El
asesinato de Fernando Baéz Sosa en Villa Gesell por parte de los diez rugbiers
no sólo puede servir para acrecentar el rating de los programas
veraniegos: también puede inspirar una metáfora sobre lo que anda mal en nuestra
sociedad. Claro que no a la manera de los que dicen que todos somos
culpables o que hay un incremento de la violencia, sino en otro sentido.
Menos hay que atender a los que afirman que el rugby no tiene nada que ver,
porque son los que concluyen que “a
los negros hay que matarlos a todos” ante el robo de una billetera. El
hecho en sí se reduce al ensañamiento alevoso contra el otro, la muerte lenta y
desigual, la proximidad del fin de una vida a fuerza de golpes desenfrenados.
La tortura seguida de muerte, podría agregar, tan determinante en
nuestra historia. Diez individuos contra uno: abuso de poder, desde donde se
lo mire. Los agresores contra un indefenso, como el punto de partida para
construir esta metáfora.
A veces
parece que toda violencia se reduce a eso. Cuando digo ‘toda violencia’ me refiero precisamente a eso: a todas las
situaciones de violencia que se producen en nuestro entorno. En todas, hay
un individuo –o muchos- que encarnan un poder, temporal o permanente y
ejerce violencia contra el más débil. En casos como éste, nadie puede negar
su carácter violento, aunque traten de atenuar la responsabilidad de los
ejecutores con elevadas dosis de alcohol o estimulantes. O el rugby. Si
todos los practicantes de ese deporte, borrachos y drogados, salieran a las
calles a matar a golpes a los demás, la extinción de la especie humana estaría
a la vuelta de la esquina. Ni el deporte ni los consumos generan la
violencia, aunque puedan contribuir. Los violentos son, sin vueltas, individuos
que ven en la violencia su razón de ser, hagan lo que hagan y sean lo que
sean.
La
violencia está en los golpes, que se pueden presentar con diferentes formatos:
los más evidentes son las patadas, los puñetazos y otras maneras de golpear,
literalmente, al otro; pero también es un golpe al indefenso la
arbitrariedad de los precios, el despido injustificado, la mentira mediática o
las operaciones judiciales; formas no reconocidas de violencia, pero tan
violentas como las otras. Y en todas está el abuso de poder, la dominación
del otro y, si hay resistencia, su aniquilación. El capitalismo y su
versión más bestial, el neoliberalismo, es violento y todos los que lo
sostienen también lo son. Toda sociedad sumida en el sistema dominante está
expuesta a todas sus formas violentas ejecutada por corporaciones, fuerzas de
seguridad y hasta jugadores de rugby.
La oscuridad y la luz
El
hecho en sí es atroz y nadie puede salir a justificarlo. La interpretación se
torna confusa porque no es la primera vez que rugbiers producen escenas tan
deleznables. Las características de ese deporte apresuran las
conclusiones: como otros, habilita que la destrucción del adversario se
convierta en el objetivo principal. Aunque parezca mentira, la inasible
Cecilia Pando puede arrojar un poco de luz sobre el tema, para después
pasar a otra cosa. "Para los que
hablan tonterías, ¡¡¡el rugby no forma asesinos!!!", escribió en las
redes el personaje que vive sólo para hacer apología del terrorismo de
Estado y defender a sus oscuros pergeñadores. Y para que nadie tenga dudas de cómo se posiciona del lado de
la oscuridad, agregó "todos mis
hijos juegan al rugby y trabajan muchos valores en equipo", como
si eso fuera garantía de algo viniendo de una férrea aliada al macrismo, que
destruyó el país pontificando sobre los valores y trabajando en equipo.
Siempre
hay que prestar atención a estas “luminarias”
para reafirmar el lado en el que uno se planta. El Estado también se
posiciona para establecer un antes y un después del hecho: Cromañón fue
una catástrofe parte aguas, el maltrato hacia las mujeres obligó a elaborar
la tipificación de violencia de género y las consecuencias de los abortos
clandestinos están conduciendo a la legalización de la IVE, como algunos
ejemplos emblemáticos. La última dictadura se convirtió en el Nunca Más, una
expresión que reaparece ante cada situación límite. Así, el intendente de
Villa Gesell, Gustavo Barrera decidió prohibir el consumo de alcohol en la vía
pública, algo que no es una solución, pero simula serlo.
Pero
los desubicados siempre encuentran lugares para desubicarse, como los
que realizan esas sorprendentes guerras de botellas en las playas. Aunque se prohíba
el alcohol, las botellas o el rugby siempre habrá individuos desaforados que
exhiben la peor faceta de sí mismos. Los explotadores, los especuladores,
los evasores son como rugbiers de
la economía. Los expoliadores de derechos, los endeudadores, los
conspiradores, los apátridas lo son de la política. No hace falta
lucubrar mucho para concluir que los que más daño provocan son los más
privilegiados, los más avarientos, los más ociosos. Ni tampoco para intuir qué medidas
debería tomar un Estado que pretenda proteger a los ciudadanos de los
violentos que sólo existen para abusar de su poder.
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