Todos sabemos que el FMI no es Papá Noel sino una versión remasterizada de Al Capone al servicio de especuladores internacionales. Nunca es bueno tenerlo cerca… pero Macri lo volvió a incrustar en nuestro país. Si la mayoría desea que esto no vuelva a pasar, los responsables deberán ser sancionados y sus beneficiarios devolver la fortuna que fugaron. Este desagradable episodio debe ser el principio del fin de una Argentina al servicio de los avarientos.
Una frase nada original sobre el
acuerdo con el FMI: nada para festejar,
pues estaremos años pagando una deuda que se esfumó. El festejo llegará
cuando algún tribunal internacional la
declare abusiva por incumplir las normativas del propio Fondo y ser funcional a
intereses políticos globales. La fiesta podremos hacerla cuando Macri y su Gran Equipo paguen por habernos
llevado a esta situación. Y también cuando los que se beneficiaron con ella gracias a la especulación y la fuga
contribuyan a saldarla. Más motivos para festejar tendremos cuando gran
parte de la población comprenda que los
cambiemitas, juntistas, halcones, palomas y los medios de comunicación que
alientan esa comparsa no política son todos buitres.
Aunque parezca mentira, hay más
de un cuarenta por ciento de argentinos
que cree que la deuda con el FMI fue
tomada por el presidente Fernández o que Macri apeló a ella para saldar deudas del gobierno de Cristina.
Otra parte –menos, por suerte- ni sabe
de qué se trata, abandonando la célebre frase “El Pueblo debe saber de qué se trata”. El ‘debe’ no es un adorno o un matiz: es un mandato. No es una
posibilidad, sino una obligación.
Para ser Pueblo, la población debe saber,
si no, en lugar de ciudadanos, serán un
conjunto de individuos que confunden la urna con un inodoro. Si se dejan
llevar por la desinformación de la hegemonía mediática es lógico que lleguen a conclusiones erradas y no adviertan la gravedad institucional de la decisión
autoritaria tomada por el Infame Ingeniero y su banda de filibusteros.
Los cuatro años del gobierno
amarillo fueron en verdad una Casa Tomada con el consentimiento de sus
habitantes. No hace falta enumerar los desastres
económicos a conciencia provocados por los ocupantes de La Rosada desde el
15 al 19. Lo que sí hay que resaltar es la prepotencia con que conquistaron a
muchos jueces y fiscales para que ejecutaran
un plan de proscripción política y sindical. Sin pudor, borraron del mapa a los magistrados que se
atrevieron a atenerse a la constitución y las leyes. Con recordar el enojo
de Macri cuando liberaron a Cristóbal López y Fabián de Souza basta: “estoy caliente –dijo el entonces
presidente- esto no es lo que habíamos acordado”. Por si no se entiende la confesión, ningún funcionario político puede acordar la prisión o la excarcelación
de nadie con ningún juez. Tampoco puede orquestar un sistema de espionaje con el objetivo de armar causas judiciales,
como ya se ha hecho público.
Pero Macri y sus secuaces no son los verdaderos villanos de este
desastre. Los amarillos –TODOS- y algunos funcionarios judiciales son apenas los peones del Poder Real. Hasta
los medios de comunicación dominantes y los seudo periodistas que actúan en
ellos son instrumentos de una minoría
antidemocrática y voraz. El 1 de febrero se realizará en distintos puntos
del país una movilización para promover una
reforma del Poder Judicial. Los motivos son muchos, desde la lentitud en la
resolución de muchas causas hasta la arbitrariedad en la aplicación de las
normas. Pero la más importante es la alineación
incondicional de algunos jueces a los intereses de una oligarquía que necesita
ser blindada para continuar con el saqueo de siempre. Un punto de partida
para llegar hasta los que verdaderamente nos
hacen la vida imposible con explotación, evasión, especulación y fuga de
capitales. En definitiva, para que nos saquemos de encima a esa minoría que condiciona la Democracia
para apoderarse de todo lo que ven.
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