sábado, 23 de octubre de 2021

El mejor de los desafíos

 

El congelamiento es una tregua para diseñar una relación más racional entre los productos y los precios. Humanizar el consumo no sólo por tres meses sino para siempre. Este episodio evidencia quiénes son los villanos y se convierte en una invitación para que aparezcan los héroes.


La pelea por los precios es lo que necesitamos para recuperar el entusiasmo en la construcción del camino hacia la equidad. Este episodio es lo más parecido a una épica porque conjuga todos los componentes de una batalla histórica entre los que quieren una distribución más justa de la riqueza y los que no. El botín es el bienestar de gran parte de los argentinos, que urge restablecer después de La Revolución de la Alegría y el año y pico de pandemia, con el agregado de la ingenuidad del Presidente al creer que el diálogo, el consenso y la amable explicación catedrática bastan para ello. Quienes niegan que ésta es una puja entre buenos y malos se equivocan: no hay mayor maldad que convertir la comida en un privilegio.

El Gobierno advirtió tarde que cualquier acuerdo es imposible con los angurrientos. Empresarios que, además de avaros, son necios, porque durante el mandato del Buen Mauricio los balances de las empresas mono y oligopólicas estuvieron en negativo y, a pesar de que desde el 2020 han ganado como nunca, prefirieren a los ceócratas antes que a los despreciables populistas. Aunque tambaleen con el modelo neoliberal, les encanta escuchar las consignas de bajar los impuestos, someter al Estado y anular derechos laborales; se excitan cuando escuchan proponer meritocracia y llegan al orgasmo cuando alguien menciona “Libertad”; de Mercado, por supuesto.

Como no podía ser de otra manera, los juntistas, antes cambiemitas pero siempre buitres, se pusieron del lado de los empresarios que se niegan a los precios congelados. Con un cinismo nada sutil, la siempre dulce aunque ya poco convincente María Eugenia Vidal aseguró, desde su ignorancia, que “la culpa de la inflación no la tienen los empresarios, sino la emisión monetaria”. Los datos la desmienten porque la emisión siempre estuvo por debajo de la inflación. Después están los “economistas astrólogos” que cacarean al unísono que “el control de precios nunca ha funcionado”, algo que no es cierto pero de ser así, hay que hacer que funcione. Tampoco es cierto que el control de precios traerá desabastecimiento y si lo hay, como amenaza Mario Grinman, presidente de la Cámara Argentina de Comercio y Servicios, la Ley obligará a estos destituyentes a que produzcan más y especulen menos.

En estos días, las ganancias de las empresas más concentradas estuvieron sobre la mesa. Mientras muchos perdían poder adquisitivo estos ladinos acumulaban fortunas y repartían dividendos trabajando con apenas el 60 por ciento de su capacidad instalada: produciendo menos quieren ganar más. Arcor, con una ganancia de 4894 millones de pesos en el segundo trimestre del año, un 27 por ciento más que en los meses anteriores; Molinos Río de la Plata, con casi mil millones de pesos en medio año; el azúcar Ledesma le reportó a la impune familia Blaquier más de 5200 millones de pesos, quintuplicando las cifras del 2020. Estas ganancias no las obtuvieron trabajando más, como el sentido común embrutecido por el discurso dominante induce a creer, sino porque aumentaron sus productos hasta la locura. No sólo son codiciosos y mezquinos, sino también inhumanos. Ciegos de avaricia, exponen su vileza. También los que se aglutinan en torno a esta movida desestabilizadora en plena campaña. Esos que hablan de “respetar las reglas de juego” para los grandes empresarios pero pisotearlas cuando se trata de los trabajadores. Esta actitud extorsionadora los expone y si no deponen su actitud, no pueden terminar indemnes. Y si esta contienda sale bien y si gran parte de los votantes comprende dónde están los generadores de problemas y verdaderos enemigos de nuestro desarrollo, este escueto capítulo puede ser el comienzo de una novela épica que nos lleve a la mejor historia: la de lograr una distribución más justa de las millonadas que generamos entre todos.

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