domingo, 19 de abril de 2020

Animalitos felices y depredadores implacables


Ninguna sorpresa: no aprendimos a vivir en este planeta. Mientras estamos guardados por la cuarentena, los animales pierden la timidez y osan invadir los espacios urbanos como nunca antes. Ríos y arroyos se muestran más limpios y poblados de bichos acuáticos. El aire le gana a la polución y el ruido del tránsito nos abandona para dar paso a otros sonidos que ni en nuestros mejores sueños escuchamos: el casi silencio en una ciudad que bate récords de contaminación sonora. El coronavirus nos muestra cuánto sobramos o lo dañinos que somos por el sólo hecho de vivir como vivimos. Algo bueno de la pandemia, que parece cargada de lecciones, con las imágenes amigables de lobos marinos, pingüinos y zorros paseando por las calles y las monstruosas de policías apaleando transeúntes y empresarios despidiendo y aumentando.
Mientras tanto, los medios hegemónicos trasladan sus cámaras a los lugares donde falta la comida en reclamo de la ayuda del Estado para denostar, dentro de unos días “a los vagos que cobran sin trabajar”; sus serviles periodistas claman por la voz de Cristina para después exigir que “se calle de una vez”; más preocupados por las ganancias de sus anunciantes que por la salud de los argentinos, hacen lobby para que termine el aislamiento; pero lo peor que hacen es calificar la propuesta para los acreedores extranjeros como “agresiva”, como si les importara más el triunfo de los especuladores que la recuperación del país. En realidad, sí, porque sus propietarios son bonistas que operan para succionar una vez más los recursos nacionales, como han hecho siempre con las crisis de deuda provocadas por ellos mismos.
Pero no son los únicos que nos quieren estafar una vez más: detrás de la deuda se esconden muchos timberos que formaron parte del gobierno anterior. Macri, Dujovne y Caputo, entre otros, son los que estuvieron en los dos lados del mostrador como funcionarios presurosos de tomar deuda “para el crecimiento” de la economía y como prestamistas que ganarán fortunas con los créditos pedidos. Una ecuación nociva: los PRO nos endeudaron para fugar y después reclamar por el pago de los vencimientos.
Por eso la propuesta del presidente Alberto Fernández es demasiado generosa, contra todos los cuestionamientos que ha recibido: una quita de capital de apenas 5,4 por ciento, un fuerte recorte de intereses de 62 por ciento y tres años de gracia. Demasiado para estos destructores globales que ganan fortunas sin producir nada más que desigualdad. El FMI -de acuerdo a lo que adelantó el ministro de Economía, Martín Guzman- también recibirá una propuesta similar por la monumental deuda que tomó Macri, que no sirvió más que para alimentar el mercado especulativo. Por primera vez en nuestra historia, esta deuda deberían pagarla los que la contrajeron, pues debería considerarse ilegítima. Pero para esto, el presidente necesita superar con éxito la pandemia para después encarar la recuperación económica del país, no sólo con el crecimiento del PBI, sino también con una redistribución progresiva del ingreso. Si logra estos dos objetivos, podrá atender los entuertos de la deuda no para incrementar las arcas de ese puñado de depredadores sino en beneficio de todos.

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