En
el umbral de la crisis que el propio gobierno está creando, el
conflicto de Macri con Marcelo Tinelli parecería un tema menor si no fuera por algunos puntos oscuros. Lo más evidente
es la utilización de twiteros rentados que operan
para desorientar a usuarios desprevenidos. Así lograron organizar los
cacerolazos contra Cristina y propalar
muchas patrañas de los medios hegemónicos. Si la inversión de los dineros del Estado para distorsionar la percepción ciudadana de la política es un delito
será decisión judicial, pero por ahora es un
dato para prestar más atención en las redes. Lo más sutil sería pensar si
este enojo del empresidente por las
imitaciones en el show televisivo no es
un nuevo artilugio para reducir a esa pantomima las críticas al accionar del
Gran Equipo.
La
funcionalidad está servida: el conductor televisivo se posiciona como combativo y los amarillos aparecen como “tolerantes con el que piensa distinto”. La pantalla seguirá mostrando caricaturas
superficiales como ácidas críticas ante la aceptación democrática del Gerente
de La Rosada. Con este nuevo acto, quieren convencer al público de que
están ante un duro contenido anti gubernamental cuando en realidad consumen una píldora de catarsis para hacer
más pasable el creciente malestar. Y el gran ganador es Canal 13 –Clarín-
que pretende apropiarse de la diatriba
al gobierno que desde todas sus usinas ha creado. Con esta maniobra,
quieren ubicarse ante la sociedad como críticos y apologistas a la vez. Todo controlado para mantener el equilibrio
en el futuro que pergeñan.
Entonces,
a no entusiasmarse. Las observaciones que realizarán entre bailes y bulla no pondrán en peligro la restauración
amarilla ni perturbará el sueño de sus principales beneficiados. Apenas
serán comentarios de ascensor con actores maquillados y risas alentadas en las
tribunas. Macri tendrá que acostumbrarse a exageraciones de algunos tics a
cambio de televidentes hipnotizados con
curvas insinuantes y rítmicas siliconas. Con este combo, los seguidores de
Tinelli podrán reírse de la inflación, los tarifazos y el deterioro gradual de
sus días como un camino inevitable para
llegar a la República de los Globos.
En
esas caricaturas televisivas no
existirán porqués que incomoden a
nadie sino simpáticas enumeraciones de los dramas cotidianos. Un poco de
azúcar para pasar el mal trago. La risa enfermiza que atenúa el malestar. La naturalización de las limitaciones que
el cambio nos impone. Un entretenimiento banal que contribuye a la conformación
de un votante desatento.
Un negocio redondo
El
chiste fácil sobre el precio de las cosas jamás
se convertirá en un cuestionamiento al abuso que significa. De la charla
cotidiana sobre las cifras que enloquecen desde las góndolas nunca surge cómo
se conforman ni cuánto gana el que las
pone. Jamás sabemos cuánto debería costar un kilo de tomates o un litro de
aceite: sólo debemos aceptar el número
que nos imponen y calcular si nos alcanza con lo que tenemos en la billetera
para adquirir el producto. Nunca conocemos los motivos de lo que nos cobran;
siempre escuchamos el lamento de los formadores de precios y nos dejan la sensación de que los
abusadores somos los consumidores. O peor: que nos hacen un favor vaciando nuestros bolsillos a cambio de menos
artículos.
La
libertad de mercado que se instala de la mano de Cambiemos se ha convertido en un libertinaje que nos aleja cada vez más de los
productos que forman parte de nuestra vida. La estrategia de abrir las
importaciones para que la competencia baje los precios se transforma en un salvavidas de plomo. Más aún en medio de la
recesión que el Gran Equipo ha provocado con todas sus decisiones. El arribo de
productos extranjeros a precios de dumping, con bajos salarios y sin aranceles
generará una situación más precaria que cualquiera
de las heredadas por gobiernos anteriores. Claro, el proteccionismo es,
para la ideología gobernante, una mala palabra y, ya no hay dudas, lo que menos quieren proteger es lo que
hemos conseguido construir en estos doce años.
La
industria, que tuvo un crecimiento superior al 100 por ciento, ahora acusa un retroceso que no se
soluciona con leyes ni créditos, sino con compradores. Pero éstos son
saqueados desde todos los flancos por aumentos extorsivos de consumos
esenciales por decisión gubernamental y
especulación comercial. Cuando todos quieren salvarse, los que más padecen son los indefensos. Y de ésos, el Gran Equipo
no se preocupa. Por el contrario, el empresidente
se enfada con aquellos jueces que toman decisiones en contra del
empresariado cómplice. En una entrevista con Joaquín Morales Solá, Macri
reconoció que hace falta “una justicia laboral más equitativa, no tan
volcada a encontrarle siempre la razón a una parte”. Con esta
declaración demuestra su incomprensión del sentido de la Justicia. En un
conflicto laboral, el más débil es el
trabajador y nuestro representante quiere
que la Justicia falle en su contra.
Lo
mismo piensa del freno al descomunal incremento de las tarifas, aunque muchos jueces han actuado en defensa de los
usuarios. ¿Qué país está diseñando para nuestro futuro? ¿Uno en el que
estemos expuestos a la avaricia
ilimitada de los grupos concentrados de la economía? Pero su desprecio
obnubila su razón: “el kirchnerismo se
fue, pero Justicia Legítima sigue ahí”, sintetizó Macri en la misma
entrevista. Fallar a favor del más vulnerable es ser un juez kirchnerista. De
ahí a calificar como ‘kirchnerista’ a todo aquel que se pronuncie en defensa de
jubilados, trabajadores, desocupados y excluidos hay un solo paso. Que el
Gerente de La Rosada hable de Pobreza
Cero es una de sus mayores hipocresías, sobre
todo porque su objetivo es enriquecer a los más ricos y suplicar, cuando
las papas empiecen a quemar, por algunas gotitas.
Y
esto se evidencia, vale reiterar, con cada una de sus medidas. Nos quiere
convencer de la pesada herencia
cuando todos los problemas que hoy
tenemos son consecuencia de sus propias decisiones. Si Macri acepta la
caricatura del programa de Tinelli es porque jamás insinuará que no está de parte de los que, con mucha
ingenuidad, creyeron en sus promesas de campaña. Ningún mandatario que
piense en la mayoría decidirá incrementos
tarifarios irracionales. Ningún representante considerará siquiera flexibilizar las leyes laborales si su
objetivo es crear “empleo de calidad”. Ningún
presidente seguirá ajustando la vida de
los ciudadanos mientras 400 mil
millones de dólares de argentinos descansan en paraísos fiscales.
Como
Macri toma sus decisiones pensando en
las corporaciones a las que representa, cualquier crítica acertada puede
diluir la tambaleante luna de miel. El empresidente
no se reunió con Tinelli para retarlo por las imitaciones de su programa,
sino para que le invente un alica alicate
que despierte una empatía temporal para
seguir obnubilando a sus votantes y continuar con su plan de saquear el país.
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