Que un par de tuits de
adolescentes tardíos altere la seguridad del país indica que los nervios del Gobierno Amarillo están al
borde del colapso. O tal vez aprovecharon este incidente para hacer una
advertencia a los usuarios de las redes sociales. Un nuevo simulacro, entre tantos. Como la cumbre Macri-Tinelli, que distrajo
al público cautivo de la agenda del denuncismo, tan rutinaria en los medios
hegemónicos. No es para menos: los casos
de corrupción que comienzan con los K desembocan siempre en los M. Los que
prometían transparencia, terminan siendo los más opacos. Los que venían a
corregir, desquiciaron todo. Los que ganaron con la Pobreza Cero, no hicieron
más que incrementar la desigualdad. Los que iban a terminar con la
inflación, la multiplicaron. Los que pretendían unir al país, sólo pujan para
agrietarnos más. Hablar de errores de comunicación o inexperiencia
no es más que profundizar la burla. Las excusas pueden ser muchas, pero el
motivo es uno: Macri conquistó la presidencia engañando al electorado, lo que convierte su gestión en una
verdadera estafa.
Aunque muchos no quieran verlo,
si ninguna de las promesas de campaña se ha convertido en realidad no es por un imponderable sino por propia
voluntad. No estaba en la agenda del Gran Equipo cumplir con las angelicales consignas que conquistaron el corazón de sus votantes.
Muchos de los que optaron por el cambio deben estar arrepentidos si perdieron
el empleo o vieron decaer su capacidad de compra en estos meses. Tamaño sacrificio no estaba incluido en el
contrato que entablaron el día del balotaje. Todo era sonrisas y amor en el
rostro de los candidatos. Ni siquiera la Pesada Herencia existía en esos tiempos de inevitable alegría que auguraban los coloridos globos. En los
spots televisivos ni siquiera en letras chiquitas había contraindicaciones para
esta tentadora fórmula. Los arrepentidos
fueron los primeros en paladear el amargo sabor del cambio.
Otra porción importante del 51
por ciento todavía está expectante, menos
entusiasta que unos meses atrás y más cerca de arrepentirse que de
enorgullecerse. Aunque intuyen un entorno adverso, se obligan a estar
esperanzados para no sucumbir en el
pesimismo circundante. A pesar de que sus vecinos han probado unos bocados
del horrendo plato, ellos siguen
embelesados con la decoración. Todavía conservan un resto para aguantar el cimbronazo y confían en que todo terminará
pronto, aunque estiren al máximo sus
reservas y restrinjan al mínimo el consumo, por las dudas. Sentimientos
encontrados conviven en estos erráticos conciudadanos que alternan la sonrisa y el ceño fruncido de acuerdo a la noticia del día y
nutren su pensar con horas frente a la tele.
Los
únicos que festejan
El “sí, se puede” pobló el predio de la Sociedad Rural durante la
inauguración de su 130° exposición, cuando el empresidente fue presentado para emitir su discurso. En ese público
no hay dudas ni fisuras. La empatía
ideológica se fusiona con pertenencia social y posición económica. Un
verdadero encuentro entre representantes y representados es lo que ocurrió en el histórico ferial regalado por Menem.
A la ceremonia oficial concurrieron los votantes convencidos del cambio que
deseaban para el país y los efectos
negativos son justificados con la pesada
herencia o directamente ignorados.
Que la pobreza haya crecido y
el desempleo se incremente a diario no
distorsionan el ánimo festivo de los que están satisfechos con la gestión
del Gran Equipo. Aunque no tengan para comprar cinco millones de dólares, con sentirse libres para hacerlo les basta
y sobra. Aunque no reciban ni una moneda de los más de 120 mil millones de
pesos que recogerá el sector agroexportador por la devaluación y la quita de
retenciones, celebran que la
transferencia de recursos haya retornado a su regresivo cauce natural.
Esos asistentes aplauden a
rabiar los dichos de Macri, a pesar de
las inconsistencias y falacias que abundan en ellos. “Este maravilloso país hace muchos años que crece por debajo de su potencialidad, y en los últimos cinco años,
nulo crecimiento”, dijo el Gerente de La Rosada, con la seguridad de que sus oyentes no rebatirán ni una de sus comas.
Sin embargo, con sólo mirar tablas y estudios disponibles en internet desde
diversas fuentes, el PBI nacional tuvo
un crecimiento sostenido desde 2003 hasta 2011 insólito en su historia. En
los últimos años, por la crisis internacional, Argentina creció menos pero no
paró de crecer, cerrando el ciclo en 2015 con
un 2,3 por ciento reconocido por el INDEC amarillo. Por lo tanto, Macri
miente cuando niega todo crecimiento y quienes lo escuchan aceptan la mentira.
Pero debemos acostumbrarnos: cuando habla, nada dice. Aunque el
crecimiento durante los primeros meses de gestión esté planchado en el 0,5 por
ciento en caída, él dice que esto es
mejor que aquello y hay que aceptarlo sin chistar porque ante él no valen
los argumentos. Si declama que “el campo
es el gran motor del país” no importa que se refiera a un sector que derrame poco o nada de lo transferido, compre dólares
a mansalva y adquiera insumos importados por mera compulsión. En su imaginario,
"el campo es mucho más que lo que
puede producir, es mucho más que los
impuestos que puede pagar”. Para él, los que sólo piensan la vida desde
su ombligo económico conforman “nuestra
historia, nuestro emblema y un claro ejemplo de solidaridad”. Y en un
exceso de poesía que le sienta mal, jugó con el término ‘gaucho’, uno de los actores sociales desplazado por
la avidez de los terratenientes. Pura confusión para exaltar confundidos.
Lejos de las naderías de Macri,
Luis Miguel Etchevehere –el anfitrión de tan amoroso encuentro- vertió conceptos más profundos, como si fuera el verdadero ideólogo del
gobierno. Primero, agradeció al presidente “por cumplir su promesa de eliminar y reducir las retenciones”, quizá
una de las pocas que ha cumplido y después, como representante del sector que más desestabiliza con su pulsión
especulativa, se esperanzó con “la
estabilidad de la moneda”. Como no podía ser de otra manera y fiel a las imposiciones de la agenda
mediática, solicitó que el Poder Judicial avance con “el castigo de todos los actos de corrupción”. En realidad, no de
todos, por supuesto, sino de aquellos en
que estén involucrados los personajes del gobierno anterior.
Porque lo importante para el
futuro que diseña el macrismo con todos sus secuaces es que no exista la posibilidad de un retorno a
una década como la pasada. "Si
desterramos para siempre el populismo –continuó Etchevehere- que es la
negación del porvenir, si nos liberamos del apego servil a las demandas y propuestas que no son sino coyunturales,
oportunistas y demagógicas, estamos
convencidos de que los argentinos ganaremos impulso y transparencia”. Por
si no se entendió, para los que más tienen el
gobierno ideal es el que ignora las demandas de los excluidos que deja a su
paso su propia angurria. El mejor futuro para nuestro país es el egoísmo hecho gestión. Por eso Macri
es el primer mandatario en acudir a ese escenario después de tanto tiempo,
porque representa a muy pocos, a pesar
de haber ganado las elecciones; porque pone
la democracia al servicio de las
corporaciones; porque engañó a la mayoría para satisfacer a una minoría.
Por eso es un fraude que nos hará mucho
daño y no lo olvidaremos con facilidad.
Sigo siempre su blog y me acuerdo que cuando leía en febrero o marzo me parecía un poco exagerado todo lo que decía. Ahora veo que tenía razón. Lo suyo era una anticipación de todo lo que se iba a venir. Y se quedó corto. Abrazo enorme.
ResponderBorrarRaúl Amado
Tal vez todo se reduce a la simpleza de comprender que: Luis Miguel Etchevehere, el subordinado Macri y todo el resto que componen y complementan ese grupo patricio y aristócrata, cuya riqueza se origina en el saqueo primitivo, están convencidos de que ELLOS son la argentina y la patria, cuando hablan y demandan en su nombre.
ResponderBorrar