domingo, 3 de octubre de 2021

Lecciones del enemigo

 

Los integrantes del FDT deben aprender de los macristas, que cuando apuntan a un objetivo avanzan con todo sin pedir permiso a nadie. Hacer lo mismo pero con buenos fines debe ser la estrategia oficialista para la campaña.

Octubre empieza con nuevos vientos. El clima primaveral, el abandono de algunas restricciones y el consecuente movimiento en las calles parecen mejorar el humor social, al menos en parte. A poco más de un mes para las elecciones generales, el FDT rearmó el equipo y comienza a transitar la campaña. La oposición amarilla –envalentonada- refuerza su lado más cruel, validada por los medios sobornados con abultados recursos monetarios. Mientras tanto, muchos argentinos viven ajenos a esta contienda, más preocupados por sus crecientes carencias que por los pormenores de este partido. El día a día no da tregua, las promesas ya no entusiasman y el compromiso no convence. Si el oficialismo nacional quiere revertir las urnas debe empezar a mostrar enérgicos indicios de que el futuro más amigable queda a pocos pasos.

Uno de esos pasos necesita ser no un control de precios sino una baja sustancial de las descomunales cifras que desfilan ante nuestros ojos. Que nosotros nos quejemos es una reacción predecible ante el abuso, pero el presidente y sus ministros deben hacer algo más que naturalizar este problema. Porque una cosa es la inflación y otra la irracionalidad de lo que nos cobran. Un caso personal no son todos los casos, pero puede servir como ejemplo para esta línea argumentativa. En los cambios de temporada necesito gotas nasales para atenuar la alergia y cada seis meses compro Dexalergín en su presentación de 60 ml. Mis ingresos son cómodos, pero que me cobren 1300 pesos por el mismo producto que en marzo compré a 500 sobrepasó mi habitual calma. Y no por no poder pagarlo sino por la indignación de la casi triplicación de su precio y sin saber por qué. ¿Qué tiene adentro que valga tanto? ¿Cuánto cuesta en realidad producirlo y cuál es la ganancia del laboratorio? Y así con todo: naturalizamos la estafa con el mote de inflación. Cuanto mucho, podemos no comprar el producto valuado con exceso pero el problema es que todo está así. Si extendemos esta acción, terminaríamos viviendo del aire y al aire.

A nosotros no nos queda otra más que la resignación, pero no al Gobierno Nacional. No se combate con sonrisas el latrocinio de los precios. Con buenos modos no se termina con la estafa cotidiana. Así hay que llamarlo: estafa. Y con los estafadores no se concilia, se los confronta, aunque el establishment acuse al presidente de autoritario, comunista, dictador o de violento. ¿Acaso no es violento que haya familias que no tengan dónde dormir ni qué comer? ¿O no es violencia que los sueldos alcancen para tan poco? ¿No es autoritaria la depredación constante de los angurrientos?

En esto –y cuesta decirlo- los integrantes del FDT deben aprender de los macristas, que cuando apuntan a un objetivo avanzan con todo sin pedir permiso a nadie. Y siempre para beneficiar a la minoría empachada. Si quieren champagne importado o autos de alta gama le quitan los impuestos, si quieren beneficiar a sus empresas vulneran todas las leyes, si quieren esconder sus chanchullos adornan a los periodistas, si quieren blanquear el prontuario amoldan a golpes la Justicia, si quieren anular opositores los meten presos sin causa. Y no tienen límites: desalojan a 100 mujeres y 170 chicos que ocupaban lo que antes era un basural y queman sus pertenencias sin una lágrima, dejan a esas personas a la deriva y se jactan de ello ante el aplauso de los odiadores que los alientan y votan. Y son despiadados: mandan un submarino que no estaba en condiciones a una misión secreta; explota, se hunde y mueren todos sus tripulantes; aunque sabían dónde estaba, gastan fortunas en buscarlo y mantienen la expectativa por un año; y lo peor, espiaron ilegalmente a los familiares de las víctimas.

Los amarillos se convierten en un manual de estilo para la acción política pero con fines perversos. El Gobierno Nacional debería actuar de la misma manera, no contra los más vulnerables como hacen Ellos sino contra los poderosos que nos succionan todos los días. Y si se enojan, mejor porque es la más indubitable evidencia de que vamos por el más certero camino.

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