En medio del esfuerzo por reconstruir el país, los conspiradores no cesan de hacernos la vida imposible. No satisfechos por sus campañas anti todo durante la pandemia, los amarillos y sus cómplices, instigadores y beneficiarios siguen vomitando su estiércol para conquistar algún poroto en el proceso electoral. Después de negar el coronavirus, condenar la cuarentena, denunciar la Sputnik V como veneno, exigir más rapidez en la campaña de vacunación, sugerir la privatización de las vacunas y muchas patrañas más que demuestran lo poco que les interesa la vida de todos nosotros, el Infame Ingeniero presenta su libro “Primer Tiempo”, más como una burla que como un aporte intelectual.
En un
abuso de su condición de impune eterno, Mauricio Macri sueña con emular
a la vicepresidenta Cristina Fernández con su libro “Sinceramente”, que superó las expectativas de ventas y le permitió
recorrer distintos puntos del país para su presentación. Por supuesto,
Macri no tiene el carisma, la oratoria, la profundidad ni el poder de
convocatoria para algo así. El sólo hecho de titularlo con una metáfora
futbolera sugiere que no pasa de ser un mediocre fan de Boca y un demagogo
obsceno. Además, amenaza con su retorno a la presidencia en un segundo
tiempo que no debería ocurrir. Bastante daño ha hecho: suficiente para
pasar el resto del partido fuera de juego y, de ser posible, en las
sombras.
Más que
para un segundo tiempo, este farsante ha alcanzado el mérito suficiente para recibir
el repudio y no el aplauso de los argentinos. No sólo él, por supuesto,
sino también todos los que lo acompañaron en su cruzada para profundizar la
desigualdad en nuestro país. Y, por supuesto, los medios de comunicación
dominantes que hicieron de él la mejor opción para ganar las elecciones de 2015
y los jueces y fiscales federales que convirtieron delirios domingueros en
causas judiciales absurdas. Macri ya demostró lo que es y no calla lo que
puede hacer. Quien no lo entienda se convierte en un peligro. Para que
el Buen Mauricio sea un mal pasado,
las causas judiciales que acumula –desde la estafa del Correo Argentino hasta
el brutal endeudamiento con el FMI- deben convertirse en sentencias no
dentro de veinte años, sino en pocos meses. No sólo como un castigo al
individuo y sus cómplices sino como una forma de desterrar aquellas ideas
que no benefician al conjunto.
Macri
es sólo un episodio, como lo fueron Menem y De La Rúa. Lo peligroso es el
ideario que portan: la libertad de
mercado, el individualismo, el anti estatismo, la privatización de todo. Recetas
maliciosas que sólo producen el despojo de la mayoría en beneficio de una
minoría avarienta. Ideas que son tentadoras para muchas de las víctimas,
como ocurrió con la Revolución de la
Alegría. Para que esto no nos vuelva a ocurrir, el camino emprendido por
el presidente Fernández debe empezar a dar resultados con énfasis, no a
través de la contención de la desigualdad sino con la igualación, no con
súplicas a los que nos saquean la billetera, no con advertencias a los
conspiradores sino con castigos severos, no con quejas por las mentiras
infames de la prensa canalla, no con lamentos por los bosques incendiados. Los
que quieren quedarse con todo, los que explotan a sus trabajadores, los que especulan,
los que evaden, los que abusan de su poder deben ser considerados enemigos y
como eso hay que tratarlos. De lo contrario, siempre perderemos todos
los partidos.
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