lunes, 25 de enero de 2021

Devaneos estivales

 

No es mi intención convertir el primer apunte del año en un testimonio en primera persona ni justificar mi ausencia con depresiones inexistentes. Pero algo debo decir después de las vacaciones más largas de Apuntes Discontinuos desde sus inicios en abril de 2011. El 2020 fue atípico para todos, lo que no significa que todos lo hayamos pasado mal. En mi caso, tuve condiciones óptimas de aislamiento, sin tropiezos económicos ni edilicios, sin conflictos de convivencia, sin problemas por estar más tiempo en casa ni por estrenarme en esto del trabajo a distancia. Sin embargo, debo a los lectores –y sobre todo a mí- explicar por qué no hubo apuntes durante casi un mes y medio. Por supuesto, no fue por la falta de material, que abunda sobremanera; no porque el oficialismo -a veces bien, otras medianamente y algunas muy mal- no haya actuado en esta situación insólita y –esperemos- irrepetible; tampoco porque la oposición impresentable se haya quedado corta en brindar situaciones, declaraciones y posiciones por demás de absurdas, irrespetuosas y por momentos, destituyentes. Si sólo ésas fueran las condiciones para la elaboración de mis apuntes, deberían haber salido como dos por día.

Lo que desalienta es la monotonía; lo que aburre es que siempre estemos dando vueltas sobre lo mismo; lo que cansa es que periodistas totalmente alineados con la destrucción del país, representada políticamente por el PRO desde hace algunos años, declamen a los cuatro vientos que son objetivos e independientes; lo que desconcierta es que los miembros de la oposición digan cualquier estupidez, mentira o exabrupto sin pagar consecuencias. Lo que desmotiva es tener un oficialismo que resuelve problemas pero no transforma tanto como prometió, salvo casos muy puntuales; que haya negociado la monstruosa deuda dejada por el nefasto gobierno de Macri con la resignación de un estafado patológico, sin mover un dedo para castigar a los que tan irresponsablemente nos ataron a acreedores despiadados. Lo que desapasiona es que no se denuncien públicamente las renuncias a la soberanía de Malvinas ejecutadas por los cipayos funcionarios macristas, entregas históricas que deberían considerarse una traición al mandato constitucional.

Lo que cansa es que haya que explicar constantemente que la libertad de expresión no es un absoluto, al igual que todas las libertades. Que si Pablo Sirvén, de La Nación, utiliza la expresión “conurbano africanizado” no sea merecedor de una sanción ejemplar, no sólo por xenófobo o demonizador, sino también por ignorante, porque África es un continente diverso con realidades muy diferentes a las de las películas yanquis de la década del 50 que deben haber alimentado el intelecto del mediocre escriba. Lo que enoja es que siempre haya que explicar que la libertad de mercado no es un derecho constitucional sino un verso más grande que un edificio. Y que el equipo económico no debe ser un relator de la realidad sino un actor fundamental para modificarla. Si la inflación del año pasado fue del 36 por ciento pero hubo productos –sobre todo alimenticios- que aumentaron mucho más, no hay que negociar con los autores ni suplicarles contención en sus apetencias, sino obligarlos a que acomoden las cifras, sancionarlos por estafadores y dejarlos fuera de juego por un par de turnos, o para siempre.

Lo que molesta es que se tome con naturalidad que un grupo de policías se cuadre ante la ex ministra Bullrich como si aún fuera funcionaria y que se le destine un respeto que ni ella ni ninguno de los PRO merece. Quizá no sea incorrecto si los agentes hicieran lo mismo con cualquier civil o al menos con todos los ex ministros de Seguridad. Pero eso no ha pasado nunca y los perversos amarillos son expertos en armar estas escenas muy bien recibidas por sus anonadados seguidores. Lo que fastidia es que los hacedores de la Revolución de la Alegría, que no escatimaron esfuerzos para denostar y debilitar la educación pública sean ahora los paladines de la “vuelta a clases” y que encima haya un grupo de imbéciles que los tomen en serio.

Todo esto y mucho más hizo que el autor de estos apuntes se haya tomado una licencia tan larga: la idea de escribir nuevos textos que se parecen mucho a los anteriores porque, a pesar de que devoramos los días como si fuéramos un Pacman, parece que estuviéramos viviendo siempre el mismo. Pero no se preocupen, queridos lectores, Apuntes Discontinuos seguirá entre nosotros.

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