El
desparpajo con que el empresidente Macri manifiesta
su desprecio a gran parte de los argentinos ya no tiene límites. Esta
semana esputó que son los trabajadores los que “ponen palos en la rueda” de los empresarios al tomar licencias por
enfermedad, hacer paros por mejoras salariales o iniciar juicios laborales. La lógica capitalista en su extremo más
enfermizo. Los que fugan divisas, los que evaden, los que saquean nuestros
bolsillos con sus confiscatorios precios son
presentados por el Gerente de La Rosada como víctimas de sus empleados. Si
esto fuese una comedia, hasta caería simpático un personaje con semejante barbarie discursiva. Pero las postales
del Cambio son las de una Argentina que vuelve
a vivir sus más atroces pesadillas: las del hambre y la desesperación. Si
en un país que produce alimentos para 400 millones de personas, miles hacen cola por unas frutas gratis
no es porque quieran poner palos en la
rueda a la ceocracia amarilla. En nueve meses de gestión, el Gran Equipo nos ha hecho retroceder más
de diez años y si sus integrantes se
enorgullecen de esto, deberíamos
prepararnos para escenas peores.
No
hay que ser muy memorioso para recordar que el Ingeniero acusó muchas veces a
Cristina de soberbia y poco dialoguista. En verdad, un proyecto que puso en pie
a un país después de la crisis de 2001 merece
ser más ponderado que denostado. De un 25 por ciento de desocupación se
pasó a menos de un seis; la industria duplicó su incidencia en el PBI; la pobreza pasó de más de la mitad de la
población a menos de un 20 por ciento; el plan energético permitió
incorporar más de 4,5 millones de hogares a la red eléctrica y otros tres
millones a la de gas; la explosión del turismo permitió recuperar destinos
olvidados y desarrollar otros impensables; concretó casi 2900 km de autovías y autopistas, 5165 km de nuevas rutas y más de
600 puentes nuevos; el mercado interno fue el motor de un crecimiento sostenido durante doce años, algo insólito en nuestra
historia. Macri y su banda de
saqueadores hablan de soberbia, cuando
en sólo nueve meses llevaron la desocupación a casi el diez por ciento, pusieron
en agonía a Pymes y economías regionales, despoblaron supermercados, negocios y
lugares de esparcimiento, mientras
transfirieron millones a los que no necesitan un centavo. Ellos se erigen
como expertos en diálogo cuando sólo recitan un monólogo de incongruencias, falacias y promesas que no se
convertirán en realidad si continúan por este oscuro túnel del tiempo.
La
soberbia macrista no está basada en logros sino en pertenencia
de clase. La oligarquía es sorda y ciega cuando toma el poder y arrasa con
todo lo que está a su paso. Y en lugar de reconocer que fueron sus recetas las que nos han llevado a la recesión en la que
estamos, afirman que las catastróficas cifras que reveló el INDEC forman
parte de un sinceramiento. Como en “1984”,
la novela de George Orwell, que plantea una perfecta armonía con la
historia, pues el pasado se re-escribe
de manera permanente para justificar las angustiosas transformaciones del
presente.
Jugando con el palo
Como
tienen casi todos los medios en sus manos, pueden
decir cualquier cosa. Como el blindaje mediático es tan grosero, pueden hacer las trapisondas que quieran.
Como necesitan demostrar que estamos cada
día mejor –con un enérgico golpe del puño derecho- diseñan un ayer con forma de pesada herencia. Hasta pueden darse el
lujo de negar sus promesas respecto al segundo semestre del año. Tanto añorar los
tiempos del Centenario, que olvidan que existen
formas mucho más sofisticadas y accesibles de archivar voces que entonces.
Tanto confían en el poder mediático para instalar sus fábulas que cada vez que
algún hecho puede opacar la fantasía Pro, inventan
alguna amenaza de bomba o una piedrita contra un funcionario para distraer
la atención de un público cada vez más asechado por las monstruosidades del
túnel.
Y
si aparece algún dato nuevo sobre los Panamá Papers o investigan el extraño
robo a la casa de la vicepresidenta, difunden alguna denuncia anti K hiperrecontrachequeada
que se destiñe apenas se convierte en titular. Eso sí, a pesar de su
inconsistencia no deja de zambullirse en los interminables laberintos de
Comodoro Py para abortar cualquier
retorno. Porque en eso también fallaron: se presentaron como impolutos paladines de la transparencia y están más
salpicados que los demonios que fabrican. Empresas fantasmas, conflictos de
intereses, 200 mil pesos junto a la cama,
grandes favores de manera ostentosa, contrataciones
digitadas, acomodados costosos son algunos
ítems de una larga lista.
Desde
el 10 de diciembre, los miembros del Gran Equipo incluyen en todas sus
declaraciones y discursos algunos
vocablos que suelen caer bien: diálogo y consenso son las que encabezan las
preferencias. Pero para ellos, el
diálogo es monólogo y el consenso, obediencia. También intentan mostrarse
como humildes servidores, inexpertos funcionarios que están aprendiendo junto a nosotros. Y por si esto fuera poco, el maquillaje amarillo incluye una abundante
capa de victimización. Pero, aunque traten de mostrarse así, no lo logran: suenan soberbios, prepotentes y bestiales.
Más
aún con los resultados de sus experimentos. Nada de lo que han hecho resultó beneficioso para la mayoría. La
concreción de las promesas de campaña queda suspendida hasta nuevo aviso. El cada día mejor se transforma en lo
contrario y el golpe de puño optimista
nos da de lleno en la trompa. Macri habló de palos en la rueda pero Ellos
son los dueños de todos los palos: los que ponen para que tropecemos, los
que usan para abollar nuestras ideas y los que fugan a paraísos fiscales. Sin dudas, los palos están en las manos
equivocadas.
Brillante, como siempre.
ResponderBorrarEs aterrador. Me siento invadida x extraterrestres q les comieron el cerebro a la mitad del pais. No es metafora. Estoy asustada enojada furiosa!.QUE PASA????
ResponderBorrarPongan nombre al final del comentario. Evoco los tiempos del menemismo, aunque ahora la reacción es más rápida y contundente
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