de sus entrañas/ las apariencias engañan/ en beneficio de usted […] Que usted será lo que sea/ escoria de los mortales/ un perfecto desalmado/ pero con buenos modales”.
Pero lo que en serio promete es el crecimiento de los indignados. En 951 ciudades de 82 países se movilizaron cientos de miles de ciudadanos para poner freno a la avidez de los capitales financieros y la complicidad de la clase política. En nuestro país ya lo vivimos diez años atrás, con un poco más de énfasis, garra y hartazgo. Y estas movilizaciones exigen que los estados no abandonen a las mayorías, toda una definición de la verdadera vida democrática.
Y con respecto a esto resulta interesante detenerse en el término ‘indignado’. En primer lugar, indica algo más que un enojo: es un límite que los ciudadanos del mundo están marcando para detener una sangría que parece interminable. Pero por otro lado, esta palabra se relaciona con la dignidad. Quien no tiene dignidad, es indigno. El indigno lo es por mérito propio. Pero cuando la dignidad es robada, quitada, vilmente birlada por los angurrientos que detentan el poder real, fáctico la víctima se convierte en un in-dignado. El indignado es entonces aquél que se enoja mucho para recuperar la dignidad que le ha sido extirpada. Si este movimiento continúa con la potencia del fin de semana pasado, es probable que estemos ante un interesantísimo cambio de paradigma que permita la construcción de un mundo más justo, igualitario y sobre todo, más humano.
Grande Maestro! Magníficas observaciones!
ResponderBorrarMuy pero muy bueno, felicitaciones!
ResponderBorrarEl asco de los oligarcas Del Sel y Alfonsín es tan claro como la pestilente peste que permatemente destilan. Sin quererlo, casi sin proponerselo, apestan. No puden siquiera disimular su naturaleza.
ResponderBorrar¡Grande, Profe!
Vamos a tener que empezarle a sumar el "asco" del Nano Serrat, admirador de Pantriste Binner...
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