Ninguna sorpresa: no aprendimos a vivir en este planeta.
Mientras estamos guardados por la cuarentena, los animales pierden la timidez y osan invadir los espacios urbanos
como nunca antes. Ríos y arroyos se muestran más limpios y poblados de
bichos acuáticos. El aire le gana a la
polución y el ruido del tránsito nos
abandona para dar paso a otros sonidos que ni en nuestros mejores sueños
escuchamos: el casi silencio en una
ciudad que bate récords de contaminación sonora. El coronavirus nos muestra
cuánto sobramos o lo dañinos que somos por el
sólo hecho de vivir como vivimos. Algo bueno de la pandemia, que parece cargada de lecciones, con las
imágenes amigables de lobos marinos, pingüinos y zorros paseando por las calles
y las monstruosas de policías apaleando
transeúntes y empresarios despidiendo y aumentando.
Mientras tanto, los medios
hegemónicos trasladan sus cámaras a los lugares donde falta la comida en reclamo de la ayuda del Estado para
denostar, dentro de unos días “a los
vagos que cobran sin trabajar”; sus
serviles periodistas claman por la voz de Cristina para después exigir que “se calle
de una vez”; más preocupados por las ganancias de sus anunciantes que
por la salud de los argentinos, hacen lobby para que termine el aislamiento;
pero lo peor que hacen es calificar la propuesta
para los acreedores extranjeros como “agresiva”, como si les importara más el triunfo de los especuladores que la
recuperación del país. En realidad, sí, porque sus propietarios son bonistas que operan para succionar una vez
más los recursos nacionales, como han hecho siempre con las crisis de deuda
provocadas por ellos mismos.
Pero no son los únicos que nos
quieren estafar una vez más: detrás de
la deuda se esconden muchos timberos que formaron parte del gobierno anterior.
Macri, Dujovne y Caputo, entre otros, son los que estuvieron en los dos lados del mostrador como funcionarios
presurosos de tomar deuda “para el
crecimiento” de la economía y como
prestamistas que ganarán fortunas con los créditos pedidos. Una ecuación
nociva: los PRO nos endeudaron para fugar y después reclamar por el pago de los
vencimientos.
Por eso la propuesta del
presidente Alberto Fernández es
demasiado generosa, contra todos los cuestionamientos que ha recibido: una quita de capital de apenas 5,4 por ciento,
un fuerte recorte de intereses de 62 por ciento y tres años de gracia.
Demasiado para estos destructores globales que ganan fortunas sin producir
nada más que desigualdad. El FMI -de acuerdo a lo que adelantó el ministro
de Economía, Martín Guzman- también recibirá una propuesta similar por la
monumental deuda que tomó Macri, que no sirvió más que para alimentar el
mercado especulativo. Por primera vez en nuestra historia, esta deuda deberían
pagarla los que la contrajeron, pues debería considerarse ilegítima. Pero
para esto, el presidente necesita superar con éxito la pandemia para después
encarar la recuperación económica del país, no sólo con el crecimiento del
PBI, sino también con una redistribución progresiva del ingreso. Si
logra estos dos objetivos, podrá atender los entuertos de la deuda no para
incrementar las arcas de ese puñado de depredadores sino en beneficio de todos.
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