jueves, 11 de agosto de 2016

El enemigo interior



El número es lo que más interesa a los ocupantes ocasionales de La Rosada. Todo pasa por las cifras, más aún cuando van acompañadas de signos monetarios. Las demás no importan: pobres, desaparecidos, desocupados son variables que arruinan el paisaje neoliberal que el empresidente sueña para nuestro futuro. Su mira está puesta en un pasado distante, muy lejos del siglo XXI que tanto incluye en sus recitados. Un mundo de patrones absolutos, trabajadores sometidos y millones de sumergidos en un mar de miserias y de indiferencia. Un país sin ley gobernado sólo por la prepotencia de unos pocos que se creen dueños de todo. Un coto de caza a disposición de depredadores desenfrenados. Y lo más peligroso de todo: un gobierno al frente de un Estado fuerte presto a defender los intereses de esa minoría a costa de horadar los derechos de la mayoría.
A Macri no le quedan máscaras. En ocho meses, se sacó todas y su verdadera fisonomía ha quedado al descubierto. El rostro relajado de la campaña se transformó en el inflexible semblante de un cerbero. Las frases de autoayuda van dejando lugar a definiciones más severas. Los sutiles simulacros se convierten en obscenas patrañas. Las conmovedoras invitaciones a la unidad quedan demolidas por las constantes provocaciones que saturan sus tartamudeos. Ahora ya no quedan dudas de su ideario respecto a todo y lo que estamos padeciendo no es consecuencia de ninguna pesada herencia, fatalidades o designios divinos, sino de las medidas tomadas por su nefasto Gran Equipo.
Algunos consideran que ya se sabía lo que Macri pensaba sobre el salario, los controles, el comercio exterior, la dictadura, la patria, como si la sorpresa estuviera fuera de lugar. Esta es una manera de naturalizar el engaño del candidato. Si uno revisa los spots de campaña o el debate previo al balotaje no encontrará promesas de tarifazos, ajustes, despidos, inflación o deterioro abismal de nuestras vidas. Al contrario, negaba hacer lo que finalmente hizo. Y para peor, hizo mucho más de lo que pensábamos. Sin el maquillaje que ya no existe y el blindaje mediático que perdura, Macri no hubiera pasado la primera vuelta. Un contrafáctico que los recientes sondeos alientan: una tercera parte de los que votaron por él, hoy no lo harían.
No es para menos: el que no perdió su empleo, se siente amenazado por esa posibilidad; quien no cerró su negocio, está pensando en hacerlo; quien no redujo sus compras cotidianas está planeando vacaciones más económicas. Muchos de los que consideraron el cambio como alternativa de gobierno experimentan su error en el creciente deterioro de sus vidas y el optimismo que los encandiló en el cuarto oscuro contrasta con las sombras que enturbian el futuro.
El peor rostro al descubierto
El insostenible episodio de las tarifas de los servicios pone en evidencia el lado en que se sitúan. Lejos de defender nuestro bienestar, nos invitan a renunciar al lujo de calefaccionar nuestros hogares o pagar las consecuencias tarde o temprano con gran parte de nuestros ingresos. Con porcentajes de más de tres cifras, preservan a capa y espada la rentabilidad de las empresas distribuidoras de energía. Y los discursos oficiales nos llenan la cabeza con excusas y falacias: si hay problemas con la energía eléctrica, no es en su generación, sino en la distribución que está a cargo de un puñado de inescrupulosos que no ha invertido en proporción con sus ganancias; si no producimos el gas necesario para nuestro consumo, ¿por qué YPF aumenta la distribución de dividendos y deja de explotar pozos rentables?; exhiben como zanahoria el cuidado del medio ambiente cuando en realidad quieren reducir el consumo interno para generar saldos exportables.
Para fundamentar el saqueo de nuestros bolsillos, el empresidente afirma que en ningún lugar del mundo se subsidia la energía o que pagamos menos que en otro país. En casi todos los puntos del planeta la energía se subsidia porque los servicios no deben quedar en manos de las angurrias del mercado. Que el Estado garantice el acceso al confort a un precio razonable demuestra preocupación por los ciudadanos. Si su prioridad es llenar las arcas de las empresas, estamos ante un serio problema de representatividad. El operativo Hacer más ricos a los ricos incluye un simulacro de audiencia pública sólo para explicar por qué debemos aceptar facturas saqueadoras. Eso sí: ni durante el gobierno anterior ni en éste lograremos conocer cuáles son las ganancias reales de esos empresarios que siempre parecen estar perdiendo plata.
Y este hueco informativo no existe sólo en este tema porque los números enloquecedores se extienden a todo lo que consumimos. Desde la asunción de Macri, la inflación se ha disparado a niveles históricos y ha dejado muy atrás el incremento logrado en los salarios. Distintos gremios exigen la apertura de las paritarias para recuperar poder adquisitivo, pero ya sabemos que eso habilitará una nueva escalada de los precios. Mientras no sepamos qué racionalidad hay en los precios y el porcentaje de rentabilidad de cada uno de los actores de la cadena de comercialización nunca podremos encauzar nuestra economía doméstica.
Menos aún si el gobierno está empecinado en preservar los privilegios de los que no están dispuestos a invertir las inasibles cifras que fugan de manera incansable. Los candidatos de rostros angelicales se han convertido en guardianes del egoísmo ilimitado del Poder Económico. Ya está claro que no representan a la mayoría y eso constituye una distorsión de nuestra vida democrática. El consenso logrado en el balotaje es producto del fraude de una campaña insincera que escondía las verdaderas intenciones del cambio.
Para ocultar todo esto, los jueces cómplices buscan traición a la Patria en la desechada denuncia de Nisman en lugar de hacerlo en el gobierno amarillo. Esta es la verdadera traición que estamos padeciendo: la de un conjunto de gerentes que ha copado La Rosada para desangrar el país. La Revolución de la Alegría resultó ser la restauración conservadora más bestial que hemos experimentado. No sólo desde lo económico sino desde lo conceptual. A la extemporánea idea de la guerra sucia y la calificación de desquiciada a Hebe de Bonafini, se suma la concepción de la dictadura como “algo que nos pasó”. A él no le pasó porque estuvo del otro lado.
La dictadura no pasó sino que fue una herramienta del establishment para tomar el control de la economía y poner el país al servicio de su enriquecimiento. La empresa familiar de Macri fue una de las principales beneficiadas y creció gracias a la alianza con los dictadores. Por eso habla con tanta liviandad sobre el tema y trata de instalar la desmemoria en los distraídos. El sinceramiento tan cacareado deja al desnudo las verdaderas intenciones del Gran Equipo. Que en otros tiempos hayan recurrido a un golpe de Estado y ahora hayan apelado a las más sofisticadas estrategias de manipulación es sólo un detalle. La oligarquía de siempre está otra vez al frente del destino del país con los más modernos disfraces del siglo XXI y, si no nos despabilamos a tiempo, nos someterán a sus angurrias para hundirnos en las angustias de un pasado no tan lejano.

lunes, 8 de agosto de 2016

Una persecución implacable



Algunos dicen que el juez federal Marcelo Martínez de Giorgi bajó la aplicación equivocada y por eso se dedicó a cazar a Hebe de Bonafini como si fuera un pokemon. Otros, quizá mejor informados, consideran que en Comodoro Py gobierna un revanchismo incontenible y se aferran a lo que sea para agradar al establishment. Como sea, los magistrados no saben qué hacer para castigar al kirchnerismo y demostrar lo nocivo que ha sido para la sociedad. Pero nada les sale. Donde meten el dedo sólo descubren inconsistencias y se encuentran con un pueblo dispuesto a resistir las injusticias. Mientras Milagro Sala y otros dirigentes sociales de la Tupac Amaru siguen presos por puro clasismo, la presencia de Cristina en la CABA aparece como un señuelo irresistible que los vuelve torpes. Tanto que hasta quieren desempolvar la incongruente denuncia del fiscal Nisman para estirar las sospechas, al menos, hasta las próximas elecciones. La estrategia de distracción que despliegan para ocultar los desastres del Gran Equipo es tan obscena que ni ellos logran distraerse.
El pedido de captura a Hebe de Bonafini se convirtió en otra de las vergüenzas de este nuevo capítulo de nuestra historia. La paciencia del juez Martínez de Giorgi se agotó a los dos llamados, a diferencia de lo ocurrido con David Mulford que esperó más de once años para declararlo en rebeldía. Ni siquiera la fiscal de la causa “Sueños Compartidos”, Paloma Ochoa, estaba de acuerdo con la premura del magistrado, que quería aportar un titular que opaque el Ruidazo del jueves en contra del incremento de las tarifas de los servicios públicos. Lo único que logró fue un barullo descomunal que recorrió los diarios del mundo.
 La inoportunidad de la decisión no podía ser mayor: el jueves es el día de la ronda de las Madres en la Plaza de Mayo y nada puede romper con esa tradición. Pero además, la semana próxima se realizará la ronda 2000 y este exabrupto judicial sólo contribuirá a que la convocatoria sea multitudinaria. Y por si esto fuera poco, sirvió para que la voz de Hebe se escuche más allá de la Plaza. “Al juez no lo respeto, porque él no nos respeta a nosotras –declaró- no lo puedo respetar como mujer del pueblo, como madre de desaparecidos”. Tal vez muchos celebren que la casi nonagenaria Hebe, emblema en la lucha por los DDHH, esté en la mira de jueces como éste. Pobres, tan deformados por sus prejuicios, tan víctimas de su extravío que se parecen a los victimarios.
Si a este escenario agregamos el reclamo de algunos abogados y editorialistas para liberar a los genocidas condenados por crímenes de Lesa Humanidad y la ralentización de los juicios a los civiles instigadores de la dictadura, todo se vuelve más escalofriante. En la facultad de Filosofía y Letras de la UBA, La Presidenta sintetizó la secuencia en una de sus frases memorables: “cuanto más cortas sean las ideas de un gobierno, más largos serán los bastones que use para abollar las ideas”.
Cuando el pasado es el futuro
Otra vez San Cayetano vuelve a ser el santo con más rating. Después de una década de visitas de agradecimiento, ahora convoca multitudes que claman por lo más elemental. A los fieles que se congregaron para el acto religioso, se sumaron organizaciones sociales para marchar a Plaza de Mayo. Más de cien mil manifestantes de todos los colores estuvieron allí, con ollas populares, cánticos y carteles para componer una postal del pasado. En apenas ocho meses, Macri y todos los gerentes que coparon La Rosada nos han llevado a los peores momentos de nuestra historia, con Club del Trueque y revisiones del FMI incluidos. Ninguno de los errores cometidos por el anterior gobierno justifica las atroces decisiones que han tomado. La crisis de verdad que hoy estamos padeciendo es el resultado exclusivo del plan extemporáneo que el empresidente y sus ceos decidieron incrustar por pura ambición sectorial.
Un plan que no es un plan, sino una serie de zarpazos para apropiarse de la dignidad que los que menos tienen habían conseguido en estos años. Hasta la nefasta asunción de Macri, la distribución de la renta nacional entre trabajadores y empresarios se acercaba al tan anhelado 50/50. En menos de un año, la paridad estalló para beneficiar a los dos sectores más afines al patriciado amarillo: el financiero y el agroexportador. El primero facilita el vaciamiento a través de la innecesaria deuda y la fuga de capitales y el segundo, con la explotación parasitaria de las tierras más productivas del país. Después de la devaluación, la quita y reducción de las retenciones y la irresponsable liberación para exportar, nutrir la mesa parece cotizar en Bolsa. Los productos más elementales como la carne y la leche han tenido incrementos superiores al 70 por ciento. Y encima, sentados sobre la soja que no quieren liquidar claman por nuevas devaluaciones. Más beneficios obtienen, más exigen y menos derraman, porque fugan todo lo que recaudan y adquieren todo afuera. El “Campo” tan idolatrado por Mauricio es lo menos argentino que tenemos.
Sólo un puñado de privilegiados, algunos laderos y unos cuantos confundidos pueden estar contentos con esta banda que ha desembarcado para asolar el país. Mientras las promesas intentan renovar el pacto ya traicionado, los próximos pasos requieren continuar con el deterioro de nuestras vidas. Que vivíamos muy bien, que era todo mentira, que trabajamos poco, que se robaron todo, que ganamos mucho son las excusas que permitirán nuevos ajustes. Con la zanahoria de la lluvia de dólares nos han metido en un berenjenal. Con la esperanza de las inversiones, quieren precarizar nuestro trabajo. Con la patraña del empleo de calidad, pretenden transformarnos en esclavos.
Ya vivimos todo eso y no ha sido muy fructífero. Por si la memoria falla, durante los noventa, los números fríos de la Economía no andaban tan mal. Buen crecimiento para las empresas, pero el desempleo alcanzaba el 17 por ciento. Mientras más crecen, menos derraman cuando el Estado es cómplice del escamoteo. En esos tiempos vivimos la fantasía de estar en el primer mundo de la mano del Infame Riojano y nuestra deuda creció como nunca. Por si la parafernalia mediática cotidiana obnubila la memoria, la Alianza que nos venía a salvar nos estampó contra la crisis de 2001. Y muchos de los artífices de esa catástrofe forman parte del Gran Equipo, reciclados como ángeles recién llegados del paraíso.
En tanto, las pantallas intentan entretener todo el tiempo con telenovelas pergeñadas en las oscuras cavernas del establishment. Los bolsos de López, los dimes y diretes de Lázaro Báez, los delincuentes que se arrepienten y salpican a cualquiera son los argumentos de estos culebrones soporíferos que intentan tapar el infierno que se construye en La Rosada. Pero, subiendo desde el subsuelo, una conciencia popular conforma un colectivo para corregir el error cometido en el balotaje. Una memoria que se resiste a ser blanqueada y una frase que recorre todas las bocas: “Macri, pará la mano”. Una saludable advertencia antes del capítulo del helicóptero.

jueves, 4 de agosto de 2016

Enredos conceptuales de los amarillos



El cambio que estamos experimentando es tan rotundo, que hasta los funcionarios amarillos están desorientados. Unos afirman que el trabajo sucio ya está hecho mientras otros auguran que lo que hace falta es un ajuste mayor. Por momentos, Macri habla de dolorosas medidas y al rato, asegura que esto es gradualidad. La Revolución de la Alegría resulta asfixiante dentro del oscuro túnel en que nos han metido y la luz del final se extingue en la distancia. Los que prometían que íbamos a estar cada vez mejor nos reprochan los disfrutes del pasado y nos exigen restricciones para seguir llenando las copas de los que tienen de sobra. Con sus propias decisiones rompieron un equilibrio y, como no encuentran la vuelta para armar uno nuevo y ya no pueden restituir el anterior, sólo apelan a las tretas de siempre: el denuncismo cotidiano, los enredos judiciales y la confusión discursiva para entretener a un público anonadado.
Hasta los propios reconocen que las cosas no van bien. Las cifras más abstractas y las cotidianas no anticipan meses armoniosos. La lluvia de dólares se resiste hasta a las danzas de los brujos más poderosos. La mágica confianza que iba a conquistar a los inversores del mundo demuestra sus fracasos seductores. El as en la manga de la flexibilización laboral amenaza toparse con la resistencia de los trabajadores. La excusa de la pesada herencia se disipa ante el despertar de la memoria colectiva. Las denuncias domingueras se desmienten antes de convertirse en los titulares del lunes. Los jueces independientes de la Justicia ya no saben qué inventar para procesar ex funcionarios y los periodistas independientes del periodismo no encuentran más recursos para disimular el horror del engendro que ayudaron a construir. 
Cuando los productos cotidianos exhiben números exorbitantes o empiezan a escasear, los relatos oficiales se vuelven ineficaces por más marketineros que sean. Si la billetera no alcanza, el malestar rompe con todos los argumentos. Más aún si cada día incorporamos más imposibilidades. Corear “sí, se puede” cuando hoy se puede hacer menos que ayer es casi de autómatas. Mantener las esperanzas mientras los miembros del Gran Equipo muestran gestos de velorio es propio de masoquistas. Si salen a pedir a sus votantes que pongan buena cara ante las asperezas del cambio es porque intuyen que el 51 por ciento está menguando.
El sinceramiento tan cacareado no es más que envolver a las víctimas en un perverso entramado de mentiras. Los únicos que invierten son los ciudadanos y no por propia voluntad. Mientras nos piden nuevos sacrificios, los principales beneficiados por las decisiones gerenciales de Macri siguen acumulando sin soltar un centavo. La lógica del derrame vuelve a fracasar porque la avaricia no permite fisuras.
La manteca y el símbolo
Tanto estamos cambiando que, en breve, la manteca se convertirá en uno de los principales venenos. Un episodio digno para la historieta del ridículo. Como el Gran Equipo está conformado por gerentes, quedamos a merced de los caprichos empresariales. Y el Estado nada puede hacer porque, como buenos liberales, no son intervencionistas. Así dicen, pero es una de las principales hipocresías. ¿Acaso no es intervención quitar retenciones, liberar el comercio exterior y permitir la importación sin arancelamiento? ¿O qué es el blanqueo de capitales sino una fuerte intervención para beneficiar a los verdaderos representados? Pero para Ellos no está mal tomar medidas para facilitar la acumulación de los poderosos, pero intervenir a favor de los más vulnerables es repudiable. Y ponen cualquier etiqueta para reforzar el rechazo: intervencionismo, populismo, proteccionismo. Ahí se enciende la alarma y el Estado simula ser sólo un espectador del juego que propone el mercado.
Según el ministro de Agroindustria, Ricardo Buryaile, no puede hacer nada si “hay una decisión empresarial de hacer más queso porque les permite un mayor margen de rentabilidad”. En esas circunstancias, el “sí, se puede” pierde su efecto mágico. En realidad, siguen fabricando manteca, pero para exportación. El gobierno no se queda al margen: sus apologistas mediáticos presentan productos alternativos o difunden las bondades de no consumirla. Tanto denostar al periodismo militante, desde la TV Pública un periodista relató un episodio ocurrido en Dinamarca, donde un incremento del precio del producto logró salvar 150 vidas por reducción del consumo. A partir de ahora, deberemos agradecerles por privarnos de la manteca, del lomo, del aceite y de todo lo que nos vamos a tener que privar con la escueta mesa que los amarillos disponen para nosotros.
Y no sólo en nuestra mesa tendremos restricciones. El intervencionismo estatal para los más poderosos nos aprieta por todos lados. Gracias al proteccionismo para las grandes fortunas, las clases medias están perdiendo la planificación de su futuro: nada de vacaciones, coches nuevos, reformas hogareñas, estreno de artefactos. Y si las clases medias restringen sus disfrutes, ni hablar de las renuncias de los sectores menos favorecidos. Los comedores comunitarios empiezan a desbordar de concurrentes y las organizaciones que atienden a personas en situación de calle deben duplicar las raciones que reparten.
Ya estamos conociendo el cambio y nos gusta cada vez menos. Además de los bienes que nos niegan, el populismo de derecha encabezado por Macri no cesa de provocar. Como representa al establishment, todos sus instrumentos están a la mano para concretar el ambicioso plan de apoderarse para siempre del país. No sólo de sus riquezas sino también de sus símbolos. Los festejos por el Bicentenario de la Independencia y el discurso del empresidente frente al rey de España es una síntesis de esa intención. Este emblema puede ser re significado y, a 200 años de declararnos independientes, el ministro de Economía se disculpa ante los empresarios españoles y Macri analiza la psiquis de Nuestros Héroes ante el querido Rey.
Los símbolos que puedan ser reciclados por el plan restaurador serán funcionales para la refundación de la colonia, ahora llamada supermercado del mundo. Los que no, serán destruidos. Las madres, la K, La Cámpora, los nombres, las personas. Como intentaron en otros tiempos de la historia: vaciar la memoria para escribirnos desde cero. Sin dudas, estamos padeciendo la primera dosis de la doctrina del shock. Provocaciones a la espera de una reacción. Reacciones que reciben represión. El cambio es un castigo cargado de promesas. Un presente plagado de castigos. Pero el futuro no debe ser eso porque no es lo que prometieron. Antes de que hayamos cambiado del todo debemos escapar de este túnel que no nos conduce a una luz salvadora, sino al infierno en el que muchas veces estuvimos.

lunes, 1 de agosto de 2016

La famosa estafa de los globos



Que un par de tuits de adolescentes tardíos altere la seguridad del país indica que los nervios del Gobierno Amarillo están al borde del colapso. O tal vez aprovecharon este incidente para hacer una advertencia a los usuarios de las redes sociales. Un nuevo simulacro, entre tantos. Como la cumbre Macri-Tinelli, que distrajo al público cautivo de la agenda del denuncismo, tan rutinaria en los medios hegemónicos. No es para menos: los casos de corrupción que comienzan con los K desembocan siempre en los M. Los que prometían transparencia, terminan siendo los más opacos. Los que venían a corregir, desquiciaron todo. Los que ganaron con la Pobreza Cero, no hicieron más que incrementar la desigualdad. Los que iban a terminar con la inflación, la multiplicaron. Los que pretendían unir al país, sólo pujan para agrietarnos más. Hablar de errores de comunicación o inexperiencia no es más que profundizar la burla. Las excusas pueden ser muchas, pero el motivo es uno: Macri conquistó la presidencia engañando al electorado, lo que convierte su gestión en una verdadera estafa.
Aunque muchos no quieran verlo, si ninguna de las promesas de campaña se ha convertido en realidad no es por un imponderable sino por propia voluntad. No estaba en la agenda del Gran Equipo cumplir con las angelicales consignas que conquistaron el corazón de sus votantes. Muchos de los que optaron por el cambio deben estar arrepentidos si perdieron el empleo o vieron decaer su capacidad de compra en estos meses. Tamaño sacrificio no estaba incluido en el contrato que entablaron el día del balotaje. Todo era sonrisas y amor en el rostro de los candidatos. Ni siquiera la Pesada Herencia existía en esos tiempos de inevitable alegría que auguraban los coloridos globos. En los spots televisivos ni siquiera en letras chiquitas había contraindicaciones para esta tentadora fórmula. Los arrepentidos fueron los primeros en paladear el amargo sabor del cambio.
Otra porción importante del 51 por ciento todavía está expectante, menos entusiasta que unos meses atrás y más cerca de arrepentirse que de enorgullecerse. Aunque intuyen un entorno adverso, se obligan a estar esperanzados para no sucumbir en el pesimismo circundante. A pesar de que sus vecinos han probado unos bocados del horrendo plato, ellos siguen embelesados con la decoración. Todavía conservan un resto para aguantar el cimbronazo y confían en que todo terminará pronto, aunque estiren al máximo sus reservas y restrinjan al mínimo el consumo, por las dudas. Sentimientos encontrados conviven en estos erráticos conciudadanos que alternan la sonrisa y el ceño fruncido de acuerdo a la noticia del día y nutren su pensar con horas frente a la tele.
Los únicos que festejan
El “sí, se puede” pobló el predio de la Sociedad Rural durante la inauguración de su 130° exposición, cuando el empresidente fue presentado para emitir su discurso. En ese público no hay dudas ni fisuras. La empatía ideológica se fusiona con pertenencia social y posición económica. Un verdadero encuentro entre representantes y representados es lo que ocurrió en el histórico ferial regalado por Menem. A la ceremonia oficial concurrieron los votantes convencidos del cambio que deseaban para el país y los efectos negativos son justificados con la pesada herencia o directamente ignorados.
Que la pobreza haya crecido y el desempleo se incremente a diario no distorsionan el ánimo festivo de los que están satisfechos con la gestión del Gran Equipo. Aunque no tengan para comprar cinco millones de dólares, con sentirse libres para hacerlo les basta y sobra. Aunque no reciban ni una moneda de los más de 120 mil millones de pesos que recogerá el sector agroexportador por la devaluación y la quita de retenciones, celebran que la transferencia de recursos haya retornado a su regresivo cauce natural.
Esos asistentes aplauden a rabiar los dichos de Macri, a pesar de las inconsistencias y falacias que abundan en ellos. “Este maravilloso país hace muchos años que crece por debajo de su potencialidad, y en los últimos cinco años, nulo crecimiento”, dijo el Gerente de La Rosada, con la seguridad de que sus oyentes no rebatirán ni una de sus comas. Sin embargo, con sólo mirar tablas y estudios disponibles en internet desde diversas fuentes, el PBI nacional tuvo un crecimiento sostenido desde 2003 hasta 2011 insólito en su historia. En los últimos años, por la crisis internacional, Argentina creció menos pero no paró de crecer, cerrando el ciclo en 2015 con un 2,3 por ciento reconocido por el INDEC amarillo. Por lo tanto, Macri miente cuando niega todo crecimiento y quienes lo escuchan aceptan la mentira.
Pero debemos acostumbrarnos: cuando habla, nada dice. Aunque el crecimiento durante los primeros meses de gestión esté planchado en el 0,5 por ciento en caída, él dice que esto es mejor que aquello y hay que aceptarlo sin chistar porque ante él no valen los argumentos. Si declama que “el campo es el gran motor del país” no importa que se refiera a un sector que derrame poco o nada de lo transferido, compre dólares a mansalva y adquiera insumos importados por mera compulsión. En su imaginario, "el campo es mucho más que lo que puede producir, es mucho más que los impuestos que puede pagar”. Para él, los que sólo piensan la vida desde su ombligo económico conforman “nuestra historia, nuestro emblema y un claro ejemplo de solidaridad”. Y en un exceso de poesía que le sienta mal, jugó con el término ‘gaucho’, uno de los actores sociales desplazado por la avidez de los terratenientes. Pura confusión para exaltar confundidos.
Lejos de las naderías de Macri, Luis Miguel Etchevehere –el anfitrión de tan amoroso encuentro- vertió conceptos más profundos, como si fuera el verdadero ideólogo del gobierno. Primero, agradeció al presidente “por cumplir su promesa de eliminar y reducir las retenciones”, quizá una de las pocas que ha cumplido y después, como representante del sector que más desestabiliza con su pulsión especulativa, se esperanzó con “la estabilidad de la moneda”. Como no podía ser de otra manera y fiel a las imposiciones de la agenda mediática, solicitó que el Poder Judicial avance con “el castigo de todos los actos de corrupción”. En realidad, no de todos, por supuesto, sino de aquellos en que estén involucrados los personajes del gobierno anterior.
Porque lo importante para el futuro que diseña el macrismo con todos sus secuaces es que no exista la posibilidad de un retorno a una década como la pasada. "Si desterramos para siempre el populismo –continuó Etchevehere- que es la negación del porvenir, si nos liberamos del apego servil a las demandas y propuestas que no son sino coyunturales, oportunistas y demagógicas, estamos convencidos de que los argentinos ganaremos impulso y transparencia”. Por si no se entendió, para los que más tienen el gobierno ideal es el que ignora las demandas de los excluidos que deja a su paso su propia angurria. El mejor futuro para nuestro país es el egoísmo hecho gestión. Por eso Macri es el primer mandatario en acudir a ese escenario después de tanto tiempo, porque representa a muy pocos, a pesar de haber ganado las elecciones; porque pone la democracia al servicio de las corporaciones; porque engañó a la mayoría para satisfacer a una minoría. Por eso es un fraude que nos hará mucho daño y no lo olvidaremos con facilidad.

Un viernes negro

  La fortuna nos dio una chance. El disparo no salió, pero podría haber salido . El feriado del viernes es un casi duelo. La ingrata sorpres...