domingo, 17 de octubre de 2021

Una humillante bandera blanca

 

El abuso de los precios no se soluciona con consenso. Como dicen por ahí, las leyes están para volverse efectivas y los actores principales de la Economía están en rebeldía desde hace mucho. El diálogo es insuficiente ante tanta avaricia.

 El presidente Fernández estuvo en el coloquio de IDEA para hablar de asuntos que los asistentes no quieren escuchar. Claro, los grandes empresarios sólo tienen una idea: la de ganar más invirtiendo menos. En su carta de presentación, los organizadores de este encuentro anual y sus patrocinadores declaran que “las empresas tenemos un rol fundamental en la generación de valor y de trabajo de calidad, que necesitamos potenciar” y para eso convocan “a todos los actores sociales a sumarse en un diálogo plural acerca de los temas estructurales que necesitamos abordar para lograr el desarrollo sostenible de la Argentina en el marco de las grandes tendencias globales”. Como para creerles, si siempre reclaman “soluciones” para engrosar sus enormes arcas: baja impositiva, quita de derechos a los trabajadores, subsidios, eliminación de controles, devaluación de la moneda de acuerdo a sus apetencias. Y encima nos saquean los bolsillos con los precios de lo que producen.

No es una revelación: maquillan con palabras bonitas la depredación que ejecutan desde hace años para obtener el abultado botín que esconden en paraísos fiscales. Detrás del “diálogo plural acerca de los temas estructurales” se oculta la exigencia de un Estado cómplice que les facilite la multiplicación de sus fortunas a costa de empobrecimiento de la mayoría. Ante estos nefastos personajes, Alberto no abandonó su tono conciliador y pedagógico para invitarlos a "abandonar los insultos y las quejas altisonantes" para dejar de ser una sociedad “con bandos en pugna”. En otras palabras, el mandatario les pidió que dejen de ser como son.

En la explicación está la solución: "Argentina necesita empresarios que sean los primeros trabajadores. Sin lobbyes y con creatividad. Sin especulación y con producción. Sin codicia y con solidaridad”. En cierta manera, les señaló la puerta de salida. Pero no nos entusiasmemos: Alberto ladra pero no muerde y los grandes empresarios saben que tienen el poder suficiente para frenar cualquier tarascón. Por eso no se alteraron cuando el presidente –en referencia al descontrol de los precios- advirtió “seremos inflexibles con la especulación”. Si en estos casi dos años de pandemia se han mostrado tan flexibles como invertebrados practicantes de yoga, ¿cómo esperar que empiecen a actuar con dureza?

En su nuevo rol de secretario de Comercio, Roberto Feletti se muestra dispuesto a solucionar la destituyente locura de los precios. Quizá por indicación de Alberto, busca un acuerdo para congelar el precio de 1247 productos por noventa días, después de retrotraerlos al 1 de octubre. En una entrevista radial, el funcionario señaló que espera “cerrar este acuerdo y ponerlo operativo el lunes” y advirtió que de no alcanzar ese objetivo “aplicaremos las leyes”, en referencia a la ley de Abastecimiento de 1974. ¿Cómo es esto? ¿Lograr un acuerdo para no aplicar una ley? ¿Desde cuándo ejecutar una ley es una amenaza? ¿Hay que suplicarles un poco de cordura? Esto es como agitar la bandera blanca para que dejen de considerar el país como un coto de caza.

Demasiada consideración para quienes no la merecen. Ni siquiera en pandemia los formadores de precio contuvieron su angurria y ahora les piden solidaridad. Las leyes están para protegernos de los poderosos y hay que aplicarlas ya para que no nos pasen por encima. Desconcentrar la producción de alimentos y controlar la tasa de ganancia de cada actor de la cadena de comercialización deben ser las acciones prioritarias para humanizar el consumo. Fomentar la competencia en serio, no con marcas de la misma empresa ni con intentos cooperativos más simbólicos que efectivos. Disminuir la macrocefalia productiva de Buenos Aires y promover en cada provincia la industrialización de sus consumos para que las economías regionales tan prometidas no se reduzcan a los alfajores. Ya que los desigualadores tanto insisten con la flexibilización laboral, habría que contraponerles una flexibilización empresarial para dejar fuera de juego a los que están empeñados en dificultarnos la vida.

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