jueves, 23 de enero de 2020

El crimen y su más allá


El asesinato de Fernando Baéz Sosa en Villa Gesell por parte de los diez rugbiers no sólo puede servir para acrecentar el rating de los programas veraniegos: también puede inspirar una metáfora sobre lo que anda mal en nuestra sociedad. Claro que no a la manera de los que dicen que todos somos culpables o que hay un incremento de la violencia, sino en otro sentido. Menos hay que atender a los que afirman que el rugby no tiene nada que ver, porque son los que concluyen que “a los negros hay que matarlos a todos” ante el robo de una billetera. El hecho en sí se reduce al ensañamiento alevoso contra el otro, la muerte lenta y desigual, la proximidad del fin de una vida a fuerza de golpes desenfrenados. La tortura seguida de muerte, podría agregar, tan determinante en nuestra historia. Diez individuos contra uno: abuso de poder, desde donde se lo mire. Los agresores contra un indefenso, como el punto de partida para construir esta metáfora.
A veces parece que toda violencia se reduce a eso. Cuando digo ‘toda violencia’ me refiero precisamente a eso: a todas las situaciones de violencia que se producen en nuestro entorno. En todas, hay un individuo –o muchos- que encarnan un poder, temporal o permanente y ejerce violencia contra el más débil. En casos como éste, nadie puede negar su carácter violento, aunque traten de atenuar la responsabilidad de los ejecutores con elevadas dosis de alcohol o estimulantes. O el rugby. Si todos los practicantes de ese deporte, borrachos y drogados, salieran a las calles a matar a golpes a los demás, la extinción de la especie humana estaría a la vuelta de la esquina. Ni el deporte ni los consumos generan la violencia, aunque puedan contribuir. Los violentos son, sin vueltas, individuos que ven en la violencia su razón de ser, hagan lo que hagan y sean lo que sean.
La violencia está en los golpes, que se pueden presentar con diferentes formatos: los más evidentes son las patadas, los puñetazos y otras maneras de golpear, literalmente, al otro; pero también es un golpe al indefenso la arbitrariedad de los precios, el despido injustificado, la mentira mediática o las operaciones judiciales; formas no reconocidas de violencia, pero tan violentas como las otras. Y en todas está el abuso de poder, la dominación del otro y, si hay resistencia, su aniquilación. El capitalismo y su versión más bestial, el neoliberalismo, es violento y todos los que lo sostienen también lo son. Toda sociedad sumida en el sistema dominante está expuesta a todas sus formas violentas ejecutada por corporaciones, fuerzas de seguridad y hasta jugadores de rugby.
La oscuridad y la luz
El hecho en sí es atroz y nadie puede salir a justificarlo. La interpretación se torna confusa porque no es la primera vez que rugbiers producen escenas tan deleznables. Las características de ese deporte apresuran las conclusiones: como otros, habilita que la destrucción del adversario se convierta en el objetivo principal. Aunque parezca mentira, la inasible Cecilia Pando puede arrojar un poco de luz sobre el tema, para después pasar a otra cosa. "Para los que hablan tonterías, ¡¡¡el rugby no forma asesinos!!!", escribió en las redes el personaje que vive sólo para hacer apología del terrorismo de Estado y defender a sus oscuros pergeñadores. Y para que nadie tenga dudas de cómo se posiciona del lado de la oscuridad, agregó "todos mis hijos juegan al rugby y trabajan muchos valores en equipo", como si eso fuera garantía de algo viniendo de una férrea aliada al macrismo, que destruyó el país pontificando sobre los valores y trabajando en equipo.
Siempre hay que prestar atención a estas “luminarias” para reafirmar el lado en el que uno se planta. El Estado también se posiciona para establecer un antes y un después del hecho: Cromañón fue una catástrofe parte aguas, el maltrato hacia las mujeres obligó a elaborar la tipificación de violencia de género y las consecuencias de los abortos clandestinos están conduciendo a la legalización de la IVE, como algunos ejemplos emblemáticos. La última dictadura se convirtió en el Nunca Más, una expresión que reaparece ante cada situación límite. Así, el intendente de Villa Gesell, Gustavo Barrera decidió prohibir el consumo de alcohol en la vía pública, algo que no es una solución, pero simula serlo.
Pero los desubicados siempre encuentran lugares para desubicarse, como los que realizan esas sorprendentes guerras de botellas en las playas. Aunque se prohíba el alcohol, las botellas o el rugby siempre habrá individuos desaforados que exhiben la peor faceta de sí mismos. Los explotadores, los especuladores, los evasores son como rugbiers de la economía. Los expoliadores de derechos, los endeudadores, los conspiradores, los apátridas lo son de la política. No hace falta lucubrar mucho para concluir que los que más daño provocan son los más privilegiados, los más avarientos, los más ociosos. Ni tampoco para intuir qué medidas debería tomar un Estado que pretenda proteger a los ciudadanos de los violentos que sólo existen para abusar de su poder.

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