lunes, 15 de agosto de 2016

El final de la Alegría



Desde tiempos inmemoriales, las piedras alimentan nuestras metáforas. Por su dureza, son sinónimo de fortaleza y por su frialdad, de ausencia de sentimientos. ‘Cara de piedra’ puede expresar la desvergüenza o el exceso de hipocresía. Una piedra puede ser el inicio de una construcción o una herramienta para comenzar a destruir. También tapa un bache del camino o contribuye a obstruirlo. La piedra puede inmortalizar a una persona o lapidarla para siempre. La piedra: arma primitiva o material para el arte. Muchas cosas se pueden hacer con las piedras, desde expresar un rechazo hasta orquestar una mentira. Y en estos tiempos de cambio, las piedras no sólo son materiales, sino también simbólicas. Si Macri esperaba flores por sus irrespetuosas apreciaciones respecto a la dictadura y si pretendía elogios por sus medidas, entiende menos de lo que se supone. Pero no hubo piedras la mañana del viernes, sino la violencia represiva de un gobierno que se aleja cada vez más de los que confiaron en sus propuestas de campaña.
Encuestas de todos los colores confirman lo que se respira en las calles: las expectativas ante un nuevo gobierno dan paso a la decepción. La pesada herencia, los bolsos de López y las indefinidas trapisondas de Lázaro Báez ya no alcanzan para conformar a un público que percibe que las cosas no marchan bien. La tozudez con que Macri intenta imponer un nuevo cuadro tarifario es lo que más desconcierta a muchos de los que creyeron en la Revolución de la Alegría. Este extraño capítulo del cambio evidencia lo que muchos sospechan desde hace unos meses: no hay manera de disimular que gobierna para favorecer a los más ricos en detrimento de los que menos tienen.
Por más que el relato oficial trate de convencernos de que pagar mucho más es el único camino para solucionar la crisis energética que no teníamos, el bolsillo se resiste a tamaño sacrificio, más aún cuando es acosado desde muchos frentes. Por más que sometan a algunos vecinos de la CABA a sospechosos cortes de electricidad, no han logrado demostrar que con tarifas infladas todo se solucionará. La treta de posicionar como víctimas a los distribuidores de servicios no está dando resultado. Por eso, Macri trata de buscar consenso en el arco político para presionar a los miembros de la Corte y que avalen el desmesurado incremento.
No para beneficiarnos, precisamente. Pagar más por los servicios es el nuevo capítulo de esta colosal transferencia de recursos hacia los más ricos que estamos padeciendo. Si poblar nuestra mesa es mucho más caro que antes de la asunción del empresidente, en la devaluación, las retenciones cero y la eliminación de los cupos de exportación habrá que buscar las respuestas. Que comprar a diario un litro de leche signifique casi un 10 por ciento del salario mínimo es una distorsión que excede cualquier explicación económica. Después de beneficiar a los aliados agroexportadores, el Gran Equipo quiere congraciarse con sus amigotes de otros sectores empresariales a costa de nuestro bolsillo y nuestra dignidad. Nosotros somos los menos importantes en esta Revolución de la Alegría que ya lleva ocho meses.
Flores en lugar de piedras
Hasta en La Rosada reconocen que el consumo está cayendo de manera alarmante en muchos rubros esenciales. Según la subsidiara local de la consultora Kantar Worldpanel, los hogares argentinos han disminuido sus compras en un cuatro por ciento en el primer semestre en comparación con el mismo período del año pasado. Esta empresa internacional insospechada de kirchnerista, en su último estudio sobre el gasto de los argentinos, además de revelar este promedio de caída, realiza una segmentación de la población de acuerdo al nivel de ingresos y sugiere que el cambio no nos afectó a todos por igual. “El único nivel socioeconómico que pudo sostener su consumo –indica el informe Consumer insights- fue el alto+medio, que comprende el 22 por ciento de la población”. No sólo lo mantuvo sino que lo incrementó en un uno por ciento, a diferencia del bajo inferior que debió reducirlo en un nueve por ciento.
La memoria evoca el spot donde el Macri en campaña prometía que íbamos a estar cada día mejor, con el puño de su mano derecha haciendo un enérgico gesto de optimismo. La magia de los globos nos metió en un túnel oscuro donde muy pocos disfrutan de la luz. Sólo la indiferencia más cruel puede inspirar festejos por los resultados de la ceocracia macrista. Desocupación creciente, recesión, nuevos pobres, persianas que bajan, locales vacíos conforman el decorado de una postal penosa. Destacar estos aspectos no es poner piedras en el camino ni abusar del pesimismo, sino observar la realidad sin los adornos del marketing.
Y no hay que ser un experto para concluir que estamos mal y vamos mal. Si los miembros del Gran Equipo creyeron que llenando las copas de los más ricos se iba a producir un benefactor derrame, hoy deben estar defraudados en su buena fe. Los inversores esperan nuevas señales para producir la lluvia de dólares tantas veces prometida y el shock de confianza que parecía portar Macri no ha sido tan efectivo. Hasta el JP Morgan –cuna económica de Prat Gay- desalienta a sus asociados a destinar parte de sus fortunas en un país donde el mercado interno se ha deteriorado tanto y el apoyo a la nueva gestión cae día a día.
Un colorido abanico de encuestas señala que la imagen positiva de Macri decrece cada vez más, a pesar de la complicidad de los medios hegemónicos que minimizan los desaciertos y decoran el escenario con caricaturas de la pesada herencia. Más de la mitad de la población no ve con buenos ojos lo que está pasando y empieza a descubrir el engaño del que ha sido víctima. Las excusas ya no alcanzan cuando las sombras invaden nuestra vida cotidiana. Y menos aún cuando nos exigen más sacrificios de los ya realizados.
Si hay piedras en el camino del cambio, son las que el propio gobierno está poniendo. Si el ocupante ocasional de La Rosada recibe abucheos en sus actos públicos, no es por un exceso de agresividad en los malos perdedores. Si la única manera de contener a los excluidos es la represión, no esperen palabras de aliento. Si pretende que aplaudamos el innecesario ajuste que estamos padeciendo, está mirando el canal equivocado. El viernes no hubo piedras en Mar del Plata, sino las flores de la resistencia que pugnan por recuperar la dignidad que en poco tiempo han borrado de un plumazo.

2 comentarios:

  1. Está confirmado que sí hubo piedras al auto de Macri. Ojalá lo corrijas el próximo artículo, aunque seguro no lo hacés y hacés la gran Clarín.

    Lo más triste de todo es que si uno decide aceptar que esto es una lucha entre ricos y pobres, como comentaste antes, que podemos pensar de una familia que jactándose de representarlos multiplica su fortuna personal más de 1000% durante su mandato, mientras a más del 20% de la población los mata de hambre y, les da futbol gratis para hacerles creer que está de su lado. Luego los visita en la villa con joyas y relojes que valen miles de dólares.

    Bajo, Gustavo, muy bajo verte defender al Kirchnerismo con tanta vehemencia.

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  2. No hubo piedras, Ricardo. El jefe de policía lo afirmó varias veces. Los incidentes se produjeron después de que se fue Macri. Respecto al resto, el tiempo dirá quién perjudica más a su pueblo.

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