No es mi intención convertir el
primer apunte del año en un testimonio en primera persona ni justificar mi ausencia con depresiones
inexistentes. Pero algo debo decir después de las vacaciones más largas de
Apuntes Discontinuos desde sus inicios en abril de 2011. El 2020 fue
atípico para todos, lo que no significa
que todos lo hayamos pasado mal. En mi caso, tuve condiciones óptimas de
aislamiento, sin tropiezos económicos ni edilicios, sin conflictos de
convivencia, sin problemas por estar más
tiempo en casa ni por estrenarme en esto del trabajo a distancia. Sin
embargo, debo a los lectores –y sobre
todo a mí- explicar por qué no hubo apuntes durante casi un mes y medio. Por
supuesto, no fue por la falta de
material, que abunda sobremanera; no porque el oficialismo -a veces bien,
otras medianamente y algunas muy mal- no
haya actuado en esta situación insólita y –esperemos- irrepetible; tampoco
porque la oposición impresentable se
haya quedado corta en brindar situaciones,
declaraciones y posiciones por demás de absurdas, irrespetuosas y por momentos,
destituyentes. Si sólo ésas fueran las condiciones para la elaboración de
mis apuntes, deberían haber salido como
dos por día.
Lo
que desalienta es la monotonía; lo que aburre es que siempre
estemos dando vueltas sobre lo mismo;
lo que cansa es que periodistas totalmente alineados
con la destrucción del país, representada políticamente por el PRO desde
hace algunos años, declamen a los cuatro vientos que son objetivos e
independientes; lo que desconcierta es que los miembros de la oposición digan cualquier estupidez, mentira o
exabrupto sin pagar consecuencias. Lo que desmotiva es tener un oficialismo
que resuelve problemas pero no
transforma tanto como prometió, salvo casos muy puntuales; que haya
negociado la monstruosa deuda dejada por el nefasto gobierno de Macri con la resignación de un estafado patológico,
sin mover un dedo para castigar a los que tan irresponsablemente nos ataron a
acreedores despiadados. Lo que desapasiona es que no se denuncien públicamente las renuncias a la soberanía de Malvinas
ejecutadas por los cipayos funcionarios macristas, entregas históricas que
deberían considerarse una traición al mandato constitucional.
Lo que cansa es que haya que
explicar constantemente que la libertad de expresión no es un absoluto,
al igual que todas las libertades. Que si Pablo Sirvén, de La Nación, utiliza
la expresión “conurbano africanizado” no
sea merecedor de una sanción ejemplar, no
sólo por xenófobo o demonizador, sino también por ignorante, porque África es
un continente diverso con realidades muy diferentes a las de las películas
yanquis de la década del 50 que deben
haber alimentado el intelecto del mediocre escriba. Lo que enoja es que
siempre haya que explicar que la libertad
de mercado no es un derecho
constitucional sino un verso más grande que un edificio. Y que el equipo económico
no debe ser un relator de la realidad
sino un actor fundamental para modificarla. Si la inflación del año pasado
fue del 36 por ciento pero hubo productos –sobre todo alimenticios- que
aumentaron mucho más, no hay que
negociar con los autores ni suplicarles contención en sus apetencias, sino
obligarlos a que acomoden las cifras, sancionarlos
por estafadores y dejarlos fuera de juego por un par de turnos, o para siempre.
Lo que molesta es que se tome con
naturalidad que un grupo de policías se cuadre ante la ex ministra Bullrich
como si aún fuera funcionaria y que se le destine un respeto que ni ella ni ninguno de los PRO merece. Quizá no sea
incorrecto si los agentes hicieran lo
mismo con cualquier civil o al menos con todos los ex ministros de Seguridad.
Pero eso no ha pasado nunca y los perversos amarillos son expertos en armar estas escenas muy bien recibidas por sus
anonadados seguidores. Lo que fastidia es que los hacedores de la Revolución de
la Alegría, que no escatimaron esfuerzos para denostar y debilitar la educación pública sean ahora los paladines
de la “vuelta a clases” y que encima haya un grupo de imbéciles que los tomen en
serio.
Todo esto y mucho más hizo que el
autor de estos apuntes se haya tomado una licencia tan larga: la idea de escribir nuevos textos que se
parecen mucho a los anteriores porque, a pesar de que devoramos los días
como si fuéramos un Pacman, parece
que estuviéramos viviendo siempre el
mismo. Pero no se preocupen,
queridos lectores, Apuntes Discontinuos seguirá entre nosotros.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario