lunes, 20 de enero de 2020

La desvergüenza de los destructores


Atrás quedó el falso apotegma de que “en enero no pasa nada” y que los medios tienen que exprimir sus seseras para poder presentar noticias. En enero pasa de todo y más aún cuando los tilingos están de vacaciones y tiran corderos desde un helicóptero o se matan a golpes en la costa atlántica. Y los que no pueden vacacionar, se juntan en una plaza para volver a ser Nisman, en lugar de ser ellos mismos. El verano es intenso y no sólo por el calor: la reconstrucción del país después de los infaustos años de macrismo no se puede tomar descanso, como tampoco debe hacerlo la necesaria desmentida de las patrañas hegemónicas. Trabajo arduo el de la descolonización de las conciencias que quedaron enredadas en los titulares engañosos de la mafia mediática y las arremetidas de los espadachines judiciales.
Un trabajo muy complejo eso de no quedar como un apologista acrítico cuando hay que lidiar contra ataques discursivos nada arteros destinados a crédulos desbordados de odio. Mientras el gobierno apenas supera el mes, unos pocos ya piden su renuncia o se aferran a los lemas que instalan seudo periodistas resentidos por haber perdido el poder de idiotización que ostentaron durante más de cuatro años. Por eso, en las calles algunos hablan de ajuste, impuestazo o robo a los jubilados. Tanta es la confusión que los cordobeses se quejan de las reformas del gobernador bonaerense, Axel Kicillof, aunque no les afecte en nada. La democracia debería erradicar la monstruosa manipulación informativa para conformar una ciudadanía plena. De lo contrario, la confusión convierte a los pobladores en un séquito incoherente de los poderosos: una pléyade de individuos rabiosos dispuestos a poblar las calles para preservar los privilegios de unos pocos.
El año empieza con dos desafíos titánicos: el primero es convencer de que en los cuatro años del macrismo se destruyó por pura ambición y maldad lo mucho que se había construido en los años anteriores, sin caer en la tentación de recurrir al tontuelo mote de Pesada Herencia que tanto explotaron los farsantes amarillos; si una mayoría creciente vislumbra que nada puede defenderse de lo realizado por los Gerentes de la Rosada SA más lejos estaremos de la posibilidad de que estos destructores neoliberales vuelvan camuflados en el futuro. El segundo desafío es ponderar las iniciativas reparadoras de la nueva gestión, exigir lo necesario, señalar lo contradictorio y denunciar lo oscuro sin ser tildado de chupamedias o tirapiedras ni ser de los que se vanaglorian por no estar ni de un lado ni del otro para terminar pegoteado con el peor. Una estrategia discursiva que logre todo esto garantizará la construcción de un país donde sus riquezas no sean disfrutadas sólo por un puñado de avarientos sino por todos los que habiten en él.
Telenovela interminable
Mientras los nuevos gobernantes tratan de restaurar lo destruido, los destructores siguen destruyendo. Como no pueden destacar un logro, los ex funcionarios de la Revolución de la Alegría tratan de arrojar todo el estiércol posible para mantener a sus sexagenarios fans. Como buenos cínicos, siguen denunciando actos de corrupción que no han podido demostrar en cuatro años de poder absoluto sobre una minoría judicial, cuando ellos han sido y son los verdaderos corruptos. Como la verdad no está de su lado, explotan la voz embrutecedora de los medios cómplices para imponer sus mentiras. Embaucadores de alta cuna, afirman que sentaron las bases para que el país crezca, una manera elegante de decir que nos han llevado hasta el fondo del pozo. Difamadores seriales, acusan de autoritarios a los actuales gobernantes y funcionarios, después de haber estado pisoteando leyes e instituciones que obstaculizaban sus maléficos planes. Hipócritas sin límites, denuncian persecuciones, censura y autoritarismo, proyectando lo que ellos han sido cuando coparon el gobierno.
Falaces incorregibles, ahora vuelven con Lodenisman para seguir alterando el orden democrático que jamás respetan. Y convocan muchedumbres selectas e indignadas para pasar papelones en público, tratando de explicar lo que no entienden, exhibiendo con orgullo su más absoluta ignorancia, ostentando desinformación en lugar de compromiso ciudadano. La indemostrable hipótesis del asesinato del Fiscal es el ejemplo de la manipulación perfecta, de la imposición de patrañas más allá de los hechos, el dominio de la falsedad sobre cualquier intento de veracidad.
Por más que simulen exigir la verdad, jamás aceptarán nada que discrepe con la fábula en la que creen: que a Nisman lo mató Cristina a través de asesinos que cometieron un magnicidio en un departamento cerrado por dentro, sin ser registrados por las cámaras de seguridad ni dejar huellas en el baño regado de sangre y el cuerpo trabando la puerta. ¿En qué universo es posible que algo así haya ocurrido? En el de los odiadores manipulados que no se interesan por los datos sino por las pamplinas que justifiquen su odio. Ni siquiera se perturban cuando uno les recuerda que el expediente de la causa que pronto irá a juicio oral desmiente todo lo que afirman los que dicen ser Nisman: que nadie provocó su muerte más que él mismo, que la bala entró por delante y no por detrás de la oreja, que no encontraron huellas de nadie extraño a su círculo íntimo. Y lo más importante es que nadie está imputado por homicidio: Diego Lagomarsino está acusado de ser partícipe necesario por prestar su arma a pedido del Fiscal y los custodios, por abandono de persona. La causa es tan insostenible que todo se tambalea por un documental de Netflix.
Así, uno puede pensar sin error que son idiotas que confían en los farsantes que eligen como dirigentes. En personajes impresentables como Patricia Bullrich, Laura Alonso, Elisa Carrió, Mauro Wolf y un puñado más que a pesar de las conclusiones de los peritos de la Corte, se apoyan en el absurdo informe de los inexpertos de Gendarmería. Estos mascarones de carnaval dan entidad a la denuncia del Fiscal que fue rechazada por cinco jueces antes de caer en las a-jurídicas zarpas de Bonadío. Estos fabuleros a conciencia dicen: "nadie que se crea dueño de una verdad se suicida”. Entonces, cuando se demuestre que lo del magnicidio es mentira, ¿se suicidarán como Nisman? ¿Las noticias hablarán del suicidio de todos los periodistas que vienen mintiendo desde hace tanto tiempo?
Nadie quiere más suicidios ni que se explote uno para imponer la no-política como normalidad democrática. Pero tampoco es deseable que las mentiras se tomen como verdad ni se conviertan en procesos judiciales absurdos. Nadie pide que se suiciden pero, al menos, que paguen las consecuencias de haber llevado tan lejos un lamentable episodio que se debería haber esclarecido en pocos días. Nadie quiere más suicidios, sino que digan claramente qué país proponen, porque el que han dejado después de cuatro años de mal gobierno es la peor de las pesadillas.

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