La fortuna nos dio una chance. El disparo no salió, pero podría haber salido. El feriado del viernes es un casi duelo. La ingrata sorpresa da paso a la angustia. El llanto aparece un tiempo después, cuando comprendemos que el odio jaló del gatillo y el amor generó la barrera que lo convirtió en fallido. Las calles nos verán otra vez poniendo un nuevo límite a los odiadores. Pero esta vez debe ser el definitivo, el necesario para que el país sea para todos.
El agresor -Fernando Sabag Montiel- está detenido, pero acá
no termina todo. Un error sería considerarlo como un loco suelto. Tanto él
como el repartidor que quiso golpear con una llave inglesa a los militantes,
como los que colgaron bolsas mortuorias o atacaron con palos incendiarios la
Casa Rosada, como los que difunden agresivos y calumniadores mensajes en
las redes. Tanto él como muchos más son un resultado. No es posible
separar estos episodios aislados de los constantes vómitos de odio que
destinan a diario desde los medios hegemónicos mercenarios disfrazados de
periodistas y sus entrevistados aliados. Si hasta ayer nomás animaban a las
fuerzas de seguridad porteñas a que “metan
palos” a los que se atrevieran a acercarse a la casa de Cristina. Si
hasta ayer nomás los principales exponentes del PRO competían por quiénes “tienen el coraje” de poner freno al
kirchnerismo. ¿Cómo no va a aparecer un loco suelto con un arma si el
diputado del PRO, Francisco Sánchez, propuso la pena de muerte para Cristina?
¿Cómo no esperar una reacción así si el legislador porteño Roberto García
Moritán –más conocido como El marido de
Pampita- propuso con orgullo la demolición del emblemático edificio del
Ministerio de Desarrollo Social porque sus empleados colgaron una
bandera de apoyo a Cristina?
Así las
cosas, las muestras de repudio no faltaron. Por supuesto, de los propios
y de muchos mandatarios extranjeros. También de los que contribuyeron a la
construcción de este monstruoso episodio, aunque a regañadientes,
Rodríguez Larreta, Mauricio Macri, María Eugenia Vidal y la banda de TN y La
Nación + expresaron consternación y solidaridad. Más que solidarizarse,
tendría que pedir disculpas porque esto es un resultado y son ellos los
que alimentaron el horrendo camino que desembocó en él. Con una hipocresía
inconmensurable, simulan gestos de preocupación sin asumir su
responsabilidad.
La
Corte Suprema de Justicia tardó horas en emitir un comunicado porque la
culpa los carcome. Sus integrantes permitieron la transformación del Poder
Judicial en una maquinaria de persecución para alimentar el estigma.
Todos ellos, políticos, comunicadores, los integrantes de la Corte y algunos
jueces y fiscales alentaron al loco suelto, a todos los locos sueltos que
ven el odio como única forma de ciudadanía.
Por
supuesto, están los “sinceros” que
renunciaron a la simulación. Patricia Bullrich, Amalia Granata, Florencia
Arietto y Martín Tetaz que de tan burros resultan insalvables. La calle
nos espera para clamar por un país en paz pero no sólo para repudiar el
atentado sino a todos los que cargaron el arma con sus discursos odiadores,
las especulaciones cotidianas, la expoliación de nuestros bolsillos y el
egoísmo desenfrenado. Todos ellos atentan contra la democracia y esta vez
el disparo falló. Hay que desarmarlos para siempre.