Unos
cuantos tropiezos opacan los pasos dados por el gobierno nacional durante
esta inesperada cuarentena. El primero –bastante grande- fue la
impericia que diseñó el fatídico viernes
en que se abrieron los bancos para pagar jubilaciones y asignaciones, sumada a la
dificultad de abandonar la cultura colera
de muchos conciudadanos. El segundo, la compra de alimentos por parte del
ministerio de Desarrollo Social para paliar el hambre que azota a millones
de argentinos a un precio excesivo. Dos errores groseros puestos a
disposición de la prensa carroñera que comenzó a romper la tregua después
de que Alberto Fernández calificara de miserable a Paolo Rocca por el
despido de más de 1400 trabajadores de la empresa Techint. La puja entre
los sectores concentrados de la Economía –el Poder Real- y las autoridades
democráticas amenaza ser mucho más cruenta una vez que superemos el peligro
del coronavirus.
Eso ya
lo sabemos: el establishment se niega a dejar de ser gobierno, pero eso
no implica que aceptemos mansamente su prepotencia. Sus conspiraciones para
alterar la vida democrática son constantes y lo único que interesa a sus
integrantes es incrementar sus ganancias, pero no hay que facilitar su
trabajo con torpezas, contradicciones y agachadas. El viernes pasado,
después de dos semanas de restricciones, las autoridades nacionales y
bancarias no previeron el amontonamiento de beneficiarios de jubilaciones y
asignaciones. Si bien estaba estipulada la asistencia de aquellos que no poseen
tarjeta de débito, deberían haber establecido un cronograma para que no
que vayan todos un mismo día. Un desorden que brindó un festín para los
noteros de los medios agoreros y sin necesidad de manipular los hechos, como
están acostumbrados a hacer.
Y por
si esto fuera poco, el sobre precio en la compra de alimentos para comedores y
merenderos aportó argumentos para apuntalar el prejuicio de que “los K son todos chorros”. Aunque la operación se publicó en el
boletín oficial, permitió instalar la idea de la corrupción en parte del electorado
que acató sin chistar los negociados de Macri y su pandilla. La renuncia
del secretario de Articulación de la Política Social, Gonzalo Calvo y 15
funcionarios dependientes de él, más la firmeza del presidente Fernández al
condenar los abusos en los precios pusieron paños fríos al episodio. Más
allá de la adecuación de los productos a los precios máximos, el impacto de este
“error” será difícil de erradicar.
Porque,
en medio de la batalla contra el coronavirus, hay una contienda en ciernes y
mucho más cruenta: ¿cómo solventar los montos extra que requiere la emergencia
y cómo reactivar el país después de Macri y la pandemia? No sólo acá prolifera
el clamor de que sean los más ricos los que tengan que contribuir más y
no por simple caridad, sino como devolución de las cifras multimillonarias
acrecentadas durante años de especulación, explotación y evasión. Las
colectas televisivas pueden servir para levantar el ánimo pero no para
recaudar lo que el Estado necesita para enfrentar al coronavirus y la
recesión.
Por
eso, legisladores oficialistas están elaborando un proyecto de ley –avalado por
el presidente- para incrementar los impuestos a las grandes fortunas,
medida que afectará a menos del dos por ciento de la población. Y para
tranquilizar a los caceroleros, también incluirá a políticos con un
patrimonio mayor a los 20 millones de pesos. Seguramente, desde las usinas
de estiércol –los medios dominantes- los voceros del Poder Real comenzarán a denostar
la iniciativa para defender los intereses de la minoría privilegiada. Hasta
dirán que en Argentina se pagan más impuestos que en cualquier país del mundo. Sin
embargo, Alemania –no Cuba ni Venezuela- es el cuarto país con mayor
presión fiscal de acuerdo a relevamientos de la OCDE, con una carga del 38
por ciento sobre PBI y un impuesto a las ganancias de hasta el 45 por
ciento.
La
batalla por venir es lograr que los más ricos contribuyan con impuestos e
inversiones no por un par de meses, sino para siempre; que no exploten
ni flexibilicen a los trabajadores; que no evadan ni fuguen; y que no
protesten porque tienen que bajar unos escalones del podio de los
multimillonarios globales. En síntesis, que dejen de hacer lo que han hecho
siempre. Y un desafío aleatorio es convencer a los que no se verán
afectados, porque ya es hora de que entendamos que la riqueza no es el
resultado del trabajo tenaz, sino del saqueo constante de los bolsillos de la
mayoría.
Los eventos que vemos suceder no son *desafortunados*, son los esperables, previsibles con un gobierno que no es al gusto de sus enemigos.
ResponderBorrarDespués del horrible momento en que AF llamó miserable al miserable paolo, pasamos de esa *paz* pegada con moco al fideo-gate y la resurreción del caballito de batalla de *la corrupción K*, fue un *error*?, quizás, pero antes de hacerle el juego a esa prensa *seria* que sólo ve corrupciones de poca monta y no se entera de, por ejemplo, los USD 2600 millones evadidos - e ignorados desde 2017 - hubo sobreprecios y hay dos posibilidades, o coima o extorsión empresaria ante lo perentorio de la necesidad de alimentos, posibilidad nada desdeñable en un país donde al estado suele cobrársele más, por razones lógicas y no tanto... es más error el echar funcionarios sin mayores pruebas que la denuncia mediática, donde aparte de darles la razón, se los habilita para que mañana o pasado, *descubran* otro invento, alcohol en gel/PAMI, ya que estamos.
De paso, en plena ofensiva por bajar sueldos, impuestos y que los que más tienen no paguen nada y que la pandemia haga la limpieza étnica a gusto de ese nazi radical carballo, que se mueran 5 millones de negros peronchos, planeros, es la solución.... el *tema* es un paquete de fideos, a más precio, no mucho más, que el de oferta en un super... no parece que tengan la misma entidad, no?.
Acá los malos vienen ganando, con el público, más cautivo que nunca por la cuarentena, que debe asistir a estas *polémicas* amañadas cuando lo necesario es hablar de una situación que va a empeorar y para la que se necesita plata, y quién la va a poner?, empleados perdiendo el laburo o parte del sueldo?, o nuestros tan abnegados como miserables platudos?, duda difícil, claro...