sábado, 17 de marzo de 2012

Sobre mentiras y rencores

Ya es vox populi. La frase se transformará en una muletilla que será pronunciada por distintas voces en dispares contextos y en referencia a cosas diferentes. Días atrás, en la puerta de un complejo de cines, dos jóvenes miraban los afiches que anunciaban las películas exhibidas. En uno de ellos -“Un dios salvaje” (Carnage)- había dos flagrantes mentiras: “la película más divertida del año” y “una carcajada detrás de la otra”. Aunque no a la altura de su director, Roman Polansky, el film no defrauda y entretiene de manera extravagante y sorpresiva, pero está lejos de ser una comedia para reír a carcajadas. Los jóvenes miraron el afiche en cuestión y uno le pregunta al otro: “¿quién hizo este afiche?¿Clarín?”. Y puede ser que a partir de ahora, prestando más atención a los diálogos cotidianos, podamos encontrar situaciones parecidas a ésta, donde la palabra ‘Clarín’ aparezca como sinónimo de ‘mentira’. Pero no hay que dejarse engañar por la picardía popular. Aunque se naturalice la sinonimia, la cuestión no deja de ser grave. La mirada subjetiva sobre los hechos desde una determinada posición ideológica es inevitable por parte de los sujetos que realizan un diario. Pero la mentira –afirmar una cosa cuando se sabe que es todo lo contrario- rompe con un derecho fundamental: el de los ciudadanos a ser informados en forma veraz y confiable.
Los que tanto reclaman por derechos que nadie vulnera, son los primeros en pisotearlos, pero vulnerándolos en serio. Inútil pedir escrúpulos a quienes nunca los tuvieron. Si pudieron construir un imperio monstruoso a partir de la tortura y la desaparición, si condicionaron gobiernos democráticos para garantizar su expansión, si sembraron vientos para cosechar tormentas, ¿cómo no van a poder mentir sin ponerse colorados? Al borde ya de la desesperación, construyeron un “notición” con la increíble censura al programa de Longobardi cuando estaba entrevistando a Alberto Fernández. Y aunque los directivos del canal C5N salieron a explicar que el corte se produjo porque el programa se había excedido ya cinco minutos de su horario y la charla pintaba para extenderse más, Clarín, La Nación y todos sus satélites propalaron la insostenible mentira de la censura. Seguramente la investigación hacia los directivos del grupo Noble por estafa hacia los fondos de las AFJP será titulada como una “nueva embestida del Gobierno contra la prensa independiente”. Como han hecho, hacen y harán cuando alguna acción o declaración pone en cuestión su otrora dominante relato.
Y el pulpo polifuncional ve con desesperación que sus tapas ya no ponen en jaque a un presidente como ocurría en un país cada vez más lejano. Si la frase “la realidad se puede tapar o se puede hacer tapa” aparecía hace unos años como la cínica declaración de un principio, ahora es la confesión de un pecado: la mentira. Porque sus tapas, títulos y comentarios ya no tienen como objetivo fijar una posición sobre la realidad sino construir una realidad para resguardar su posición. De lo contrario, ¿qué busca un título como “tres provincias se suman a la embestida del Gobierno a las petroleras”? ¿Esperarán la adhesión de las cacerolas destituyentes? Con estas mentiras y exageraciones sólo buscan desviar la atención; sólo esperan tapar para unos pocos el país que se está construyendo para muchos. Este muro de papel es la última defensa de un modelo que le hizo mucho mal a la Argentina y que por suerte ya se está desmoronando. Y el “por suerte” no es más que una expresión. Un país no se transforma de esa manera por suerte. Una recuperación de la política es lo que hubo; decisión y coraje también; y mucho compromiso y creatividad. La lista es larga pero una frase puede resumir lo que estamos protagonizando: la economía al servicio del hombre y no a la inversa.
En pocos días, hubo inmensas señales al respecto. Cuatro provincias petroleras están tomando las riendas de la recuperación de los recursos. Los gobiernos de Chubut y Santa Cruz cancelaron cuatro concesiones a YPF por falta de inversiones. Mientras, Mendoza y Neuquén están esperando un documento por parte de la petrolera en el que debe explicitar sus compromisos de explotación. Si las autoridades provinciales no encuentran satisfactorio el escrito, seguramente rescindirán el contrato en esas jurisdicciones. “Nos cansamos de que nos ninguneen –declaró el gobernador de Santa Cruz, Daniel Peralta- de políticas que se dirigen en España para sacar el petróleo de nuestra Patagonia querida”. En ese sentido, el Ministro de Producción español sintetizó la mirada que tienen desde la otra orilla del Atlántico: “los intereses de YPF son los intereses de los españoles”. ¡Intereses de los españoles, las pelucas! diría Tato Bores. “Ustedes han visto que el precio de las acciones de YPF bajaron en España, Buenos Aires y Nueva York –afirmó Martín Buzzi, de Chubut- Esas acciones van a seguir bajando porque están subiendo las acciones del pueblo patagónico”. Si bien esto no significa una re estatización de la empresa que remite el 90 por ciento de sus utilidades a la Madre Patria, es un claro indicio de que se están tomando las riendas para la recuperación de la soberanía sobre los recursos.
Y si de soberanía se trata, un gran paso se ha dado desde la diplomacia argentina para obligar al Reino Unido a sentarse a negociar la devolución sin condiciones de las Islas Malvinas. El canciller Héctor Timerman anunció un “plan de acciones legales” hacia aquellas empresas que realizan tareas “ilícitas” de explotación hidrocarburífera en el archipiélago, así como con todas las firmas que le brindan apoyo logístico y asesoramiento. En total, serán alrededor de cien empresas británicas y de capital internacional las afectadas por estas medidas. “Queremos que sepan que están violando las resoluciones de las Naciones Unidas”, explicó Timerman en conferencia de prensa. En primer lugar, habrá “acciones administrativas, civiles y penales” contra las cinco empresas petroleras que realizan en las islas operaciones de exploración. Después, las firmas que les brindan el apoyo logístico con el alquiler de las plataformas de perforación Ocean Guardian y Leiv Eriksson. Y lo más sorprendente es que las acciones sancionatorias se extienden a quienes brindan servicios financieros y de asesoría como bancos, brokers, auditores y analistas de riesgo. Entonces, todos aquellos que sean cómplices de la piratería británica en las Islas Malvinas podrán recibir sanciones internacionales por incumplimiento de las resoluciones de la ONU.
También esta semana se ha dado un paso trascendental para la recuperación de la soberanía económica. La Cámara de Diputados de la Nación dio media sanción al proyecto para la reforma de la Carta Orgánica del Banco Central. De esta manera, se pone fin a la carta orgánica de 1992, pergeñada por Domingo Cavallo y avalada por Menem, un instrumento que permitía el saqueo de los recursos nacionales en beneficio de los especuladores financieros. Sin perder la autonomía, con la nueva Carta Orgánica, el BCRA incorporará otras funciones además de la preservación del tipo de cambio. “La verdad es que acá hay sólo dos posiciones –explicó el diputado por Nuevo Encuentro, Carlos Heller-  Una es la de quienes con distintas palabras y de distinta manera están defendiendo el mercado y quieren un sistema que funcione con las reglas del mercado y otra la de quienes creemos que hay que tener una activa participación del Estado, y que hacen falta más políticas públicas”.
Claro, cómo no van a mentir estos medios para defender intereses sectoriales y minoritarios; cómo no van a decir que todo lo bueno del gobierno es malo; cómo no van a intentar por todos los medios romper la alianza que hay entre los ciudadanos y Su Presidenta. Por eso Clarín y sus secuaces se convierten en destiladores de confusión, en sembradores de sospechas, en difusores de odio. Porque odian en serio todo lo que está pasando en Argentina. Y lo que peor los pone es que ese odio no sea respondido; cuanto mucho, alguna respuesta verbal o sino, la indiferencia. Sólo algunos lectores toman la posta de ese odio. Ya lo dijo Arturo Jauretche, con su cruda sabiduría: “Los pueblos no odian, odian las minorías. Porque conquistar derechos provoca alegría, mientras perder privilegios provoca rencor.” Entonces, la conquista de derechos produce rencor en aquellos que pierden sus privilegios. De ahí la mentira, la agitación, el desánimo, la desmesura. Pero ese odio es tan desproporcionado y creciente que sus efectos son cada vez menos dañosos.

miércoles, 14 de marzo de 2012

El ángel justiciero y los gorilas pelados

Decir que alguien es judío no es en sí un insulto. Pero las palabras significan en el contexto en que se pronuncian. También entra en juego la intencionalidad. Y, por supuesto, la historia. No es una mera descripción usar el término “judío” para descalificar a alguien, como cuando Clarín se esmeró en describir al canciller “judío” Héctor Timerman hace un tiempo. Como siempre, los que insultan se sienten agraviados cuando se responde a sus insultos. Tampoco “marxista” es un insulto, pero, generalmente, se lo usa para eso o al menos para señalar una posición peligrosa. Un brazalete puede ser un adorno o un estigma. Una letra escarlata cosida al vestido permitía a los miembros sanos de la sociedad distinguir a las mujeres que habían cometido adulterio cuando reinaba el puritanismo norteamericano. La palabra “imberbe” es más engañosa, porque es una descalificación etaria. Literalmente, significa sin barba. En los gorilas abundan las manifestaciones pilosas y la edad no tiene nada que ver en eso. Como defensores de una hegemonía en decadencia, los miembros sanos de esta sociedad esgrimen sus índices para marcar a los impuros, a los infieles, a los que amenazan los privilegios de una élite que gobernó –y saqueó- a su antojo los destinos del país durante más de un siglo. Eso también forma parte de la historia. Y de la peor.
Y de la historia también formará parte la utilización del caso Etchecopar. Chiche dice que Baby le contó que uno de los delincuentes accionó el arma que portaba en cuanto lo reconoció. Menos mal que el polémico conductor tenía un arsenal en su casa y, a lo Rambo, intentó exterminar a los molestos invasores. Uno de ellos recibió ocho balazos, no como una señal de bienvenida, por supuesto. De ahora en más, hay que recordar no tocar el timbre de esa casa sin la debida invitación. Horas y horas de diatribas fascistoides inspirará este hecho. Y más aún en el contexto de la aplicación de la ley 26695, conocida como “Ley de educación en contexto de encierro”.
Esta norma garantiza -y obliga- a recibir educación a todas las personas privadas de la libertad y otorga reducciones de hasta veinte meses en la condena, a medida que se obtienen progresos en el estudio. El delincuente abatido por el ángel de la medianoche estaba en libertad condicional, algo que podría desalentar cualquier tipo de piedad para quienes extravían sus pasos. Claro, para algunos ideólogos mediáticos –y muchos conciudadanos de a pié- los malvivientes deberían ser destinados a un pozo profundo y sin retorno posible. A los que roban y matan los premian con educación, pregonarán en estos días. Para los genocidas, amnistía; para los delincuentes comunes, paredón. O algo por el estilo.
 Lejos de la justificación del delito –pero también de la construcción insistente del clima de inseguridad- es tiempo de comenzar a encarar el tema a fondo. La delincuencia es consecuencia de los conflictos que genera la inequidad en la distribución material y simbólica producida durante décadas. No se decide ser marginal, excluido o delincuente. También hay historia en la persona que delinque. También hay contexto. Y, por supuesto, promotores. Beneficiados, sin dudas. Un ladrón armado que violenta una vivienda es apenas un eslabón de la cadena. Lo siempre visible es el eslabón. Y pocas veces, la cadena. También es visible la víctima, que es explotada para ocultar, precisamente, la cadena. No todos los pobres son delincuentes ni todos los delincuentes son pobres. Desterrar la hipocresía es el primer paso para solucionar este conflicto.
Para el eslabón está la cárcel pero mientras perdure la cadena, poco se podrá hacer al respecto. El sistema penitenciario debe tener como misión la reinserción del individuo que delinque y no sólo apartarlo de la sociedad para que por un tiempo no moleste. La vida de un condenado debe cambiar después de cumplir su condena. El individuo en la cárcel debe transformarse en ciudadano. Y más que castigado debe salir re educado. “Está probado que la formación de los condenados reduce significativamente los niveles de reincidencia en el delito –sostuvo el ministro de Justicia Julio Alak– Es una medida inédita en la historia argentina, que busca incentivar a las personas privadas de su libertad a capacitarse para lograr una reinserción social plena”. Pero la sociedad debe estar preparada para recibir a esta persona transformada; debe recibir al ciudadano rehabilitado y brindar condiciones de vida distintas para que pueda apreciar la diferencia con su situación pasada. Solidario con el que se extravía, para que no se vuelva a extraviar.
Quienes están verdaderamente extraviados son algunos editorialistas que ya se muestran irrecuperables. En vísperas del tratamiento en diputados de la nueva Carta Orgánica del BCRA apelan a los más bestiales calificativos para alertar a la población sobre los peligros de la marea roja. Sacuden todos los fantasmas del pasado para deformar a la opinión pública y convencer a los lectores de que el soviet está a la vuelta de la esquina. El viceministro de economía, el doctor Axel Kicillof, aparece, por obra y gracia de las plumas ilustradas de los mastines mediáticos, como el inspirador satánico de las transformaciones económicas que se vienen
“Judío”, “marxista”, “descendiente de rabinos legendarios y psicoanalistas”, “imberbe” suenan en estéreo el mismo día en dos diarios diferentes, o no tanto. La Presidenta contestó y los autores se enojaron. Como tal vez esperaban una respuesta diferente recrudecieron en sus ataques discriminatorios. Osvaldo Pepe, en su columna del martes, afirma que aceptar y asumir la libertad es aceptar el disenso, la crítica, el pensamiento diferente”. Claro, ellos llaman disenso a las palabras destituyentes, crítica a la diseminación de veneno y pensamiento diferente a la podredumbre que crece bajo los calvos cráneos.
Y lo que viene es una joyita de aquéllas: “la Presidenta hizo abuso de poder para castigar el derecho a expresar mis ideas, que es un derecho humano inalienable, además de un tesoro constitucional”. Como es de público conocimiento, el periodista no recibió ningún castigo; en todo caso, sus palabras recibieron una respuesta. No hubo arresto, demanda, ni flagelación sobre el inocente ciudadano que sólo ejerció el derecho a expresar sus ideas. Pepe habla de un derecho humano inalienable que le permite señalar como si fuera un perro rabioso a un funcionario elegido por La Presidenta. Y su cinismo lo conduce a una frase que redobla la apuesta en agresividad: “no sé si la Presidenta quiso hacer una defensa de aquella organización armada –por Montoneros- o sólo poner bajo su ala maternal a sus pichones de La Cámpora”. Ya aburren con la opereta que montan en su desesperación. Hasta quieren utilizar los derechos como si fueran privilegios. La máscara ya no puede ocultar el rostro: el Gran Diario Argentino no es más que un pequeño libelo rencoroso y la Tribuna de Doctrina no es más que una grada de consignas apolilladas.
Mientras el Ángel Justiciero marca a los delincuentes con balas, los gorilas calvos pegotean etiquetas con olor a naftalina, amarillentas y emponzoñadas. El primero se convertirá en héroe para una derecha que considera que los derechos humanos son para la gente decente. Los segundos pretenden convertirse en mártires de un régimen intolerante y autoritario que persigue a los que piensan distinto, a los que expresan con la inocencia de sus inocentes espíritus ideas despojadas de ideología para bregar por el retorno a un país para pocos con el esfuerzo de muchos.

lunes, 12 de marzo de 2012

Los cosechadores de tempestades

“Donde uno mete el dedo sale pus”, comentó Kirchner a poco de asumir. No estaba hablando de un enfermo en una sala de emergencias. Pero sí de algo parecido: de la Argentina de 2003. En aquel entonces comenzábamos a salir del coma, siguiendo con las metáforas clínicas. Ahora parece que donde uno mete el dedo sale el Grupo Clarín, lo que es más o menos lo mismo, porque parece una infección que afecta todo el país. Como nunca, se esfuerza en demostrar su otrora destructivo poder. Pero además, cada vez queda más en evidencia que es mucho más que un multi medios. Sus tentáculos se extienden por todo el territorio y abarca todas las actividades imaginables. Todas, por supuesto, con un único fin: extraer lo más posible. Y para ello El Grupo necesita gobernar a su antojo desde las sombras, como lo ha venido haciendo desde el retorno a la vida democrática hasta no hace mucho tiempo.
Pero ahora, los inoculados por su veneno cada vez son menos. A medida que el ciudadano comienza a advertir que Clarín no es un diario, sino el vocero de un importante grupo económico –y de una minoría selecta- que lo único que quiere es apoderarse de todo, disminuye su influencia. Y cuando esta influencia disminuye, el pulpo entra en pánico, pierde el control y –como buen molusco- arroja tinta a mansalva. Por eso resultan cada vez más obvias sus operaciones. Abandonan la sutileza porque están desesperados. No tienen límites y el blanco puede ser cualquiera, desde Hebe de Bonafini hasta el Presidente de la Corte Suprema de Justicia. No importa romper el pacto con el público que consume sus productos con la inocente intención de adquirir información; no les afecta traicionar esa confianza. Total, no viven del diario, sino de lo que pueden construir –o destruir- a partir de él. Además, no es un diario, sino un universo de medios que sólo destilan pus.
Bueno, no está tan solo el siniestro grupo. Todavía quedan seguidores que sólo buscan alimentar sus prejuicios para murmurar un “viste, son todos iguales” cada tanto en la cola del banco, durante una charla ocasional en el ascensor, esperando al nene en la puerta del colegio privado, o en el club, revoleando con contenida indignación el palo de golf o en cualquier otra escena similar. Esos consumidores del multimedios sólo buscan en esos titulares la confirmación de todos sus preconceptos y odios; sólo esperan de esos titulares elementos que contribuyan a la reafirmación de su más absoluto individualismo; sólo encuentran en ellos los argumentos necesarios para incrementar su desprecio hacia el otro. Además, hay mosqueteros que con sus plumas, golas y máscaras ponen el cuerpo y entregan el alma –o lo que sea que tengan- para defender La Causa. Y por supuesto, están los soldados de segunda categoría que, disfrazados de políticos, intentan actuar como cancerberos lanzando mordiscones hasta donde alcance la cadena.
Algo de eso hay con el pedido de juicio político al Vicepresidente Amado Boudou. Mientras el Congreso se dispone a debatir el proyecto de la nueva Carta Orgánica para el Banco Central de la República Argentina, un paso crucial hacia un país más justo, algunos diputados de la oposición rabiosa pretenden presentar un pedido de juicio político con una fundamentación basada en titulares periodísticos –con perdón- y las declaraciones no oficiales de una ex esposa despechada y mitómana. Patricia Bullrich es la punta de lanza –roma y oxidada- en esta arremetida. Después de haber sido expulsada de la Coalición Cívica, ahora busca cobijo en el PRO, última estación antes de las minoritarias agrupaciones neo-nazis. Algunos diputados la respaldarán en el pedido, sin cuestionarse demasiado a quién representan ni qué intereses persiguen. Otros tratarán de disimular sus ganas de integrar la movida y, con declaraciones de ocasión, renunciarán a esta cruzada. Y los muchos votarán por la negativa, no para silenciar un caso de corrupción –como denunciarán, seguramente, los promotores de este absurdo- sino porque no hay pruebas que insinúen siquiera sospechas al respecto.
Por supuesto que saben que el pedido de juicio político es improcedente, como saben también que “la causa” no es más que una serie de chimentos infundados. Sólo quieren agitar, sembrar vientos para cosechar tempestades. Con eso se ganan la vida, construyendo ruinas. Porque El Grupo gana más cuando ocurren las catástrofes que provocan. Y los serviles se sacian con las migajas y algunas palmadas en la cabeza.
Pero también la agitación se dispara desde las torres de la CABA. El corte de doce horas de una autopista por los habitantes de la Villa 31 huele a provocación: el incumplimiento de una promesa del Gobierno local para solucionar un problema de transporte escolar por intimación de un juez. Y las culpas, de una o de otra manera, caen en el Gobierno Nacional que tiene que aportar una solución en un distrito que no le corresponde por un problema que no ha provocado. Y el Congreso también tiene que emplear su tiempo en discutir una ley para obligar a Mauricio Macri a que tome bajo su jurisdicción el transporte subterráneo y terrestre. Una ley para obligar a un gobernante a que se haga cargo de lo que tiene que hacer, es decir, gobernar. Encima, brutos como son, dicen que el Gobierno Nacional es unitario y ellos –los niños PRO- son federales cuando cualquiera que haya pasado por la esquina de una escuela sabe que es al revés. Los unitarios pretendían que todos los recursos del país estén al servicio de la metrópolis, es decir, de la oligarquía asentada en la Capital. Los federales, no. ¿O acaso no es una posición unitaria reclamar que el Ejecutivo Nacional administre y subsidie el transporte público en una ciudad que es autónoma?
Además, mienten. La inversión que el Gobierno Nacional ha hecho en el subte supera los 5.740 millones de pesos entre 2003 y 2011, según datos de la Comisión Nacional de Regulación del Transporte, invertidos en obras de renovación de vías e instalaciones y en material rodante. Sin embargo, dicen que Nación no ha invertido nada. Pero también amenazan: aumentará a cuatro pesos la tarifa si se produce el traspaso de las líneas de colectivo, al igual que hicieron con el subte. El macrismo vive hablando de la inseguridad y reclama agentes de “la federal” mientras la Policía Metropolitana no se hace cargo de nada. El primer día de clases el ministro Bullrich firma el decreto 2902 con el que ordena el cierre de 221 cursos, provocando el amontonamiento de los chicos y la ira de padres y docentes, que desempolvarán la Carpa Blanca, pero con un destinatario diferente.
No sólo quieren sacar de quicio a las autoridades nacionales, sino también a la población. Entre las provocaciones mediáticas y las políticas apuestan a generar el caos social necesario para desestabilizar, para generar desconfianza. Estos personeros del pasado –de cualquier pasado peor que este presente- están dispuestos a todo con tal de desgastar la figura de CFK, de llenar a la sociedad de pus. Provocan porque esperan una reacción. Pero no es con piedras como hay que responderles ni tampoco con medidas apresuradas que puedan dibujar como censura. Hay un abanico de leyes que este monstruoso grupo incumple y esa debe ser la herramienta para desarmarlo. Pero además, hay más de un 60 por ciento que ya desoye sus maquinaciones. Todavía falta. La derrota total se dará cuando solo la élite que se beneficia con la destrucción y el caos se convierta en el único público de tan malsanos contenidos.

sábado, 10 de marzo de 2012

Los derroteros de la realidad

Pequeños ante la realidad. No más que eso. Nuestra experiencia inmediata se limita a lo que podemos captar con nuestros sentidos. Escenas inconexas desfilan ante nosotros y a partir del punto de vista, de nuestra subjetividad, tratamos de darle algún sentido. En la playa, un hombre con aspecto no muy cuerdo, camina solitario. Cada tantos pasos llama la atención de los bañistas y escribe nombres en la arena con la ayuda de un palo. Nombres sin apellido. Nombres comunes que deben tener algún significado para él. No para el resto, que mira con desatención. Interpretaciones de ese hecho puede haber muchas. La carta de un lector en un matutino habla de venganza, en sintonía con los vómitos expresivos del dictador. La teoría de los dos demonios subyace en el argumento. Pobre, confuso. El texto tiene pocas líneas, pero estremece. Si juzgan a unos, que juzguen a los otros. Lugar común de los que no toleran revolver el pasado; que esgrimen esa torpe idea sólo para impulsar el olvido. Y un taxista exaltado, vociferante, explosivo, a la vez que transita por las calles de la ciudad, anuncia con absoluta seguridad que este gobierno nos quiere trasladar a Cuba. Mientras este ignoto profesor de provincias se preguntaba cómo se acomodarían los cuarenta millones en la pequeña isla caribeña, el chofer parlanchín seguía recitando denuncias apocalípticas escuchadas en alguna radio ultra opositora a todo.
Imágenes dispersas que pueden inducir a un apunte gracias a la intervención de un relato, de una mirada subjetiva –como no puede ser de otra manera- que ponga orden al caos de la realidad. El caminante solitario de la playa que escribe nombres en la arena tal vez intente compartir su historia, una historia de pérdidas violentas, de ausencias enloquecedoras. De ahí su extravío. O no. Quizá –por un extravío previo- le gusta escribir nombres en la arena y nada más que eso. La carta del lector es más impactante. Primero: porque tiene mala intención y es oportunista. Segundo: porque los delitos de Lesa Humanidad son crímenes atroces perpetrados con énfasis por quienes usurparon el Estado y no los delitos comunes cometidos por civiles; los primeros son imprescriptibles pero los segundos, no; además, no es posible juzgar muertos ni desaparecidos, aunque se ponga toda la buena –es un decir- voluntad posible. Esto en el caso de que los treinta mil hayan estado involucrados en la guerrilla, algo imposible. Tercero: la palabra venganza es muy usada por los reaccionarios que desacreditan al Gobierno Nacional por una de sus más valientes medidas, los juicios a los genocidas y sus beneficiarios. Y, por último: ¿qué necesidad de publicar esas líneas tan provocativas y sin fundamento? No importa en qué diario salió. En cualquier localidad del país debe haber editores que permiten que se filtre, cada tanto, algún contenido retrógrado de algún lector real o imaginario.
El taxista no era imaginario. El autor de estos apuntes temió, por un momento, perder su milenaria paciencia y su inagotable buen humor. Lo que salía de la boca del chofer era un compendio interminable de calamidades políticas, económicas y sociales que ocurrieron, ocurren o que van a ocurrir. “Este gobierno nos está llevando al desastre”. “¿Qué gobierno, el municipal, el provincial o el nacional?”. “Todos, porque el Gobierno Nacional nos está llevando hacia Cuba”. Exquisita metáfora macartista. En la carta, un gobierno vengativo que juzga a los militares que triunfaron contra la subversión. En el taxi, un gobierno alineado con la nostalgia soviética y el socialismo de Castro. Ambos pueden ser estereotipos que se relacionan en este relato. Cuando el bienintencionado pasajero quería establecer las diferencias entre el socialismo y el tipo de capitalismo que está tratando de construirse en el país, el chofer vociferaba denuncias de supuestos actos de corrupción –descartados o por descartarse- cometidos por funcionarios nacionales. No es que uno piense la política como un capítulo de Heidi, sino que resulta indispensable separar los actos políticos, las decisiones ideológicas de las acciones delictivas. Lo primero es político; lo segundo, judicial. La corrupción no es La Política, sino una distorsión.
Como la derecha niega la ideología, toda discusión política se convierte en judicial. Esa mezcolanza se produjo en los noventa. Hablar de política era hablar de corrupción. No se discutían las medidas tomadas por Menem y sus secuaces desde el punto de vista político, sino desde la connivencia con el poder económico, las manos untadas de los funcionarios, del enriquecimiento ilícito y meteórico, de la sospecha permanente hacia todos. Los medios –enciclopedias de denuncias, entonces- se convirtieron en fiscales, casi jueces. Y los ciudadanos eran testigos del desguace y el consecuente empobrecimiento de su cotidianeidad. Todo lo malo se producía por la corrupción, no por la entrega del patrimonio ni por la construcción de un Estado cada vez más pequeño al servicio de los intereses de los poderes fácticos.  
Después de la explosión de 2001 y del desamparo social, nada puede ser igual. La Política retornó del exilio y comenzó una lenta recuperación del rol del Estado, que, entonces, estaba en vías de extinción. Con sus tropiezos y contradicciones, el Gobierno Nacional está orientando la reconstrucción de un país en ruinas. Construir es un camino lento, fatigoso y tortuoso. La destrucción es más rápida y hasta puede resultar divertida para los que se benefician con ella. Analizar este proceso desde la mirada noventista –desmemoriada y desideologizada- puede provocar severos extravíos. Como el taxista exaltado por el denuncismo permanente de muchos medios de comunicación.
No importa si las denuncias vertidas a un micrófono tengan o no fundamento; lo importante es que huelan a estiércol y salpiquen mucho a quienes intentan controlar -o al menos contener- la avidez del establishment. Lo que verdaderamente les importa es alejar lo más posible la discusión del terreno ideológico. Lo que verdaderamente buscan es alimentar prejuicios. Lo que verdaderamente quieren es defender los intereses de los que añoran volver a gobernar nuestro país.
Los barriles de tinta que invirtieron los medios hegemónicos para relacionar al Vicepresidente, Amado Boudou con la ex Ciccone Calcográfica rindieron sus frutos. Al menos sirvieron para rescatar del olvido al ex gobernador Hermes Binner. El ex anestesista calificó de “gravísimo” este caso, aunque todavía no hay pruebas suficientes para elevar siquiera una acusación sólida. Así y todo, llamó al Gobierno a no “cubrir con silencio” el tema, a pesar de las apariciones de Boudou en diferentes medios. El líder del FAP remató su jugosa declaración con una frase que debería usar como guía, sobre todo la primera parte: “el silencio es bueno para muchas ocasiones y es muy malo para otras”.
Hasta ahora, el fiscal federal Carlos Rívolo basa las acusaciones que todavía no hizo pero sabiamente difunde por los medios en las declaraciones de Laura Muñiz, ex esposa de Vanderbroele, supuesto amigo de la infancia de Amado Boudou, aunque no se conocen. Despechada, la mujer habla de todo y a la vez reconoce que no sabe nada. Hasta su madre confesó que no hay que creerle porque es mitómana. Raro, pero el fiscal dijo que aunque no tenga pruebas elevará igual su denuncia. Los medios, felices, porque de esa manera, de la manera que Binner exige, obligan al Gobierno a seguir esa agenda perversa que se basa en la necesidad de defenderse de lo que no se lo acusa. Un juego que confunde política con corrupción y embarra el camino. Las fieras neoliberales están al acecho y para lograr sus objetivos sólo esperan que una piedra golpee en el lugar indicado para agitar un clima destituyente similar al que se vayan todos o la Rebelión de los Estancieros. La negación de la política ya la vivimos y no nos hizo bien. De eso nos estamos recuperando. Un relato entretenido con algunos tintes policiales puede dar por tierra con todo lo reconstruido en estos ocho años. Un relato solidario y comprometido con el futuro nos llevará al país que todos merecemos. Sólo queda evaluar qué relato será el más beneficioso.

miércoles, 7 de marzo de 2012

Un relato con sabor a futuro

El discurso de CFK ante la Asamblea Legislativa todavía resuena en los oídos de muchos argentinos. No es para menos. En más de tres horas resumió lo realizado en ocho años y anunció un poco de futuro. Un futuro que para convertirse en presente necesita dejar atrás el pasado, pero no como sugieren algunos nostálgicos. El pasado debe quedar atrás sin olvido para que deje de ser herida y se convierta en porvenir. Esconder el polvo debajo de la alfombra nunca ha dado buen resultado, sobre todo cuando empieza a notarse una elevación del nivel del piso. Durante mucho tiempo se intentó seguir adelante con ese procedimiento; con monstruosos resultados, como ya se sabe. El retorno a la vida democrática a partir de 1983 necesitaba un sinceramiento con el pasado más doloroso, una ruptura con el malicioso accionar de militares y civiles que hicieron lo imposible para construir un país a la medida de sus miserables intereses. No se hizo a fondo. Por el contrario, más allá del Juicio a las Juntas, el resto fue maquillaje y retroceso. Tal vez, en aquel entonces, sólo se pensaba en la sangre que había corrido durante esos tiempos oscuros. Hace apenas unos años comenzó a comprenderse el para qué de tanto horror.
“Si el país cambia hacia otro rumbo, seguramente no estaríamos presos” expresó el dictador Videla en la segunda parte de una entrevista concedida a la publicación española Cambio 16. Para el camino inverso que está emprendiendo ese país europeo esta frase resulta funcional.  No revolver el pasado ha sido la consigna desde la muerte de Franco y la firma del infame Pacto de la Moncloa. El dictador Videla intenta ser mostrado como una víctima del perverso plan vengativo de los Kirchner. “Este gobierno ha asociado el campo con la oligarquía y como enemigo de ese socialismo que ellos pregonan, no podemos esperar de esta gente una solución” explica el dictador expulsando su odio más venenoso. Y para las últimas elecciones esperaba “que apareciera un líder o un movimiento para hacer frente a lo que vivimos, que todos los dirigentes de la oposición se unieran para combatir esta lacra y salir hacia adelante”. Hubo un intento de algo así: Macri convocó a toda la oposición a un frente amorfo y multifunción con el único fin de derrotar al kirchnerismo en las elecciones presidenciales. La lacra –como toda mancha, imperfección, vicio- debe extirparse, eliminarse, combatirse. Aunque muchos no se atrevan a reconocerlo, las siniestras declaraciones del dictador Videla significan una contundente reafirmación del rumbo emprendido en estos ocho años. A partir de ahora, todo aquél que quiera construir un frente electoral con el único fin de eliminar la lacra, quedará como un obediente seguidor del asesino que se pudre en la cárcel. Y serán fácilmente identificables.
“Llevé el diario allá a Río Gallegos y se lo metí debajo de la bandera porque ese diario era de él” confesó Cristina en el discurso del 1° de marzo, en referencia a la primera parte de la entrevista del sociólogo y periodista Ricardo Angoso al genocida. Con Néstor Kirchner comenzó este camino de reparación histórica a través de la anulación de las leyes del perdón y el símbolo inolvidable de retirar los cuadros de las paredes de la ex ESMA. Pero no sólo fueron actos para la foto, sino que comenzaron a hacerse realidad en los juicios a los genocidas perdonados por la debilidad del gobierno de Raúl Alfonsín o la complicidad del monstruoso menemato, que llevó adelante acciones económicas y políticas que ni las dictaduras se atrevieron a hacer. Aunque duela, la entrevista publicada por Cambio 16 fortalece la visión de nuestra historia comprometida con los Derechos Humanos y confirma el rumbo para la construcción de un país solidario, creciente, inclusivo.
Y esta idea se refuerza con algunos anuncios realizados por La Presidenta en el discurso de Apertura, más allá de la anecdótica referencia a los maestros y la feroz reprimenda al huésped a desgano de la CABA. Si tuvo que ocupar más de tres horas de la Cadena Nacional para desarrollar su relato, es porque su palabra es la más censurada, tergiversada, malinterpretada en los medios hegemónicos. CFK aprovechó la ocasión para hablar de todo lo que se ha hecho y de los pasos que se darán. Los dos más importantes quedaron opacados por las más superficiales lecturas. Tanto odio gobierna ciertas mentes, que no toleran las bromas ni las exposiciones de la sensibilidad de Cristina. Ante el fuerte liderazgo de La Primera Mandataria, ante sus profundas definiciones políticas, ante la sólida relación con sus representados, sólo pueden anteponer visiones chiquitas: si llora, si viste de viuda, si se compara con Napoleón, si revolea zapatos o carteras. Como no están a su altura, apenas pueden dar leves pataditas a sus tobillos.
Más allá de esas pequeñeces de conventillo, CFK anunció una ruptura con el andamiaje neoliberal con la reforma de la Carta Orgánica del Banco Central de la República Argentina. Los ortodoxos de la economía y la política se pusieron como locos. El Banco Central es intocable. De eso se encargó Cavallo en los noventa, de asegurar que el BCRA esté al servicio de los especuladores financieros y no de los ciudadanos. Desde la ortodoxia, el organismo debe ser un instrumento apolítico para garantizar la sangría económica. Mercedes Marcó del Pont, la actual presidenta del Banco, intentó desde su labor parlamentaria la modificación de la carta orgánica. Ahora, con el impulso de CFK y la mayoría en el Congreso, la tan esperada transformación económica se hará realidad. No es una medida traída de los pelos, sino una necesidad para los tiempos que se vienen. Otra ruptura con el pasado que servirá para construir futuro.
La actual Carta Orgánica del Banco Central está disociada de este modelo productivo –explica Mercedes Marcó del Pont-  La nueva normativa deja en letra escrita lo que se viene haciendo en los últimos años”. Esta propuesta tiende a institucionalizar las importantes transformaciones económicas que ha tenido nuestro país en los últimos ocho años. “La autoridad monetaria pasará a tener como objetivo la estabilidad monetaria, la estabilidad financiera y el desarrollo económico con equidad social”, explicó la funcionaria. La Presidenta se explayó sobre los resultados de la política económica de la era K con datos provenientes de organismos internacionales. En estos días, algunos diarios locales se hicieron eco de una nota publicada en el semanario inglés The Economist, en el que se difunden los datos recopilados por el Banco Mundial sobre la disminución de la pobreza a nivel mundial. En veinte años, la pobreza global disminuyó a la mitad. Para la publicación británica, este cambio se debe al “éxito de largo plazo de China, el impacto de los programas sociales en América latina y el reciente crecimiento económico de Africa”. Según la Comisión Económica para América Latina, CEPAL, dependiente de la ONU, la pobreza en Argentina disminuyó del 21 al 11 por ciento, de acuerdo a informes de 2010. Por eso, la nueva carta orgánica del BCRA  habilitará “el desarrollo económico con equidad social”, que contempla un amplio espectro de objetivos como la creación de empleo, el crecimiento económico, la distribución del ingreso y también la cuestión medioambiental.
Pero la ruptura con el pasado no se da sólo en lo económico. La Presidenta  además anunció la elaboración de un nuevo Código Civil, que unificará el vigente -confeccionado por Dalmasio Vélez Sarsfield a fines del siglo XIX- con el Comercial de la Nación. Hace un año, a través del decreto 191, CFK creó la “Comisión para la elaboración del Proyecto de ley de reforma, actualización y unificación de los Códigos Civil y Comercial”, cuyo objetivo es la sistematización de todas las leyes  que trabajan sobre un mismo tema en un mismo cuerpo legal. No encargó esta misión a los injustamente demonizados militantes de La Cámpora sino a Ricardo Lorenzetti y Elena Inés Highton de Nolasco, integrantes de la Corte Suprema de Justicia y a la ex camarista Aída Kemelmajer de Carlucci. Todo un año de estudio para conformar un código a la medida de los nuevos tiempos, para institucionalizar los cambios y agilizar la aplicación de justicia. Por todo esto, más allá de los encontronazos que provocaron algunas de sus palabras, Cristina demostró que, si bien no es Napoleón, es una estadista que entiende cómo diseñar el futuro de un país que acaba de renacer de sus cenizas.

lunes, 5 de marzo de 2012

Una espiral interminable

Durante el discurso del jueves en la apertura de las sesiones ordinarias del Congreso, La Presidenta destinó un severo rapapolvo a los docentes en huelga. Después de apelar a la cantidad de horas trabajadas y los tres meses de vacaciones -lugares comunes que se pueden rebatir fácilmente-, puso como ejemplo la cifra ofrecida por el gobernador de Santa Fe, Antonio Bonfatti, a los docentes provinciales. Lo que el socialista no debe haber mencionado a CFK durante su visita a Rosario es el incremento en las tarifas de luz (33 %), agua (70%) y en la Tasa General de Inmuebles (¡104 %!). Y no por la quita de los subsidios, sino por el déficit dejado por la gestión Binner. El 21 por ciento ofrecido por el gobierno de la invencible es inferior a lo que llegará de más en cada factura. Y esos aumentos de tarifas se acordaron antes de que asuman las nuevas autoridades a fines del año pasado.
Si La Presidenta convocó a los docentes a ampliar la discusión por el proyecto educativo más allá de una puja por el salario, trastabilló en la manera. Si la crítica estaba dirigida a ciertos sectores de la representación sindical o a los maestros que abusan de los beneficios del Estatuto Docente, hubo más confusión que claridad en sus dichos. A pesar de que en estos ocho años la recuperación salarial ha sido significativa, 3000 pesos no expresan una excesiva valoración del trabajo de los maestros. Con esto no se pone en duda el esfuerzo que se ha hecho para mejorar la calidad educativa, con la modificación de planes de estudio, el incremento del presupuesto, la construcción de escuelas, la distribución de libros y, sobre todo, de netbooks. Precisamente por todo esto, las palabras de Cristina no cayeron muy bien y menos en medio de las paritarias.
Además, los porcentajes que se acuerdan en paritarias son devorados al instante por la inflación a cuenta, que, por supuesto, los supera ampliamente. Eso es algo que se le ha escapado al Gobierno Nacional. No la inflación como resultado del aumento del consumo, no la que tiene que ver con el precio de los insumos, no la ocasionada por la relación peso-dólar, sino la que es producto de la mera especulación y una avidez despiadada por acumular más invirtiendo menos.
Muchas veces se ha dicho pero es importante reiterarlo: la política debe garantizar que la economía esté al servicio del hombre y no a la inversa. En un país que está recuperando el Estado –y muchas cosas más- como impulsor de la economía a través de la generación de empleo y del fortalecimiento del mercado interno, no se pueden descuidar las acciones voraces de ciertos actores del mercado que destruyen de un plumazo lo que tanto cuesta construir. La inflación –que preocupa más como mal recuerdo que como realidad- es el resultado de una resistencia empresarial a la re distribución del ingreso. Aunque la ortodoxia apele a la ley de la oferta y la demanda, cualquier especialista –al menos en la intimidad de su baño- advierte que no hay proporción entre el incremento de la demanda y el índice inflacionario. Eso puede pasar con productos estacionales, pero no con la leche, el aceite, el pan y otros artículos de la canasta básica que abundan más que escasean por estos lares. En estos casos existe una inflación que no alcanza a explicarse con las variables que la componen –insumos, salarios, impuestos- sino que tiene su origen en algo más siniestro: la angurria empresarial.
 Muchos productos esenciales aumentaron más del 30 por ciento en un año sin otro motivo más que la conquista de una porción mayor de la torta. Más allá de las diferencias que puedan existir entre los números del INDEC y de las consultoras privadas, es imperioso que se discuta el origen de la inflación. Para eso se hace necesario el control de las ganancias empresariales, lo que llevará a calcular el costo de elaboración de cada producto. Y entonces, en lugar de aprobar precios sugeridos por los empresarios, la Secretaría de Comercio podría establecer una franja porcentual por sobre el costo de producción. Que se sepa cuánto cuesta producir un paquete de arroz y la ganancia que se expresa con el precio de góndola. Lo que en la economía clásica se conoce como Ley del Valor, esencial para saber la diferencia entre el costo del producto y su precio de venta. También se debería controlar la cadena de distribución de los productos, para que los intermediarios no obtengan ganancias excesivas. Este es un primer paso. El otro es más duro, pero hay más de un 54 por ciento de apoyo para alcanzar su realización.
Con la dictadura cívico-militar del ’76 comenzó en nuestro país un proceso de concentración económica que se profundizó gracias a los ingentes esfuerzos de Menem y Cavallo en los malditos noventa. Pocas empresas comercializan más del 50 por ciento de los productos que pueden verse en las góndolas. Y muchas de estas grandes compañías manejan diferentes marcas del mismo producto en una patológica simulación de competencia. Esto puede verse en los lácteos, fideos, aceites, arroz, entre otros. Esta posición dominante en el mercado permite aumentar los precios casi rutinariamente. Por si esto fuera poco, entre las grandes empresas acuerdan los incrementos, una práctica distorsiva y casi mafiosa que se denomina cartelización. Pero además, presionan a los comerciantes –supermercados y almacenes- para impedir o al menos sofocar la aparición de marcas alternativas, acciones que, con la legislación vigente podrían sancionarse a partir de la necesaria denuncia de organismos de control.
Para frenar la inflación es imprescindible desarticular esta distorsión del mercado, haciendo que se diversifique la oferta a través de distintas marcas que verdaderamente compitan entre sí y no que pertenezcan a una misma empresa. Por otro lado, el creciente trabajo cooperativo puede aportar a los consumidores una variedad de productos a precios menores siempre y cuando se garanticen las condiciones para la distribución y venta. Una toma de conciencia del usuario ayudaría a que la herencia neoliberal se desarticule más rápidamente.
La negociación paritaria es una conquista que ha retornado en estos tiempos, pero de nada sirve si las empresas trasladan los aumentos a los productos. Una carrera en espiral que no terminará nunca. El economista Roberto Navarro, en una nota del último número de la revista Debate, afirma que en esta carrera ganan siempre las empresas. “La suba de salarios promedio del 31,4 por ciento –en 2011- se vio superada por un incremento del 18 por ciento en los precios de los bienes y servicios que venden las empresas y una suba de la productividad del 11 por ciento”. Las empresas recuperan lo que ceden y a la vez, aumentan su productividad, obteniendo así ganancias que no se reparten. El autor cita un informe exclusivo del Ministerio de Trabajo en el que señala que a diez años de la salida de la convertibilidad, el costo laboral real en moneda extranjera es un 35 por ciento menor al de 2001. A pesar de la recuperación del poder adquisitivo, el salario influye menos en la conformación de los precios que diez años atrás. Por lo tanto, la inflación no es producto de los porcentuales que se conceden en paritarias, sino de prácticas distorsivas que tienden a incrementar la rentabilidad empresarial.
Sin dejar de valorar las enormes transformaciones que se han producido en nuestro país en los últimos ocho años, las palabras que La Presidenta destinó a los docentes en el Congreso resultan desconcertantes. Suena desacertado cuestionar las aspiraciones salariales de los trabajadores mientras, desde las sombras de la especulación, las grandes empresas, por las dudas, aumentan sus precios. En la puja redistributiva el hilo no se debe cortar por lo más delgado. Este ignoto profesor de provincias puede avergonzarse de los colegas que abusan de las licencias, pero no de la lucha para conseguir ingresos más dignos. En este duro camino para construir un país más inclusivo, vergüenza deberían sentir no los trabajadores que pugnan por un incremento salarial, sino aquellos que –avariciosos al extremo- no dudan en someter la economía cotidiana a una vertiginosa espiral numérica que resulta muy difícil de alcanzar.     

viernes, 2 de marzo de 2012

Un cascabel para el gato

No es malo quedar como odioso haciendo, cada tanto, algunas comparaciones. En realidad, son odiosas para el que queda en desventaja con la comparación. Además, algunas saltan a la vista sin demasiado esfuerzo. Quince minutos ante más de tres horas. Demasiado obsceno. Por eso nadie critica a Macri, el huésped a desgano de la ciudad de Buenos Aires, porque no dice nada. Y no porque sea sintético. No tiene nada para decir. Ni de lo que hizo ni de lo que va a hacer. Quince minutos le sobran. A simple vista, hasta para la mirada más superficial y prejuiciosa, hay una diferencia notable a favor de CFK. En cuanto al tiempo ocupado, al menos. Algo sugiere esa diferencia y no es sólo la capacidad de oratoria. Una sanata puede durar una hora, tal vez un poco más. Pero la apertura del año legislativo de Cristina en el Congreso no fue sanata, sino un plan a futuro y una invitación a participar de él. Lo del jueves fue una construcción colectiva con sabor a futuro, un proyecto para abandonar definitivamente los lastres que arrastramos de décadas anteriores. Ahora sí, los que se opongan rabiosamente y sin sentido podrán ser considerados algo más que adversarios. Y no tendrán demasiados argumentos para protestar.
Si La Presidenta ocupó más de tres horas en su discurso de apertura es porque hay mucho que narrar. Memoria y balance. Todo lo que se hizo y sus resultados. Y lo que queda por hacer y cómo se va a hacer. Una actitud expansiva. La Presidenta vuelca sobre el micrófono todo lo que tiene para decir, todo lo que piensa, todo lo que quiere hacer. Mal o bien, hay una voluntad de acción y de narración. Algo que molesta muchísimo a la oposición: el relato. Ellos no tienen relato porque no pueden relatar lo que piensan. Si es que piensan. No pueden decir lo que van a hacer ni tampoco lo que hicieron. Por eso esta derecha destructiva que encarna Mauricio Macri no habla, sólo repite consignas. Si hablan, revelan todo lo que son. Necesitan esconder bajo gruesas corazas lo que piensan del país, de sus habitantes, de sus recursos. El gesto despreciativo del Jefe de Gobierno porteño cuando se refiere a La Presidenta o a algunos de sus funcionarios es una muestra evidente del asco que reprime. Cuando habla de ella, parece que estuviese hablando de su mucama.
Macri es un iletrado forrado en plata que cree ser noble. El y muchos de sus colaboradores sueñan estar en una corte rodeados de súbditos y servidores; creen pertenecer a la casta que otrora actuaba como dueña del país. El conflicto por el traspaso del subte es algo más que un cortocircuito local. La Presidenta lo expresó claramente en el momento de mayor exaltación: “gastamos más aquí que en todo el NEA y NOA empobrecido y necesitado de inversiones desde hace tiempo y que no conocen un subte ni por foto”. El traspaso del servicio de subterráneos a la CABA no es un capricho del Gobierno Nacional. Desde hace mucho que los sucesivos jefes de gobierno reclamaron ese traspaso y Macri incluyó esas demandas en sus dos campañas. Todo el país está administrando y sosteniendo un medio de transporte que sólo funciona en Buenos Aires. No es un problema local, sino nacional. Parece la vieja discusión decimonónica: el interior vs Buenos Aires; los intereses federales vs la angurria de la oligarquía porteña.
La disputa por el subterráneo parece una reedición a colores y en 3D de la batalla de Pavón. El 17 de septiembre de 1861 se enfrentaron las tropas de Bartolomé Mitre y Justo José de Urquiza. Dos modelos se oponían: el oligarca agroexportador y el interior  industrialista. La sospechosa victoria del primero condujo al país que disfrutaron las minorías selectas y explotadoras del primer Centenario, de la Década Infame, de la Revolución Libertadora; esas minorías que condicionaron a los gobiernos semi-democráticos de Frondizi e Illia y que casi ordenaron la Revolución Argentina y la Dictadura Cívico-Militar del ‘76. Y disfrutaron del menemismo. Eso es lo que está en juego. Todo el país sosteniendo los privilegios de una clase que se resguarda en una fortaleza de la CABA.
Después del revoleo del subte realizado por el alcalde de Buenos Aires, todos sus secuaces salieron a repetir lo mismo: las medidas unilaterales del Gobierno (nunca dicen nacional) y la necesidad de trabajar en equipo. Analizar estas dos ideas puede aclarar un poco el panorama. Cuando dicen medidas unilaterales están hablando de desobediencia; como el Gobierno Nacional no les da todo lo que desean, cuando Cristina –la mucama, la señora de acá enfrente- desobedece, está tomando medidas unilaterales. Y puede resultar muy bonito cuando esgrimen la necesidad de trabajar en equipo. Pero eso es lo que uno –plagado de buenas intenciones- piensa. En el equipo con que ellos sueñan, son los amos, los patrones, los jefes; los demás son servidores, súbditos. Trabajar en equipo para la gente de Macri es la obediencia absoluta a sus caprichos. En la conferencia de prensa del miércoles Macri renunció a gobernar. En su discurso de apertura declaró algo así como “háganme todo que después yo me llevo los aplausos”. Macri no representa un Estado dispuesto a servir sino a ser servido.
Ya no gobierna lo que antes era la Capital Federal, dependiente del Gobierno Nacional. Ahora es una ciudad autónoma, que es como una provincia, aunque él y muchos de sus seguidores la piensen como una ciudad privilegiada que debe vivir a costa de los recursos del resto del país. Macri, con esa actitud caprichosa, está instaurando un campo plagado de minas. No le importa el subte ni sus usuarios; no le importa ocupar el lugar que ocupa; no le importa gobernar sino estar en la cima.
Por ahora agita las aguas; después, cuando se acerque algún acto electoral, provocará tormentas. Macri es la derecha que no se asume como tal; es la oligarquía que pretende encarnar los valores de un país que no le interesa más que como materia prima para sus negocios. Macri y el partido que lo secunda no son adversarios políticos porque niegan la política. Más allá de los chistes que puedan hacerse sobre ellos, son peligrosos. No tienen límites en su accionar. Cuando se ceban, son capaces de cualquier cosa con tal de lograr sus objetivos. Personajes como éstos atraviesan la historia de nuestro país; representan el hilo conductor de las más sangrientas luchas. Pero lo más peligroso que tienen es su manto de inocencia, un halo que los previene de cualquier mácula. Pura apariencia. Fieras que se mimetizan como criaturas inocentes. Pero son voraces y hábiles. Y están deseosos de volver a gobernar los destinos del país para moldearlo a su antojo. El viejo cuento de los ratones que ideaban la manera de colocar un cascabel en el cuello de un gato malvado para estar advertidos de su proximidad. Pero no hay gatos ni ratones en esta historia que estamos protagonizando. Aunque sí hace falta un cascabel, no para felinos, sino para bestias más peligrosas.

Un viernes negro

  La fortuna nos dio una chance. El disparo no salió, pero podría haber salido . El feriado del viernes es un casi duelo. La ingrata sorpres...