Después
de anunciar la burla del Plan Alivio, el Tipo
se fue de vacaciones, como si hubiera derramado Maná para los más necesitados. El Mercado –que no es una
divinidad sino una banda de especuladores y saqueadores- se alivió tanto que subió el riesgo país.
De tan aliviados, los bonos argentinos bajaron unos ocho puntos en Wall
Street. Los aliviados de Forbes nos diagnosticaron un futuro de default
y los analistas vernáculos anticipan un plan bonex para liquidar las Leliq y
devolver depósitos. Mientras estas abstracciones pululan como fantasmas en los
titulares, una jubilada se arrojó a las vías del subte porque la plata
no le alcanza para medicamentos y comida. No le pasó nada, aunque para tomar
esa decisión le tiene que haber pasado de todo. El mismo día, Macri nos
propinó un alivio y se fue a jugar al golf.
Sin
exagerar, el mayor alivio para los argentinos sería que estos farsantes
abandonen los cargos que nunca deberían haber ocupado. El que piense en la
posibilidad de volver a votarlos para que arreglen este entuerto tiene muchas
neuronas que le patean en contra y un corazón irrecuperable. Quien se deje
embaucar por nuevas promesas supera el nivel de ingenuidad aceptable para un
humano. El que esté dispuesto a creer que quienes nos hundieron en una
crisis con la malsana intención de someternos son capaces de sacarnos de ella,
que preste un poco más de atención a todo lo que le rodea. Que apague un
rato la tele, que no se enganche en la campaña anti vacunas que los
comunicadores oficialistas están haciendo para militar los recortes en salud,
que desconfíe de las esperanzas que venden los apologistas de este despojo.
Que, por una vez en la vida, empiece a dudar de las cosas que cuentan
desde esa ventana hegemónica. Que empiece a recelar por todas las cosas que
hasta ahora no contaron.
La
información es un derecho y los grandes medios lo vulneran desde hace rato.
Pero además de un derecho, la información es una voluntad y también debería
ser una obligación de ciudadano: algunos se enorgullecen de no saber nada
de política, en lugar de avergonzarse y después van a depositar su
incomprensión en las urnas, como quien se presenta a un cargo de programador
informático sin saber siquiera cómo se enciende un ordenador. La indiferencia y
la desinformación hicieron que un contrabandista, evasor y estafador se
convierta en presidente. Depositar el pensamiento y la voluntad en una
pantalla permite que lo siga siendo.
Un milagro ruinoso
Como si
fuera algo aliviador, la diputada Elisa Carrió grabó un spot para
apuntalar la campaña. Para no perder la costumbre, su destinatario es un
absoluto manipulado, odiador incurable y zapallo confeso que cree que
Cambiemos efectuó “un milagro”, el de
“salir de un gobierno autoritario que
iba a ser Venezuela”. Una “campaña
del miedo” sin fundamentos. El principal milagro de estos tiempos es que alguien
como Carrió haya obtenido el 50 por ciento de los votos porteños diciendo estas
tonterías, conspirando con la Embajada Imperial para defender la Patria,
armando operaciones con periodistas, fiscales y jueces para fomentar
prejuicios, vomitando augurios como si fuera la portavoz divina. ¿Qué
poderoso embrujo hace que la tomen en serio? Encima, los PRO la eligen como si
fuera una virgen milagrera para
bendecir la campaña.
Ahora,
con tono calmo, asegura que “en octubre
vamos a estar mejor; no del todo bien, porque cuando se robó por dos
generaciones falta una generación para reconstruir la Nación”. ¿Qué es
robar por dos generaciones? ¿Ya no cuentan en pizzas o ‘pebeíses’? También afirma que, gracias a ellos, nos
salvamos de ser esclavos. Ellos, que devaluaron salarios, jubilaciones y
asignaciones, que pretenden precarizar el trabajo, que nos saquean con las
tarifas, nos salvaron de una ‘esclavitud’
en la que vivíamos mucho mejor. Hay que ser inepto para tomar esto en
serio.
Algunos
opinan que es inimputable porque está loca; si así fuera no podría ser
diputada. Si ocupa una banca y no está loca, su rol de denunciadora
serial debería llegar a su fin. Cada vez más embarrada en la trama de
espionaje ilegal que investiga el juez Alejo Ramos Padilla, se abraza a Macri: una
mano embarra a la otra y las dos embarran a todos. Mientras más tratan de
salvarse, más se hunden. La madeja que se está desenredando en el Juzgado de
Dolores empieza a explicar muchas cosas. El que cree en el milagro del
Cambio, seguramente no está enterado de nada; cuando sepa que Carrió, en
vez de ser la Salvadora de la República es una embustera que transforma en
denuncia los chismes que le pasan desde las Agencias de Inteligencia, tanto
la oficial como la para-estatal, una bomba de patrañas le estallará en la
cara.
Si no
le incomoda la explicación que dio la titular de la Oficina Anticorrupción,
Laura Alonso, de por qué no impulsa las causas que involucran al oficialismo,
es un fanático peligroso. Si no le afecta que el fiscal Carlos Stornelli no se
presente a declarar ante el requerimiento de Ramos Padilla, que después no
se queje de lo injusta que es la Justicia. ¿Qué garantías da un fiscal que ofrece
la libertad a cambio de mentiras? Gerardo Ferreyra, el dueño de
Electroingeniería, relató ante la Cámara de Casación el diálogo que mantuvo
con Stornelli antes de ir a la cárcel. “Mire,
Ferreyra, si usted se arrepiente de haber colaborado con esos mugrientos
se va a su casa”, narró el empresario al que presionan con prisión para comprar
a precio vil su empresa. “El
matrimonio –aclara el fiscal- los
mugrientos que estuvieron en la Rosada”. Que un funcionario judicial se refiera así a dos ex presidentes debería
dejarlo fuera de cualquier cargo público.
Aunque
se resista, tarde o temprano deberá responder a las sospechas de asociación
ilícita y extorsión. No sólo él, sino todos los que usaron los organismos
del Estado para estigmatizar y perseguir, para convertir en realidad las
fábulas más absurdas, los que hicieron un mártir de un suicidado,
los que tildaron de ‘morsa’ a un candidato a gobernador, los que
estigmatizaron a un gobierno que intentó distribuir mejor. Los que no cesan
de ensanchar la grieta, como Eduardo Feimann, que no sabe por dónde destilar
veneno o los que pensaron que con la difusión de las canciones de Santiago
Maldonado muchos iban a dejar de pedir justicia por él.
Ahora
van a tratar de engatusar una vez más al electorado con un pacto de caballeros entre los que devaluaron, incrementaron
las tarifas con porcentajes de pesadilla y endeudaron al país por décadas y los
que nos estafaron con el libertinaje de los precios. El milagro no sólo es
que aún se mantengan en el poder después de tanto desastre, sino que
ganen otra vez las elecciones. Más que milagro, una verdadera tragedia.
y así todo estimado Gustavo tiene intención de voto eso es lo mas me duele y me indigna, a esta altura de las circunstancias ni un 0% deberían de sacar estos desgraciados-abrazos y compartido
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