Los integrantes del FDT deben aprender de los macristas, que cuando apuntan a un objetivo avanzan con todo sin pedir permiso a nadie. Hacer lo mismo pero con buenos fines debe ser la estrategia oficialista para la campaña.
Octubre empieza con nuevos
vientos. El clima primaveral, el abandono de algunas restricciones y el
consecuente movimiento en las calles parecen
mejorar el humor social, al menos en parte. A poco más de un mes para las
elecciones generales, el FDT rearmó el equipo y comienza a transitar la
campaña. La oposición amarilla –envalentonada- refuerza su lado más cruel, validada por los medios sobornados con abultados recursos monetarios.
Mientras tanto, muchos argentinos viven ajenos a esta contienda, más preocupados por sus crecientes
carencias que por los pormenores de este partido. El día a día no da
tregua, las promesas ya no entusiasman y el compromiso no convence. Si el
oficialismo nacional quiere revertir las urnas debe empezar a mostrar enérgicos indicios de que el
futuro más amigable queda a pocos pasos.
Uno de esos pasos necesita ser no
un control de precios sino una baja
sustancial de las descomunales cifras que desfilan ante nuestros ojos. Que
nosotros nos quejemos es una reacción predecible ante el abuso, pero el
presidente y sus ministros deben hacer algo
más que naturalizar este problema. Porque una cosa es la inflación y otra la irracionalidad de lo que nos cobran.
Un caso personal no son todos los casos, pero puede servir como ejemplo para
esta línea argumentativa. En los cambios de temporada necesito gotas nasales para atenuar la alergia y
cada seis meses compro Dexalergín en
su presentación de 60 ml. Mis ingresos son cómodos, pero que me cobren 1300 pesos por el mismo producto que en
marzo compré a 500 sobrepasó mi habitual calma. Y no por no poder pagarlo
sino por la indignación de la casi triplicación
de su precio y sin saber por qué. ¿Qué tiene adentro que valga tanto? ¿Cuánto cuesta en realidad producirlo y
cuál es la ganancia del laboratorio? Y así con todo: naturalizamos la estafa con el mote de inflación. Cuanto mucho,
podemos no comprar el producto valuado con exceso pero el problema es que todo
está así. Si extendemos esta acción,
terminaríamos viviendo del aire y al aire.
A nosotros no nos queda otra más
que la resignación, pero no al Gobierno Nacional. No se combate con sonrisas el latrocinio de los precios. Con buenos
modos no se termina con la estafa
cotidiana. Así hay que llamarlo: estafa. Y con los estafadores no se concilia, se los confronta, aunque el
establishment acuse al presidente de autoritario, comunista, dictador o de
violento. ¿Acaso no es violento que haya
familias que no tengan dónde dormir ni qué comer? ¿O no es violencia que los
sueldos alcancen para tan poco? ¿No es autoritaria la depredación constante de
los angurrientos?
En esto –y cuesta decirlo- los integrantes del FDT deben aprender de
los macristas, que cuando apuntan a un objetivo avanzan con todo sin pedir permiso a nadie. Y siempre para beneficiar a la minoría empachada. Si
quieren champagne importado o autos de alta gama le quitan los impuestos, si quieren beneficiar a sus empresas
vulneran todas las leyes, si quieren esconder sus chanchullos adornan a los
periodistas, si quieren blanquear el
prontuario amoldan a golpes la Justicia, si quieren anular opositores los
meten presos sin causa. Y no tienen límites: desalojan a 100 mujeres y 170
chicos que ocupaban lo que antes era un
basural y queman sus pertenencias
sin una lágrima, dejan a esas personas a la deriva y se jactan de ello ante el aplauso de los odiadores que los alientan y
votan. Y son despiadados: mandan un submarino que no estaba en condiciones a una misión secreta; explota, se hunde y
mueren todos sus tripulantes; aunque
sabían dónde estaba, gastan fortunas en buscarlo y mantienen la expectativa
por un año; y lo peor, espiaron
ilegalmente a los familiares de las víctimas.
Los amarillos se convierten en un manual de estilo para la acción política
pero con fines perversos. El Gobierno Nacional debería actuar de la misma
manera, no contra los más vulnerables como hacen Ellos sino contra los poderosos que nos succionan
todos los días. Y si se enojan, mejor porque es la más indubitable evidencia de que vamos por el más certero camino.
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